“La fiesta de La Peña es argamasa, unidad del pueblo con su tierra”
Marcos Hormiga, pregonero de las Fiestas de Nuestra Señora de La Peña 2024
El escritor Marcos Hormiga es miembro honorífico de la Academia Canaria de la Lengua, todo un orgullo para el especialista en Filología Inglesa. Recuerda que en el año 1975 fueron sólo 12 majoreros a la Universidad de La Laguna. Cuando terminó la carrera, a los cinco años, ya iban unos 200. Algunos padres de la época sabían que el progreso estaba en la educación y la cultura. Su actividad literaria se ha desarrollado en los campos de la poesía, la narrativa, la traducción, la crítica literaria y la edición. El 19 de septiembre será el encargado del pregón de las Fiestas Patronales de Fuerteventura, en honor a la Virgen de La Peña, acompañado de los timplistas Althay Páez, Pedro Umpiérrez, Domingo Rodríguez El Colorao y Julia Rodríguez.
-¿Puede dar algunos detalles del pregón de las fiestas de La Peña de 2024?
-Al principio pensaba que era una invitación, como un saludo para el folleto oficial de las fiestas. Lo hice en un folio y medio y lo llamé argamasa. Es un término que me gusta mucho, era piedra seca o enfoscado que luego se utilizaba para albear las casas. La cal es prácticamente la superficie de Fuerteventura, a poca profundidad, y está en las gavias. Cuando construí mi casa en Tetir encontré la piedra caliza. La cal es un derivado de conchas marinas, o bien el paso del agua por el terreno convierte al elemento pétreo en calcáreo. Fuerteventura es cal en superficie o en tierra, es arena y es agua, marina o de lluvia. Eso conforma una argamasa. Argamasa es una confluencia de barranqueras, lomas que destilan agua de lluvia. Se podría hablar de la argamasa de tal o cual persona. Y esos tres elementos somos nosotros: pueblo, argamasa, unidad. Al estar acotados dentro de un término isleño insular, las condiciones históricas son diferentes a otros pueblos. Aquí se combate contra la piratería, con Xabán Arráez, a finales del siglo XVI, o las batallas de Tamasite. Todo eso da orgullo. El tema de las inclemencias del cielo, esperar a que se cumplan o no las cosas para que un año sea o no bueno, aporta la templanza, la paciencia y lleva al elemento recio. Junto al tema de la soledumbre de la Isla. Hemos sido la periferia de la periferia. Si bien Canarias ha sido periferia con respecto a las colonias o Península, Fuerteventura era todavía una periferia superior. Yo creo que ese aislamiento gubernamental y climático forma esa argamasa. La geografía e historia conforman la personalidad de un pueblo. Y eso no lo digo yo, lo dice el investigador y humanista Manuel Alemán Álamo en su libro Psicología del Hombre Canario. Desde ese punto de partida, quiero decir que esos son nuestros principios y orígenes, y somos lo que somos a raíz de quienes hemos sido. La fiesta de La Peña es argamasa, unidad del pueblo con su tierra.
-Estas fiestas reúnen a todo el pueblo majorero. Y las coplas en honor a la Virgen de La Peña constituyen una valiosa herencia cultural. ¿De qué época son, cuál es su estilo, forman parte del romancero canario?
-El zéjel, la jarcha y la moaxaja se sitúan en los orígenes de la literatura española. El zéjel, por consiguiente, es anterior al romance. Las coplas a la Virgen de la Peña poseen la estructura del zéjel. La forma estrófica de las coplas a La Virgen de La Peña es anterior al romance. La composición literaria es muy posterior. Las coplas a la Virgen de La Peña se difunden a principios del XVIII y son de autoría desconocida. Son composiciones de seis versos de seis sílabas en las que los cinco primeros versos riman entre sí, pero el sexto habrá de rimar con la estrofa siguiente, también en el verso número seis y así sucesivamente. Sobre La Peña se ha escrito mucho: me gustaría destacar el papel en el estudio de Fuerteventura de historiadores como Francisco Navarro Artiles, Marcial Morera, Rosario Cerdeña, Paco Cerdeña, Carmelo Torres y Felipe Bermúdez. En la historia de la Isla, independientemente de Unamuno, que da con las claves poéticas, quiero destacar a dos majoreros: Domingo Velázquez y Domingo Fuentes Curbelo. Ahora que me he puesto a estudiar las fiestas de La Peña, me ha impresionado todo lo que se sabe de la ermita. Los ornamentos de la iglesia, sus características arquitectónicas, la construcción, los maestros pedreros, los pintores... Me he quedado asombrado de los numerosos detalles conocidos. Como un ornamento aguamanil, traído de Portugal en el siglo XVI, de la zona de Coimbra como regalo al obispo.
-¿Cómo ha cambiado el programa festivo de La Peña?
-Bastante. En mi opinión, esta fiesta se debe vivir hacia dentro, porque lo original está en el origen. Las fiestas populares antiguas, antes de las orquestas, consistían en hacer el puchero, los vecinos de otros pueblos acudían y se les invitaba a ese plato de comida, y luego le tocaba al otro y al otro. Pero las fiestas aunaban, eran invitativas, se quedaban en el círculo del pueblo, y ahora lo que se proyecta es hacia fuera. La condición de las fiestas de antes era hacia dentro. Ahora papagüevos, voladores, orquestas y la parranda ya no pueden competir con ese programa festivo. La Peña tiene un componente de colectividad, aúna a la gente, pero tenemos que ser más conservadores con las tradiciones y con el programa festivo.
“Esta fiesta se debe vivir hacia dentro, porque lo original está en el origen”
-Suele comentar que Fuerteventura ha experimentado tres choques históricos.
-Sí. A raíz de la obra Psicología del Hombre Canario aprendí que la geografía insular se ha ido transformando. Así, se ha ido transformado el paisaje y la psicología de los hombres que habitaban el territorio, porque se tienen que adaptar y adoptar determinadas actitudes frente al medio. El segundo cambio histórico se produce con la llegada de los conquistadores, desde el punto de vista humano, y se conforman sociedades. Igual que se entremezcla el arte, las personas se entremezclan con el paisaje. Las casas están hechas de la misma condición que la tierra. Te adaptas al medio, a la inclemencia de las lluvias, a la beneficencia del mar, que juega siempre un papel fundamental. Luego, hay un tercer choque en la segunda mitad del siglo pasado. En resumen, el territorio insular ha tenido tres choques históricos bestiales: la llegada de los primeros aborígenes, la de los primeros colonos y la de las costumbres europeas en masa, que supone un cambio de modelo. Si la economía insular se sustentaba en el tomate, en la pesca, lo que quedaba de cereal y de la cochinilla, cuando llegan los años 60 y 70, todo cambia. Desde entonces los tiempos van demasiado rápido para que el paisaje absorba la personalidad que va cogiendo la Isla y vivimos en un mundo totalmente heterogéneo en la actualidad. Antes llegaba una riada de personas y así llegaron los portugueses, que ocuparon las orillas y son los pescadores. Apellidos como Figueroa, Moreira o Carballo van ocupando su espacio. En cambio, ahora llega una persona de Saigón o Colombia, pone un supermercado y se aísla en su mundo. Sin ningún tipo de crítica, entiendo que el choque de culturas es demasiado fuerte y rápido, eso necesita un tiempo.
-Aunque, como esperanza, menciona que la población mantiene viva su historia, con términos que permanecen en el habla diaria del majorero relacionados con la pesca, el queso, el gofio o la artesanía.
-Sí, por ejemplo, si decimos palabras como pesca de viejas, arenal, jable, callao, cabra, camello, burro, redondilla, queso, gofio, pejines, lapas, tomates, chícharos, higos, tunos, rondalla, gorra, molina, timple, empleita, aljibe, palmera, porrón o zurrón. Todos esos términos nos llevan al pasado pero están presentes en nuestra vida diaria.
“Los tiempos están yendo demasiado rápido para que el paisaje absorba”
-Recientemente publicó un artículo dedicado a Unamuno que se llama ‘Metáfora del Confinamiento’. ¿Propone un cambio de ubicación del monumento al escritor?
-Sí, desde hace años tienen a don Miguel de Unamuno abandonado en Montaña Quemada, con los alrededores en mal estado, cuando podía colocarse al lado en el llano precioso. ¿Qué hace la escultura de Don Miguel de espaldas a la montaña? Justo al lado tienen un llano precioso con vistas a Tefía a la izquierda, Montaña Bermeja, que le da un toque precioso, y Tindaya. Por eso lo llamo metáfora del confinamiento, porque lo tenemos ahí abandonado. Considero que se ha hecho un trabajo muy bueno en este año del centenario de la estancia de Unamuno en Fuerteventura.
-Unamuno fue un visionario del territorio y de las gavias...
-Sí. Considero que la gran obra arquitectónica de Fuerteventura son las gavias, son un tesoro, una obra faraónica, que podía ser como las pirámides de Keops. El trabajo realizado por los antepasados con la piedra ha sido impresionante y es una pena que en los últimos 85 años, el abandono de la agricultura, la erosión y el deterioro de la tierra han sido enormes. Esas gavias son una cuestión de supervivencia, para que cuando haya un torrente de agua no se pierdan todos esos metros cultivables. Y la costa da una pena terrible. ¿Te imaginas ver un paisaje recuperado de paredes de gavias en Fuerteventura? Eso sería identidad. Estamos en la obligación de mantener el esfuerzo de los que nos precedieron y que lo conservaron durante años. Nosotros, de buenas a primeras, lo abandonamos para coger una bandeja y malvivir. Fuerteventura tiene el mismo problema heredado de todos los tiempos, necesita agua. Con ella se recupera la tierra pero hay que crear las condiciones. Se hace necesario un plan de agua. Hay muchas personas que reivindican dotar a Fuerteventura de agua gratis. Ese sería un objetivo de futuro. Hay posibilidades si estamos poniendo placas fotovoltaicas y molinos, y pagamos la luz al mismo precio... Utilizan nuestros medios naturales, el viento y el sol para cobrar lo mismo, cuando eso es nuestro. Y encima lo colocan en un entorno rural con un impacto visual terrible, nos están dejando ciegos por no planificar su instalación en una zona apartada. ¿Es tan difícil luchar contra la lógica?
“A Unamuno lo tenemos abandonado en Montaña Quemada”
-Finalmente, como traductor de inglés existe un personaje como Olivia Stone, una exploradora y escritora adelantada a su tiempo en libros de viajes, que relató con una intensidad asombrosa su paso por Canarias. ¿Qué impresión le causaron Fuerteventura y sus habitantes?
-Olivia Stone escribió una obra titulada Tenerife and Its Six Satellites (Tenerife y sus seis satélites). Se editó en dos volúmenes en 1887 e, igualmente, en un volumen general en 1879. Yo traduje la parte concerniente a Fuerteventura. Sobre Fuerteventura hay dos ediciones traducidas, una de 1995, y otra, bilingüe, de 2023. En la edición última, también desarrollé el prólogo. Se ha hablado mucho de la obra de Olivia Stone. Su casa, en el condado de Kent, tenía por nombre Fuerteventura, algo que demuestra el amor que sintió por esta Isla. A su llegada a Corralejo, describe las chozas de sus habitantes, las buenas mujeres de los pescadores, describe la invitación a tomar café: “Entramos en una casa, o mejor un cuarto, ya que las cuatro paredes eran todo el habitáculo. Dos catres de viento bajos, unas cuantas sillas y una mesa constituían el mobiliario. El suelo era de tierra, estaba desnivelado y el conjunto hablaba de la escasez, de las necesidades para vivir, pero no de las bellezas, ya que a través de la puerta, centelleaba el mar azul, en calma como un lago, rodeado de piedras negras de la isla de Lobos, las montañas de Lanzarote y el blanco litoral de Fuerteventura”. De allí se dirige en camellos por las veredas del malpaís hasta Villaverde y La Oliva. Queda impresionada con el humo azulado en el cielo despejado, proveniente del horno en el que se cocía el pan para las fiestas de la Candelaria. “La Caldereta es un asentamiento de piedra y tierra parda”, refleja. Luego llegan a Puerto Cabras. Olivia Stone y su marido traen una carta de presentación para don Ramón Castañeyra de don Gregorio Chill, creador del Museo de Arte Canario, pero lo encuentran enfermo y en cama. Se quedan tres noches en una fonda, conocen a un escocés, propietario de almacenes de barrilla y de varias casas en el pueblo. Les transmite la pobreza existente: “Ricos y pobres están de igual manera”, falta de agua, de alimentos, el pueblo sobrevive con las semillas de barrilla que se tuestan para el gofio. Descubren la planta del mimo (bobo o tabaco moro). Esperan el correo en el muelle y describen la hospitalidad de los vecinos y las vecinas. Atraviesan el barranco de Río Cabras, Tesjuate, y sale a su encuentro un guirre. “Un pájaro de mirada maligna, y del mal agüero encaramado a un muro. Son útiles en estas islas. Este ave en particular era muy bonita, con la cabeza naranja fuerte, ensombrecía el color crema claro, ya disipado por el negro de sus alas”. En Casillas del Ángel encuentran a Francisco Rugama Bethencourt. Hablaron con él diez minutos y declinan su invitación para descansar en su gran casa terrera. En Tiscamanita visitan a Manuel Velázquez Cabrera y suben a Betancuria y a la Vega de Río Palmas.
“La gran obra arquitectónica de Fuerteventura son las gavias, son un tesoro”
-¿Cuando pasó por Betancuria y la Vega de Río Palmas Olivia Stone destacó la presencia de agua y de granito o sienita?
-Sí, por ejemplo se sorprende con el agua que corre por el barranco. Dice así: “Cierta cantidad de palmeras agrupadas a lo largo del valle y entre las casas, que se extienden a cierta distancia, probaban que el nombre no era inapropiado. Las montañas se ensanchaban a ambos lados. Por debajo de una ranura del acantilado corría un arroyo bastante respetable. Algarrobos, aceitunos y otros árboles, e incluso unas pocas flores decoran el valle y le dan una apariencia agradable al laberíntico pueblo de cabañas de barro. La ermita se encuentra sola sobre el terreno inclinado, al margen izquierdo del barranco. Arriba, también en el margen izquierdo, más o menos a un kilómetro de La Villa, hay unos pocos vestigios del Castillo de Val Tarajal”. Descienden por el curso del barranco y lo cruzan en dirección a las palmeras y a la parte principal del pueblo, que está a cierta distancia de la iglesia. Aprecian las techumbres de barro y las paredes de las casas, la verde vegetación. “Aquí, por primera vez, en la última de las siete islas, encontramos granito o más bien sienita. Las montañas están formadas de tal cantidad que su extracción podría durar quién sabe cuánto”. Aludiendo al Barranco de las Peñitas descienden por el fondo del barranco y aprecian que el hombre ha dejado su huella, ha hecho caños y se ha llevado el preciado líquido. “La vereda se eleva hasta que nos vimos entrando en una magnífica garganta de granito”.
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