“Ya no me preocupo en lo que voy a hacer dentro de una hora ni mañana”
Sergio Calvo, paciente ingresado durante 33 días en la UMI del Hospital Virgen de la Peña por la Covid-19
Sergio Calvo permaneció 33 días en la Unidad de Medicina Intensiva (UMI) y más de dos meses y medio ingresado en el Hospital General de Fuerteventura luchando contra el coronavirus después de contagiarse en un viaje al País Vasco. En dos ocasiones, le comunicaron a su familia que estaba a punto de morir.
Las patologías previas y la dureza de un virus que cada día sorprende con su comportamiento no jugaban a su favor. Al final, Sergio acabó dando la estocada a la Covid-19. “Los trabajadores de la UMI me salvaron la vida”, asegura.
La historia de Sergio lleva tiempo vinculada a los hospitales. Durante cinco años, tuvo que luchar con la Seguridad Social para que le reconocieran la baja médica. Al final, fue un juez quien le dio la razón.
Mientras luchaba en los tribunales, su cuerpo seguía haciendo frente a otra batalla, la de su propia salud. Este hombre, de 62 años, suma en su historial médico varias patologías cardiacas, pulmonares y traumatológicas. Tiene tres hernias discales, dos pegadas a la médula.
Por su complicada salud, le aconsejan no entrar en el quirófano. Aun así, se niega a quedarse en casa a ver la vida pasar. Junto a su mujer programó un viaje a Irún, en Guipúzcoa, en marzo. Aún no había llegado el estado de alarma por la pandemia sanitaria. El plan inicial era estar 15 días allí y ver a unos amigos con los que hacía tres años que no se reunía.
Sergio cree que fue una mujer, que se sentó a su lado y que decía tener gripe, quien lo contagió. Tras aparecer los primeros síntomas, la pareja decidió adelantar su viaje a la Isla. “Gracias a Dios que me fui a Fuerteventura porque si me hubiera quedado en Bilbao me muero”, asegura.
Al llegar a Fuerteventura, fue al hospital. Le dijeron que se aislaran en habitaciones separadas, él, su mujer y su hijo. Apenas recuerda cómo fue esa semana confinado en casa, “estaba ya ido. Mi hijo me decía que fuera al hospital, pero yo quería hacer caso al médico y seguir en casa”.
Sin embargo, llegó un momento en el que el coronavirus no estaba dispuesto a seguir dando más tregua. “Me sentía muy mal y con mucha fiebre”, explica. Llamaron al médico de cabecera y vino la ambulancia. “Recuerdo haber bajado la escalera de mi casa, pero nada más, ni siquiera haber entrado a la ambulancia”, comenta.
El 1 de abril entró en el Hospital de Fuerteventura. La memoria le falla para recomponer el resto del relato hospitalario: cuándo pasó a la UMI, cuándo lo entubaron, tampoco se acuerda de la dura lucha que libró contra la Covid-19. Sí sabe que estuvo 23 días entubado.
En dos ocasiones, “los médicos le dijeron a mi mujer y a mi hijo que se prepararan porque iba a morir. Me fallaron los riñones, los tuve por debajo del 30 por ciento”, comenta.
Pesadillas en la UMI
Durante el tiempo que estuvo en la UMI, recuerda que despertó una vez y lo volvieron a dormir porque “estaba mal y para que no sufriera. Tenía pesadilla tras pesadilla mientras estaba sedado. En ningún momento, pensaba que estaba en el Hospital de Fuerteventura, creía que estaba en hospitales ficticios. Eran unas chifladuras tremendas”.
Sin embargo, el personal de la UMI del Hospital de Fuerteventura no estaba dispuesto a que el coronavirus se saliera con la suya y consiguieron que Sergio empezara, poco a poco, a respirar por sí solo.
Tras aparecer los primeros síntomas, la pareja decidió adelantar su viaje a la Isla. “Gracias a Dios que nos fuimos a Fuerteventura porque si nos hubiéramos quedado en Bilbao me muero”, asegura
Cuando se despertó y pudo tener el móvil, vio que tenía 300 mensajes, pero solo contestó a su mujer y a su hijo. Quería trasmitirles que la pesadilla estaba más cerca de finalizar. Una vez empezó a estar consciente, comenzó a hacer videollamadas desde la UMI a la familia.
Cuenta cómo Samuel, un enfermero, le hacía las videollamadas, “yo no podía hablar por la traqueotomía, él me hacía la videollamada con mi mujer y mi hijo. No sé cómo, pero Samuel me entendía perfectamente. Traducía todo lo que yo le decía con una perfección cien por cien”.
Sin embargo, seguía echando en falta poder abrazar a su mujer y a su hijo y ver a su hija que estaba en Gran Canaria. Ahora el relato de este paciente se llena de agradecimientos al personal sanitario. “El médico Víctor Suárez de la UMI me salvó directamente la vida. Estaba ocho horas conmigo sin parar”, recuerda.
Sergio sólo tiene buenas palabras para él. Fue su ángel de la guarda durante los 33 días que permaneció en esa unidad. “Víctor se ponía a dar brincos, a saltar y levantar los pulgares, eso me dio ganas a mí de seguir luchando”, cuenta emocionado.
“Quiero dar las gracias a él y al resto de médicos y enfermeros porque su empeño era sacarme adelante, fuera como fuera, y lo hicieron. Le debo la vida a todo el equipo”, reconoce.
Después de estar en la UMI, Sergio tuvo que seguir luchando en la Unidad de Medicina Interna, donde se estuvo recuperando de una traqueotomía y de un virus común que afecta a las personas que han estado entubadas.
De allí, también recuerda la profesionalidad del doctor Palau y del resto del personal sanitario de esa planta. “Los profesionales de Fuerteventura trabajan de una forma sobrehumana, hay un equipo que ya quisieran centros importantes de Madrid, Barcelona, Bilbao, Tenerife o Gran Canaria. En Fuerteventura, no ha muerto nadie por coronavirus y ha sido así porque tenemos unos profesionales magníficos. No nos lo merecemos. Aquí, un médico tiene que trabajar con el mínimo de cosas”, lamenta.
Ahora, su relato se llena de quejas hacia los políticos por la falta de voluntad que han tenido en sacar adelante la sanidad en Fuerteventura. De su paso por la UMI luchando contra la Covid-19, saca una lección: “La vida hay que pasarla día a día. No podemos pensar ni en el pasado ni en el futuro, hay que vivir el presente y punto. Cada segundo que pasa es pasado y el futuro es cada segundo que viene. Yo ya no me preocupo en lo que voy a hacer dentro de una hora ni lo que voy a hacer mañana”.
Asegura que ha aprendido a vivir de otra forma tras pasar por la UMI: “He estado dos veces a punto de morirme, una por un paro cardiaco por tomar una medicación a la que era alérgico sin saberlo y ahora esta, donde lo aprendí todo porque estuve a punto de morir”.
También lanza un mensaje a todas esas personas que se saltan las normas de confinamiento poniendo en riesgo la salud del resto: “Yo tuve todos los cuidados posibles y caí. Se piensan, como los conductores, que los accidentes ocurren a los demás, pero están equivocados. No crean que están por encima del bien y del mal”.
Ahora, lanza una advertencia “si no quieren pasar lo que yo he pasado tomen precauciones”. El pasado 28 de mayo, Sergio regresó al Hospital de Fuerteventura. Quería hacerles entrega de una placa al personal de la UMI y de la planta de Medicina Interna.
En ella, se leía “por su gran labor profesional, humana y cariño hacia mi persona”. Sergio espera que su vida a partir de ahora sea tranquila, le quedan muchos hoteles en los que alojarse y viajes por realizar. De momento, serán rutas por Canarias. Toca poner un “granito de arena” y apoyar a la hostelería de las Islas.
Comentarios
1 Majorero Vie, 12/06/2020 - 11:22
2 Anonimo Vie, 12/06/2020 - 15:38
3 Anónimo Vie, 12/06/2020 - 18:14
4 Gregorio Vie, 12/06/2020 - 18:19
5 Anónimo Vie, 12/06/2020 - 19:58
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