Dos enfermeras escolares y pocas auxiliares para 17.600 alumnos en Fuerteventura
Familias, sanitarios y colectivos de pacientes demandan más profesionales en los centros educativos
La autocaravana de Liria Martín lleva aparcada al lado del Instituto Vigán desde hace unos dos meses. Los veinte minutos que tarda de El Cardón a Gran Tarajal se le hacen eternos cuando recibe una llamada del centro diciendo que a su hijo Israel se le ha bajado la azúcar. Sin enfermeras escolares y a la espera de que llegue la auxiliar de Enfermería, que le ha prometido la Consejería de Educación, no le ha quedado otra que hacer guardia en el exterior durante las horas que su hijo está en el aula.
Canarias comenzó el curso sin suficientes enfermeras escolares. Las Islas han vuelto a contar con tan solo 22 enfermeras escolares para más de 1.300 centros educativos y más de 250.000 alumnos, lo que supone una ratio muy alejada del estándar europeo de una enfermera por cada 750 escolares. Al inicio del curso escolar, el sindicato SATSE denunció que el nuevo curso comenzaba con “malas notas” para las consejerías de Educación y Sanidad, ya que no se garantizaba la presencia de una enfermera escolar en la mayoría de centros educativos del Archipiélago.
En enero de 2023, el Gobierno de Canarias puso en marcha el Proyecto de Enfermería Escolar. En la actualidad, las 22 enfermeras escolares que realizan su labor en los centros canarios se distribuyen de la siguiente manera: siete en Gran Canaria, seis en Tenerife, cuatro en Lanzarote, dos en Fuerteventura, dos en La Palma (una de ellas sin cubrir), una en La Gomera y otra en El Hierro.
En el caso de Fuerteventura, son cinco los centros que se acogen al proyecto. Los colegios de Tarajalejo, Costa Calma y La Lajita en el sur y Millares Carló y el Centro de Educación Especial, ambos en Puerto del Rosario. El proyecto del Gobierno canario deja fuera a los institutos. La Isla comenzó el curso escolar con 16.616 alumnos matriculados en enseñanzas no universitarias.
“Una enferma escolar cubre muchas aristas más allá de la asistencial”, recuerda el secretario provincial de SATSE en Las Palmas, Juan Trenzado. Y pone como ejemplo la necesidad de estos profesionales para abordar temas como el psicológico, cuando “ahora mismo nos encontramos con el aspecto alarmante de conductas suicidas entre adolescentes. La presencia de una enfermera escolar puede ayudar mucho ante estas circunstancias”. A pesar de ello, insiste, “la administración no termina de ver los beneficios que tendría una en cada centro escolar”.
SATSE ha reclamado al Gobierno que, en el marco de la negociación presupuestaria de 2026, se destinen recursos que permitan consolidar, de forma definitiva, la enfermería escolar en Canarias, pasando de la actual situación piloto a un modelo estable, vinculado a la red de Atención Primaria. “Todo esto ha quedado en nada. No ha aumentado el número de enfermeras. Esta petición se ha difuminado como otras más que se han hecho a la Consejería de Sanidad y al Servicio Canario de Salud”, critica.
El Parlamento aprobó en junio una Proposición No de Ley (PNL) por la que se instaba al Gobierno de Canarias a implantar la figura de la enfermera escolar en todos los centros educativos del Archipiélago. Dicho texto coge el guante a la reivindicación del sindicato SATSE. Sin embargo, subraya el responsable sindical, “todo quedó en una declaración de intenciones y en un apoyo de algunos grupos parlamentarios. La realidad es que estamos alejados del resto de comunidades y a años luz de cualquier estándar europeo”.
El hijo de Liria lleva tres años en el IES Vigán. En marzo del año pasado, le diagnosticaron diabetes. Los médicos aún no han conseguido regularle las bajadas de azúcar. “Está teniendo muchas, sobre todo por la mañana cuando llega al instituto. Muchos días se la mide y la tiene a 200 y en media hora se le baja a 40”, cuenta esta madre.
Hay madres que tienen que hacer guardia por casos peligrosos de diabetes y alergias
Ante esta situación, y sin una enfermera escolar en el centro, Liria ha tenido que aparcar la autocaravana a las puertas del instituto, para pasar en ella las horas en las que su hijo está en el aula, por si tiene que acudir a atenderlo. “Esta situación me genera estrés. No sé hasta dónde puede llegar si se desmaya. Vivo en una angustia constante”, reconoce.
Este año ha logrado que Educación le ponga una auxiliar a través de una subcontrata de la Consejería con la empresa Aeromédica, pero aún no ha llegado la profesional al centro, así que siguen “pendientes”.
“Creo que cada centro debe tener una enfermera escolar en los colegios, pero también en los institutos porque las enfermedades no entienden de edad. En los institutos hay cada vez más niños con enfermedades, alergias o, incluso, algunos que se desmayan sin tener aún diagnosticada la enfermedad”, detalla.
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Diabetes en clase
Canarias presenta la mayor tasa de diabetes infantil del país, con entre 30 y 35 casos por cada 100.000 menores de 14 años, y una de las más altas de Europa. Por ese motivo, las asociaciones de enfermos del Archipiélago volvieron a reclamar el pasado 14 de noviembre, coincidiendo con el Día Mundial de la Diabetes, la presencia de enfermeras escolares en todos los centros de las Islas desde el inicio del curso. AMADI, la Asociación para Diabetes de Fuerteventura, que acaba de anunciar su cierre por falta de financiación y tras 16 años dando voz en la Isla al colectivo, se sumó a las reivindicaciones.
Su presidenta, Josefa Bosch, insiste en que la falta de profesionales sanitarios en los centros escolares repercute en que los padres se vean obligados a tener que renunciar a trabajar para poder estar pendientes de sus hijos. “Si hay un niño al que le da una hipoglucemia y no hay enfermeras escolares son los padres los que tienen que acudir al colegio”, aclara.
Josefa ha perdido la cuenta, pero asegura que son ya muchos los años que llevan reclamando una enfermera en cada centro, “pero la respuesta es siempre la misma: no hay presupuesto”. Y a esta respuesta se suma otra: “No hay auxiliares de Enfermería. No hay quién cubra la plaza”.
Es “un peligro” que no haya personal sanitario en los centros porque, asegura la presidenta de AMADI, “si no saben los síntomas puede que al niño le está dando un mareo y esperen a que se le pase y eso puede ser fatal o que no esté diagnosticado y pueda sufrir una pérdida de conocimiento, llegar a un coma diabético y fallecer”.
Canarias tiene 22 enfermeras escolares para más de 250.000 alumnos
A su lado está Pedro Hernández secretario de la asociación. La escucha en silencio hasta que termina entrando en la conversación. “Hay solo dos enfermeras para toda la Isla. No ponen más porque creen que con eso está cubierto, pero nosotros por lo que luchamos es por tener uno en cada colegio. Educación y Sanidad se tiran la pelota, pero ninguno soluciona la papeleta”. Al final, “lo arreglan poniendo auxiliares que no saben cómo atender determinadas enfermedades”.
En Fuerteventura hay más de 8.000 personas diagnosticadas con diabetes. De ellas, 487 son niños con diabetes tipo 1. La coordinadora de proyectos de AMADI, Isabela Calero, explica que cada vez son más los niños diagnosticados y a edades más tempranas. “Es algo que nos preocupa”, reconoce. “Cuando les toca incorporarse a Educación Infantil, nos encontramos con que les dicen a los padres que los niños se pueden quedar en casa al no ser Infantil obligatorio. Es una discriminación. Por qué se tienen que pasar esto cuando pueden estar con otros niños compartiendo y recibiendo la misma estimulación”, critica.
“Dos enfermeras escolares en Fuerteventura son insuficientes y cada día nos damos más cuenta de ello”, asegura Diana Jerez, una de las dos profesionales del Servicio Canario de Salud que hay en Fuerteventura para este fin. Ella se encarga de la zona centro sur: los colegios de Taralajejo, Costa Calma y La Lajita, donde hay un aula dependiente del Centro de Educación Especial de Puerto del Rosario. En total, son unos 800 alumnos repartidos entre los tres centros. En el caso de La Lajita, con niños con necesidades especiales, no hay enfermero ni auxiliar sanitario. “Somos nosotros los que estamos para acompañarlos en caso de que pase cualquier incidencia”, explica.
“Estoy en los tres centros y cada colegio quiere que esté a tiempo completo, pero eso es imposible”, insiste esta profesional sanitaria y deja claro que el trabajo de las enfermeras escolares “no es solo asistencial”. Entre sus funciones la principal es la promoción de la salud en el ámbito escolar.
“Nuestra función es tanto asistencial como de acompañamiento, prevención y promoción de la salud”, explica mientras reconoce que, además de acompañar a los niños con enfermedades, “para que puedan llevar una vida lo más normal posible dentro del contexto escolar”, tienen que preparar talleres y charlas relacionadas con la prevención y la promoción de una vida saludable. “Los niños son una esponja y lo que se les enseña de pequeños es lo que van a hacer cuando sean adultos”, subraya.
Lo ideal, coincide con familias y asociaciones de enfermos, es que cada colegio tenga un enfermero titular dentro del centro y que su presencia se extienda a los institutos como ocurre en comunidades como Madrid, donde también se ponen estos profesionales en Secundaria. Diana recuerda que ya son varios años los que el colectivo lleva pidiendo un aumento de profesionales, una petición que se extiende a familias, y también a la propia dirección de los centros escolares.
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Lara González con su hijo, frente al CEIP Pablo Neruda.
Alergias
Lara González tiene un niño, Aquiles, de seis años. Con un año le diagnosticaron asma y alergias alimentarias al huevo, la leche, frutos secos, marisco y lentejas por contacto e ingesta. Cuando cumplió la edad escolar, lo matriculó en el colegio Pablo Neruda de la capital. Allí, se tropezó con la negativa a la hora de apuntarlo al comedor porque no tenían medios que garantizasen que el niño fuera a estar bien. “Me decían que tenía que estar con un auxiliar por si pasaba algo”, recuerda.
Lara escuchó muchas veces cómo le decían que el profesor no está autorizado ni formado para dar medicación y “menos para una inyección de adrenalina”, la medicación que se suministra ante una reacción alérgica grave. Al final, no le quedó otra opción que la de formar ella misma al profesorado. Les ha facilitado protocolos de actuación, informes médicos, charlas de cómo administrar los medicamentos al niño y cómo poner una inyección de adrenalina.
El año pasado recibió una llamada del centro diciéndole que una ambulancia venía a recoger a su hijo porque “se estaba muriendo”. “Fui al colegio y me dijeron que tuvo una reacción en cadena muy grande, que nadie fue capaz de reaccionar. Le dieron un yogur, que no podía comer, y empezó con vómitos y a cerrársele las vías respiratorias”. Por suerte, todo quedó en un susto.
“Educación se tiene que adaptar, pues cada vez hay más niños con necesidades”
El susto llevó a Educación a poner un auxiliar en el centro. Todo empezó a ir bien hasta que este curso se ha tropezado con otro obstáculo. “Este año me lo han rechazado porque la Consejería dice que no tiene derecho porque el comedor no forma parte del horario lectivo”, lamenta. El centro escolar y Lara han mandado cartas a Educación solicitando al auxiliar y pidiendo explicaciones.
“No entendemos por qué sí tenía derecho a un auxiliar el curso anterior, ahora no”, dice esta madre.
A su juicio, con un enfermero escolar constante en el centro se solucionarían estas situaciones, pues “una enfermera sabe lo que es una reacción alérgica, un cierre de vías respiratorias, cómo reaccionar y, por ejemplo, cómo poner una inyección de adrenalina”.
Cuando empezó con esta lucha, Lara apenas conocía a padres en una situación parecida a la suya. “Ahora, cada vez nacen más niños con condiciones especiales. Cada vez hay más alergias raras o alergias conjuntas o niños con autismo que necesitan un trato especial. Al final, hay que ir con los tiempos. Si cada vez nacen más niños con condiciones especiales, es la Consejería la que se tiene que adaptar a las condiciones de los niños”, insiste.
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Laia Rodríguez.
Pocas y sin formar
La Consejería de Educación tiene subcontratada a la empresa Aeromédica para la atención del alumnado con necesidades especiales. Familiares y asociaciones de enfermos cuestionan el servicio e insisten en que, en muchas ocasiones, llega a los centros un personal sin cualificación en el ámbito sanitario. “Muchas veces ni siquiera son auxiliares de enfermería sino educativas”, apostilla Isabela Calero de AMADI. “No tienen el conocimiento, por ejemplo, de cómo actuar ante la diabetes. Una enfermera es la que puede tomar decisiones sobre el control y cómo usar las bombas de insulina”, aclara.
Las pocas auxiliares que hay en los centros, aseguran desde AMADI, “tienen que contar con el apoyo de los padres y en los que no hay son los progenitores los que tienen que estar pendientes teniendo que renunciar a trabajar para estar en el colegio controlando a su niño”.
Laia Rodríguez se pasa el día de un colegio a otro. Tiene dos hijos con diabetes. La mayor, de 11 años, padece la enfermedad desde hace un año y el pequeño, de seis, desde que era bebé. Los dos iban al colegio El Tostón de El Cotillo hasta que tuvo que matricular al niño en un centro de Corralejo por la falta de auxiliares de Enfermería en El Cotillo.
Laia se ha pasado temporadas sentada en un banco de madera a las puertas del colegio de El Cotillo pendiente de la evolución de la glucemia, de darle el desayuno o de cualquier anomalía del sensor de glucosa. Al final, decidió matricularlo en Corralejo. “Uno de los principales motivos es porque allí tiene auxiliar de Enfermería y en El Cotillo no me lo cubre”, sostiene.
La mayor sigue acudiendo al colegio de El Tostón, pero sin enfermera escolar ni auxiliar. Su madre la ha enseñado a pincharse la insulina. “Lleva un móvil a clase. Si se le baja mucho el azúcar la llamo y estoy con ella al teléfono hasta que remonta”, cuenta. Cuando hay programada una excursión, tiene que ir con su hija y rezando para que no la demanden desde el centro de Corralejo.
“Estoy de un cole a otro”, reconoce. En el colegio del pequeño, hay auxiliar de Enfermería, pero hay cosas que no hace. Por ejemplo, explica, “el cambio de sensor lo tienen que hacer los padres”. Ante esta situación, no le quedó otra que pedir, en 2022, una reducción de jornada por menor a cargo con enfermedad grave. No se ha vuelto a incorporar al trabajo y tampoco tiene pensamiento de ello porque es “imposible”. “No me puedo comprometer a nada durante las horas escolares. En cualquier momento, tengo que salir corriendo”, asegura.
“El personal que nos envían viene sin formar. A veces, el niño se arranca el sensor de glucosa y las auxiliares no saben colocarlo. No cubren todo el servicio que se necesita”, se queja desde el otro lado del teléfono. “El año pasado tuvimos un incidente con una de las auxiliares, que le puso insulina para desayunar y no le dio el desayuno. Esto le provocó una hipoglucemia muy grave sin ningún tipo de explicación. Al par de días hubo otro incidente con ella, la despidieron y nunca más volvimos a tener auxiliar de Enfermería en el centro”, recuerda Laia.
Diana Jerez, enfermera escolar, coincide con las familias en que “las auxiliares son insuficientes. Con la cantidad de cronicidades de enfermedades que puede haber en un colegio, las auxiliares hay muchas cosas que no pueden hacer. Ellas pueden acompañar, pero muchas cosas no las pueden realizar”.
















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