Elena Solís

Nuestros cuerpos por nuestro territorio

Ocho activistas ambientales llevan 19 días en huelga de hambre para reivindicar una moratoria turística en una Canarias que está al borde del colapso socio-ambiental, resultante de un modelo económico predador e insostenible.

Cuando llegamos a la Plaza de la Concepción en La Laguna, al campamento de la Huelga de Hambre, una de las huelguistas estaba siendo trasladada al hospital tras 14 días de inanición.

Isora, su compañera del grupo de apoyo, contenía las lágrimas al ver cómo la subían a la ambulancia. Nos pidió que fuéramos a por agua, hielo y tiras reactivas para medir la glucosa. Sentadas en el bordillo de la acera, enfrente de las tiendas de campaña, le pregunté qué sentía ante la pasividad política, por la reactivación de las obras del Hotel la Tejita en Adeje y la urbanización de Cuna del Alma en Granadilla: “Es como si me hubieran arrancado un brazo o una pierna. El último recurso que nos queda es la consigna que ves en esa pancarta: Nuestros cuerpos por nuestro territorio.” 

Entendí entonces que se estaba librando una batalla del cuerpo colectivo contra el cuerpo político, del cuerpo de carne y hueso contra el cuerpo de cartón piedra, del cuerpo honesto y resiliente contra el cuerpo postizo y quebradizo. La negativa de las instituciones legislativas y ejecutivas canarias a escuchar las peticiones legítimas de las compañeras ha puesto de relieve su total incapacidad de comprender las razones por las que alguien es capaz de arriesgar su vida por su territorio y sus valores naturales y culturales.

Y esto se explica porque, en los ojos del poder, todos ellos ya están muertos. O igual que muertos. Tal es el abismo que hay entre la lógica de la clase política dominante y el sentir de las compañeras activistas, que estas no existen en el contexto cotidiano de las dinámicas de poder.  El espectro del “perro-flauta” se les antoja un anacronismo del orden económico actual que es infrahumano y desechable. Por eso, esta huelga de hambre les irrita como lo haría una mosca cojonera y consideran sus demandas como “extorsiones” ante las que hay que mantenerse firme e inamovible.

No obstante, para mucha otra gente en las islas, estas personas son heroínas, seres honestos y valientes, cuya lucha, a pesar de lo que ha afirmado la prensa mercenaria, tiene una trayectoria larga y dura. Son las mismas que en 2020 se subieron a las grúas para paralizar la construcción del Hotel de la Tejita y que tomaron en 2022 las oficinas de la promoción de la urbanización de Cuna del Alma. Las mismas que hicieron guardia durante dos años para evitar que la maquinaria entrara de nuevo a las obras. Todo eso, hasta que las obras fueron reactivadas bajo Gobierno de Fernando Clavijo en 2024.

A menudo pasa que quienes deben hacer cumplir la ley son quienes la infringen y la ciudadanía activista es quien demanda su debido cumplimiento. No es diferente este caso: Costas les da la razón a los activistas y absorbe el complejo dunar como dominio público marítimo terrestre y la Agencia Canaria de Protección del Medio Natural reconoce incumplimiento por parte del promotor de Cuna del Alma de la Ley de Evaluación Ambiental 21/2013, en concreto, sus disposiciones transitorias y el plazo de cinco años para desarrollar el proyecto.

También le pregunté a Isora con qué futuro sueña. Me respondió que con un futuro donde hay respeto; respeto por nuestro territorio y por aquellas personas que eligen vivir en estrecha conexión con el mismo. “Sin embargo -añadió- los cuatro años de resistencia pacífica en defensa de la Tejita y Cuna del Alma no se han respetado. Las obras se han vuelto a abrir.  Por eso, llegaremos hasta el final”.

Me temo que, esta vez, el paso del tiempo no será el aliado de la clase política y no borrará esta huelga de hambre de la memoria colectiva, sino que cuanto más tiempo pase más se empeorará la situación.  A partir de las dos semanas de inanición, órganos importantes como el hígado y los riñones empiezan a dañarse; la función el corazón empeora afectando a la circulación sanguínea y el cerebro empieza a tener fallos por la falta de riego.  Pasado el límite de los 25 días puede haber total pérdida de movilidad e incluso de conciencia. La muerte se puede llegar a producir por falta de riego en el cerebro o por paro cardiaco.

Si las compañeras se vieran empujadas a ese extremo, no me cabe la menor duda que se convertirían en mártires ambientales y sus cuerpos, hasta entonces invisibles para los que están al otro lado del abismo, se transformarían en ideas peligrosas que pondrían en riesgo la esencia misma el establecimiento político y económico de las islas y que permanecerían para siempre.

 

* Imagen: Bruno Atkinson

 

Comentarios

Y para que ha servido el sacrificio de esta gente? Ayer se anunciaba la construcción de un complejo hotelero de casi mil plazas alojativas en Corralejo. Operación aprobada por el Gobierno de Canarias con visto bueno final del Cabildo de Fuerteventura. Señora Lola, tenga valor y honre el sacrificio de estos cuerpos.

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