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De la batalla a la música: historia de unas espadas en terreno de paz

La última investigación en torno a las batallas de Cuchillete y Tamasite localiza diez espadas que podrían pertenecer a los atacantes ingleses, reutilizadas en la Isla durante doscientos años

María Valerón 1 COMENTARIOS 17/02/2025 - 07:02

En la mitología griega, las moiras, una tríada formada por Láquesis, Cloto y Átropo, tenían en sus manos el destino de todos los mortales. Estas hijas de la noche tejían el hilo de cada vida en una rueca, cortaban para definir cuánto habría de durar y decidían con sus tijeras cómo sería su final. En su interpretación romana fueron las parcas (Nona, Décima y Morta); éstas se ocupaban, además, del futuro de los hombres y ponían su destino por escrito. El menos fantasioso y ateo de los lectores coincidirá en creer un poco en estas parcas al echar un vistazo a algunos giros inesperados de la historia universal. Y es que, algunas veces, el devenir de los siglos arroja casualidades (además de causalidades) tan sorprendentes, tiernas o excéntricas que hace más fácil creer, por un segundo, en un lío de hilos, enredadera traviesa de los dioses.

La historia de Fuerteventura no escapa del interés de estas ocupadas parcas, a juzgar por la última investigación en torno a las batallas del Cuchillete y Tamasite que dirige el arqueólogo Derque Castellano Fernández y que podría resultar, de confirmarse su hipótesis central, en una ironía de belleza poética: que las espadas que vinieron en 1740 a saquear (y a dar muerte a los majoreros) no solo no vencieron, sino que durante siglos les habrían dado a los lugareños pacífica música.

Así se desprende de las conclusiones iniciales del investigador, que en el último año ha inventariado en Fuerteventura un conjunto de espadas de idéntica procedencia y características, halladas entre particulares, posesiones eclesiásticas y el rancho de ánimas de Tiscamanita, donde las hojas permanecieron como instrumentos de percusión. De tratarse, como apuntan las diferentes pruebas de la investigación financiada por la Dirección General de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, de las armas de las batallas supondría uno de los hallazgos más relevantes de los últimos años en investigación histórica en la isla y un paso más en la recuperación del relato de las dos batallas más conocidas de la memoria popular.

En este sentido lo manifiesta el director general de Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias, Miguel Ángel Clavijo, que considera el resultado de la investigación un notable avance: “Creo que se ha hecho un trabajo histórico muy importante y el resultado no puede ser mejor”, señala el director general, que apunta a las espadas localizadas como “una verdadera sorpresa”. “Vamos a continuar con este proyecto, porque tanto Fuerteventura como Canarias, en su conjunto, necesitan de trabajos de investigación de carácter histórico. Si bien en los últimos años se ha dado más importancia, quizás por la tradición que viene desde el siglo XIX, a la investigación de carácter prehistórico arqueológico, desde hace ya algún tiempo venimos apostando por la investigación de carácter histórico (San Marcial del Rubicón es un buen ejemplo)”, añade. “Vamos a seguir trabajando en este nuevo enfoque para la investigación en Canarias. Desde luego, estamos francamente satisfechos”.

El estudio se ha centrado en la localización y análisis de armas que podrían haber pertenecido a los corsarios británicos que en 1740 desembarcaron en Gran Tarajal y partió, cuenta Derque Castellano, de un hallazgo casual fruto de una investigación anterior. “En 2019, después de que se conocieran los resultados de los proyectos arqueológicos en los que participé junto a la arqueóloga Rosa López, Tarek Suleimán y Samuel Cockerill tratando de delimitar los campos de batalla primero, y cotejando los datos de fallecidos en las batallas después, una particular contactó con nosotros para que valorarámos unas espadas que tenía como reliquia familiar”, explica y señala que tras el análisis del furiel de estas armas, el proyecto quedó pausado, hasta la actualidad.

La aportación de una particular, clave para poder datar el lote de espadas

“Con la confirmación por parte del Gobierno de Canarias de financiar una nueva campaña en este 2024, me decido a continuar indagando. A partir de estas hojas que ya teníamos localizadas, el objetivo era localizar más en otros lugares, principalmente en las iglesias de Betancuria, Pájara, Tuineje y entre particulares”, indica.

Comienza así un recorrido inicial de la investigación por las sacristías de estos templos, respondiendo al testimonio popular recogido en la historia de las batallas, que señalaba que el pueblo hizo acopio del “botín de guerra” y lo repartió “entre los vecinos y las parroquias de la isla”. Esto explicaría, apunta Derque Castellano, “la aparición de espadas en manos de particulares de familias de las zonas, además de en el Rancho de ánimas de Tiscamanita, tradicionalmente ligado a la parroquia”. Olvidado su uso original, las espadas inventariadas han permanecido, durante siglos, como codiciados instrumentos de música, sirviendo hasta nuestros días como percusión en agrupaciones y en reuniones populares.

Hasta la fecha, este trabajo ha permitido registrar y ejecutar el análisis morfológico y de inscripciones de diez armas, coincidiendo en tres claves: lugar de fabricación, tipología y cercanía a las poblaciones del campo de batalla.

Detalle de la inscripción “Ihn Solingen”.

Solingen

El elemento principal para apoyar la hipótesis de que el conjunto de armas localizadas pertenece a un lote único que llegó a Fuerteventura a bordo de las naves inglesas es el hallazgo de que al menos cinco de ellas fueron fabricadas en una misma localidad: Solingen, uno de los principales puntos de compra de armamento por parte de la corona británica y otros ejércitos noreuropeos. 

“Las inscripciones en las hojas nos señalaron, en algunos casos, directamente el nombre de la ciudad y, en otros, la firma de diferentes armeros. La investigación nos permitió ubicar también esos nombres, que nos llevaron de nuevo a Solingen”, señala el investigador que apunta a rúbricas de artesanos como Clemens Keint, Peter Tesche, Adrians Brabender y Peter Henckles. “Es una ciudad que se ha dedicado tradicionalmente a la cuchillería, con unos primeros registros de cuchillería y armas blancas datados en el siglo XIV. Del siglo XVI al XVIII tenían una mono-industria dedicada al armamento bélico y a la producción de guadañas para la agricultura, con una producción anual de espadas que salían de la ciudad en torno a las doscientas mil”, relata Castellano.

La proximidad a la batalla y la localidad de las piezas apoyan la hipótesis

Para contar en su estudio con la confirmación de la autenticidad de las espadas y acercarse con más concreción a su datación, el equipo visitó el pasado mes de noviembre el Deutsches Klingenmuseum (Museo alemán de la espada) en Solingen, donde pudo indagar más en profundidad en relación a los armeros y a las características específicas de cada hoja. “A partir de imágenes de nuestro material, nos verificaron en la visita que las cinco que cuentan con inscripción de Solingen o de armeros de la localidad pueden confirmarse como originarias de Solingen”, señala Castellano que añade que en el futuro el equipo trasladará todas las piezas al museo para su estudio. “De esta manera podremos contar con una evaluación in situ y tener un certificado individual para cada espada”, indica, algo especialmente importante para aquellas que cuentan con inscripciones deterioradas o demasiado dañadas para confirmarse a simple vista su origen. “En estas cinco podría esclarecerse si fueron fabricadas allí por su morfología y las características de su hoja”, aclara el investigador.

Los datos recopilados durante el estudio histórico y en las sucesivas entrevistas con los expertos del museo parecen favorables a la hipótesis planteada: las espadas de Solingen podrían, por origen y fecha aproximada de fabricación, pertenecer a los atacantes ingleses. Sin embargo, la confirmación definitiva, señala el arqueólogo, requeriría de una datación que, por el momento, no es sencillo adquirir: no hay pruebas químicas posibles y, ante la falta de documentación histórica que atestigüe la guarda de las armas, la única referencia para datar las espadas son las inscripciones de sus armeros que, si bien señalan a talleres que estuvieron en activo en un rango de siglos que coincide con las batallas (segunda mitad del siglo XVII y primera del siglo XVIII), en la mayoría de hojas no es posible concretar los años de fabricación para una verificación definitiva.

“La cronología es primordial”, indica Castellano que, en este sentido señala como hallazgo importante la inscripción de una de las espadas custodiadas como reliquia familiar en Agua de Bueyes: “Esta espada mantiene la inscripción Peter Henckels por las dos caras de la hoja. Sabemos que este armero firmó como Peter Henckels hasta 1731, después de ese año empieza a firmar como Zwilling Henckels (gemelos Henckels) y patentó esa marca a partir del 31, lo que nos da el dato de que nuestra espada debe estar forjada antes de 1730”. Así, una pequeña reliquia familiar se convierte en pieza clave de la investigación.

Aunque por el momento no es posible dar datación a todas las piezas, los investigadores creen que esta cronología “es muy significativa para el conjunto”: “Es difícil que esta espada, que viene de Solingen, llegara en un lote y las otras, también fabricadas en Solingen, llegaran en otro. Lo lógico sería que todas las espadas de un mismo origen llegaran juntas”, añade Castellano que, al tiempo, apunta a aquellas con inscripciones deterioradas en un sentido similar, pues las hojas con inscripciones ininteligibles permanecieron custodiadas junto a las firmadas. 

Inscripción “Andrias Brabender”, en una de las espadas.

Proximidad a las batallas

Para Derque Castellano otra de las claves de la investigación que apoyaría la hipótesis de que este lote formó parte del armamento de los corsarios ingleses es la procedencia de las familias, asociaciones e instituciones religiosas que contaban con espadas en su haber. En el caso de las personas particulares, todas contaban con apellidos vinculados a las batallas o con orígenes del entorno de Tuineje. En el caso de las instituciones eclesiásticas, las espadas fueron localizadas en la sacristía de la iglesia de Nuestra Señora de la Regla en Pájara, lo que mantiene el cerco geográfico en torno a las poblaciones que llevaron la voz cantante en la defensa. Por último, el Rancho de ánimas de Tiscamanita, cuyo origen se remonta al siglo XVII ligado, en todo caso, a la entonces ermita de Tuineje (hoy iglesia de San Miguel).

Solingen, la localidad de fabricación, fue un importante exportador de espadas para Inglaterra

“Estoy seguro de que aún podríamos encontrar muchas más espadas entre las familias de la zona”, indica Castellano, que calcula que aún podrían encontrarse en torno a cuarenta piezas más. En este sentido, el investigador espera que la difusión de los resultados anime a más personas a contactar: “Es muy importante que la población sea consciente del valor que cada pieza da a la investigación”, explica, y añade que a menudo los hallazgos entre particulares son más difíciles porque existe un recelo a ofrecer objetos históricos. “Las familias suelen desconfiar porque creen que pueden perder estos objetos que tienen valor sentimental. Sin embargo, en el caso de esta investigación se trataría solo de revisarlas y fotografiarlas para análisis”, explica Castellano que añade que este tipo de piezas “no pueden ser requisadas en ningún caso por las autoridades, así figura en la Ley de Patrimonio”, por lo que apela a la colaboración popular: “Nadie debe tener miedo a que aparezcan sus bienes en el inventario”. 

Continuidad

Los próximos pasos, además de localizar nuevas piezas, serán trasladar las espadas a Alemania para su análisis exhaustivo, presentar los resultados a la comunidad y, por último, proponer un trabajo de consolidación y restauración de las hojas más dañadas. “En el futuro, lo ideal sería contar con un espacio en el Museo Arqueológico de Fuerteventura para las batallas, donde puedan exponerse algunas de las piezas, siempre con la autorización de sus propietarios y siempre sin que estos particulares pierdan su derecho sobre la propiedad porque son bienes privados y van a seguir siéndolo”, añade el arqueólogo.

Cuenta Derque Castellano que al llegar al Klingenmuseum, en Solingen, y mostrar los resultados de la investigación, los expertos mostraron curiosidad por los lugares de localización, en espacios privados, y se aventuraron a considerar que se habrían reutilizado para batirse puntualmente en duelo: “Les expliqué que aquí se usaban como percusión. Les expliqué cómo es el toque”. “¿¡Cómo instrumentos...!?”, le preguntaban y se sorprendían de este destino inverosímil.

Cómo podría un especialista en la historia de las armas creer en una pequeña isla, al sur del mundo, tan repleta de paz que las espadas solo sirven para hacer música. Algunas veces, el devenir de la historia nos obliga, definitivamente, a creer en los enredos de las parcas.

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Interesante noticia. Gracias.

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