La artesana de Pájara enseña los procesos y técnicas antiguas en cestería para que pervivan y renueva este oficio con la creación de piezas modernas como lámparas o marcadores de libros
María Jesús Hernández, Premio Insular de Artesanía: “Me preocupa conservar la tradición”
La artesana de Pájara enseña los procesos y técnicas antiguas en cestería para que pervivan y renueva este oficio con la creación de piezas modernas como lámparas o marcadores de libros
María Jesús Hernández Hernández es una artesana de raza. Mantiene viva la llama de las familias campesinas que cultivaban las artes con “materias primas que salen de la tierra”. Se crió en el caserío de Mézquez, en Pájara, rodeada de palmeras y su familia siempre trabajó la cestería de palma. “Antes se realizaban las piezas por necesidad: serones, empleitas, sombreros, cestos para recoger la cosecha, escobas y esteras, pero ahora muchas se convierten en elementos decorativos de las casas canarias”.
Este año ha sido designada Premio Insular de Artesanía, un galardón que homenajea una vida dedicada a este oficio. “Aprendí a trabajar la palma con mi padre, que también fue artesano y él a su vez de su madre, mi abuela Faustina Sánchez, que empleaba su tiempo libre, al terminar las tareas del hogar, a crear piezas con palmitos”, recuerda al referirse a una labor que define como dura pero muy satisfactoria, porque cada creación tenía una gran utilidad en Fuerteventura. “Antes no había tiendas y muchas personas aprendían los oficios con técnicas artesanales en disciplinas como la palma, la cerámica o el calado”, explica María.
Los tiempos han cambiado mucho y ahora se tiene acceso a una gran variedad de productos, pero antes escaseaba el dinero y los oficios tradicionales implicaban un trabajo muy laborioso. Así, por ejemplo, había que cortar las palmas, limpiarlas, secarlas y prepararlas para elaborar piezas de cestería. Obtener la materia prima era casi más costoso que producir esas joyas tradicionales, y lo mismo sucedía con la cerámica o el calado con la obtención del barro o el hilo. “A mí me encantaba pasar las horas haciendo palmitos con mi padre o abuela, al atardecer, al aire libre. Eran momentos para compartir en familia, reunirse, hablar...”, cuenta María.
La artesana ha sabido transmitir toda esa magia a sus hijas, que también saben trenzar las hojas, para que no se pierda la tradición. “Creo que no se puede trabajar lo que no se aprende desde la infancia, a nosotras nos educaron así y hemos seguido”, dice María. “Si no me me hubiera esforzado en inculcar este legado a mis hijas no sabrían ya mantener el oficio y seguro que en el futuro harán lo mismo con sus hijos”, pronostica la artesana.
En 2014, la familia Hernández recibió el Premio Insular de Artesanía por la defensa de los oficios tradicionales y por fomentar el relevo generacional. Buena parte de sus integrantes han aprendido desde la infancia el arte de manejar las hojas de palmera y, generación tras generación, constituyen un ejemplo en el mantenimiento y difusión de la cestería. Desde la abuela Faustina Sánchez, su padre José Hernández hasta sus hijas María Jesús y Ana y sus dos nietas.
“Mi padre fue artesano profesional y le encantaba participar en las ferias y compartir con otros artesanos sus experiencias y su forma de vida”, rememora María. Ella acudía a las ferias como acompañante, para disfrutar de una afición que en la actualidad se ha convertido en una profesión, porque le apasiona este oficio y le encanta enseñar. En Fuerteventura se da la circunstancia de que familias del folclore canario siguen el relevo generacional con el baile y toque tradicional, y lo mismo ocurre con la familias tejedoras, caladoras, costureras, alfareras o con los carpinteros de ribera, unos oficios que se heredan y pasan por abuelos a hijos y nietos.
Uno de los principales objetivos de la nueva Premio Insular de Artesanía es que todas esas técnicas tradicionales aprendidas desde niña no se pierdan. “He dado muchos cursos y espero seguir, porque lo que más me preocupa es que se conserve la tradición y se trabaje la técnica y el proceso correcto, porque la palma se puede trenzar de muchas formas, pero lo importante es que esté bien ejecutada, bajo la técnica antigua”, destaca.
El proceso de trenzado tradicional permitía que esas piezas fueran útiles, fuertes y duraderas en el campo, y por lo tanto debían estar perfectamente confeccionadas, señala. “Eso no impide que no podamos aportar innovación y creatividad a nuestro oficio”, agrega.
Muchas de las piezas tradicionales han caído en desuso pero se pueden elaborar con hojas de palma desde los marcadores para libros hasta lámparas. Todavía se usan las escobas para barrer los tunos en el campo, se pueden hacer alfombras combinadas con telas, utilizarse para crear ramos de flores, cuadros o pintar las hojas. “Entiendo que tenemos que modernizarnos, que antes todas las piezas eran para el campo, el ganado y la pesca, pero ahora se necesitan otros útiles y herramientas que manejamos en los hogares y podrían ser de palma, que es más saludable”, reconoce María.
Evitar la desaparición
A ella le gustaría pensar que los oficios tradicionales nunca se van a perder, pero cada vez menos personas conocen sus secretos y los que quieren mantenerlos se enfrentan a las dificultades de conseguir la materia prima. “Obtener palma es casi imposible porque las palmeras están protegidas, muchos ejemplares están enfermos y cada vez quedan menos palmerales en Fuerteventura”, explica.
Conseguir palma “es casi imposible” por la situación del palmeral
Por eso, la mayoría de los artesanos consigue las hojas a través de instituciones que gestionan la llegada de la materia a sus talleres. “Antes salías al campo y cogías las hojas por todos lados, pero todo eso ha cambiado y nuestro paisaje también”, repasa.
Para María, los oficios tradicionales atraviesan un momento crítico. Por eso pide cursos de formación para que no se pierdan con la desaparición de los abuelos y abuelas. Hay que reunir a las personas mayores con los niños, organizar más cursos, talleres, exhibiciones y exposiciones, para atraer a los más pequeños a estas técnicas, defiende. “Hay que llegar a esos niños que desean aprender y no tienen padres o abuelos que les enseñen en casa”.
En ese sentido, apuesta por llevar estas artes a los colegios y centros culturales, no sólo en el mes de mayo por el Día de Canarias sino durante todo el año, para mantener vivas las tradiciones. Los jóvenes, reflexiona, viven en la actualidad demasiado enganchados a las nuevas tecnologías y el aprendizaje de estos oficios les permitiría conocer una cultura que está en riesgo de ir desapareciendo poco a poco.
Comentarios
1 Un indignado más Lun, 08/05/2023 - 09:51
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