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“La ficción es como una varita mágica que te pone todo al alcance”

Lana Corujo, escritora e ilustradora

Myriam Ybot 0 COMENTARIOS 09/02/2025 - 07:19

Lana Corujo (Lanzarote, 1995) se encuentra inmersa en la presentación de su primera novela, Han cantado bingo, con la que profundiza en la frontera entre el mundo infantil y el adulto, las relaciones familiares y el peso de la culpa. Lanzarote y sus volcanes aparecen como protagonistas necesarios de una historia universal que conjuga drama y fantasía, belleza y dolor, inocencia y frustración.

-Poeta y novelista, escritora e ilustradora, autora y editora, promotora e invitada en actividades literarias... ¿Se trata de tentativas para encontrar su espacio o considera que son actividades complementarias?

-No creo que haya líneas divisorias que separen la escritura y la ilustración, por ejemplo. Si miramos un poco la historia, vemos que muchas pintoras escribían, podemos acceder a sus diarios y a su poesía. Siento que la escritura es una forma natural de expresar el mundo; otra cosa es que se llegue a publicar o no, pero me parece muy natural que esté intrincada con la creación artística. Respecto a los géneros, me considero más narradora que poeta, porque incluso Ropavieja es un poemario muy narrativo, con personajes, un nudo y un desenlace. Creo que todo forma parte de un común, no lo veo como algo fragmentado sino que nace de la misma pulsión creadora. Respecto a la editorial (La Carmensita) fue un proyecto muy bonito, que duró un tiempo, que hice con otra persona y que me dio un conocimiento complementario de la escritura. Me ayuda con los talleres literarios; cuando trabajo los textos de los alumnos, el haber editado poesía de otras personas me facilita las correcciones.

-¿Qué fue del seudónimo Neble de su primera producción literaria?

-(Se ríe) Como empecé a publicar en Internet, tan pequeña, mis padres siempre me decían que no pusiera mis datos. Entonces yo tiré mucho de seudónimo, cambié Magdalena por Lana, y en vez de Corujo usé la palabra Neble, que no existe. Me interesaba mucho crear palabras al modo del glosario personal de los artistas, y porque tenía miedo de exponerme en las redes. Hasta que llegué al punto en el que me dije: ya quiero ser yo, y dejé al tiempo ese seudónimo y mi etapa infantil, porque ya podía estar presente, asumir mi yo adulto y decidir lo que quería o no compartir.

-¿Cómo fue esa primera experiencia de publicación de su escritura?

-Fue cuando se puso de moda publicar historias en Tuenti; recuerdo que en la ESO, a veces escribía durante las clases porque cada día tenía que subir un capítulo y había gente que estaba pendiente, para leerme. Una vez la profesora de inglés me quitó el cuaderno y al final de la hora la tuve que ir rogar, para que me lo devolviese...En general esa primera experiencia fue muy guay, la historia no vale nada, pero a los 13 años me sirvió de alguna forma para perder el miedo a compartir públicamente mis textos, a exponerme a críticas buenas y malas y a aprender a gestionar todo eso.

-Su faceta de ilustradora emerge desde las primeras páginas de su novela, cuando se advierte que los títulos de los capítulos carecen de la preceptiva mayúscula y los diálogos se presentan, según los personajes, entre corchetes, subrayados o en cursiva.

-Con los signos de puntuación me interesaba mucho mostrar de manera gráfica cómo percibe la protagonista el mundo que la rodea. Por ejemplo, cuando habla Aleja, sus palabras está subrayadas. Eso quiere decir que le da mucha importancia a las conversaciones con su hermana, aunque a veces no lo reconozca. Los corchetes de los adultos exhiben el muro, la frontera divisoria entre las niñas y el resto; y que la narradora se perciba en cursiva hace ver su duda permanente, la inseguridad respecto a su posición en el mundo y lo que sale por su boca. La puntuación me ayudó así a definir el rol de cada personaje y, sobre todo, la manera en que atraviesan a la protagonista, igual que la escritura en presente, que señala que la historia se cuenta desde un único punto de vista, de manera que tampoco puede llegar a ser fiable del todo.

“La infancia no es una cápsula que queda al margen del resto de la vida”

-Hay otro elemento, una cifra pequeña pegada al título de cada capítulo como una mosca, que indica la edad de la voz narradora, que aporta comentarios y reflexiones desde los siete a los 92 años, alterando la línea cronológica. La ruptura de la secuencia temporal es el factor que mantiene el suspense, pese a las pistas que la autora lanza, como un camino de migas de pan.

-La estructura “saltarina” del relato no fue una decisión aleatoria, cuando leí Rayuela, de Cortázar, me fascinó esa narración que saltaba de un tiempo a otro. Tampoco lo es el tiempo presente del relato. Cuando se habla desde el pasado, parece que todo lo que se dice es sentencioso y te tienes que fiar, sí o sí; el presente deja huecos, traslada la sensación al lector de ser un espía de cada escena y de cada edad, sabiendo que hay cosas que se van olvidando, o que se modifican con el paso de los años. Inicialmente la novela no iba a plantearse así, se iba a limitar a la infancia, e iba a terminar con el hecho dramático que opera como eje argumental, pero mi editora me dijo: vamos a ir un poco más allá, no vamos a hacer otra novela de infancia. En un principio pensé que aquello me trastocaba todo lo que ya había avanzado, pero luego puse en juego esa parte mía de unir los lenguajes, la ilustración y la escritura, y dibujé el volcán y distintos números aleatorios, para ver si alguna edad concreta me hablaba... Y lo que vi fue un cartón de bingo gigante. Busqué en Google cuántos números hay en un cartón y vi que eran 15. Así decidí incluir 15 edades diferentes. La alternancia del relato desde distintos momentos de la vida de la protagonista juega a favor del factor sorpresa. Y la gente también me agradece que los capítulos sean cortitos porque así no se pierde el hilo.

-Aunque la trama se narra desde distintos momentos de la vida de la protagonista, la parte central y los elementos dramáticos en torno a los que gira la historia suceden en la infancia. ¿Le permite esta decisión analizar el mundo adulto sin filtros?

-Se trata de mostrar que la infancia no es una cápsula que queda al margen del resto de la vida, sino que nos acompaña siempre. Hay sucesos que nos llevan una y otra vez al mismo punto y a hechos que sufrimos durante la niñez; me interesaba mucho que la protagonista fuese consciente de todo lo que sucede a su alrededor y que, simplemente, no tiene las herramientas para nombrar las cosas. Entonces tira de la imaginación y se inventa un mundo, para poder explicar lo que no le explican a ella. Se siente muy aislada, solo con su hermana, a la que quiere y detesta al mismo tiempo. La voz infantil es un recurso interesante, no suceden cosas agradables pero me interesaba no juzgar, no señalar si esto está bien o esto está mal, porque hay una escala de grises en todos los personajes principales y secundarios, son seres humanos que se mueven y oscilan.

-La familia de la protagonista esconde un secreto que se va desvelando capítulo a capítulo…

-Sí y esa es otra de las razones de la estructura saltarina de la novela, que tiene que ver con ese secreto, con esa herencia misteriosa que se menciona y cuya resolución llega en los capítulos finales. Me gustó la idea de introducir unas dosis de realismo mágico, que iban bien con la novela. Al final, la herencia no deja de ser una analogía de esos traumas que acompañan a algunas familias, generación tras generación, hasta que llega una persona que dice, hasta aquí, no voy a seguir con esto, y al final se convierte un poco en la oveja negra. Yo transformé ese legado en un elemento mágico, en la posibilidad de ver a los muertos.

-Pese a la universalidad de la historia, Lanzarote tiene un indudable papel protagonista en ‘Han cantado bingo’.

-Desde el primer momento quise crear un volcán fantasma, que fuera producto de mi imaginación. En un principio se iba a llamar El Cuervo, solo porque me encantaba el nombre, pero por evitar confusiones y adaptarme al relato, decidí llamarlo El Ahorcado, porque, como otros muchos en la Isla, se asoma literalmente al exterior, como una cabecita decapitada, y ese nombre generaba terror, que era lo que yo buscaba. Sí elegí otros nombres reales, como el pueblo de El Cuchillo, que también alude a la vivienda familiar, que acaba partida en dos, o La Santa, el lugar donde la protagonista encuentra paz. Son palabras muy poderosas.

-También está presente el léxico de Lanzarote, una llovizna de palabras propias de la isla que dan contexto sin que lastren la lectura de quien no las conozca o utilice.

-Sabía desde el principio que no quería crear una novela oral, al modo en que lo hizo Andrea (Abreu) en Panza de burro, pues siento que ese no es mi lenguaje literario. Pero no puedo obviar incorporar las palabras que uso en mi día a día, porque digo chinijo antes que pequeño, o incluso la construcción de las frases. Mi editora me corregía mucho el más nada, que me sale natural, como el ustedes. Y además, también es una forma de poner sobre la mesa los canarismos y la oralidad, la reivindicación de la lengua propia, por así decirlo. 

-¿Diría que forma parte de una generación de mujeres jóvenes de Canarias, que escriben desde la mirada infantil, en cuya obra el paisaje y la insularidad tienen un peso específico? Hablo de sus contemporáneas Andrea Abreu o Aída González Rossi.

-Creo que no soy la indicada para hablar de generaciones; eso tendrá que hacerlo alguien experto en el tema, dentro de muchísimos años. Es cierto que hay puntos donde nos damos la mano, y otros en los que nos mostramos muy diferentes, porque las infancias en Icod de los Vinos, en El Médano y en Lanzarote son muy distintas y lo mismo sucede con los paisajes de Tenerife y de Lanzarote. Siento que se puede hablar muchas veces de la infancia y que cada una sea novedosa y particular.

Presentación de la novela en la Casa de la Cultura de Arrecife. Foto: Adriel Perdomo.

“Siempre llevo un cuaderno para tomar apuntes, porque hay que trabajar la mano”

-El tiempo en el que se desarrolla la novela, las vidas cotidianas, las costumbres, la irrupción de las tecnologías de la comunicación, todo ese escenario se corresponde con su edad. ¿Se podría decir que ‘Han cantado bingo’ contiene elementos de autoficción?

-Yo no diría tanto aunque es cierto que para la creación artística es necesario que la vida nos atraviese. Obviamente en la novela están mis percepciones. Comparto con la protagonista el hecho de que ella estudie Arte, me parecía muy bonito incorporar al personaje esa parte de mí. Ella también dibuja y compartimos el mundo imaginario que también tuve de pequeña; yo no jugaba con los volcanes, pero mi abuela me hizo creer en las hadas y también tuve amigos imaginarios. Compartir esa parte de mí y al mismo tiempo jugar con la ficción es lo más divertido. Me gusta mucho pensar que la ficción es como una varita mágica, de pronto estás escribiendo o pintando y tienes todo al alcance. Es lo que me entusiasma de la creación artística, pero al mismo tiempo no puedo desligarla de la manera en que yo veo el mundo.

-¿Qué aconsejaría a una persona que se quiera iniciar en la escritura o esté soñando con publicar?

-Como casi todo, lo más fácil es que, quien quiera escribir, lo haga. Muchas veces queremos escribir y no lo hacemos o lo postergamos, y siempre digo que cualquier creación vale. Notas de móvil, mensajes, cualquier cosa que nos permita practicar es válida. Y da igual lo que nos salga, lo importante es no dejarlo. Es igual que cuando pintamos, yo siempre llevo un cuaderno para tomar apuntes, porque la mano hay que trabajarla, igual que la mirada. Y también diría, sobre todo, que no pretendamos inventar nada nuevo, está todo hecho ya. Y lo maravilloso es que, al mismo tiempo, nada está contado antes bajo nuestra mirada y eso es lo que tenemos que cuidar. Si quieres contar una historia sobre amor, que se ha escrito sobre amor mil veces, hazlo, porque tu historia va a ser completamente distinta a cualquier otra. Además, recomiendo no tener prisa. En mi caso, por ejemplo, entre Ropavieja y Han cantado bingo han pasado cerca de cuatro años; ni me gusta forzar la maquinaria ni quería publicar nada de lo que no estuviese satisfecha. Ahora no sé qué puede ser lo próximo, pero sé que no va a ser inmediato, debo esperar a que llegue una idea, me conquiste y decida trabajarla.

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