La sabiduría campesina de Carmela Umpiérrez Fajardo
La vecina de Villaverde recopila sus poemas populares en el libro ‘Lo que mi memoria alcanza’, dentro del proyecto ‘Alas de la Memoria’
Carmela Umpiérrez Figueroa es una mujer que no deja indiferente a nadie. Su vida da para escribir una novela y hay de todo, saga familiar, sequía, trabajo agrícola, hambrunas, viajes interminables en barco a Caracas, mejoras económicas, progreso, enfermedades y muertes.
La isla de su infancia fue la del campo y el ganado, con largas etapas de sequía, falta de alimentos básicos, pero creció feliz, fuerte y fue una luchadora. Nació en Villaverde, luego su familia se trasladó a La Oliva. Aunque desde niña tuvo que ayudar a su madre en las tareas domésticas, era la segunda de once hermanos, siempre quiso leer, escribir, tocar el timple, cantar y bailar. “Iba a la escuela cuando podía porque primero era limpiar la casa, cocinar, cuidar de mis hermanos y ayudar a mi madre, así que poco pude estudiar”, recuerda.
Un día quiso cantar, aprender a tocar el timple, le gustaba y tenía maña, pero había poco tiempo para esa diversión. “Mi madre me desanimó y abandoné la idea”. A pesar de ello, fue muy independiente, decidió embarcarse a Venezuela para seguir a su marido, Antonio Darias, natural de Vallebrón. “Consiguió un trabajo en el Ayuntamiento de Caracas y allí no le fue mal, para los hombres era fácil y cómodo vivir en aquel país y en aquel tiempo, había parrandas, diversión pero para las mujeres, madres y trabajadoras era duro, me costó mucho”, rememora. Su padre pidió que le reclamara para poder trabajar allí y estuvo un tiempo.
Carmela vivió cinco años en Venezuela, trabajó en casa y fuera como costurera y en una fábrica de pelucas. “Todo era un cambio, había gente de todas partes, pero el trato con la gente era muy frío”. Para ella supuso años de tristeza y añoranza de su isla y familia. “Lo pasé muy mal, incluso mi hija se enfermó allí, un familiar la trajo con los abuelos a Fuerteventura, fueron años duros por la distancia”. Sufrió un terremoto que asoló el país y decidió regresar definitivamente.
Como anécdota relata que en unos de esos viajes de Caracas a la isla, en los años 60 con su hija de dos años y embarazada, el barco se averió e hizo una escala en La Habana, se subieron monjas y curas que huían de la revolución castrista, el viaje de una semana duró un mes y pensaba que se moría. “Hice muchos viajes con tormentas, barcos que hacían agua, repletos de gente, pasé miedo pero son experiencias”, reflexiona.
Cuando Fuerteventura registra ese incipiente despegue turístico y económico el marido de Carmela, Antonio Darias, regresa a casa definitivamente dejando atrás quince largos años de emigración en busca de un futuro mejor para su familia. Después, alumbró su cuarta hija, llegaron años muy felices, y se animó a escribir poemas, coplas, seguidillas, teatro costumbrista sobre lo que vivía y sentía. “Las letras salen de dentro con más soltura que las palabras, cuento mis alegrías y tristezas”. Se reunía con sus hermanas, familia y amigas en La Oliva y en Puerto del Rosario, donde ha sido muy feliz. “Cuando mis hijas salieron a estudiar fuera, tenía más tiempo y me dediqué a escribir y pintar”.
Carmela cuenta que su familia siempre la ha apoyado en todo, y su hija Marisa la animaba a publicar su poesía popular. La oportunidad se presenta con la colección Alas de la Memoria dedicada a rescatar la cultura popular. A sus 88 años presenta en el centro de la Tercera Edad de Corralejo el libro Lo que mi memoria alcanza. En la portada decide poner una foto antigua de su juventud con sus cuatro hermanas. “Éramos muy diferentes, cada una tuvo una vida distinta, pero estuvimos muy unidas”, comenta.
La temática es un homenaje a la Fuerteventura rural de su época. Los primeros poemas dentro del capítulo Lo que mi memoria alcanza arrancan con un retrato de la autora, escrito a los 65 años, con el nacimiento de sus hijos y su estancia en Venezuela.
Sigue con un resumen de vida que nunca había contado sobre su infancia y juventud. Dedica un capítulo al paisaje, que incluye La Oliva, el Jablito y toda la geografía insular. Otro a la belleza del Archipiélago. Menciona el guirre y otras aves. “Dentro de lo cotidiano: los hombres y los lunes”, afirma.
Carmela incluye un espacio de actualidad para mirar a Fuerteventura, la masificación turística que soporta la isla. No olvidará 2020, la amargura de la pandemia y el confinamiento. Los atentados del 11M, el fenómeno migratorio, la muerte de tanta gente en el mar. Tiene una secuencia para todas las personas que ama. También recopila cantares de nana, fábulas y ficciones populares. Ha escrito teatro, tradiciones, y termina con la muerte. “Quisiera morir de vieja / sentada junto a una palma / y abandonarme a la tierra / susurrando de mi alma / un cantar de malagueña”.
“Las letras salen con más soltura que las palabras, cuento alegrías y tristezas”
Ciro Fernández Guerra explica en el prólogo del libro que los cantares populares y el poemario que ha compuesto Carmela son una muestra de la sabiduría campesina majorera que pasa desapercibida. “Desde chiquitito sabía que Carmela escribía muy bonito, pero la cotidianidad hace que no lo apreciemos con la debida mirada”. Por eso gracias al proyecto Las Alas de la Memoria se pone en valor la memoria viva y la cultura popular de Fuerteventura.
La creadora del proyecto Alas de la Memoria, María Sanz, cuenta que surge ante la necesidad de crear lazos entre los jóvenes y mayores, en plena pandemia, para conocer sus orígenes y raíces y poder evolucionar. “Para mantener la historia pensamos que sería interesante que fueran los propios jóvenes los que grabaran con un móvil a sus abuelos y abuelas. Podíamos hacerlo nosotras como cineastas, pero era importante involucrar a los descendientes, y así encontramos el talento de tantas personas que llevan escribiendo toda la vida, pero tienen sus poemas guardados en casa”, resume.
Es un proyecto sin ánimo de lucro, organizaron cursos en colegios, charlas con profesores, alumnado y han conseguido contar la historia en primera persona. El proyecto sigue adelante y se presentarán nuevas propuestas el año que viene.
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