CULTURA

La Fuerteventura imaginada de Greta Chicheri da el salto a Madrid

La galería madrileña Utopia Parkway expone ‘La Rosa del Taro’, la última colección de la artista plástica radicada en la Isla

La pintora, en su estudio. Fotos: Carlos de Saá.
María Valerón 0 COMENTARIOS 18/04/2021 - 09:01

La imantaron las sombras, los contrastes de luz, la línea firme del horizonte, todo el mar. Para Greta Chicheri el color de la Isla fue un magneto y hace dieciséis años la agarró su gravedad. Lo ha contado varias veces, pero quizás la explicación más precisa, también la más hermosa, se la dio al periodista Alfonso Armada, que la recogió en el texto de catálogo de su colección Reset, en 2017: “Me dijo que tenía dos madres, que una le dio la vida (y con ella comparto ese origen: Galicia), otra la inspiración (Fuerteventura). Pero escuchemos sus palabras: ‘La primera es de una belleza exuberante, resplandeciente, húmeda y sensual, es mi tierra gallega. La segunda, desde donde escribo, es tierra de entrañas calcinadas, rojo fuego, sombras infinitas, es Fuerteventura. En esta isla me reencontré con el mar, uno más cálido que el de mi niñez, y descubrí la soledad de un horizonte sin fin que me llevó hasta la pintura. Supongo que en mi obra ambas madres están presentes de algún modo’” (Armada, A., Reset; 2017).

Las madres de Chicheri se abrazan, giran y ruedan en cada una de las piezas de su última exposición, Rosa del Taro, un trabajo en el que la autora, residente en Lajares, plasma una vez más su Fuerteventura imaginada, una isla de contrastes que le permite bordear el juego onírico, abanico de sombras, de la pintura metafísica. La vegetación de los territorios húmedos de su infancia y el tropicalismo convergen con paisajes de la isla más oriental del Archipiélago para crear el pueblo imaginado de Chicheri, construido, en esta ocasión, en un conjunto de dieciséis piezas. La colección se expone en la reconocida galería madrileña Utopia Parkway, que hasta el 27 de abril atesorará esta sutil muestra de paisajes de Fuerteventura, escenario sobre el que baila, en el óleo, el universo creativo de Chicheri.

“Fuerteventura modificó mi forma de acercarme a la pintura: la sorpresa inicial de un paisaje tan diferente al llegar fue un impulso, un acicate muy fuerte para pintar”, cuenta Greta, que destaca principalmente la nitidez de las sombras y la luz: “En un territorio tan diáfano, de repente aparecieron las sombras en la llanura y hasta en las propias montañas; cualquier elemento de cualquier paisaje de Fuerteventura deja una sombra muy evidente a la vista”. Justamente, el juego de sombras ha sido para la pintora un elemento clave en la búsqueda de su voz artística, ligada, de alguna manera, a la intensidad conceptual de los pintores metafísicos, que vinculan consciente y subconsciente, misterio más allá de la realidad visible. La autora señala, al respecto, que no busca desarrollar obras realistas, sino construir, desde la pintura figurativa, trabajos que permitan “expresar otros abstractos, no solo hablar del paisaje”. “Por eso me gusta acercarme a esa pintura metafísica; las sombras permiten regresar a esa representación de realidad e irrealidad que abordaba Platón, lo que es y lo que no es”, explica.

Pero no solo la sombra; la isla que atrapó el arte de Chicheri le dio otro elemento: el horizonte, que siempre gira para no acabarse, la línea recta y azul que acompaña a la vista en todos los paisajes insulares. “Está en mi pintura desde que llegué a Fuerteventura: aquí siempre estoy viendo el mar, desde cualquier perspectiva. En mis primeros cuadros siempre aparece una horizontal; todos tienen presente muchas líneas rectas horizontales y, creo, responde a ese impacto de ver el horizonte del mar. Esto no ocurre en otros paisajes de costa: el horizonte del mar se corta, se interrumpe, deja de verse. Aquí, donde quiera que mires, siempre lo encuentras”.


Chicheri, junto a la pieza ‘Pueblo nocturno’, durante la inauguración.

La isla imaginada

Luces y sombras, líneas rectas, arquitecturas oníricas, aristas y geometría, horizontes nocturnos, cubos construyendo poblados, tropicalismo y, debajo, recortada contra el lienzo, Fuerteventura. De La Rosa del Taro, exposición que toma el nombre del pueblo homónimo del centro norte de Fuerteventura, con el que la autora sitúa la creación en el paisaje de la Isla pero, al tiempo, refiere al tono predominante del conjunto, Chicheri escoge como uno de sus grandes favoritos Pueblo nocturno. Acrílico sobre lienzo, el cuadro plasma un conjunto de cubos geométricos, hogares que contrastan contra la noche de la montaña. Este paisaje, indiscutible Fuerteventura nocturna al desnudo, baila “con un pie en la abstracción”, según, explica la autora, señaló el público de forma unánime. “Eso me gusta, un espacio de abstracción dentro de la narrativa. Siempre quiero contar algo: aportar una huella humana, una historia oculta que puedas imaginar. A veces, la abstracción absoluta no lo permite”, señala.

'La Rosa del Taro' plasma paisajes de Fuerteventura, con una interpretación onírica y geométrica del territorio

Siguiendo la unidad estética y estilística de Pueblo nocturno, se suceden en la exposición pequeños pueblos, creados desde la geometría, conjuntos de cubos o paisajes rectilíneos y de diseño limpio que conforman esa Fuerteventura imaginada de Chicheri: Escanfraga, Tindaya, tuneras, sombras lunares, o una larga carretera hacia el norte son algunos de los paisajes majoreros que contiene La Rosa del Taro.

Sin romper la unidad estilística, pero viajando, en este caso, a las afueras de la realidad, se sitúa el otro gran favorito de Greta: Piscina en tiempos de pandemia. “Me mueve, tiene un significado especial y esa parte de imaginación y metafísica que me gusta”, cuenta. Es, además, una de las obras desarrolladas durante el confinamiento, que redujeron el taller de Greta a una pequeña habitación de su propia casa. El cuadro, un juego de arquitecturas irreales que recuerda, junto a otras piezas de la exposición, a los arcos y construcciones inquietantes de De Chirico (maestro de la metafísica), es, quizás, uno de los óleos menos enraizados al paisaje majorero y, con todo, su silencio devuelve al público el vacío de aquel territorio turístico arrancado del espacio-tiempo.

“A La Rosa del Taro, el público madrileño ha respondido percibiendo (me trasladaban) sensaciones de paz, soledad, introspección”, explica la pintora, que resalta que esas son las percepciones de partida de ella misma tras crear las piezas: “Aunque pinto mi propia ficción a partir de elementos que no necesariamente se encuentran en un mismo paisaje, la verdad es que no sé, una vez finalizados, qué cuentan mis cuadros; pienso que a cada persona le contarán algo diferente. En mi caso, siempre me gusta creer que cuentan dónde quisiera estar yo, mis deseos, lugares tranquilos, solitarios y, quizás, la gente puede encontrarse en esos espacios también al ver la obra”.

Simbolismo canario

“La insularidad canaria había tenido, y tiene, como quizá muchas otras realidades geográficas, además de su condición empírica, la de ser un lugar para el arte y la poesía, fundado por ellas en estrecha vinculación con su realidad material. Es decir, una autoctonía estética, que por lo demás se fue construyendo en mutua dependencia con la universalidad de las formas artísticas (...). Y es por eso por lo que esa dimensión simbólica universal de los elementos más definidos por el diccionario plástico y poético insular -palmera, roca, otero, mar, horizonte, luz, pita, camino, volcán, azotea- con el que los artistas y los poetas urdieron sus obras, se nos hace legible a los foráneos” (Andrés Ruiz, E; Isla, hermoso taller).

Chicheri: "Fuerteventura modificó mi forma de acercame a la pintura: su paisaje fue un acicate muy fuerte para pintar"

Con estas palabras, el poeta y crítico de arte Enrique Andrés Ruiz, autor del catálogo de la exposición, señala a Greta Chicheri y su Rosa del Taro como ejemplo de la vinculación profunda entre el arte y la naturaleza en la historia de Canarias, en un texto en el que la coloca, por primera vez, entre la potencial tradición artística del Archipiélago. Vinculando sus formas a las figuras cúbicas de Oramas (uno de los grandes referentes de Chicheri) y apuntando a la simbología utilizada por poetas y pintores de las Islas, Andrés Ruiz señala a Greta como a los ojos que, llegando desde una realidad externa, se han introducido en las formas y la mitología, en la estética y la verdad artística que encierra una isla desnuda. No en vano, abre este texto del crítico cultural una cita de Manuel Padorno: “Hermoso taller el mío, la isla”. No conocerá el arte un taller de belleza más tangible que la Fuerteventura imaginada de Chicheri que es, definitivamente, también nuestra.

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