El simbólico animal ha dejado una profunda huella en el paisaje, la economía, la sociedad y la cultura de estas islas desde su llegada en el siglo XV
La larga historia de los camellos en Fuerteventura y Lanzarote
El simbólico animal ha dejado una profunda huella en el paisaje, la economía, la sociedad y la cultura de estas islas desde su llegada en el siglo XV
El camello llegó procedente del norte de África hace aproximadamente seiscientos años, justo al poco tiempo de empezar la conquista europea. Jean de Bethencourt y Gadifer de La Salle ya trajeron este animal en sus primeras incursiones en la zona que entonces se llamaba Berbería en busca de esclavos y recursos. Desde entonces, su peculiar silueta ha marcado numerosos aspectos del paisaje y la etnografía de Canarias.
Como en otros muchos iconos de la cultura canaria, una mezcla de diferentes continentes, en este caso lo africano y lo europeo, configuró un elemento identitario clave de estas islas atlánticas. Tanto que a pesar de ser un dromedario, el animal ha sido rebautizado tradicionalmente como “camello” en Canarias sin que el empeño de los puristas por llamarlo dromedario haya calado en la sociedad.
El origen de esta especie es aún más internacional. Se cree que la familia de los camélidos procede del continente americano, pero fue domesticada en Asia hace varios miles de años. Sus distintas tipologías (dromedarios, camellos, guacanos, llamas y vicuñas) se han caracterizado por su resistencia a ambientes extremos, tanto en calor como en frío. La variante que llegó a Canarias procedía de Arabia y logró extenderse con éxito alrededor del mayor desierto del planeta: el Sáhara.
Las Naciones Unidas declararon el 2024 Año Internacional de los Camélidos. Se pretendía con ello llamar la atención respecto a que son un recurso esencial para familias de más de 90 países y “concienciar sobre la función que tienen los camélidos para generar resiliencia ante el cambio climático”.
Precisamente lo primero que destacó desde su llegada a Canarias de la mano de los pobladores que llegaron esclavizados del norte de África en el siglo XV fue su excelente adaptación a las duras condiciones climáticas de estas islas, especialmente a la falta de agua, el gran condicionante histórico para la sociedad y la economía de Fuerteventura y Lanzarote. La cualidad para sobrevivir a las recurrentes sequías y su gran capacidad de trabajo convirtieron al camello en un recurso estratégico muy apreciado.
Imagen del siglo XIX de una camella con su cría en Fuerteventura. Cedida por el Archivo de Fotografía Histórica de Canarias. Cabildo de Gran Canaria (Fedac).
Hay que recordar que Canarias fue tomada por los europeos pensando en usarla como cabeza de puente para nuevas conquistas por el norte de África. Otro factor importante a tener en cuenta es que las islas orientales de Canarias ejercieron durante el siglo XV como laboratorio donde probar nuevas fórmulas de colonización. Tenerife, Gran Canaria o La Palma fueron conquistadas cuando Lanzarote y Fuerteventura ya llevaban más de siete u ocho décadas bajo dominio castellano. En esa fase de experimentación se fueron instalando muchas novedades, desde la estructura militar o el propio idioma castellano, hasta las técnicas agrícolas apropiadas para unos terrenos muy áridos a los que los peninsulares no estaban tan acostumbrados. En ese sentido, la estrategia fue realizar razias o cabalgadas al continente vecino para conseguir dinero y mano de obra que estaba mucho más preparada para darle uso al camello en campos de secano. Gran parte de la agricultura tradicional de Lanzarote y Fuerteventura tiene poderosas raíces en el norte de África y en la labor del camello.
Herramienta clave
De los múltiples usos que tienen, los camellos han sido utilizados sobre todo en estas islas como instrumento de trabajo para el campo. Con una potencia encomiable, este animal se ha empleado para múltiples tareas en la sufrida agricultura de Fuerteventura y Lanzarote: para arar, trillar, llevar frutos, acarrear con aperos, mover tahonas y norias... Desde la siembra hasta la cosecha, el camello ha sido clave también para dar vida a paisajes agrícolas muy singulares, pero también muy laboriosos de crear. Con una capacidad de carga de hasta 350 kilos, los camellos fueron decisivos para la creación de enarenados, tanto naturales como artificiales y para la construcción de bancales o nateros en barrancos o en áreas con pendientes. La preparación y el mantenimiento de todos estos sistemas requerían mover piedras, tierra, abono o jable para dar forma a sus ingeniosas soluciones adaptadas al terreno y al clima de las islas.
Campesinos trabajando con un camello en los años 60 en Fuerteventura. Fotografía de Francisco Rojas Fariña, ‘Fachico’. Imagen cedida por el Archivo de Fotografía Histórica de Canarias. Cabildo de Gran Canaria (Fedac).
La variante de la especie de Canarias ha sido reconocida como raza autóctona
En La Geria, la emblemática zona de viñedos de Lanzarote, el camello fue clave para moldear un paisaje que obligó a mover miles de toneladas de ceniza volcánica o lapilli.
El camello también ejerció como gran transportista, tanto para llevar personas como cargar agua, leña, pesca, elementos de construcción de las viviendas, etc. La estampa de las visitas ilustres sentadas en las llamadas sillas inglesas de los camellos también es una imagen prototípica de estas islas, desde el rey Alfonso XIII hasta Miguel de Unamuno.
Todo esto lo hizo adaptándose al duro régimen de abastecimiento de agua y siendo capaz de alimentarse de una vegetación de secano que incluso el ser humano rechazaba. De esta manera era una garantía de subsistencia para las familias, especialmente en época de sequías.
Además, de este animal también se obtenía leche, carne, huesos, fibras, aunque estos usos no estuvieron tan generalizados en nuestro archipiélago. Sí era más habitual usar, cuando fallecían, el sebo de la joroba o corcova para fines médicos. En Canarias también se llegaron a emplear incluso hasta con fines militares. Es muy famoso el caso de las batallas de El Cuchillete y Tamasite en Fuerteventura en 1740, cuando las milicias locales usaron los camellos como herramienta de defensa para rechazar de forma victoriosa el ataque de unos corsarios de las colonias británicas de Norteamérica.
La variante de la especie de Canarias ha llegado a desarrollar incluso una fisonomía propia y fue reconocida recientemente como raza autóctona, aunque también hay mucha documentación del comercio e intercambio de animales con la costa africana cercana hasta fechas muy recientes, cuando fue prohibida por temas sanitarios. El camello llegó a todas las islas, incluida La Graciosa, y llegó a ser tan abundante en algunas de ellas, que incluso se practicaban apañadas. Los primeros camellos que llegaron a Australia procedían de nuestro archipiélago.
El cuidado y la crianza de los camellos en Canarias estuvieron inicialmente en manos, sobre todo, de moriscos. De hecho, en las ya mencionadas batallas de El Cuchillete y Tamasite está documentada la participación con las fuerzas majoreras de moros esclavizados. Las personas de origen africano estaban más familiarizadas con estos animales, que requerían unos conocimientos especializados para muchas funciones. Por ejemplo, los machos se vuelven muy violentos en la época de celo.
Campesinos de Fuerteventura retratados junto a su camello por Henry E. Harris.
Reconversión turística
Con la llegada del turismo de masas en la segunda mitad del siglo XX, muchas cosas cambiaron en la realidad de las islas, quedando en el olvido elementos que anteriormente eran muy relevantes. Símbolos y modos de vidas ancestrales desaparecieron rápidamente. Sin embargo, el camello logró reconvertirse con nuevos fines asociados a la industria del viaje de ocio. Mientras desaparecía de las labores agrícolas, su nueva función le llevó a a pasear turistas, con la caravana de camellos por el Parque Nacional de Timanfaya como estampa más reconocida de esta reconversión.
Ha logrado reconvertirse a nuevos fines asociados al turismo
Desde los años cincuenta del siglo XX, mucho antes de su declaración como Parque Nacional en 1974, está documentado el uso habitual de camellos para pasear a visitantes por las Montañas del Fuego, una práctica que ha recibido últimamente críticas de algunos sectores animalistas. El Ayuntamiento de Yaiza prepara la puesta en marcha de un Centro de Interpretación del Camello en Uga que ya tiene espacio arquitectónico asignado. En Fuerteventura, en cambio, han sobresalido los intentos por comercializar su leche y su queso, especialmente desde Oasis Wildlife, agregando una nueva línea para su futuro.
Recreación de las batallas de El Cuchillete y Tamasite. Foto: Carlos de Saá.
En las últimas décadas el camello se ha convertido en un emblema. No solo el turismo se ha fijado en él, sino también la alta cultura. Autores locales como César Manrique o Pancho Lasso lo plasmaron en sus obras plásticas, mientras escritores foráneos como Miguel de Unamuno u Olivia Stone se han maravillado con este animal. La música, y sobre todo el folclore, también ha cantado sus hazañas y la fotografía y el cine lo ha convertido en un icono muy poderoso del imaginario de estas islas.
El poeta Agustín Espinosa le dedicaba, ya hace un casi un siglo, un sentido elogio en su libro Lancelot 28º-7º, equiparándolo con un gran actor de Hollywood: “Si tú fueras a Nueva York -camello con arado de Lanzarote- encontrarías el empresario para tus películas. Trabajarías con Pamplinas y con Mary Pick-ford, con Charles Chaplin y con Harold. Y tendrías tu público infantil que te aplaudiría sonoramente cuando ganaras tus batallas y tomaras castillos con tu gran sable de madera”.
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