Emiliano Hernández, un artista de ida y vuelta
El escultor, autor de las colosales figuras del mirador de Betancuria, cuenta con una extensa representación de su obra en la Isla
El escultor Emiliano Hernández García nació hace 85 años en Teguise (Lanzarote) y tras emigrar a Sudamérica, donde ha pasado gran parte de su vida, regresó a las Islas para asentarse en Fuerteventura, donde puede verse una extensa muestra de su arte.
Recuerda de su infancia en la vecina isla de Lanzarote que los once kilómetros que separan su pueblo natal de la capital lanzaroteña los realizaba en burro para asistir a las clases de César Manrique. Desde temprana edad demostró su talento como artista a través de la pintura y la talla de figuras, aunque sus padres agricultores no estaban muy conformes, tanto es así que no dudaban en decirle cuando lo descubrían pintando: “Con eso te vas a morir de hambre”. Gracias a una beca pudo estudiar en Las Palmas de Gran Canaria en la denominada Casa del Niño, donde estuvo interno en un convento.
Más tarde marchó a Madrid a estudiar Bellas Artes, también gracias a una beca que le cubría la estancia y manutención, además de los estudios. Recuerda que el hecho de ser canario le provocó una discriminación por parte del personal del centro. Eran los últimos en comer en la residencia y junto a otro compañero de las Islas se vio privado de los premios y galardones que otros alumnos sí recibían, por muy alta puntuación que consiguieran. En aquella época conoció a Carmen Polo, la mujer de Franco. Más tarde emigró a Latinoamérica.
“Más de la mitad de mi vida la he pasado en Sudamérica”, señala el escultor. Estuvo viviendo en Colombia, donde formó su familia, Ecuador, Venezuela y hasta en Florida. Evoca su viaje a Colombia en el Américo Vespucio para atender una oferta como docente de los Terciarios Capuchinos. Fue en esa época cuando el presidente colombiano Eduardo Santos le encargó realizar el Cristo que luce en el cementerio de Bogotá. También en la Catedral de la capital colombiana puede contemplarse su mosaico bizantino.
Durante este tiempo pudo disfrutar de un momento de su vida en el que “estaba muy bien posicionado”, comenta su hijo, Alfredo Hernández, quien ayuda a su padre a traer a la memoria un pasado transmitido entre la familia. Tras su periplo por América decide regresar a España por la buena relación que tenía en la ciudad de Medellín con el cónsul español.
Comenta que en Colombia el arte era un lujo y le resultaba muy difícil vivir de su trabajo, por lo que el diplomático le recomendó solicitar la repatriación. El requisito era contar con un familiar que le acogiera y contactó con un sobrino que vivía en Fuerteventura y que estaba dispuesto a recibir a toda la familia.
Emiliano llegó a la Isla junto a buena parte de su familia y toda una larga trayectoria artística a sus espaldas que le ha valido el reconocimiento del pueblo majorero a su arte. A su regreso pudo comprobar la evolución del antiguo Puerto Cabras. Recién llegado hizo gran amistad con el anterior presidente del Cabildo de Fuerteventura y hoy parlamentario de CC, Mario Cabrera, y participó de lleno en el desarrollo del Parque Escultórico de Puerto del Rosario.
Montó su primer taller en su residencia en el entorno que dio en denominar el “parque de los afligidos”, porque decía que “allí sólo iban personas afligidas y le faltaban niños”. En el patio de atrás de su casa realizó buena parte de su obra escultórica, que puede contemplarse en Fuerteventura.
Emiliano llegó a la Isla junto a buena parte de su familia y toda una larga trayectoria artística a sus espaldas que le ha valido el reconocimiento del pueblo majorero a su arte
En un estrecho pasillo, se las ingenió para realizar los dos guanches que gobiernan el mirador de Betancuria. Se subía a un andamio para tallar estas dos impresionantes figuras de cerca de cinco metros de alto ayudado de un mecanismo de poleas. Su hijo recuerda ver trabajando a su padre en estas obras como si de un “trapecista” se tratase. Por entonces ya contaba con más de 60 años de edad.
Para calcular las proporciones empleaba una pequeña maqueta de Guise y Ayose, colosos que estaban destinados en un primer momento a custodiar la entrada del Palacio de Congresos, por eso sus manos tienen una posición en las que invitan a entrar en el recinto, aunque finalmente se destinaron al Mirador de Betancuria, una ubicación mucho más idónea, a juicio del escultor.
Su hijo recuerda que desde siempre la vida de su padre ha sido la escultura, y que solía verle de domingo a domingo en el taller. Ahora ha cambiado el taller por largos paseos en la ciudad a cuyo paso puede comprobar una buena muestra de su arte, como el grupo capril a las puertas del Ayuntamiento de Puerto del Rosario, el baifo, la figura de Miguel de Unamuno, Manuel Velázquez Cabrera, etc.
En casa de su hijo Alfredo posa orgulloso junto a la escultura del beso y otras obras pictóricas que ha regalado al matrimonio. Enfrente contempla su Marilyn, que se la dañaron al pasar la aduana a su regreso de Colombia, como muchos otros enseres, en busca de algún tesoro oculto, cuando el verdadero tesoro estaba siendo ultrajado a manos de los funcionarios.
A pesar de estar jubilado, continúa teniendo un pequeño taller en el que gusta en alguna ocasión de realizar trabajos para mantenerse activo, como la escultura que recientemente ha confeccionado para su hijo pequeño, el único que aún no contaba con una obra de su padre. Todo su legado puede verse ahora en las redes sociales en la página de facebook que le ha creado su hijo Alfredo.
Comentarios
1 Majorero Lun, 24/12/2018 - 13:53
2 Anónimo Jue, 27/12/2018 - 13:05
3 Juan Jue, 27/12/2018 - 13:05
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