Trampantojos a lo divino en las islas orientales
José Concepción Rodríguez recopila los retratos en iglesias de Fuerteventura y Lanzarote que se pintaron para hacer la función de una talla
Trampantojos a lo divino. Consideraciones sobre los “verdaderos retratos” que albergan las islas de Lanzarote y Fuerteventura es el estudio que aportó el doctor en Historia del Arte, ya jubilado, José Concepción Rodríguez, a las últimas Jornadas de Estudios de Lanzarote y Fuerteventura. El trabajo pretende resaltar “las plasmaciones de lo que conocemos como verdaderas efigies” en ambas islas, que no son piezas muy abundantes. Entre esas efigies destacan el lienzo que recoge a la Virgen de la Caridad, en la ermita del mismo nombre en La Geria y las pinturas en La Ampuyenta y La Oliva, que presentan a distintos personajes sacros y que son obra de Cristóbal Afonso y Juan de Miranda Cejas, respectivamente.
El trampantojo es una técnica que pretende engañar al ojo. Concepción cita al profesor Alfonso Emilio Pérez Sánchez, que se refiere en este caso “a aquellas plasmaciones pictóricas de asunto sacro que pretenden reproducir la realidad a través de las dos dimensiones del lienzo, esto es, colocar el tema divino en una ubicación original, de modo que muestran como fondo el entorno que la alberga”. Pretenden reproducir efigies escultóricas en su entorno mediante una ilusión.
Así, si el fondo de la pintura es neutro no se trata de un trampantojo, aunque reproduzca una talla conocida pero ubicada en otra iglesia. Lo que convierte a la pintura en trampantojo es el fondo, cuando se añade a la pintura el entorno en el que podría estar esa talla, intentando hacer ver que se trata de una escultura y no de una pintura. “Cuando no había luz eléctrica se podía confundir y entender que había una talla y no una pintura”, señaló Concepción en su presentación.
Lo que convierte a la pintura en trampantojo es el fondo, como una escultura
Fuerteventura y Lanzarote ofrecen varios ejemplos de este tipo, aunque “sus calidades resultan claramente desiguales”. Las pinturas de mejor calidad se sitúan en Fuerteventura y son el políptico que Juan de Miranda (1723-1805) emprendió para la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria en La Oliva, que está hoy desmembrado en lienzos independientes, y, por otra parte, las pinturas murales de la ermita de San Pedro de Alcántara, en La Ampuyenta, del tinerfeño Cristóbal Afonso.
Crucificado. Presbiterio de la Iglesia de La Oliva. Juan de Miranda.
La Oliva
En cuanto a Fuerteventura, se encuentran, en primer lugar, los lienzos de La Oliva de Juan de Miranda, que protagonizó el año pasado una exposición en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid que itinerará este año a las dos capitales canarias. Se sabe que Miranda estuvo al menos en una ocasión en Fuerteventura. Estos lienzos representan a Jesús crucificado en el centro, María, el Evangelista Juan, San José y un joven Juan el Bautista, siguiendo un orden jerárquico. “El conjunto constituía un retablo, al parecer desmembrado desde los inicios del pasado siglo, de modo que las cinco pinturas se hallan hoy separadas”. Las recreaciones sacras aparecen ubicadas en un nicho, rematado en lo alto por la concha”. “Destacan en cada una de ellas las sombras, en su zona izquierda. En el caso de la que plasma a María, las dos manos quedan, en parte, fuera del cubículo, situación esta que se repite en Juan Evangelista”, destaca Concepción.
Los murales de La Ampuyenta “han sido objeto de intervenciones diversas”
Respecto a los murales de La Ampuyenta atribuidos a Cristóbal Afonso, “han sido objeto de intervenciones diversas” por parte de Chus Morante Rodríguez, que llevó a cabo un “minucioso estudio sobre las recreaciones murales en Canarias”. “Las pinturas -señala Concepción- ornan la capilla mayor del templo colocado bajo la advocación de San Pedro de Alcántara”. “Aunque las pinturas del templo de La Ampuyenta, tal y como las vemos hoy, no deben considerarse estrictamente retrotabulum, cumplen la función básica de completar la capilla mayor y su retablo, tanto espacial como temáticamente. A ambos lados del testero se distingue un edificio cuya planta baja se resuelve a modo de loggia recorrida por pilares de capitel corintio y cubiertas con techumbres de madera plana. En su eje central se figura una portada monumental en sintonía con modelos seiscentistas italianos, que enlaza con el nivel superior, recorrido por balaustrada y coronado con guirnaldas; tres hornacinas engalanadas por rocallas cobijan otras tantas efigies de acuerdo a un programa mariano y franciscano: la Inmaculada, acompañada por San José y San Antonio de Padua, y en el lado opuesto, el Niño Jesús Nazareno flanqueado por San Juan Bautista y San Francisco de Asís”. Tienen ciertas “concomitancias” con los lienzos de Juan de Miranda, pero las figuras sacras tienen una factura “algo tosca”.
Concepción cita a Rodríguez Morales para señalar que “las recreaciones murales de La Ampuyenta se hallan próximas en el tiempo a aquellas ejecutadas en la iglesia de San Agustín de La Laguna, hoy prácticamente inexistentes tras el incendio de 1964”. “Comparten semejanzas a la hora de concebir las hornacinas con fondo en forma de venera, la colocación de los motivos de gusto rococó a su alrededor, el protagonismo concedido a las sombras y, muy especialmente, el afán perspectívico que muestra la peana o base con estructura de perfil semicircular al frente”.
La Piedad. Santuario de Nuestra Señora de Los Dolores, Tinajo.
Lanzarote
En Lanzarote se encuentran, además, varias recreaciones del Cristo de La Laguna. Una de ellas se encuentra en la iglesia de Teguise realizada en las últimas décadas del siglo XVII. En la zona baja de la tela consta la leyenda “Gaspar de Sosa me fesit” (Gaspar de Sosa me hizo). La otra se muestra en el remate del retablo de Ánimas correspondiente del templo de Los Remedios, en Yaiza, que es “menos colorista” pero más fiel a la talla lagunera.
Además está el “verdadero retrato” de la Virgen de los Remedios en la iglesia de ese mismo nombre. El lienzo representa a la Virgen bajo la advocación del Rosario, “pero a pesar de la referida titulación, su iconografía remite inequívocamente a la Virgen de los Remedios lagunera. La obra destaca por su colorismo, por su composición y por su iconografía, aparece representada en el nicho de lo que parece ser un retablo de una sola calle”, señala Concepción. La hornacina está flanqueada por sendas columnas salomónicas por las que trepan sarmientos de vid con racimos de uvas. Los laterales del lienzo se ornan con motivos vegetales de vivos colores que corresponden cromáticamente a las vestiduras de la imagen titular y a numerosos elementos que salpican toda la obra.
Hay que añadir la efigie de Nuestra señora de Regla en Yuco (Tinajo). Según la autora Hernández Socorro, se trata de un lienzo anónimo registrado en los inventarios parroquiales el 16 de noviembre de 1693. “Se trata de una ingenua plasmación mariana de formas geometrizantes y rostro negro, pintada escenográficamente entre cortinajes. Postrado a sus pies, en la zona derecha de la tela, se representa a un caballero de capa blanca y actitud orante, que quizá podría ponerse en relación con el que ejerciera en eso momentos el patronazgo de la ermita”, que sería Simón Hernández.
En cualquier caso, la imagen más interesante es el Lienzo de la Virgen de la Caridad en su ermita homónima. La ermita fue fundada por el beneficiado Diego Laguna (1649-1711). La obra “acusa la influencia del prototipo formal de las veras efigies de la lagunera Virgen de los Remedios” y se representa como si fuese una escultura, dentro de un fingido retablo. “La referencia de la advocación de la Caridad nada tiene que ver, es una clara muestra del papel de la estampa como fuente para el artista de la época moderna”. Según señaló Concepción, está previsto que el cuadro sea trasladado al Convento de San Francisco, en Teguise. La ermita de La Caridad permanece casi siempre cerrada y sin aireación. La humedad puede dañar la obra. “Se hace preciso, por tanto, poner remedio, habida cuenta de que hablamos de una recreación de primer orden, salida de los pinceles, según atribución ya expresada, del pintor tinerfeño Cristóbal Hernández de Quintana”.
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