Adrián Tejero y su Fuerteventura natal como epicentro creativo
Se convirtió en el primer canario becado por la prestigiosa Escuela Superior de Cine de Cataluña y con apenas 26 años cuenta ya con más de 30 premios nacionales e internacionales
El cine es una industria en auge en Fuerteventura. Cada vez son más las producciones que llegan a la Isla, pero también empieza a existir un movimiento desde dentro de la Maxorata que tiene como objetivo desarrollar el séptimo arte desde las dunas de Corralejo hasta la playa de Cofete. Uno de los culpables es Adrián Tejero, un joven de Gran Tarajal que a sus tan solo 26 años cuenta ya con más de 30 premios a escala nacional e internacional. Ahora, después de su paso por la prestigiosa Escuela Superior de Cine de Cataluña (ESCAC) y tras convertirse en el primer cineasta canario en ser becado, persigue el sueño de dirigir una película junto a su equipo en la productora Árida Films.
La historia de Tejero con el cine comienza en su decimosegundo cumpleaños, cuando le regalan una cámara. Era la época en la que la plataforma YouTube se encontraba en pleno auge y comenzó a grabar vídeos con sus amigos jugando a la pelota. “Gracias a eso empecé a interesarme por el mundo de la edición”, explica. De forma gradual fue evolucionando su faceta creativa, al empezar a interesarse por el séptimo arte y consumir cine de acción con su padre. “Al final, aquellos vídeos eran como un juego, por así decirlo. Un día le agregabas unos efectos, al día siguiente un poquito de historia...”, rememora sobre sus inicios. También reconoce que se inspiró mucho en canales americanos que hacían cortos de acción “con efectos especiales chulísimos” que intentaba replicar.
Con el paso del tiempo, Adrián se ha dado cuenta de que aquella era una forma “brutal” de expresarse. La manera, en definitiva, de sacar lo que tenía dentro. Fue precisamente así como empezó con la ficción y a contar historias. “Al principio, como era pequeño, no tenía muchas vivencias, todo lo que hacía eran escenas de acción, como disparos y explosiones. Con los años he ido madurando el proceso creativo y ha dado lugar a historias cada vez más maduras, más introspectivas”, explica.
“Ahora te das cuenta de la evolución y de cómo pasó de un juego a una manera de expresarse, y creo que eso es lo que da valor como artista y como director”, reflexiona el cineasta. Precisamente, parte de ese proceso evolutivo consistió en la elaboración de diferentes cortometrajes realizados con sus amigos, como uno llamado Mentes Frágiles, que llegó a estrenarse. Ese fue el momento en el que Tejero se dio cuenta de que su afición podía ser la forma de enfocar su vida.
Blood Brothers Films se convirtió desde el principio en la marca bajo la que creaba sus cortometrajes. “Es un sentimiento de unión, de decir ‘vamos a crear algo grande juntos’”, cuenta Adrián. La capacidad de unión es uno de los principios del cine que más le ha gustado al majorero. “Las historias que se crean en cada rodaje, la pertenencia a un grupo...”, relata. Así, llegaron diferentes cortos aprovechando, incluso, los trabajos del instituto como excusa para seguir creando.
Así llegaron también las primeras nominaciones a premios. Calev, realizada en 2016, cuenta la historia de “un cazarrecompensas del espacio que aterriza en un nuevo planeta en busca de su nuevo objetivo” y que se ve envuelto en un tiroteo. Este corto se trata de un spin-off de la más que reconocida saga de Star Wars. “Surge de un trabajo escolar que teníamos que hacer para educación física y fue la excusa perfecta para engañar a toda la clase”, recuerda, a la vez que señala que se trataba de “acción, sables láser, naves espaciales, Fuerteventura... lo tenía todo para mí. Era una idea visualmente muy atractiva”.
La primera mención en un premio, en Maxoarte, al ser seleccionada entre los mejores cortometrajes de 2016, vino acompañada del triunfo en el certamen Mis alas son solo mías. Un concurso creado por la Consejería de Educación, el mismo año, donde los centros educativos de todo el Archipiélago presentaron cortometrajes con motivo del Día Internacional para la eliminación de la violencia contra las mujeres. Adrián, junto a sus compañeros, presentó Ni una más. Gracias a estas experiencias se fue creando un nombre. “Es algo que me llena de orgullo porque toda la vida he sido el ‘chico de los cortos’ y se trataba del primer premio que recibía y me dio un empujón”, señala.
La producción de cortometrajes no paró y con el tiempo llegó The Storm, un proyecto que arrancó tras ser contactado por unos actores y productores alemanes que vivían en Fuerteventura. “Tendría 17 años y la realidad un poco distorsionada”, cuenta entre risas. Su idea era llevar esa historia, que mezclaba vikingos y aborígenes canarios, a una película.
“Al final, todo mi proceso de aprendizaje ha sido tan autodidacta, con tanta prueba y error, que uno aprende en la práctica la realidad de las cosas y que una película no es un cortometraje más largo, sino un proyecto más grande”, explica. Una idea que, por ahora, se encuentra en el cajón, pero quién sabe si se rescata en un futuro no muy lejano, cuando se convierta en un proyecto realizable para este “pretencioso” director, como se define. Aquella historia de vikingos por las Islas también se hizo con el premio al mejor cortometraje en la edición de 2018 de MaxoArte.
ESAC
En los últimos años de educación secundaria, Adrián Tejero sabía que su pasión era el séptimo arte y descubrió la Escuela Superior de Cine de Cataluña, adscrita a la Universidad de Barcelona. “Está en el top cinco de Europa y es la mejor de España”, cuenta. El majorero lo veía como un sueño “inalcanzable, imposible”. Se trata de un centro privado con un elevado coste por curso, algo que Adrián no se podía permitir. “No era solo entrar, sino conseguir también una beca que me pagara toda la carrera”, relata.
Recuerda Tejero que se pasó “dos años a muerte haciendo cortometrajes” para tener un bagaje y que vieran que tenía recorrido y premios. Llegó entonces la prueba final, en la que tenía que hacer un cortometraje. “Te daban los parámetros en el último momento y tenías que entregarlo 24 horas después. La verdad es que fue un momento súper bonito porque me junté con todos mis amigos, que me ayudaron para hacer el cortometraje y que quedara lo mejor posible en el menor tiempo y poder así irme a Barcelona. Al final me dieron la beca. Con el tiempo me enteré de que era el primer canario que lo conseguía”, cuenta.
Obtuvo una beca que le permitió formarse como director de cine durante tres años en la Ciudad Condal. Pese a ser una experiencia que le aportó “muchísimo”, se dio cuenta de que tras años convencido de que quería salir de Fuerteventura, era precisamente en la Maxorata donde se encontraban las oportunidades y que era su Isla natal donde conseguía crear historias. “Durante esos años, todos los cortos que rodé y ganaron premios los seguía haciendo aquí, aprovechando las vacaciones. Empecé a valorar lo que era la Isla para mí, no solo el sitio donde nací, sino que era una fuente de inspiración”.
Otro aspecto importante del que se percató Tejero fue de las oportunidades de las que disponía en Fuerteventura a diferencia de sus compañeros, pues nadie había estrenado nunca un cortometraje en un auditorio ni le habían financiado un corto. “Me di cuenta también del valor que tiene Fuerteventura y de que hay un filón importantísimo. Al final uno piensa que aquí no hay nada, pero creo que por lo menos en el mundo del cine hay bastantes oportunidades, sobre todo para empezar”.
Reconocimiento
Si hay un cortometraje que destaque en la filmografía del joven cineasta, al menos en cuanto a premios se refiere, es Rocket Boy. La idea de Adrián con este corto era llevarlo a festivales, donde “lo que funciona son las historias familiares, el cine social, pero a la vez no quería perder esa parte de mí más fantasiosa, de ciencia ficción”, explica. Así, surge este corto que mezcla esos dos conceptos en una historia que explora la relación de un abuelo con su nieto.
Con un total de 15 premios cosechados por todo el mundo, Rocket Boy es hasta ahora la creación más premiada de Adrián, algo que le dio “tranquilidad”. “Cuando uno está creando y rodeado de gente que te quiere te regalan los oídos y no sabes hasta qué punto es cierto si tienes talento o si tu trabajo merece la pena”, señala. Sin embargo, pese al gran éxito de su obra, la pandemia del Covid no le permitió vivir del todo la experiencia y no pudo acudir a ninguno de los festivales, porque eran todos online.
“Empecé a valorar lo que era la Isla para mí: donde nací y fuente de inspiración”
Una vez terminados sus estudios se decidió por crear Árida Films, siempre con el sentimiento de unión como cimiento de sus creaciones. “Primero fue una asociación sin ánimo de lucro y la idea era promover el cine, hacer cortometrajes y tomárnoslo un poquito más en serio”, cuenta Tejero, que a su vez señala la importancia de crear una marca en Fuerteventura: “No somos conscientes de la suerte que tenemos aquí y de las oportunidades”.
Árida nació, reconoce, con la intención de “agradecer a la Isla” todo lo que le ha dado y “también de ayudar a levantar una industria que no sean solo producciones enormes que vienen de fuera, sino fomentar un cine más amateur que se convierta en profesional”. Es su forma, en definitiva, de aportar su “granito de arena” a la industria.
Reunió, con el tiempo, a su propio equipo. En los primeros pasos de Árida Films se vieron involucrados amigos y conocidos de Adrián. En la actualidad el equipo lo componen Miguel Letang (director de arte), Miriam Álamo (directora de cine), Elián Gimelli (director de fotografía), Miquel Jaume, con quien estudió en Barcelona (director de cine) y el propio Adrián Tejero. Juntos han vivido en este tiempo un avance importante, pues han pasado de ejecutar proyectos con presupuestos que rondaban los 2.000 euros al último, Röntgen, de 25.000 euros. “De uno a otro hay un margen de un año y medio. Por esa parte, estamos súper contentos porque significa que confían en nosotros”, apunta el director.
Otro aspecto importante es el talento joven que existe en las Islas gracias, en parte, a la escuela de cine de Gran Canaria. “Hay muchísimas producciones de altísimo nivel”, señala Adrián. De hecho, el director de fotografía de su anterior cortometraje era un joven de apenas 26 años que durante todo el año trabaja en películas nacionales y de Hollywood, cuenta. “Creo que en Canarias hay muchísimo talento y muchísimas oportunidades”, recalca, al tiempo que recuerda que “una de las razones” por las que abrieron Árida es que dentro de una década no quieren sentirse “con cara de tontos” por no haber intentado montar algo cuando no había explotado del todo la industria del cine en las Islas.
Röntgen
A lo largo de 2025 está previsto el estreno del nuevo cortometraje de Árida Films. Contar con más presupuesto genera “muchísima presión, porque ya estás manejando dinero y también trae problemas”. Al final, reconoce, “siempre” intentan “hacer un cortometraje por encima del presupuesto” y, por tanto, encontraron un equipo que quería crear “algo grande” y se realizó de forma no remunerada. “Gracias a eso pudimos hacer un proyecto enorme”, adelanta.
En 2025 se estrena ‘Röntgen’, el corto con más presupuesto en el que ha trabajado
Aunque no está del todo cerrado, la intención en que se haga un estreno en La Oliva y que recorra diferentes festivales. “Nuestra idea es que gane bastante, porque le estamos dedicando, además de mucho dinero, muchísimo tiempo, y es una apuesta del Cabildo y del Ayuntamiento de La Oliva, a los que estamos eternamente agradecidos, porque conseguir un presupuesto así para un cortometraje es complicadísimo”. Tras el estreno, recorrerá festivales nacionales e internacionales durante dos años. A Adrián le gustaría ir a Sitges y también al Isla Calavera, que se celebra en Tenerife. En definitiva, una gira de festivales con el enfoque de vender una película a las diferentes productoras.
Su referente, al igual que hace siete años, es el director británico Cristopher Nolan, autor de la trilogía del Caballero Oscuro, Origen e Interestellar o la reciente Oppenheimer, que arrasó en los premios Óscar y que le sirvió para ganar su primera estatuilla. “Me gusta mucho su forma de afrontar las historias y cómo hace tan interesantes a los personajes. Ese compendio entre la espectacularidad de la ciencia ficción y lo visual con la parte más humana y cómo lo mezcla es el cine que quiero hacer”, explica el director majorero, cuyo sueño ha ido cambiando con el paso de los años. Primero era hacer una película, luego se transformó en ser director de cine, y ahora que ha madurado añade el matiz de poder vivir del séptimo arte y mostrar sus películas pero, sobre todo, desarrollar una carrera de la que se pueda “sentir orgulloso y con la cabeza y el corazón tranquilo”. “Llegar a ser director, pero no a cualquier coste, sino sabiendo que he hecho las cosas bien”, concluye.
Añadir nuevo comentario