Al final del verano
Menos mal que no estamos en Navidad, ni estás en una cena de empresa porque si no con lo que te gustan los piquitos te hubieras metido en un embolao.
Nuestras rutinas parecen amenazarnos con romper nuestra calidad de vida, me refiero concretamente al enésimo corte de agua efectuado por el Consorcio y que, según se sostiene desde la propia empresa dentro de un calendario de reparaciones a todas luces insolvente e interminable.
Por otros devenires, son tiempos, porque así lo exige el guión, de buscar nombres a tanto cargo libre, tanto puesto sin nombramiento, tanto sillón desocupado o tanto gabinete sin pasarle la mopa, y es que jamás pensaron, los incrédulos del pueblo, que se hubieran reunido en tan pocos metros de feria, las más bellas del lugar, nos referimos a tanta nominación pendiente. En una misma mañana te pelan, te llevan a tu nuevo despacho, te toman las medidas de la chapa que pondrán en tu mesa con tu nombre para que te reconozcan y el mundo caerá a tus pies.
Y como siempre, habrá que seguir buscando otras tareas que nos comprometan, otros compromisos que nos hagan validar y otras luchas que nos exijan. En esta nueva etapa que transitamos a nivel colectivo y personal, hemos descubierto la figura del fisioterapeuta, cuyo emblema a nivel mundial se reconocía el pasado 8 de septiembre. Por nuestra lealtad hacia sus principios, por nuestra calidad de vida que ofertan los profesionales de este medio, reconozcamos su labor.
Con el cuerpo sano o multivitaminado, la fiesta parece cabalgar con toda su intensidad por las peatonales de Puerto, una circulación rodada de postín, con rotondas 5.0, absolutamente invisibles e impresas con tizas de color, con unas terrazas que tocan arrebato cuando llegan los jueves, y unos centros de trabajo donde se planifican las actividades para combinar cuerpo y alma a base de salidas al campo, encuentros susurrantes, o dietas macrobióticas sacadas de un recorte de Instagram. En la fiesta habrá que haber estado atentos a las 24 horas de baloncesto que cumple su 40 aniversario, un récord difícil de igualar pero entendible dada la figura del homenajeado, Ramón Castañeyra, y a las convocatorias que aparecen en el programa que suelen ser las más interesantes. Darás buen uso a nuestra capital acercándote a los ventorrillos como mejor propuesta de una fiesta que se programa para ti, juraremos fidelidad a unos festejos que sin duda marcaron nuestro acento desde sus inicios y como en tantos otros sitios, ya no son los mismos, ni las plazas, ni los lugares, ni las esquinas han sabido recoger la memoria como nosotros mismos. El recuerdo es un destello que nos aparece con la fuerza de un volador, y que nos desgarra lo sentidos en unos breves segundos difíciles de atrapar.
Feliz octubre.
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