Sabias de la Naturaleza
La bióloga Fayna Brenes reivindica en un documental la labor de las mujeres del ámbito rural de mediados del siglo XX
‘El saber popular a través de las campesinas majoreras’ es un proyecto audiovisual ideado y dirigido por la bióloga Fayna Brenes, que se enmarca en el programa ‘Biosférate’ del Cabildo y recorre estos días toda la geografía insular. El primer objetivo de la también postgraduada en agroecología fue “rescatar el saber popular de las mujeres rurales del pasado siglo, auténticas sabias de los usos curativos de las plantas”. Los testimonios recabados han convertido también su trabajo en un documento histórico de primera mano, que aporta luz sobre la dura existencia que llevaron estas mujeres ahora octogenarias.
Al más puro estilo ecofeminista (contestación del movimiento feminista a la apropiación y control sobre las mujeres y la naturaleza), el documental ‘El saber popular a través de las campesinas majoreras’, que dirige Fayna Brenes, rescata para la historia cinco perfiles de mujeres rurales del pasado siglo, auténticas “sabias de la naturaleza”, que comparten sus conocimientos sobre el uso de las plantas para atajar enfermedades “además de remedios de origen animal y ritos de espiritualidad y santiguado”.
Con una media de 85 años, no fue fácil que las protagonistas de la cinta hablaran a una cámara ante la que se sentían intimidadas, de manera que solo aparecen cinco de las quince mujeres con las que se entrevistó la directora. “Lo que más llama la atención es su cosmovisión, lo claro que tienen que hay un botiquín a nuestro alrededor, que las medicinas que compramos en la farmacia se elaboran de plantas que tenemos en el entorno, y la unión con el mismo de estas campesinas”, explica Fayna.
Estas grandes conocedoras de los poderes de las plantas también acudían a los santiguados, como se conoce a los rezos que remediaban enfermedades y males como el de ojo, de aire o el mal de luna: “La luz de la luna no podía tocar la ropa de un recién nacido porque se creía que influía negativamente”, explica la bióloga y directora del proyecto.
Las santiguadoras usaban en los rituales plantas, que iban cortando a medida que se hacía el rezado, como símbolo del vaciado de la enfermedad. Las curaderas eran las mujeres que demostraban una especial sensibilidad, “pero no obstante se podía aprender y de hecho lo hacían unas de otras”.
El innegable tesoro etnográfico que constituyen los testimonios recabados sirve también para arrojar luz sobre la vida que llevaron estas mujeres en la sociedad rural isleña de mediados del siglo XX. La libertad actual era, entonces, algo impensable para el sexo femenino.
“La presión y sobre todo el control sobre las mujeres eran absolutos. Estaban toda la vida bajo la tutela de un hombre, primero controladas por su padre y luego por su marido, aunque tampoco podían elegir con quién casarse. De hecho no podían siquiera ir de un pueblo a otro solas. Debían ir con alguien, aunque el otro fuera un niño, y rara vez se reunían, si no era en misa, lavando la ropa o haciendo calado. Tampoco podían quedarse a la parranda que tenía lugar tras los bailes y las reuniones festivas”, explica Fayna.
Vicenta Calero (Villaverde).
La investigadora no se atreve a sacar conclusiones sobre la existencia de una posible ‘sororidad’ (hermandad entre mujeres con respecto a las cuestiones sociales de género), al no contar con una muestra de testimonios representativa, pero sí cree que la relación entre mujeres debía de ser, en los pocos momentos en los que coincidían, “de complicidad, como ocurre en los grupos oprimidos de una sociedad”.
Otro aspecto histórico a tener en cuenta en las actitudes sociales es el peso de la iglesia en la época. “Desde el púlpito se decía ‘esto es así’, de manera que es difícil saber si alguna mujer no asumió como natural su papel y pudo intuir la injusticia que encerraba su situación”, dice la investigadora.
Fayna relata que algunas de las protagonistas del documental, al comparar sus vidas con la actual sociedad, con las vidas de sus nietas, por ejemplo, indicaron con resignación que quizá “les hubiera gustado más vivir en esta época”. Sin embargo, no todo era peor que ahora. Muchas recuerdan la solidaridad, que, aseguran, se ha perdido. “Si un vecino caía enfermo, el pueblo entero se movilizaba para ayudar”, explican las campesinas entrevistadas.
Antigua Mesa (Tindaya).
En la primera proyección del documental, Fayna llegó a emocionarse con la acogida del público “Me impresionó mucho ver que las mujeres mayores se sentían tan identificadas con las que hablaban en el documental”, dice.
La investigadora prevé acometer otro trabajo audiovisual, esta vez enfocado a las mujeres de la mar, “para saber más de la idiosincrasia de la gente de la costa, diferente de la del interior, el conocimiento asociado a las artes de pesca, las estrellas, el marisqueo, la sal y también los aspectos sociales relacionados con las largas ausencias de los padres y maridos embarcados”, comenta la directora de ‘El saber popular a través de las campesinas majoreras’.
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