ENTREVISTA

“El políptico de Miranda en La Oliva es una lección de escultura trazada a pincel”

Margarita Rodríguez, comisaria de la exposición ‘Juan de Miranda lo pintó’

Eloy Vera 2 COMENTARIOS 14/06/2024 - 07:21

A caballo entre Cristóbal Hernández de Quintana y Luis de la Cruz, Juan de Miranda (1723-1805) es el gran pintor de la Ilustración canaria. Gran parte de su obra ha abandonado por un tiempo las iglesias y casas de particulares para recorrer, bajo el título ‘Juan de Miranda lo pintó’, las principales salas de arte de Canarias. Tras su paso por el Museo Lázaro Galdiano, en Madrid, y el Instituto Cabrera Pinto, de La Laguna, donde se ha convertido en la exposición más vista con unos 10.000 visitantes, aterriza en la Sala Juan Ismael de Fuerteventura hasta el próximo agosto. Los visitantes podrán ver, entre otras obras, el políptico de la iglesia de La Oliva. La catedrática en Historia del Arte de la Universidad de La Laguna y comisaria de la muestra, Margarita Rodríguez González, no duda en asegurar que los lienzos de La Oliva “no son sólo una lección de pintura, sino también de escultura trazados a pincel”.

-¿Qué Juan de Miranda nos vamos a encontrar en la exposición ‘Juan de Miranda lo pintó’?

-Queremos que los visitantes tengan una idea global sobre Juan de Miranda. El volumen de obras que hemos conseguido recopilar es de casi 80. No se ha hecho una exposición de un pintor canario de tal envergadura. Hemos tratado de abarcar todas las épocas del pintor priorizando al Miranda de madurez, una vez regresa de Península, y también al Miranda de los últimos años de vida.

-¿Qué discurso expositivo plantea en la muestra? 

-El discurso expositivo es el de un pintor al servicio de una clientela en el siglo XVIII y en medio de una sociedad confesional. Hay un volumen muy importante de pintura religiosa y un volumen significativo de retratos. Esos son los dos grandes discursos temáticos de la época, al ser una sociedad tridentina a las puertas del mundo contemporáneo, pero donde aún no ha llegado el mundo contemporáneo. Por tanto, tenemos un discurso religioso que va desde los prolegómenos al nacimiento de Jesús: toda la serie de Inmaculadas; los capítulos dedicados a la infancia, vida pública, y a la pasión de Jesús; y después dedicamos un capitulo a la historia de la Iglesia con posterioridad a la muerte de Jesús, que es todo el mundo cristiano ejemplificado a través del retrato religioso. Miranda es poco proclive a hacer representaciones pictóricas en las que se representen temas dramáticos. Aquí solo tenemos uno dedicado al martirio de San Esteban. El resto trata a los santos como si de retratos se tratase.

-¿Cuáles son las joyas de la exposición?

-Pedirle a la comisaria que elija es muy complicado. Hay que tener en cuenta que una parte de los cuadros que nos han llegado, probablemente no ha sido con la calidad con la que la resolvió Juan de Miranda. Voy a ponerle un ejemplo que es para mí la carta de presentación de Miranda cuando regresa de la Península, en los años 70 del siglo XVIII. Se trata de la Adoración de los pastores. Es una obra espectacular. Hasta entonces, no se había hecho en Canarias un cuadro de tal envergadura salvo algunos como los de Ánimas, de los que hay muchos en Fuerteventura y Tenerife, pero con ese discurso tardobarroco no. Es un cuadro que ha sufrido mucho a lo largo de estos doscientos y pico años. De las tres intervenciones realizadas sobre él, sólo la última, patrocinada por el Gobierno de Canarias, merece la definición de restauración. Se encuentra en la Iglesia de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife. Es un cuadro que he utilizado para poner el título de la exposición, pues el pintor dejó escrito a pincel “Juan de Miranda lo pintó”.

“Hemos tratado de abarcar todas las épocas del pintor priorizando la madurez”

-¿Qué papel juega Miranda en la pintura canaria y peninsular del siglo XVIII?

-Miranda es uno de esos pintores de calidad que, sin ser Velázquez, Zurbarán o Murillo, mantienen con gran dignidad el soporte pictórico de los siglos pasados. La conservadora del museo Lázaro Galdiano dijo que Juan de Miranda pertenece, en el conjunto de la pintura hispana, a los llamados pintores invisibles. Están muy presentes en México, Sevilla, Alicante, Madrid o Andalucía, pero al no ser las figuras estelares no han tenido el encumbramiento de otros pintores. Queremos dar visibilidad a pintores de primera línea. La historia de la pintura en Canarias no se entiende sin Juan de Miranda. Le dio una vuelta a la pintura canaria, anclada en la tradición repetitiva en los esquemas. Juan de Miranda regresó a Canarias con todas las novedades de los autores que había conocido en el presidio de Orán, con todo el horizonte de la pintura de Levante, con el mundo andaluz y el de la villa y corte de Madrid y todo ese aprendizaje lo plasmó en las Islas en cuadros de gran formato como La expulsión de los mercaderes del templo, La entrada de Jesús en Jerusalén o el de la Magdalena de Conil, lienzos que no se habían plasmado temática y plásticamente en Canarias hasta entonces.

-¿Cuáles son las influencias de las que se alimenta Miranda para realizar sus composiciones?

-Bebió de todo lo que había a su alrededor, incluso aprovechó su estancia en el presidio de Orán. Allí estaba la pintura y escultura de primer nivel y ahí aprendió y absorbió todo. Luego, se hizo con una estupenda clientela en Alicante. El Ayuntamiento le llegó a encargar los cuadros del oratorio. Los Bourgunyo, una de las familias más poderosas de Alicante, le apoyaron y le encargaron cuadros. También influyó en Miranda el mundo de la corte y su paso por Andalucía, donde tenemos constancia de pintura, hoy no localizada, en Sevilla. Todo esto denota que transitó por esos lugares.

-¿Qué intención hay detrás de la obra de Juan de Miranda?

-Juan de Miranda es un autor que tiene que someterse a las peticiones de la clientela, aunque de vez en cuando dice no. Fue capaz de hacerlo al todopoderoso Cabildo Catedral al negarse a acabar el retrato del obispo Verdugo. Eso, un pintor de la época, que no estuviera encumbrado, no se lo podía permitir.  En esa época, los pintores no eran libres. A Juan de Miranda se le encarga una Piedad, una Dolorosa, una Magdalena... y lo que hace es plasmarlo como cree que debe ser. En el asunto principal no se sale del tema, pero en los segundos planos de la obra ya no está tan constreñido por el encargo. Ahí se siente libre y es donde vemos un dominio absoluto del color y el pincel. Es capaz de expresarse con un simple toque de pincel. Animo a quien visite la exposición a observar esos segundos planos.

-¿Cómo influyó la pintura de Miranda en los pintores canarios posteriores?

-Sabemos que tenía otros pintores en su entorno. Su hermana Josefa era pintora, su yerno Antonio Sánchez era pintor y su nieto Isidoro Sánchez también. Incluso, tuvo un discípulo en Puerto de la Cruz llamado Santiago Domínguez. No sabemos casi nada de ellos. El que sí se tiene como discípulo directo es Luis de la Cruz y Ríos. Este le heredó, pero en el ámbito del retrato. Pienso que algunos de los retratos de Miranda aún no están catalogados porque la calidad que adquirió Luis de la Cruz en el ámbito de la retratística oscureció, de alguna manera, al maestro.

“La historia de la pintura en Canarias no se entiende sin Juan de Miranda”

-Una de las joyas de la exposición es el políptico de la iglesia de La Oliva.  ¿Qué sabemos de esos cinco cuadros hoy día y qué papel tienen dentro del arte canario?

-En origen fue un retablo que dio problemas de sustentación y en el tránsito al siglo XX se dividió en cinco cuadros. La historia de los cuadros es muy interesante. Son los únicos de los que tenemos noticia que Juan de Miranda regalase. El políptico es una lección de pintura y de escultura llevada al pincel. Es un trampantojo, un engaño visual, con una proyección escénica que tiene que ver con la arquitectura fingida, el lenguaje rococó. Las representaciones de los dos Juanes, de José, la Dolorosa y de Cristo son lecciones de escultura. Las investigaciones han demostrado cómo, por ejemplo, la Dolorosa que está en el políptico recuerda a Luján Pérez. La de Miranda es anterior. El Crucificado nos remite especialmente a Rubens. Da la impresión de que se puede tocar tridimensionalmente y eso lo podía hacer Juan de Miranda. Sabemos que fue regalado durante el mandato del mayordomo Julián Leal entre los años setenta y 1782. Aplaudo a la localidad de La Oliva y al párroco Chema González por su inestimable ayuda para poder tener las obras en la exposición.

-¿Qué relación existía entre Miranda y Fuerteventura hasta el punto de llegar a donar unos cuadros a la iglesia de La Oliva?

-Es un tema muy misterioso. En su árbol genealógico hay ascendientes de Fuerteventura, pero realmente donde estuvieron asentados mayoritariamente fue en la zona de Guía y Gáldar, por lo que aquella relación familiar no es justificación suficiente. Parece que él quería tener intereses económicos en la Isla. En su momento, el profesor José Concepción lo refirió y se ha demostrado argumentalmente que tenía tierras en la zona de La Oliva, cercanas a las tierras de la Virgen de Candelaria. Las pretendió poner en cultivo cerealístico. Esto lo sabemos por un expediente judicial, por una denuncia que hace porque le engañaron. Ahí hubo un contubernio, aunque no sabemos dónde se resolvió porque el expediente que se conserva en el archivo del Cabildo está inconcluso y sólo está la denuncia. Sí sabemos que Miranda no tenía idea de cómo cultivar trigo, ni cebada porque él mismo lo reconoce. Probablemente, tenía relación, cercanía o amistad con el mayordomo Julián Leal.

-Qué otras obras del pincel de Miranda hay en la Isla?

-El de San Agustín de Valles Ortega, que está en la exposición, está atribuido a Miranda y también hay un cuadro en la misma ermita atribuido a él. Se trata de Santa Ana y la virgen. Ambos fueron restaurados por Chus Morante desde el Gobierno de Canarias. No tengo conocimiento de otras obras. Miranda es un pintor que trabajó mucho para las casas de particulares por lo que aún pueden seguir apareciendo obras.

“En la ermita de Valles de Ortega hay dos cuadros atribuidos al pintor”

-¿Cuáles son los temas más recurrentes en su pintura?

-La vida de Jesús desde la infancia hasta la muerte en todas sus fases con cuadros en gran formato, difíciles de encontrar en las Islas hechos por pintores canarios en esa época. También están los retratos de la alta burguesía, aristocracia y el clero ilustrado. Si hay que destacar un tema sería el de las Inmaculadas. Todos los pintores que se preciaban en esa época pintaban Inmaculadas. Tenemos la idea de que España es una tierra inmaculadista. El gran impulso de la Inmaculada a nivel oficial, tanto papal como monárquico, fue durante la época de Carlos III. Fue en ese periodo cuando el Papa concede el patronato de la Inmaculada a España. Eso da lugar a un despliegue plástico. No hay pintor con categoría que no represente a la Inmaculada y Miranda no iba a ser menos. En la exposición tenemos un capítulo dedicado a la Inmaculada. Vemos la de la Casa de Colón, que procede de una colección particular, la de la Concepción de La Laguna... y el cuadro que se ha llamado la Inmaculada y España al que hemos modificado el título, precisando Mater et Immaculata porque es la letanía mariana que concede cuando da el patronato y eso está representado en el propio cuadro.

Comentarios

Ante todo no vayan, no se movilicen, ¿qué sería de su reputación si alguien les viera acudiendo a esta magnífica exposición en el Juan Ismael? Les señalarían con el dedo, se harían lenguas de ustedes, lis descalificarían, les acusarían de interesarse por la cultura, les sacarían cantares. Pero esto sí, a cualquier festival de rock o de pachangas inmundas varias de esas a las que es tan afecto el ayuntamiento de Puerto del Rosario no dejen de acudir, sobre todo si se celebran a volumen brutal y para escarnio de los residentes se prolongan hasta horas intempestivas. Ahora bien, si usted es de los cuatro gatos que no me hacen caso y finalmente se viene a ver esta extraordinaria exposición de las pinturas de Juan Miranda, sepa que no le defraudará. Muchas gracias a la comisaria Margarita Rodríguez.
Verán santos y frailes y monjas y escenas y personajes bíblicos, sí. ¿Y qué? Bien está, miles de ojos desfilaron por delante y los vieron antes que los suyos. También verán soldados (uno de ellos particularmente risueño) y civiles, moros, judíos, cristianos, gente común, niños trepando a un árbol, mujeres hermosas, ancianos, joyas, delicados bordados, cristalería fina, castillos amurallados y naos en lontananza (pero hay que fijarse), las faenas del campo, asnos, un derrotado Hermes de los caminos, el loro propiedad de un niño de alcurnia más otras personas principales, perros, jaulas de palomas llevadas sobre la coronilla, la serpiente del inframundo, lo que puede pasar por un león (se diría que Miranda nunca tuvo uno delante), el dolorido corazón de una madre atravesado por larga daga, un niño arquero pilotando al vuelo un ave de presa... en fin, maravillas. Y ¡ah, se me olvidaba!, también al propio Juan de Miranda, que allá está mirándonos a todos cual nosotros a él y a sus obras.

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