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Domingo ‘El Pájaro’, artesano del horno de piedra

En las tres décadas dedicado a esta construcción artesanal contabiliza centenares de piezas que han llegado a clientes de todo el Archipiélago

María José Lahora 0 COMENTARIOS 25/09/2024 - 06:45

Domingo Rodríguez o Domingo El Pájaro, como se le conoce por su apodo familiar heredado de su abuelo, lleva 30 años construyendo hornos de piedra en Fuerteventura, que duran toda la vida. Artesano de la piedra, comenzó en el mundillo trabajando en la construcción. “Pero me encantaba la artesanía. En las ferias, otros se fijarían en cualquier cosa; yo, en cambio, en las piezas de piedra”, dice sobre su afición. Fue así como empezó a compaginar su profesión con la edificación de muros y la creación de figuras de piedra, para finalmente introducirse en la fabricación de hornos.

Su interés por los hornos de piedra le viene de sus tiempos cuando cuidaba cabras. En su recorrido por la Isla se sentía especialmente atraído por esas construcciones abandonadas y derruidas, creadas por sus antepasados, donde se podía hornear el pan o las carnes. “Veía los hornos antiguos y derrumbados. Me llamaba especialmente la atención cómo en aquellos tiempos eran capaces de construirlos sin los útiles que hoy tenemos y el porqué de la elección de su ubicación”, explica. Un legado que quiso recuperar amparado por su dedicación a la artesanía.

Domingo El Pájaro explica que se formó de manera autodidacta. Comenzó haciendo su propio horno, que estuvo tres días ardiendo después de llenarlo de matojos verdes, con la falsa creencia de que así se acoplaría mejor la piedra. “Pensé que se me iba a caer y le metí tantos matos verdes que no había forma de prenderle fuego”. Pero de todo se aprende. En la actualidad cuenta en su casa con dos hornos “uno enfrente del otro”, uno de un metro y otro de 75 centímetros de tamaño. Este último lo usa para cocer las pizzas, principalmente, porque al más grande le lleva mucho tiempo calentarse. Eso sí, gracias a sus dimensiones ha llegado a asar dos patas enormes al mismo tiempo. Las dejó horneando durante toda la noche, hasta alcanzar las 11 horas de cocción. Si bien, la media para cocinar una pata en sus hornos de tamaño estándar es de seis horas.

Sus primeros clientes fueron los propios vecinos ganaderos de La Oliva, quienes comenzaron a encargarle que les construyera los suyos para asar sus propias carnes. Más tarde llegarían los encargos de panaderías para hacer pan en mayor número o los establecimientos de cocina italiana, para la elaboración de pizzas. De ahí, a la exportación al resto de Canarias. Se los encargan desde todas las Islas del Archipiélago, si bien le resta por llevar su artesanía a El Hierro, La Gomera y La Graciosa.

El año más productivo, Domingo fue capaz de hacer hasta 32 hornos

Dice que en estos 30 años de trabajo artesanal habrá construido centenares de hornos. El año más productivo fue capaz de hacer hasta 32 piezas. Tanta demanda tenía, que se vio obligado a dejar por un tiempo el trabajo de pedrero. Los construye en su propia finca de Lajares y luego los traslada con la grúa al domicilio de elección. Siempre teniendo en cuenta el lugar concreto donde va a ser ubicada la instalación. “Especialmente, hay que valorar la situación de la entrada y salida del aire. Es muy importante que la puerta nunca mire al norte, de lo contrario va a entrar el aire y el fuego, en lugar de calentar, acaba saliendo por el hueco del respiradero, que tampoco debe dirigirse al norte porque el humo viene para el cocinero”, explica.

Proceso

Tarda alrededor de cinco días en fabricar un horno estándar y suele edificar más de uno a la vez para aprovechar la mezcla. “Lo primero es trazar el diámetro que se desea. Es la base por la altura. Es decir, el mismo tamaño que tenga de base tendrá la cúpula interior”, dice. El más recomendable es el de 80 centímetros. “Sirve para todo, desde cocer un pan hasta asar una pata”, señala. Hay que tener en cuenta que “cuanto más grande es el horno, más madera habrá que echar para hornear”. Tras tres décadas dedicado a estas creaciones, podría tomar las medidas a ojo. Como hacía cuando observaba las construcciones antiguas en sus paseos con el ganado. “Entonces no llevaba un metro a mano y calculaba la profundidad y la altura, de los que no estaban derruidos, con un palo”.

Realiza el piso, los laterales y la parte alta de la puerta de los hornos con piedra que encarga en la vecina isla de Lanzarote. Dice que ha encontrado una empresa con material de mejor calidad. “Una piedra muy buena que no se rompe con el fuego”. La mayor dificultad es la colocación de las distintas piedras que conforman la circunferencia y que irán entrelazadas ascendiendo en altura hasta llegar a la medida deseada. Más tarde, se sella con barro, dejando una abertura a modo de “tiro”. Antes de enviarlos a sus respectivos asentamientos “le suelo dar un poco de calor quemando unas maderas para que vaya cogiendo cuerpo y mantenga el calor interior. Desde que llega al cliente ya se puede trabajar con él”.

“Los hornos de piedra han formado parte de la tradición gastronómica”

Los hornos de Domingo pueden alcanzar hasta los 800 grados de temperatura. Lo principal a tener en cuenta es que se fabriquen con piedra porosa para evitar que el calor extremo “reviente” la construcción, al tiempo que permite mantener el calor homogéneo. Un horno de piedra tamaño estándar (80 centímetros) puede costar en torno a 1.150 euros; influye también en el coste final la elección de la puerta, “una con bisagras vale tres veces más que sin ellas”.

Dice que, a pesar de que este año ha crecido la demanda, cuando más trabajó fue durante la pandemia por Covid. Mientras el resto del mundo se paralizaba, él en cambio no paraba de viajar, semana tras semana para recoger la piedra en Lanzarote y volver a Fuerteventura con la materia que le serviría para fijar la base, construir el horno y vuelta a la carretera o al barco, para transportar sus creaciones hasta el lugar donde hornear los manjares familiares para toda una vida. Creaciones que tanto pueden servir para la preparación de los mejores panes, pizzas, carnes o repostería.

A Domingo le queda una espinita clavada: la de poder trabajar como maestro pedrero formando a futuros artesanos de la piedra. Dice que ha realizado la solicitud de certificación al Cabildo de Fuerteventura en varias ocasiones y nunca obtuvo respuesta. La Corporación insular tampoco ha respondido a su petición de piedra para la construcción de destiladeras tradicionales, que debe contar con la autorización administrativa pertinente. Muestra su malestar ante esta negativa de la institución y es reacio a formar parte de algunas de las ferias que se organizan. Considera que es injusto que a otros artesanos, como los de la palma, le consigan la materia prima y a los de la piedra en cambio no se les permite contar con su herramienta de trabajo.

“Es un oficio que no debería perderse. Los hornos de piedra han formado parte de la tradición gastronómica de la Isla, pero nunca me han dado la oportunidad de enseñar a los demás”.

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