“Los aborígenes también fueron migrantes. Hace 3.000 años aquí no vivía nadie”
Verónica Alberto, arqueóloga forense
Verónica siempre ha trabajado en el mundo de los huesos. Lo dice ella misma, con la naturalidad de quien lleva 35 años centrada en tan extraño oficio y con la ingenuidad de su mirada intensamente juvenil, pasión por la ciencia que nunca ha perdido y le da un brillo especial a los ojos. Verónica Alberto Barroso es arqueóloga forense especializada en el campo de la zooarqueología y bioantropología. Trabaja en la empresa Tibicena, arqueología y patrimonio. Los huesos por los que se pirra son muy especiales. Pertenecen a nuestros antepasados, los primeros habitantes de Canarias, un pueblo de origen norteafricano que arribó a las islas hace dos milenios y al que un millar de años de aislamiento, hasta la conquista castellana, le hizo desarrollar culturas diferentes pero al mismo tiempo hermanas: majos en Fuerteventura y Lanzarote, canarios en Gran Canaria, guanches en Tenerife, benahoaritas en La Palma, gomeros en La Gomera, bimbaches en El Hierro.
La experta recibe a Diario de Fuerteventura en el Museo Arqueológico de Betancuria, horas antes de inaugurar un ciclo de conferencias con una charla de sugerente título, ‘La memoria que guardan los huesos’. Estamos delante de la vitrina que recrea un enterramiento aborigen descubierto en la Solana del Cuchillete, en el valle de Los Canarios, Pájara. Es una reproducción, no son huesos reales, pero da pie para hablar de un tema que apenas unos días después saltará a la actualidad nacional. La retirada de la momia guanche del Museo Arqueológico Nacional para no exhibir “restos humanos”, de acuerdo con una nueva normativa del Ministerio de Cultura que pretende tratar con el máximo respeto a este tipo de cadáveres. En Betancuria se muestran varios cráneos. Y en los museos de Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife decenas de momias.
-¿Es una falta de respeto exponer momias y esqueletos en los museos?
-Para mí es todo lo contrario. He dedicado toda la vida a estudiar estos restos en busca de la realidad. Mirándolos intento penetrar en ellos y ver a la persona. Para mí es el mejor homenaje que puedo hacerles, traer al presente su recuerdo. Para que no se olviden. Las personas que se recuerdan están siempre presentes, son eternas. Si las olvidamos desaparecen. Y para mí, la mejor forma de recordarlas es haciéndoles este homenaje, recordando su vida y teniéndolas presentes desde el mayor de los respetos.
-Pero algunos dicen que exhibir esos cadáveres no es ético, que está bien estudiarlos, pero no mostrarlos al público.
-El debate existe, pero no sé en qué momento se estableció que era algo irrespetuoso. ¿Cómo mides que no tengo respeto hacia esa persona o sus restos que estoy contemplando y que me permiten conectarme con ella? ¿Sabes que la palabra recordar es un término latino que ya usaban los romanos? Significa pasar dos veces por el corazón, el órgano donde habitan los sentimientos. Para mí recordar es hacer un homenaje a estas personas que vivieron aquí antes que nosotros.
-Y que no eran tan diferentes.
-Estamos tan influenciados y tan ligados a ellos que no nos damos cuenta. Vivimos en el mismo territorio, en el mismo espacio, aunque en épocas distintas, pero queremos lo mismo, sobrevivir. Si hoy habláramos con ellos veríamos que tenían los mismos problemas, las mismas angustias y miedos, las mismas alegrías que nosotros.
-Se dice que eran gigantes.
-Físicamente eran idénticos a nosotros. Bueno, en el caso de Fuerteventura estamos ante la población más alta de toda Canarias, y eso permaneció también después de la conquista. Los hombres y mujeres de Fuerteventura eran los más altos de todo el Archipiélago hasta prácticamente avanzado el siglo XX.
-¿Cómo eran de altos?
-Estamos hablando de una altura que todavía hoy se considera alta. Una persona podía alcanzar los 1,80 metros e incluso superarlos. Por eso cuando llegaron aquí los normandos y los castellanos, que apenas medían 1,40 metros, les parecieron enormes.
“En Fuerteventura estamos ante la población más alta de toda Canarias”
-¿Era difícil la vida entonces?
-Era una sociedad tradicional de pastores, agricultores, recolectores de moluscos, que básicamente vivían en un equilibrio con la naturaleza que necesitaban que no se rompiera, porque estas tierras son duras, difíciles. En años de sequía, de malas cosechas, sin pasto para los animales, realmente lo pasaban muy mal y podía significar el fin de su existencia. Porque vivían en una isla y no había posibilidad, como en tierra firme, de poder migrar a otro sitio.
-No tenían escapatoria.
-Por eso su conocimiento del paisaje, del hábitat, era perfecto. Los lugares con agua, las plantas y los animales comestibles, eran fundamentales para garantizar la supervivencia.
-¿Los aborígenes canarios eran migrantes?
-No hay duda. Nosotros estamos hablando todo el rato de gente que ha migrado. Son migrantes, como todos los que hemos llegado a Canarias. Hace 3.000 años aquí no vivía nadie. Con todas estas revisiones se están poniendo sobre la mesa aspectos que son importantes para el pasado, pero también muy importantes para entender nuestro presente. Para que nos concienciemos de qué tipo de sociedad queremos. Cómo debemos enfrentarnos a los problemas actuales aprendiendo del pasado.
-Cuando llegaron ésta era una tierra nueva y deshabitada, diferente a la suya. Imagino que les costaría mucho adaptarse a ella.
-El inicio de ese primer poblamiento, ese comienzo de la colonización, tuvo que ser muy duro, porque, como cualquier migración y nuevo asentamiento humano, es un momento de incertidumbre, de encontrar tu sitio, es un momento de dominar literalmente el territorio.
-Y adaptarte a él.
-Hacerlo tuyo, conseguir que sea productivo. Es un momento duro, de crisis, como luego también lo van a ser los periodos de escasez. Pero una vez que se asientan aquí, esta tierra la hacen suya. Es su hogar. Se hacen isleños. Y conocen a la perfección cómo sobrevivir en cada una de las islas.
-¿Qué más cosas nos cuentan sus huesos?
-Nos lo cuentan todo. Nos hablan de sus enfermedades, de cómo era su dieta, del trabajo que hacían, de sus luchas, peleas y castigos.
-¿Eran violentos?
-La violencia es una estrategia, un mecanismo de regulación social al que se opta en los grupos humanos. Y estos grupos tenían sus enfrentamientos, quizás por motivos de guerra.
-La lucha por la supervivencia de un grupo frente a otro.
-Exacto. Recurrían a la violencia física. A veces era extrema y podía ser letal. Pero también se cuidaban. Hay personas que, por ejemplo, después de un enfrentamiento, tienen una herida que les hace perder funcionalidad en el cuerpo, la visión o la movilidad. El grupo las tiene que cuidar. Todas estas labores de cuidado también nos tienen que hacer pensar en el presente. ¿Quién te cuida? ¿Quién te alimenta? ¿Quién vela por ti cuando tú ya no puedes hacer las cosas que antes hacías? Todo eso nos lo cuenta el cuerpo. Cuando nosotros vemos una herida recuperada en una persona que ha perdido movilidad, funcionalidad a causa de esa herida o a causa de una enfermedad, sabemos que alguien lo cuidó. Y cuidaban también a los que, a lo mejor, ya no podían aportar nada al grupo. No optaban por la eutanasia.
-¿Nos hemos olvidado del papel de las mujeres en la historia?
-Hombres y mujeres son igual de importantes para la comunidad. Pero en la historia, el papel de las mujeres ha sido invisibilizado o ha estado subordinado a la vida de los hombres.
-Tampoco hemos dado importancia a la infancia.
-Exacto. La infancia es importantísima porque es esa etapa de la vida donde tú aprendes tus roles, qué puedes aportar al grupo para ayudar a su supervivencia, no solo biológica, sino también social como comunidad. Todos esos aspectos, si no los miramos en el pasado, tampoco los miraremos en el presente. Por eso es tan importante ponerles cara. ¿Las mujeres comían lo mismo que los hombres? ¿Tenían las mismas actividades físicas? Pues no. Están diferenciadas. Digamos que el reparto del trabajo es distinto entre hombres y mujeres. Pero tan importante es lo de ellas como lo de ellos. Por ejemplo, siempre se dijo que el enterramiento de la Cueva de Villaverde era de un hombre con un niño. Pero ahora sabemos que eran una mujer adulta y una niña. Son los tópicos que hemos mantenido los investigadores por todo el mundo. No hablábamos de mujeres ni de niñas. Siempre que pensábamos en el pasado era en masculino, un mundo solo de hombres.
-Volviendo a los huesos, ¿cuál es el esqueleto que te haya contado cosas más increíbles?
-Es difícil elegir porque todas me parecen excepcionales. Es increíble que desde el presente podamos penetrar en el pasado, tengamos esa oportunidad tan grande de poder mirar y volver la vista atrás, estar con ellos otra vez. Aquí en Fuerteventura hay un caso muy especial, el enterramiento de La Totina, en un acantilado costero al norte de la isla. Era un chico joven, entre 16 y 17 años. Y aunque el cráneo estaba roto en mil piezas, cuando lo reconstruimos vimos que había muerto de forma muy violenta. Tenía tres heridas mortales de necesidad, hasta el punto de que uno de los golpes le reventó la cabeza con una piedra cuando estaba arrodillado e inmovilizado. Estamos quizás ante la primera evidencia arqueológica de una de esas ejecuciones de las que hablan las crónicas, penas de muerte que se llevaban a cabo al lado del mar.
“Vivían en un equilibrio con la naturaleza que necesitaban que no se rompiera”
-¿Qué podía haber hecho un pobre chico de 16 años para ser condenado a muerte?
-No lo sabemos. Pero ellos tenían dentro de su sistema de justicia la pena capital. Este enterramiento data del siglo XI o XII, es bastante tardío, pero ahora mismo acabamos de estudiar uno de Lanzarote del siglo III que también parece una ejecución digamos reglada, en los primeros momentos de su llegada a Canarias, por lo que a lo mejor es algo que trajeron de su lugar de origen, que estaba en su cultura. Y eso nos permite también conocer ese mundo africano y continental que nos es tan desconocido.
-Un mundo terrible a nuestros ojos.
-No podemos valorarlo; desde el punto de vista histórico no puedes hacerlo. Tan solo demostramos que esa persona murió en unas condiciones de violencia extrema. Que ya había recibido unos golpes que le iban a causar la muerte. Y que terminarán ejecutándolo, arrodillado y dándole un golpe mortal en la base del cráneo. Pero realmente es terrible, sí.
-Ya para terminar, un consejo. ¿Qué debemos hacer si encontramos algún resto arqueológico?
-Antes de tocarlo y antes de nada, llamar rápidamente a las instituciones con competencia, al museo, al Servicio de Patrimonio del Cabildo o al 112. Respetarlo y sobre todo dar aviso. Luego ya los técnicos lo estudiarán y propondrán las medidas cautelares que crean necesarias. Porque no es necesario excavarlo todo, se puede proteger, pero es importante que la gente entienda que la colaboración es la única vía. Todos somos responsables de nuestro patrimonio. No es una cuestión solo de los políticos o de la Policía, es una cuestión de toda la sociedad. Aunque pensemos que no estamos causando ningún deterioro lo hacemos, estamos perdiendo una información vital. El verdadero valor es su historia y es algo que nos pertenece a todos. Imagínate un pueblo sin historia, un pueblo sin sus raíces, sin identidad. ¿Qué somos? Tú tienes un nombre y unos apellidos que hablan de tu historia. Si yo te quito todo eso te despojo de tu identidad. Sin historia no somos nada.
Comentarios
1 Yo Vie, 14/03/2025 - 09:01
Añadir nuevo comentario