REPORTAJE

Christian García y su vuelta al mundo: un “sueño cumplido” en 1.142 días

Fotos: Carlos de Saá y cedidas.
Eloy Vera 3 COMENTARIOS 12/02/2017 - 09:11

Mientras el 29 de mayo de 2013 muchos majoreros ultimaban los preparativos de su vestimenta tradicional para celebrar el Día de Canarias, Christian García cogía un avión rumbo a Panamá dispuesto a cumplir el sueño de su vida: recorrer el mundo. El joven regresaba a Fuerteventura 1.142 días después, con 37 países a sus espaldas y el reto de haber superado la mayor hazaña de su vida.

Este Willy Fog majorero, trabajador social de profesión y fanático de las películas de aventuras, tuvo claro desde su etapa de estudiante que una parte de su primer sueldo iría a parar a una cuenta de ahorro en la que ir almacenando euros y acortando el sueño de poder recorrer el mundo. Tras finalizar la carrera de Trabajo Social en Gran Canaria y vivir algún tiempo más en la isla vecina, decidió volver a Fuerteventura, donde empezó a trabajar en centros de menores inmigrantes. En invierno viajaba a Andorra para hacer temporada y ganar dinero como camarero. Poco a poco, su cuenta de ahorros empezó a sumar algunos ceros.

Antes, con 23 años de edad, Christian comenzó a cogerle gusto a viajar. Un día decidió sumarse a la moda de muchos jóvenes europeos y recorrer el viejo continente en Interrail. Visitó España, Francia, Suiza, Alemania, Bélgica, Holanda e Italia durante un mes y medio. “Ese viaje creó la base de lo que a partir de ahí empecé a sentir. Fue la sensación de querer y poder hacer algo y a la vez tener una sensación de libertad”, explica. Europa le abrió el apetito a viajar y le puso ante los ojos nuevas experiencias como dormir en la calle. El precio de los hostales iba más allá de su presupuesto y Christian optó una noche por pernoctar bajo la luna. Fue la primera de otras noches a la intemperie, recuerda mientras bromea: “Todo el mundo no puede decir que durmió en la Plaza de San Marcos en Venecia”.

La siguiente vez que abrió la hucha de sus ahorros fue para viajar al Sudeste asiático durante seis meses. Conoció Tailandia, Camboya, Indonesia, Vietnam y Laos. El joven asegura que ese viaje fue “el despertar de una pasión que creo que ya no va a poder pararse. En esos países vi cosas diferentes y pensé que el mundo sí vale la pena”.

Movido por esa pasión y en busca de experiencias diferentes, Christian hizo la mochila en 2009 y viajó como cooperante a las Islas Galápagos y Ecuador. En Galápagos participó en un programa de reforestación y limpieza de playas mientras que en San Juan de Jama, un pueblo pesquero ecuatoriano de unas 400 personas, trabajó con los niños del lugar a lo que les descubrió las maravillas del cine. “Buscamos un proyector y creamos una pantalla con lonas donde proyectábamos dibujos animados que también los padres seguían con atención en las últimas filas”, recuerda.

“He aprendido a conocerme a mí mismo. Estamos tan preocupados con estar con gente que cuando te ves solo no sabes quién eres”

En marzo de 2013, Christian compró un billete de avión a Panamá y, dispuesto a emular al personaje de Julio Verne, empezó a materializar el proyecto de dar la vuelta al mundo. Ahora, mientras espera que el té se enfríe sentado en una cafetería de Puerto del Rosario, se acuerda del momento en el que comunicó la noticia a su madre. “Le dio un chungo que le repetía cada día que pasaba a un país distinto”, bromea. Su madre curioseaba en Internet y era ella quien le alertaba de los peligros que se iba a encontrar en cada nuevo destino. “Ten cuidado con los terremotos, ahí hay terroristas…” eran algunos de los whatsapp que recibía desde Fuerteventura.

El siguiente paso después de adquirir el billete fue hacerse con una pequeña mochila de unos 25 litros. En ella, lo primero que depositó fueron unas botas de fútbol. “Me gusta el fútbol, me acercaba a jóvenes que estaban jugando para intentar unirme y eso me permitía conocer gente de otras partes”, señala.

Tras Panamá llegaron Costa Rica, Nicaragua, Guatemala y México, donde estuvo un mes colaborando en un proyecto con tortugas marinas para más tarde viajar a Alaska, Brasil, Argentina, Bolivia y Perú. En Buenos Aires, Christian empezó a sentirse mal. Había contraído la salmonella y con ella llegarían en el pack dos días ingresado en un hospital y tres semanas recluido en la cama de un hostal con fiebres, diarrea y vómitos. Una vez recuperado, volvió a echarse la mochila a la espalda para continuar el viaje. Después de nueve meses en América, cogió rumbo a Nueva Zelanda, donde se le unieron dos amigos con los que recorrió el país en furgoneta. Tras Nueva Zelanda llegaron las Samoa, dos islas pequeñas en medio del Pacífico que recorrió caminando y haciendo autostop. Más tarde, viajó a Australia.

Viaje de pico y pala

En Australia, decidió buscar trabajo para poder continuar el viaje y no tener que volver de momento a casa. Cada mañana, Christian iba hasta las puertas de un hostal al que acudían hombres en busca de mano de obra para pintar, arreglar jardines… Fue una época de “pico y pala” que este viajero sintetiza de manera tajante: “En mi vida había trabajado tanto como ahí”.

Allí permaneció alrededor de un año, un tiempo que fue combinando con escapadas a países como Filipinas, Vietnam, Nepal, donde caminó durante 18 días por los montes Annapurna en el Himalaya, Sri Lanka e India. En el país del Dalai Lama trabajó dos días en Bollywood como extra para una película cuyo guión demandaba figurantes con rasgos occidentales y diez días en una de las casas que la Fundación Teresa de Calcuta destina a acoger a moribundos de la calle con el propósito de que tengan una muerte digna bajo techo y cuidados.Tras recorrer en moto Indonesia en busca de olas, viajó a Sudáfrica, Botswana, Zimbabwe, Namibia y Mozambique. En la sabana africana le esperaban leones, cebras, elefantes, guepardos, hipopótamos y uno de los principales obstáculos que se ha encontrado durante el viaje. “Junto a mi primo y un amigo alquilamos un coche 4x4 para ir en busca de animales por el Parque Nacional Moremi en el Delta de Okavango”, recuerda. Al principio, todo era emoción y disparos fotográficos a la fauna africana hasta que empezaron a aparecer lagunas de agua delante del coche. Las primeras las cruzaron victoriosos hasta que el vehículo comenzó a llenarse de agua. Consiguieron salir de la laguna, pero el coche decidió pararse y no seguir con la aventura.

Christian recuerda la anécdota: “Se empezaba a hacer de noche y decidimos quedarnos en el coche con las ventanas cerradas y protegernos de los felinos que a esas horas suelen salir a cazar. La intención era al día siguiente ir los tres juntos en busca de ayuda”. Finalmente, vieron las luces de un coche, “empezamos a tocar la pita y picar las luces y se acercaron a nosotros. Era un ingeniero mecánico con mucha experiencia en safaris y un guía que nos remolcaron hasta el camping. El arreglo del coche costó unos 700 euros”. Durante estos 37 meses de viaje, Christian ha tenido tiempo también para enamorarse. En México conoció a una joven con la que ha ido cuadrando citas, cuando ella tiene días libres, en países como Filipinas, Bolivia, Isla Mujeres, Vietnam, Malasia, Colombia, Holanda…

Tras dos meses y medio en África, viajó de nuevo a Europa. Visitó amigos en Inglaterra y Dinamarca; trabajó en Andorra y Mallorca y tomó la decisión de volver a Fuerteventura. El 14 de julio de 2016 aterrizó el avión que traía a Christian de vuelta a casa. En el Aeropuerto le esperaban sus padres con una pancarta en la que en grandes letras mayúsculas se leía “Bienvenido”. Al lado, “2013-2016. Un sueño cumplido. Un reto superado”.

Christian bajó la escalinata del avión con la mochila de 25 litros cargada de experiencias. “He aprendido a no echar de menos y a conocerme a mí mismo. Estamos tan preocupados con estar con gente que cuando te ves solo no sabes quién eres. Yo tuve tiempo de estar solo y pasé de no saber con quién estaba a empezar a conocerme y saber quién soy”, y añade: “Todo el mundo debería tener un momento de soledad en su vida”.

Christian no sabe cuándo volverá a hacer la mochila. Tiene asignaturas pendientes como Mongolia, Kazajistán, China, la nueva Cuba sin Fidel Castro, Bután, Bangladesh… De todos los países por los que ha viajado, asegura que le gustaría vivir en Fuerteventura, “pero aquí está complicado conseguir un trabajo digno”.

Comentarios

Alucinante¡¡ muchas felicidades por esa aventura que seguro no será la última
Un maestro y una gran persona! Lo conoci en Australia...en sus dias de pala y picota! Que gran hazaña! Un abrazo gigante desde Chile!!
Que grande

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