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Antonio Saavedra Hernández, un pescador sabio y generoso

Morro Jable rindió un merecido homenaje a los marineros octogenarios que trabajaron sin descanso y en condiciones muy peligrosas para alimentar a su pueblo el siglo pasado

Itziar Fernández 1 COMENTARIOS 01/09/2024 - 09:05

En las últimas fiestas del Carmen se celebró un sentido homenaje a los marineros mayores de 80 años, todavía con una gran vitalidad, que trabajaron en la localidad de Morro Jable. Estos veteranos de la mar ejercieron y defendieron el oficio con esfuerzo y profesionalidad, en años muy duros, sin móviles, ni GPS y sin apenas medidas de seguridad, arriesgando cada día su vida para alimentar a su pueblo en el siglo pasado. Hoy se diría que mantuvieron viva la historia y cultura de un modelo de pesca artesanal, que impulsaba la soberanía alimentaria y el consumo responsable. Los homenajeados fueron Feliciano Santana Rodríguez, Lorenzo Roger Pérez, Rafael Hierro López, Ramón Rodríguez López, Sebastián Roger Pérez y Celestino Rodríguez Rodríguez.

A ellos se une el mayor de todos, con 91 años, Antonio Saavedra Hernández (nacido el 2 de octubre de 1932), que ha dedicado toda su vida a conocer, trabajar y defender el mar. No pudo asistir al homenaje por una gripe, pero sus descendientes transmitieron su sincero agradecimiento. La familia de Antonio procedía de El Cotillo y se afincó en el sur de la Isla porque había una mayor actividad marinera en Jandía. De joven se enroló en barcos grandes que se desplazaban al continente africano para practicar una pesca mayor. Permanecían hasta una semana fuera. Fue allí donde aprendió el oficio, cogió experiencia y pudo ahorrar dinero para comprarse su propio barco, en el astillero de El Cotillo. Puso a su barca Marisol y nunca le falló.

“Mi padre trabajaba con tiempos malos y buenos. El mar fue su vida y su pasión. Lo sé porque lo acompañé muchos días cuando era niño, y siempre lo recordamos juntos”, expone su hijo Antonio, que salía a faenar con su progenitor desde pequeño. Se trata de un marinero artesanal, fuerte, constante y muy querido, porque regalaba pescado a muchas familias vulnerables. Implicado en la comunidad y gran conocedor de su oficio, colaboró en la creación de la Cofradía de Pescadores de Morro Jable para luchar por el bienestar de los marineros y generar riqueza económica en el pueblo. No obstante, en sus primeros años como profesional, cada uno salía por su cuenta, vendía su pescado y afirma que se pagaba muy poco, además de que pasaban mucha necesidad y penurias.

Antonio pertenecía a una familia con una larga tradición marinera y se casó con una mujer campesina, Antonina Díaz Francés (Gran Valle, Pájara, 1935-2016). Ambos vivieron muy felices y formaron una gran familia con diez hijos, en Morro Jable, que creció con 20 nietos y tres bisnietos. Se casaron el 12 de octubre de 1958, siempre estuvieron juntos y celebraron sus bodas de oro en 2008, con una preciosa ceremonia. “Mi madre era una mujer extraordinaria, del campo, mis abuelos tuvieron 14 hijos, y se criaron en Gran Valle, hasta que se mudaron a Esquinzo porque mi abuelo tenía mucho ganado”, relata otra hija, María del Carmen Saavedra, conocida por el apelativo cariñoso de Mema. Antonina, de joven, trabajó en la zafra del tomate en Gran Tarajal, y una vez casada, entre partos se ganó un dinero trabajando en hostelería. “Fue una madre cariñosa, muy trabajadora, generosa, que cuidaba a toda la familia”, recuerda Mema emocionada.

Una anécdota que forma parte de la memoria familiar es que, una mañana como cualquier otra, Antonio salió solo a faenar con su barco. Tenía unos 45 años y le gustaba navegar sin prisa. Aquel día empezó a oscurecerse con una espesa calima y algo de viento. A bordo no tenía radio ni medio de comunicarse y con el temporal se desorientó y se perdió. La familia lo esperó, lo buscó y alertó a las autoridades de su desaparición. Por la mañana apareció por la costa de Ajuy. Se había quedado sin gasoil, sin víveres y logró navegar a vela hasta la costa, acompañado toda la noche por una ballena que rozaba su barco. Antonio demostró su templanza y su alto conocimiento del oficio y de la costa.

Antonio ha dedicado toda su vida a conocer, trabajar y defender el mar

La suerte le acompañó aquel día: sobrevivió y siguió adelante con su vida y su trabajo. Algunos días, Antonio salía del puerto cargado de pescado, pero llegaba casi sin nada. En el camino se paraba y regalaba a familiares y amigos sus capturas, para que pudieran dar de comer a sus hijos. Así se ganó el cariño vecinal, porque tenía un gran corazón, fue generoso y siempre estaba dispuesto a ayudar al que lo necesitaba.

“Llevo la mar en los genes como mi padre, me gusta salir a pescar pero mi profesión ha sido  camarero en hostelería”, manifiesta su hijo, que creció feliz con el trasiego de barcos y el ambiente marinero que reinaba en la localidad. “Hace medio siglo en Morro Jable había muchos pescadores, era una actividad muy importante y cuando llegaban las fiestas del Carmen descansaban, para poder disfrutarlas con devoción”, recuerda.

Antonio Saavedra rodeado de su familia. 

Las fiestas se celebraban a lo grande en casa de Antonio y Antonina. Se reunía toda la familia alrededor de la mesa para degustar el tradicional puchero canario, cantar y parrandear. “Hemos sido una familia alegre, muy marinera, por eso nos da mucha pena ver la decadencia actual del sector en Morro, fue la actividad más importante en el siglo pasado y ahora es minoritaria, casi no quedan barcos profesionales”, lamenta Mema.

Esta familia ha sido testigo de la transformación que experimentó Morro Jable con el crecimiento turístico, la llegada de visitantes y la construcción de hoteles: “El cambio fue impresionante; antes se conocían todas las familias residentes y se ayudaban y ahora ya no queda casi nada de aquel pueblito de pescadores”.

Aunque algunas viejas costumbres nunca cambian y Antonio se levanta cada día con la ilusión de ver el mar. El fallecimiento de su mujer le sumió en una gran tristeza pero sus descendientes, hijos y nietos lo cuidan cada día y le animan a seguir adelante con su sorprendente vitalidad.

Comentarios

Gracias por el homenaje a mi padre feliciano Santana rodriguez "talo"

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