Arko Larré, de Médicos del Mundo: "La prostitución es violencia de género"
El vocal de prostitución de la Junta Directiva de Médicos del Mundo Canarias sostiene que el feminismo “es radical o no es feminismo”
Arko Larré es vocal de prostitución de la Junta Directiva de Médicos del Mundo Canarias, y miembro del Grupo Estatal en Prostitución y Trata. Es activista feminista y, desde hace 12 años, colabora en diferentes ONG, sindicatos, periódicos, colectivos de base y movimientos sociales. Colabora en el proyecto de Mujeres en Situación de Prostitución de Médicos del Mundo, atendiendo a estas mujeres en diferentes contextos de prostitución y trata, como calle, pisos y clubes, principalmente en Gran Canaria, y es voluntariado en Fuerteventura, en la Federación de Asociaciones de Mujeres Arena y Laurisilva.
-¿Por qué milita activamente en el feminismo?
-Mi personal evolución ideológica en el activismo político me llevó a tomar conciencia de la situación de profunda injusticia que sufre constantemente la mujer en casi todos los ámbitos de la vida, y en cualquier sociedad del planeta. El análisis feminista pone el acento en la dominación masculina sobre la mujer, pero también en todas las formas de dominación masculina, sobre los otros hombres y culturas, así como sobre la naturaleza en su conjunto. Como sociedad humana, hemos llegado a un momento crucial: vivimos una crisis climática antropogénica de efectos potencialmente devastadores, una alarmante crisis ética y de valores humanitarios propiciada por el capitalismo (me refiero a la imposición del individualismo, o a la extensión del fascismo) y un aumento de la desigualdad económica en el mundo sin precedentes en la Historia. Un ejemplo, o consecuencia de todo ello: tan sólo el 10% de la riqueza mundial pertenece y ha sido generada por mujeres. Vivimos, habría que decir sufrimos, en una cultura de la violencia, el dominio y la explotación. El patriarcado como sistema de organización social, extendido por todo el planeta, ha devenido en un profundo y absoluto fracaso. En cambio, el feminismo es un movimiento social con un gran potencial de transformación, por cuanto socava las raíces más profundas de todas las sociedades. Es preciso incorporar y asentar valores relacionados con la ética de los cuidados, la justicia de género y la igualdad; en resumen, un discurso profundamente feminista.
-¿Por qué sostiene que la prostitución es una forma de violencia de género?
-Me estoy especializando en la prostitución porque considero que es una institución donde convergen todas las injusticias y violencias contra la mujer. Para mí, la prostitución es un mecanismo de control social sobre la mujer y de normativización de una sexualidad masculina especialmente agresiva y humillante contra ella. Tengo el conocimiento de primera mano para asegurar que la prostitución es violencia de género porque la mujer que se ve obligada a prostituirse sufre constantes agresiones físicas, sexuales, psicológicas y sociales. Ha de vender su cuerpo, pero también sus sentimientos, deseos y emociones. Ha de desplegar toda una ficción para satisfacer a los hombres demandantes, muy dañina para su persona. Además, en la prostitución, se conculcan frecuentemente sus derechos reproductivos, como son los embarazos no deseados, debido a su poca capacidad de negociación. Los puteros constantemente exigen sexo sin preservativo y continuamente desarrollan estrategias para engañarlas, quitarse el condón o incluso dañarlo si se sienten obligados a ponérselo. Por otra parte, la totalidad de las mujeres en situación de prostitución que he conocido son pobres, y la mayoría de ellas inmigrantes y con hijas e hijos a los que alimentar. Todas las mujeres en situación de prostitución que he conocido quieren dejar la actividad, pero carecen de recursos para hacerlo, tienen enormes dificultades para acceder a servicios sociales, a vivienda o a otro tipo de trabajos. Pienso que la realidad es que quienes no son dueñas de usar su cuerpo en libertad, ni vivir una sexualidad plena, son precisamente las mujeres en situación de prostitución.
-¿Qué le parece, en este sentido, el debate que se ha generado dentro del propio movimiento feminista, que se divide entre las que defienden el uso de su cuerpo en libertad y las que, como usted, ven en cualquier caso un sometimiento de la mujer?
-Sí, el movimiento feminista está dividido en este tema desde los años 90. En los 70, en el marco de la segunda oleada feminista, se pensaba que con la liberación sexual desaparecería la prostitución. Y se revolucionó todo, menos la masculinidad... Pero en los años 90, tras la implantación del neoliberalismo por todo el planeta, y con el enorme aumento de la industria sexual, se introdujo el discurso de la prostitución voluntaria, sólo de las mujeres, claro. Esto ocurre precisamente cuando se sustituye el perfil de mujer nacional (era un tipo de prostitución asociada al consumo de drogas) por el de mujeres inmigrantes que acuden a la prostitución por motivos económicos, cuando no engañadas o directamente forzadas por las redes internacionales de trata. Coincidiendo con el inicio del presente siglo, varios países europeos promulgan legislaciones abolicionistas de la prostitución. Entre ellos, Suecia, Noruega o Islandia. Y sus resultados son espectaculares, pues en tan sólo unos años se reduce la prostitución hasta en un 75%, como fue el caso de Suecia en apenas diez años. Mientras tanto, los países que permitieron regular la prostitución como actividad laboral (Holanda o Alemania) están viendo cómo, muy lejos de acabar con la trata (se decía que éste era el motivo), esta aumenta. Aumenta la trata y la infravaloración de la mujer. En Alemania ya hay locales que venden menús todo en uno que incluyen una salchicha, una cerveza y un polvo por el mismo precio. Francamente denigrante. Luego resulta que solamente 42 mujeres se han dado de alta como prostitutas, de un total de 400.000 que hay en el país. ¿Quién querría que de mayor su hija sea prostituta? ¿Qué mujer aceptaría un curso del paro sobre prostitución como alternativa de trabajo? Recientemente, Francia se ha sumado a la abolición, lo cual, por motivos de cercanía geográfica y similitud cultural, me parece muy esperanzador para España. Creo que, poco a poco, el movimiento feminista está unificando su posicionamiento en torno a la abolición. Fundamentalmente por el trabajo de atención a las mujeres en situación de prostitución que realizamos las diferentes organizaciones y asociaciones: estamos consiguiendo visibilizar ante toda la sociedad la realidad tan lacerante y perversa que es esta institución. Además, en España es muy importante el trabajo que están realizando muchas teóricas de la abolición. Autoras como Beatriz Gimeno o Rosa Coba están desarrollando unos análisis de la prostitución magníficos. Siguiendo esta línea de pensamiento, creo firmemente que acabar con la prostitución supondría dar un paso decisivo contra la violencia de género, y por la desigualdad.
-¿Qué perfil social tiene Canarias con respecto a las otras comunidades autónomas (mentalidad más atlántica, más desinhibición, una cultura sexual diferente) y cómo puede influir en el fenómeno de la prostitución?
-Bueno, no creo que se pueda hablar de un perfil social sin caer en estereotipos. En los imaginarios sobre la prostitución existen muchas ideas preconcebidas y sesgos etno-sexualizantes, por los cuales mujeres de diferentes procedencias del planeta serían más desinhibidas o incluso exóticas, pero son sesgos que lo que buscan poner el acento en la voluntariedad de la mujer, o en la imposibilidad de refrenarse de los hombres. Son ideas totalmente injustas, sin ningún fundamento, y en realidad solo son excusas para legitimar la acción de prostituir. De su análisis, lo que se desprende es que la sexualidad masculina en el contexto de la prostitución es compulsiva, cosificante, egocéntrica, utilitarista, misógina, insatisfactoria y despojada de toda ética. Un reciente estudio publicado en España sobre los puteros nombra como motivación incluso el castigar a la propia mujer, aunque sea de manera simbólica.
-Ustedes se definen como radicales cuando esa palabra precisamente está siendo utilizada para denostar las acciones feministas
-Pues sí, efectivamente, el feminismo o es radical o no es feminismo. Es radical porque necesariamente es un movimiento de transformación política y social que va a la raíz del problema. Y porque cada vez más, vemos cómo el machismo se rearma y agrade con más fuerza. Desde la emergencia de partidos fascistas que piden la derogación de las leyes por la igualdad, hasta la negativa reiterada a considerar los feminicidios como violencia de género.
“La realidad es que quienes no son dueñas de usar su cuerpo en libertad, ni vivir una sexualidad plena, son precisamente las mujeres en situación de prostitución”
-¿Qué percepción particular tiene de la prostitución en las Islas orientales?
-El panorama es francamente desolador. Por el elevado número de mujeres en situación de prostitución, por la gran cantidad de hombres que acuden a prostituir y porque he encontrado todo tipo de espacios y formas en que se desarrolla dicha actividad, hasta las más solapadas y escondidas. En Fuerteventura habrá más de 20 ó incluso puede que 25 locales al público, tipo clubes, bastantes pisos a los que sólo se accede por internet, prostitución en calle, bares con trastienda, barcos para excursiones y fiestas con final feliz, casas terreras desperdigadas, prostitución de playas, de cruceros, e incluso supuestos centros terapéuticos naturistas… Es un fenómeno muy extendido y diseminado por toda la Isla, pero muy muy invisibilizado socialmente, excepto para los hombres que acuden a prostituir, claro. Muchos hombres prostituyentes saben dónde están, y acuden, pero luego nadie dice nada, nadie habla del tema. Esta opacidad, unida a que en estas islas carecemos por completo de recursos especializados, ahonda en la posibilidad de que haya muchas mujeres y niñas víctimas de prostitución coactiva y de trata con fines de explotación sexual. La única solución, aquí y en España en su conjunto, es que se promulgue una ley por la abolición de la prostitución. Dicha legislación se ha de basar en tres ejes fundamentales: penalizar a los hombres prostituidores (dentro y fuera del país, como hizo Noruega), ofrecer alternativas laborales a las mujeres en situación de prostitución (y presupuestar partidas económicas suficientes, como contempla la ley francesa) y adoptar todo tipo de medidas encaminadas a concienciar y sensibilizar a la población. No es nada utópico, son ejemplos de medidas implementadas recientemente en países muy cercanos de Europa, y con resultados magníficos.
-¿Se puede poner puertas al campo en un fenómeno que ha existido siempre? Incluso con la incorporación del hombre al oficio más antiguo del mundo?
-No se trata de poner puertas al campo, sino de acabar con la violencia de género en todas sus manifestaciones. Y la prostitución es una de las más duras y sangrantes. Se trata, en definitiva, de reconducir la sexualidad masculina a través de la educación en las relaciones afectivo-sexuales, para que sean sanas, seguras, consensuadas y placenteras para las dos partes, educando a los hombres en la igualdad. La prostitución es, en verdad, un auténtico campo, pero un campo de concentración. Es una institución en la que resulta muy fácil entrar, pero prácticamente imposible salir: porque no se puede, porque no te lo permiten ni puteros, ni proxenetas ni tratantes. Y porque la sociedad en su conjunto mira para otro lado. Por la violencia que reciben, por los sobornos y coacciones, por las secuelas que deja en sus vidas, por el estigma, por la falta de alternativas educativas y laborales. Respecto a la referencia a la prostitución como el oficio más antiguo del mundo diré que esa idea no es más que otro mito. En este caso, se pretende realzar su antigüedad con el fin de naturalizarla, y así, nuevamente, legitimarla para que el hombre siga manteniendo sus privilegios sexuales. Sabemos a ciencia cierta que la prostitución se inicia a mediados del segundo milenio antes de Cristo en Mesopotamia, en relación a ritos de fecundidad. Y que de allí empieza a evolucionar al actual fenómeno de intercambio de sexo por dinero en el contexto del nacimiento del Estado patriarcal, la división sexual del trabajo o el surgimiento de las clases sociales. Pero para entonces, los seres humanos ya llevaban milenios trabajando en todo tipo de oficios, como artesanía, comercio, agricultura, construcción, ejército o medicina, así como otros muchos. No digo nada de los dos o tres millones de años de actividades productivas, aunque no se pueda considerar como profesiones, desarrolladas más allá del Neolítico. En cambio, sí es cierto, en contrapartida, que el control sobre la sexualidad femenina empieza mucho antes del patriarcado, ya en el Paleolítico. En la medida en que las mujeres se incorporan a la investigación y estudios científicos con perspectiva de género (y me refiero a la arqueología, la antropología o la paleontología) empieza a haber evidencias del dominio sexual masculino muchísimo antes del nacimiento del patriarcado. La dominación masculina es una práctica ancestral, pero jamás un acto consentido; ni mucho menos un oficio.
-¿Cómo analiza el fenómeno de la prostitución masculina para clientes mujeres?
-El análisis pormenorizado de la prostitución masculina para clienta mujer indica, primero de todo, que sigue siendo un fenómeno residual en el ámbito de la prostitución y, segundo, que las características de la relación son casi totalmente opuestas. Se produce siempre por necesidad de mantener una relación sexual esporádica en un contexto de seguridad, sin peligro de ninguna clase de sometimiento. Así que la prostitución masculina para clienta mujer, bien analizada, no es sino otra prueba más del alto nivel de violencia sexual que existe contra la mujer en la sociedad contemporánea.
Comentarios
1 Quiquera Jue, 07/03/2019 - 13:45
2 ¿Guerra de sexos? Jue, 07/03/2019 - 13:58
3 Majorero Vie, 08/03/2019 - 23:15
Añadir nuevo comentario