Todos los estudios científicos confirman que el culpable de la extinción de estas especies no es ni la contaminación marina ni el desarrollo urbanístico, sino el furtivismo
El marisqueo incontrolado pone contra las cuerdas a las lapas y los mejillones
Todos los estudios científicos confirman que el culpable de la extinción de estas especies no es ni la contaminación marina ni el desarrollo urbanístico, sino el furtivismo
Hace dos mil años, los primeros habitantes de Canarias ya mariscaban lapas y mejillones, como demuestran los numerosos concheros aborígenes que todavía hoy se pueden ver por todo el litoral. Sorprende tanto su abundancia como el gran tamaño de las conchas, pero especialmente que la especie más mariscada en época prehispánica fuera la endémica lapa majorera (Patella candei candei), entonces mayoritaria en todo el archipiélago y hoy en inminente peligro de extinción en el mundo, con una única población viable confinada en el sur de Fuerteventura. Más abundantes, pero cada vez menos, son otras especies de lapas canarias como la blanca, la negra y la curvina.
El mejillón majorero (Perna perna) también es muy especial, exclusivo de Fuerteventura y algunos acantilados de Lanzarote, nada que ver con el mejillón mediterráneo o gallego (Mytilus galloprovincialis), tan diferente que no es posible su cría en bateas, solo existe en estado salvaje.
“Toda la vida se ha mariscado”, recuerdan (y justifican) muchos. Especialmente en verano y con las grandes mareas. Ahí queda el recuerdo de los famosos “mariantes”, gentes del interior que en época estival se trasladaban varios días a la costa en busca de pescado que jarear, abundante marisco y sal con los que completar la siempre limitada dieta alimentaria de la familia. Quienes defienden que siempre se mariscó y por tanto puede seguir haciéndose olvidan que en el año 2000 la población de Fuerteventura apenas superaba las 60.000 personas y los 1,3 millones de turistas, y ahora somos 125.000 habitantes y recibimos 2,3 millones de visitantes al año. Y que todos disfrutamos con el placer de una sartén de lapas con mojo o una paella con mejillones.
Pero la realidad es tozuda: no hay marisco para tanta gente. De hecho, todos los estudios científicos confirman que el culpable de la extinción de lapas y mejillones en Canarias no es ni la contaminación marina ni el desarrollo urbanístico: es el marisqueo ilegal. Por esta razón, de 2002 a 2010, hubo en Fuerteventura amplios periodos de veda (durante varios años) en los que la pesca de lapas y mejillones estuvo totalmente prohibida. Una dura reglamentación que no sirvió para nada, pues el furtivismo continuó sin control y no permitió la recuperación de sus esquilmadas poblaciones, como demostraron los diversos estudios de seguimiento. E incluso fue a peor, desapareciendo de amplias zonas donde siempre habían sido abundantes, como en el aislado y supuestamente protegido islote de Lobos o los casi inaccesibles acantilados de La Entallada.
El proyecto de repoblar esas antiguas zonas con ejemplares de Jandía se sigue enfrentando al problema del furtivismo generalizado, lo que prácticamente hace inviable su desarrollo. Por ejemplo, la mayoría de las lapas majoreras marcadas en 2002 para un estudio científico desaparecieron apenas tres meses después.
No mariscar en verano
Desde 2011, una nueva reglamentación prohíbe en toda Canarias el marisqueo en Semana Santa y durante los meses de verano, por ser los de mayor afluencia de visitantes. En el caso del mejillón, desde el 1 de abril hasta el 30 de junio, ambos inclusive, y desde el 1 de septiembre al 30 de noviembre, excepto en Fuerteventura, donde su recolección está prohibida todo el año. En el caso de lapas y burgados, entre el 1 de diciembre y el 30 de abril no está permitido su captura en ninguna isla de Canarias. Y entre el 1 de julio y el 30 de septiembre en toda Fuerteventura. Pero esa es la teoría.
La lapa majorera está en peligro de extinción, con solo una población viable
Como reconoce el propio Gobierno regional en el Plan de recuperación de la lapa majorera, el marisqueo recreativo es una actividad incontrolada cuyo pernicioso efecto “queda patente tras los periodos vacacionales, en los que la presencia de campistas aumenta notablemente”. Y añade también que “la sociedad en general, y la majorera en particular, considera el marisqueo como un recurso económico viable, sin valorar la disponibilidad, fragilidad y evolución del recurso”. Algo así como “lo que está en el mar es de todos hasta que se acabe”.
Pero no son ostras o mejillones que se puedan criar fácilmente, no son setas que brotan del suelo ni huevas de caviar de esturiones de piscifactoría, son especies en peligro de extinción para las que no hay recambio; cuando desaparecen no vuelven, porque no existen en otros lugares del mundo. Es lo que ha pasado en Gran Canaria, donde tanto la lapa majorera como el mejillón o el percebe han desaparecido de sus costas por culpa del marisqueo incontrolado, igual que las talas acabaron con la laurisilva.
Habitual en restaurantes
El marisco canario es un recurso muy escaso, limitado, exclusivo, pero al mismo tiempo está gastronómicamente muy valorado por la población, tanto local como los turistas. Son la estrella de las cartas de la mayoría de los restaurantes majoreros, quienes suelen ocultar que muchas veces las lapas vienen de Madeira y los grandes mejillones de borde verdoso son congelados y proceden de Nueva Zelanda.
Contagiados por el éxito de estos platos, muchos buscan marisco en las costas como quien persigue pepitas de oro. Si les amenazas con denunciarlos no vacilan en amenazarte con el cuchillo lapero, como le ha ocurrido a quien esto escribe. Pescan sin control ni permisos, obviando vedas, con la avaricia de quien entra en unos grandes almacenes sin vigilancia, a manos (y sacos) llenos. Unos puñados para el asadero. Otros, si hubo suerte y nadie les pilló, los van vendiendo por las casas: “¿Quiere mejillones? Recién pescados esta mañana”.
Con más de 340 kilómetros de costa, faltan medios contra el furtivismo
Son furtivos ajenos al daño ambiental provocado, ajenos al peligro sanitario de transportar el marisco en bolsas de plástico sin refrigerar, en el portabultos del coche a 35 grados, ajenos a unas ventas que se hacen en dinero negro, ajenos a una licencia de pesca que deben solicitar al Cabildo para poder desarrollar la actividad no lucrativa de mariscadores deportivos y que solo permite un máximo de tres kilos por persona y día. Furtivos ajenos a una ley que desconocen, o eso dicen, pero que nadie se encarga de recordarles, pues las campañas de concienciación sobre este problema brillan por su ausencia, más allá de algún vídeo en YouTube con un centenar de visualizaciones o diversa cartelería instalada en 2016 y que con el tiempo ha desaparecido; más allá de alguna que otra noticia de furtivos sorprendidos in fraganti, uno de cada mil, como se lamenta un agente de Medio Ambiente que prefiere no dar su nombre, sabedor de que bastante trabajo tienen ya con los problemas del territorio como para poder abarcar también los de la costa.
Lapas y burgados de Fuerteventura.
Una costa desprotegida
Aun así, todos los años cae algún furtivo. Por ejemplo, el pasado mes de junio, agentes de Medio Ambiente del Cabildo de Fuerteventura interceptaron a tres pescadores con más de 30 kilos de mejillones en la zona de Roque del Moro, dentro del Espacio Natural Protegido de Jandía, gracias a un supuesto dispositivo de vigilancia ambiental desarrollado contra la pesca ilegal y el marisqueo.
¿Existe de verdad un dispositivo de vigilancia ambiental contra la pesca furtiva y el marisqueo? Es una de las muchas preguntas enviadas al Gabinete de Prensa del Cabildo de Fuerteventura para confeccionar este reportaje, que se han quedado sin respuesta, pues sus responsables ni siquiera han dado acuse de recibo al cuestionario.
En septiembre de 2022, agentes de la Patrulla Fiscal y de Fronteras (PAFIF) de la Guardia Civil de Fuerteventura, en una acción de vigilancia contra el marisqueo furtivo en el litoral costero de Agua Liques, en la localidad de Costa Calma, en tan solo dos mañanas denunciaron a tres personas por capturar 128 kilos de mejillones en época de veda. Dos años antes, la Guardia Civil pillaba en esa misma zona a dos pescadores con más de 100 kilos de mejillones y casi 12 de lapas.
Otras veces es el Servicio de Inspección Pesquera del Gobierno de Canarias, en colaboración con la Policía Local, quien intercepta y denuncia a mariscadores ilegales. En todos los casos, el marisco es intervenido y devuelto inmediatamente al mar, aunque dadas las peculiaridades biológicas de estas especies, al haber sido arrancados de las rocas, a las pocas horas mejillones y lapas mueren en su totalidad. Muchas veces los pescadores ilegales son bien conocidos, reincidentes, una prueba más de que las multas, o no se imponen, o son siempre inferiores a la ganancia.
Muchos implicados
Con más de 340 kilómetros de costa solo en la isla de Fuerteventura, resulta evidente la falta de medios para combatir el furtivismo, pero no será por instituciones implicadas en su vigilancia. La Guardia Civil, a través del Servicio de Protección de la Naturaleza (SEPRONA) y la Patrulla Fiscal y de Fronteras, el Servicio de Inspección Pesquera del Gobierno de Canarias, agentes de Medio Ambiente del Cabildo y de la Agencia Canaria de Protección del Medio Natural, junto con las policías locales de los ayuntamientos, tienen competencias para garantizar la conservación del litoral, pero según diversas fuentes expertas consultadas, lo hacen de forma descoordinada, por separado y sin desarrollar dispositivos eficaces que blinden la costa durante los meses de mayor afluencia de visitantes. Tampoco se usan drones, a pesar de la alta eficacia demostrada por esta tecnología a la hora de detectar a pescadores ilegales en zonas de difícil acceso.
Solo está permitido mariscar en los meses de mayo y junio, octubre y noviembre, siempre con licencia de pesca y nunca mejillón. Pero es la teoría. La realidad, la triste realidad, es que el marisqueo es una actividad habitual en verano en la costa canaria, cada vez en menores cantidades porque cada vez está más esquilmada. Eso de que “el que quiera lapas que se moje el culo” ha quedado como triste recuerdo de lo que hubo y se perdió, porque por mucho que te mojes apenas quedan ya lapas y mejillones en Canarias. Eso sí, el que las quiera, que sean legales.
Comentarios
1 Para que hablar.. Mié, 14/08/2024 - 08:10
2 Majorero inquieto Mié, 14/08/2024 - 11:32
3 Pájaro Pozo Mié, 14/08/2024 - 13:45
4 Tiscamanita Mié, 14/08/2024 - 22:29
5 Vagos Jue, 15/08/2024 - 09:12
6 De Acuerdo Jue, 15/08/2024 - 14:51
7 Anónimo Jue, 15/08/2024 - 15:23
8 Pájaro Pozo Vie, 16/08/2024 - 08:09
9 Edel Vie, 16/08/2024 - 10:27
10 Anónimo Lun, 19/08/2024 - 08:50
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