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Tras los pasos de Olivia Stone

‘En camello por Lanzarote’ y ‘Fuerteventura en 1884’, dos novedades editoriales desgajadas de la guía ‘Tenerife y sus seis satélites’

Myriam Ybot 0 COMENTARIOS 29/09/2024 - 08:33

Será por la reivindicación feminista contemporánea, empeñada en extraer de los pliegues del pasado la identidad y la obra de tantas mujeres ilustres que habitan sus sombras; o quizá, ante la nueva afición a los relatos “de tacita de té” alimentada por series tan populares como Los Bridgerton o Downtown Abbey (con permiso del clásico ochentero Arriba y abajo); o, incluso porque, después del encierro pandémico, cualquier lectura sobre viajes es fuente de excitación... Pero lo cierto es que, de un tiempo a esta parte, las anotaciones de la escritora británica Olivia Stone sobre su recorrido por las Islas Afortunadas parecen haber cobrado una especial relevancia.

Prueba de ello es la recentísima publicación de En camello por Lanzarote, que vio la luz el mes pasado en el catálogo de Itineraria, o la reedición de Fuerteventura en 1884, (Beginbook Editorial, 2023) que proponen la lectura independiente de los capítulos que les atañen, y en ambos casos, en versiones bilingües, para mantener la fidelidad al original y abrir mercados.

Las viajeras británicas eran mujeres aventureras que cruzaban océanos por diversos motivos, ya fueran de carácter familiar, profesional, o por realizar un periplo explorador. En su mayoría procedían de ámbitos sociales adinerados y eran personas instruidas. Hambrientas de conocimiento, rompieron moldes y animaron a otras mujeres a seguir sus pasos. Viajaban con libretas, pinceles o cámaras de fotos, con el fin de dejar testimonio de sus hallazgos.

“Una mujer piensa más sobre los incidentes circunstanciales del camino”

Tenerife y sus seis satélites fue publicada en el año 1887, después de una estancia de seis meses en Canarias del matrimonio Stone, con los textos de ella y las fotografías de él. Se trata de una obra de 450 páginas “que contiene completa información sobre los sitios de interés en cada una de las Islas, abordando la historia, las tradiciones y la cultura del Archipiélago”, según recoge Larry Yaskiel en su ensayo La conexión británica con Lanzarote y Canarias (Ediciones Remotas, 2018). La guía fue editada en Londres en dos volúmenes y constituyó un éxito rotundo, hasta el punto de su reedición, dos años después, en un solo volumen revisado, fuente de las dos publicaciones de referencia.

Dice Juan Enrique Jiménez Fuentes, en el prólogo al capítulo Olivia M Stone: una viajera metódica e infatigable, de su compilación de textos Ladies en el Puerto: Viajeras inglesas de los siglos XIX y XX en el Puerto de la Cruz (Idea, 2009), que la escritora “muestra tanto entusiasmo ante los áridos parajes de Fuerteventura como ante el intenso verdor de La Gomera”. Y es precisamente este despliegue de curiosidad y afán por conocer hasta el último rincón del Archipiélago lo que hizo especial y novedoso el relato de Stone frente a las propuestas de otras escritoras de viajes coetáneas, como Elizabeth Murray, Margaret D’Este o Frances Latimer, menos dispuestas a correr ciertos riesgos.

¿Una mirada femenina?

En términos generales, las personas estudiosas de la creación literaria de las viajeras pioneras destacan la “particular mirada femenina” en términos elogiosos, al constatar su aprecio por cuestiones cotidianas, costumbristas y antropológicas, que se detallan en los escritos y que, de otra manera, no hubieran trascendido sus tiempos históricos. Ya lo propuso la escritora y filósofa inglesa Mary Wollstonecraft, autora de Vindicación de los derechos de la mujer (1792) y Cartas escritas durante una corta estancia en Suecia, Noruega y Dinamarca (1796), cuando afirmó que “un hombre, cuando inicia un viaje, por lo general tiene en mente su final; una mujer piensa más sobre los incidentes circunstanciales, las cosas anómalas que pueden ocurrirle en el camino”.

Wollstonecraft, que había revisado veinticuatro libros del género para su amigo y editor Joseph Johnson en Analytical Review, señaló que los cronistas de viajes deben tener “algunos puntos de vista decididos, un gran objeto de búsqueda, concentrando sus pensamientos y conectando sus reflexiones” y que sus libros no deberían ser “aburridos con observaciones sin interés, o que los pensamientos en la mente del escritor deben estar en conjunto”.

Procedían de ámbitos sociales adinerados y eran personas instruidas

En esta línea, Jiménez Fuentes considera que la actitud literaria y la prolija colecta de datos de Olivia Stone se alejan en parte de ese encasillamiento de género, al ofrecer “una mirada metódica y rigurosa, con una gran capacidad de análisis de la realidad extraña en que penetra”. “Resultan un tanto obsesivas sus notas sobre la hora de salida, las paradas en el camino, las lecturas del aneroide y las comparaciones de las tomas de altitud con las de otros viajeros que la han precedido”, apunta.

“En la cima del paso, al que llegamos a las 11:40 a.m. (2.000 pies), nos encontramos con que el termómetro registraba 51. 8º F (11 º C). El frío es relativo”, anota Stone de su viaje a Tiscamanita, vía Betancuria. También recoge a lo largo de todo el periplo por las islas los nombres vulgares y científicos de las plantas que llaman su atención, con descripciones de su aspecto, colorido y usos tradicionales, entre muchas otras aportaciones.

En tal aspecto abunda el prologuista de En camello por Lanzarote, el escritor y filólogo José Betancort, cuando asegura en su introducción a la edición de Itineraria que “más allá de la crítica colonialista que muchos de estos libros relatan, hay en ellos un enorme caudal de datos, descripciones e informaciones, además de documentos gráficos, cartográficos y artísticos, que nos hablan de la vida doméstica en las Islas, de cómo era el paisaje, de la vestimenta tradicional o de las costumbres de los naturales”. Y por tanto, añade, “el estudio antropológico de Canarias en el siglo XIX no puede realizarse sin abordar el extenso corpus de publicaciones de viajeros y naturalistas de dicho periodo”.

No sería descabellado intuir que, en el caso de Olivia Stone, fuera intencionado y voluntario el alejamiento del relato romantizado y costumbrista de sus predecesoras en la escritura de viajes, con el propósito de ser tomada en serio, al igual que pretendieron algunas de sus contemporáneas, pioneras en el trabajo científico en los márgenes de los círculos oficiales, único espacio permitido a su curiosidad y esfuerzos. Si, como afirma Carolina Martínez Pulido, autora del ensayo Botánicas: Mujeres sembrando ciencia (Círculo rojo, 2024), era convicción general que “la presencia de mujeres frivolizaba el proceso investigador”, la irlandesa no estaría dispuesta a asumir su parte de culpa respecto a la literatura viajera.

Primera guía

Sean cuales sean las razones de Stone para la adición de datos de la observación empírica al relato de los hechos cotidianos, lo cierto que la obra Tenerife y sus seis satélites es considerada la primera guía turística clásica de Canarias, con información, consejos, precios y reflexiones para las personas aventureras de las postrimerías del siglo XIX, que elegían el Archipiélago para sus estancias de ocio o salud.

Una guía, sin embargo, que se aleja de la actual concepción del género, que dicta recomendaciones asépticas ajenas a cualquier valoración subjetiva para alcanzar al mayor número de públicos, intereses y expectativas. La obra de la irlandesa no ahorra comentarios, a veces humorísticos e incluso sarcásticos, para referirse a la experiencia viajera y a su percepción personal, sin que aparentemente le preocupe la total ausencia de filtros o el impacto sobre el público lector.

La obra de la irlandesa incluye comentarios, humorísticos y sarcásticos

“Los nativos de estas dos islas (Lanzarote y Fuerteventura) son particularmente ingeniosos y despiertos, e incluso se nos antoja más por contraste con los Canarios, que son imperdonablemente estúpidos”, llega a asegurar en sus notas durante la estancia en la isla majorera. Tampoco escatima en elogios, por ejemplo, para referirse a la hermana de un caballero español que acoge al matrimonio en una parada del viaje en Fuerteventura: “(...) una bella joven que en un año o dos eclipsaría a todas las beldades e impresionaría a Londres con un furor más fuerte que el de una cara como la de Fra Angélica. Me quedé dormida en una habitación perfumada con hojas de rosa, y obsesionada por unos ojos de gacela, por la lozanía de una real moza y por una boca capaz de volver loco a un hombre”.

Al respecto, José Betancort señala que la literatura de viajes en la Inglaterra del siglo XIX y comienzos del XX “es una de las primeras herramientas que va a tener la mujer para expresarse de manera libre”, en un espacio literario tan encorsetado y limitante como el resto de los ámbitos del universo femenino.

‘En camello por Lanzarote’

Del capítulo lanzaroteño destaca su prologuista, el escritor José Betancort, que “Stone inaugura, sorprendentemente, un nuevo discurso poético sobre el paisaje canario, donde los valores estéticos ligados al volcanismo agreste y a los campos secos cobran un protagonismo inexistente hasta la fecha. (…) El paraíso no necesariamente debía ser un sitio verde”.

Frente a las recomendaciones y advertencias sobre lo “tonto” de visitar las Islas occidentales, que, según recoge la irlandesa “desprecian totalmente (…) considerándolas pobres y sin esperanza y casi excluidas del alcance de la civilización”, los párrafos dedicados a Lanzarote exhiben desde el principio la excelente impresión causada por la Isla y por un paisaje “novedoso y totalmente diferente”. De su ruta hacia el sur nacen algunas de las frases más elogiosas: “Es en Yaiza donde encontramos la maravillosa combinación de lo sublime y lo hermoso, de las montañas de fuego y del lago apacible, y cerca de estas maravillas de la naturaleza, la mano del hombre ha hecho brotar un jardín en medio del desierto, y aquí bondadosos samaritanos se apiadan de los viajeros que arriban a sus costas, les dan la bienvenida, los atienden como si fueran reyes y los devuelven a su camino felices”. Como para no coger el primer trasatlántico a las Islas.

“La de Olivia Stone fue la guía de viajes más completa de su tiempo y todavía hoy brilla”

El retrato social no resulta menos halagüeño para quienes pensaban en aquel tiempo en surcar el mar rumbo a Lanzarote: “Los Vieyra (familia que acoge al matrimonio Stone en su excursión al sur de la Isla) datan de la conquista y procedían antes de la “sangre azul” de España. Por supuesto, durante nuestros viajes hemos recibido la hospitalidad de personas de todas las clases, ofrecida de manera amable y con buena voluntad, pero interactuar con la aristocracia de estas islas no ha sido la parte menos placentera. Apartados, como muchos de ellos están, del mundo exterior, la elegancia natural y la delicadez heredadas de generaciones de refinados ancestros es aún palpable en la solitud de las montañas o entre las llanuras volcánicas”.

El capítulo lanzaroteño contiene, además, extensos relatos sobre la historia de la conquista, referencias de autores clásicos e incluso citas textuales de obras sobre Lanzarote, lo que convierte la descripción de este “satélite” en un sesudo compendio de saberes del más variado pelaje, por más que la escritora fuera criticada en su momento de falta de exactitud o rigor en sus apreciaciones. Según asegura la editora, Alba Cantón, “la de Olivia Stone fue la guía de viajes más completa de su tiempo y todavía hoy brilla entre las crónicas por su mirada poética, la prolijidad de datos y sus estimulantes descripciones”.

‘Fuerteventura en 1884’

La última publicación del capítulo dedicado a Fuerteventura, a cargo de Marcos Hormiga, quien también firma su introducción, es una reedición actualizada y bilingüe de la publicada en 1995 “pensada para que pueda ser utilizada en Secundaria por lo interesante de las anotaciones de Olivia Stone sobre el contexto de Fuerteventura en la época: una aproximación a las labores tradicionales, a las formas de vida, a la historia de la Isla que constituye un testimonio de gran valor”, diría su responsable editorial durante la presentación en la Feria del Libro.

El capítulo majorero comienza el miércoles 30 de enero de 1884, con la descripción de la llegada a la costa de Fuerteventura, procedentes de Lanzarote y ya desde sus primeros párrafos la irlandesa exhibe su aprecio por sus habitantes: “Toda la población de pescadores -aunque no era una gran multitud- nos recibió en las rocas, mientras arriábamos nuestra vela y nos deslizábamos hacia allí. Entre ellos, habíamos avistado a un hombre bien vestido, con una sombrilla blanca, del que pensamos no podría pertenecer al conjunto de chozas llamado Corralejo. Resultó ser nuestro próximo anfitrión, Don Víctor Acosta, quien, para recibirnos, había hecho todo el camino desde La Oliva con dos camellos: para nosotros y nuestro equipaje. Una bienvenida realmente hospitalaria a Fuerteventura”.

Pero tales palabras, cálidas y admiradas, contradicen la siguiente afirmación, bruñida de la más británica de las displicencias: “Las buenas mujeres de los pescadores nos animaron a entrar en sus casas y tomar café. Pobres diablos, nos habrían dado lo mejor que tenían, que no era mucho, quizá un remiendo para sus espaldas o un cuarto de sus bolsillos”. La actitud colonialista de la dama del Imperio no puede ser más obvia.

“Debo confesar que hubiese preferido que se sirvieran las papas con la piel”

En todo caso, la fascinación por la Isla es evidente a lo largo de todo el capítulo, con descripciones coloristas como acuarelas: “La vista hacia atrás es muy bella, casi divina, ya que el mar azul convierte en magnífico el paisaje más desapacible, aunque éste, bajo ningún concepto, deja de ser interesante. A lo lejos quedan las montañas de Lanzarote; el mar azul debajo y, arriba, el cielo compiten el uno con el otro, como si pretendieran producir el efecto más brillante”.

Y como quiera que las notas están dirigidas a potenciales viajeros, Stone relata situaciones y costumbres con las que podrán encontrarse los compatriotas que visiten Fuerteventura: “Para desayunar nos pusieron carne de carnero que comimos como si de cordero se tratara, carne de cochino y tortitas frías, al menos, estaban frías cuando las comimos. No son exigentes a la hora de comer las cosas calientes, y así que les parece, se pone todo en la mesa y de una vez: huevos, carne, pescado, tortilla”. Y para corroborar la extrañeza de lo que sucede en torno a la mesa, remata en otro fragmento: “Ya que éramos incapaces, como quiera que fuera, de comer las escamas de pescado, tuvimos que utilizar nuestros dedos. Debo confesar que hubiese preferido que se sirvieran las papas con la piel. Resuelve la duda de la operación de limpieza en el pelado”.

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