Tras la huella de los primeros europeos en Fuerteventura
Los primeros asentamientos normandos en la Isla siguen siendo una incógnita para la arqueología
La huella de los primeros europeos que arribaron a Fuerteventura tras la conquista se encuentra, en gran parte, sepultada bajo tierra. La arqueología ha dedicado escasa atención a la etapa postconquista y poco se sabe sobre cómo fueron los momentos en los que la cultura aborigen y europea se cruzaron y se vieron obligadas a convivir. Aún quedan dudas sobre la ubicación de los asentamientos normandos: las fortificaciones, ermitas y almacenes que levantaron los conquistadores; qué queda de los primeros poblados que se dibujan sobre los mapas de la época y cómo fue la vida durante la etapa moderna. Incógnitas que quitaron el sueño a investigadores en el pasado. Ahora un grupo de arqueólogos recoge el testigo para seguir ahondando en el conocimiento de esta etapa histórica.
La arqueóloga y directora de la empresa de excavaciones arqueológicas Arenisca, Rosa López, participó el pasado mes de septiembre en las Jornadas de Estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura, que se celebraron en Arrecife. Profesores universitarios y arqueólogos trajeron hasta el foro los resultados de las excavaciones realizadas en las dos islas. López participó con la ponencia Arqueología de la primera ocupación europea de Fuerteventura, estado de la cuestión y primeras líneas de trabajo, donde recorre las investigaciones que se han realizado sobre los posibles primeros asentamientos europeos y las posibilidades que la arqueología ofrece para dar respuesta a cómo fue poblada la Isla.
La especialista en arqueología resalta la etapa posterior a la conquista como “fundamental”. A partir de ahí, es cuando el trabajo de campo de los arqueólogos se ve apoyado por fuentes documentales. “Las fuentes documentales y la arqueología tienen que ir ligadas, sobre todo, en ese momento. Tenemos la suerte de tener la crónica de la conquista, una crónica que es contemporánea a la llegada de los europeos. La arqueología nos permite contrastar, con restos materiales, lo que dicen esos documentos y saber, a través del trabajo de campo y los documentos, qué cambios se produjeron en la sociedad aborigen una vez conquistada o cómo se distribuyó el territorio y los nuevos usos que se le dieron”.
Con Rosa nos trasladamos hasta el terreno para conocer los posibles asentamientos europeos en Fuerteventura. La primera parada lleva hasta el Barranco de La Torre. Allí se encuentra el que para muchos es uno de los yacimientos más importantes de la Isla: Rosita del Vicario.
En 1945 el comisario provincial de la zona, Sebastián Jiménez Sánchez, y un vecino del lugar, Juan Medina Berriel, excavaron el yacimiento. Los dos desenterraron restos de cerámica aborigen, malacofauna y restos líticos, pero también trozos de cerámica vidriada, que indica su adscripción a tiempos posteriores a la conquista, platos metálicos, herrajes de caballería y una moneda. Algunos de estos restos se encuentran depositados en el Museo de Fuerteventura. “De estos elementos, se ha realizado una primera identificación, pero faltaría un análisis exhaustivo de ellos”, apunta López.
Sebastián Jiménez Sánchez se atrevió a identificar el lugar, de unos 12 metros de diámetro, como la torre normanda de la que se habla en las crónicas de la conquista. Para ello, explica Rosa López, Jiménez Sánchez se valía de “la entidad de los restos encontrados y de la cartografía de la época. En 1590 Torriani recogía el topónimo Barranco de La Torre para referirse a la zona”.
El yacimiento aborigen de Rosita del Vicario fue reutilizado tras la conquista
Sobre la hipótesis de Jiménez Sánchez ha planeado siempre la duda. En la década de los 50, el historiador Elías Serra Rafols interpreta las estructuras como restos aborígenes. Hace unos años, la catedrática de Arqueología de la Universidad de La Laguna Carmen del Arco y su equipo excavaron en la zona. Los restos, que fueron datados, dieron resultados que los sitúan en los siglos XIII-XIV después de Cristo.
López también pone en duda que Rosita del Vicario se corresponda con la torre de Bethencourt. “Falta realizar una excavación en la zona, pero lo que sí está claro es que se trata de un yacimiento aborigen que fue reutilizado tras la conquista”, subraya.
Hallazgo metálico encontrado en el yacimiento de Rosita del Vicario.
Pozo Negro
El empeño por encontrar los restos de los castillos betancurianos, que levantaron Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle, lleva ahora hasta Pozo Negro. La historiografía sitúa el castillo de Bethencourt en la zona de Rico-Roque, un lugar donde aún existe una fuente.
López explica que los primeros en situar la fortaleza de los franceses en esa zona fueron los hermanos Serra Rafols “gracias a la existencia de unos documentos de la Inquisición fechados en 1505. Los textos indican que ya en esa fecha hay un comercio muy fluido en Pozo Negro. En la documentación, también se cita la fuente”.
El Valle de Pozo Negro es un espacio de gran interés para el estudio
El afán por encontrar los restos europeos de los franceses se trasladó a otros arqueólogos de las Islas. Expertos en arqueología como Antonio Tejera Gaspar, María Antonia Perera y Elena Sosa se han interesado en las últimas décadas por el estudio de este periodo y por identificar la posible vinculación normanda con las estructuras de piedra que aún se conservan en el lugar.
El equipo de Tejera prospectó la zona e identificó un pozo en escalera realizado con piedra volcánica de color negra que, apunta Rosa López, “podría ser muy antiguo y dar nombre al puerto: Pozo Negro. Este lugar ya era conocido, usado y frecuentado antes de 1427”. Junto a este aparecieron dos pozos más de planta circular, además de otras estructuras que definen espacios.
Siguiendo el texto de la conquista y las sugerencias de investigadores anteriores, Tejera y su equipo identificaron una posible construcción europea, muy deteriorada. Los arqueólogos lanzaron la hipótesis de que la estructura pudiera corresponder con el emplazamiento descrito en la crónica normanda.
Tejera Gaspar, en una entrevista publicada en abril en Diario de Fuerteventura, aseguraba que los restos de los pozos de Pozo Negro, aún sin estudiar, “son extraordinarios”. Describía “tres pozos similares a los del Rubicón, pero no iguales. Son tres pozos, uno con rampa que llamamos Pozo Negro, hecho con la lava volcánica negra del volcán. También está la estructura del almacén que hizo Jean de Bethencourt y luego la fuente de Rique Roque que es fantástica y, también, los restos muy deteriorados de lo que ellos llamaron el castillo de Rique Roque”.
Las hipótesis están aún pendientes de excavaciones más exhaustivas que permitan identificar los restos con el lugar donde Jean de Bethencourt construyó los almacenes y la torre tras su llegada a la Isla en 1404.
Rosa López asegura que, más allá de la localización de aquellos edificios identificados como los que cita Le Canarien, “el Valle de Pozo Negro constituye un espacio de gran interés para el estudio de distintos momentos históricos de Fuerteventura, una época que va desde el periodo aborigen hasta nuestros días en el que ha perdido su función comercial para quedar en un pequeño pueblo de pescadores”.
Por este motivo, plantea la necesidad de que se realice un estudio territorial más integral en el Valle de Pozo Negro y en otras zonas de la Isla donde se debe “tener en cuenta no sólo la ocupación normanda sino todas las etapas históricas. Esto nos hará tener una visión de momentos como el de la conquista; de cómo fue la ocupación o gestión del territorio por parte de la nueva población junto a la aborigen que siguió habitando la Isla”.
Iglesia de Santa María de Betancuria.
Betancuria
La búsqueda de la huella europea lleva ahora hasta Betancuria. La investigadora Rosario Cerdeña plantea la existencia de posibles restos de estas primeras construcciones europeas en la zona cercana a la presa de Las Peñitas vinculados tanto al Puerto de Ajuy como a Vega de Río Palmas, y la propia Betancuria. En su conjunto histórico y, en concreto, bajo el convento franciscano de San Buenaventura, es donde aún podrían conservarse restos de esos primeros asentamientos.
La primera parada en Betancuria es el convento de San Buenaventura. Los restos que se conservan son del XVII, pero puede que debajo estén los restos del primer convento, cuya fundación fue promovida por monjes franciscanos procedentes de Castilla bajo el auspicio del papa Benedicto XIII hacia 1416. La historia cuenta que estuvo habitado por una pequeña comunidad de frailes franciscanos y que fue destruido y reconstruido tras el ataque del pirata Xabán Arráez. Estuvo habitado hasta 1833, cuando acabó convirtiéndose en una ruina de la que sólo quedó en pie la iglesia conventual.
López aboga por una intervención arqueológica en Santa María de Betancuria
En 2018, la empresa de arqueología Tibicena empezó unos trabajos arqueológicos en las ruinas del convento franciscano de San Buenaventura, el más antiguo de Canarias. Las excavaciones dejaron al descubierto cómo eran los muros del claustro y la fachada del recinto en el que se alojó el fraile sevillano San Diego de Alcalá.
Al lado de las ruinas del convento, continúa en pie la iglesia conventual. En los últimos años, se han ido sumando voces que piden a gritos una actuación urgente que garantice la conservación del edificio. Hace un tiempo, la Diócesis de Canarias y el Cabildo de Fuerteventura llegaron a un acuerdo para llevar a cabo un proyecto integral de consolidación, restauración, excavación y puesta en visita. Se realizaron algunas actuaciones, pero la mayor parte de las ideas quedaron sobre el papel.
Rosa explica que “se hicieron una serie de trabajos que permitieron picar algunas zonas de cal y observar distintas fases y reformas. Además, se realizaron entrevistas a personas que habían participado en las reformas y se redactó una memoria que sirviera de base para futuros trabajos”.
Con Rosa dejamos atrás el convento y llegamos hasta la iglesia de Santa María de Betancuria. A comienzos del siglo XV, los conquistadores levantaron un oratorio donde cumplir con sus preceptos religiosos. Esta primera capilla fue sustituida, en 1410, por un nuevo templo mandado a construir por Jean de Bethencourt al maestro albañil Jean le Maçon.
El recinto, que llegó a ser catedral durante el breve periodo de tiempo que Fuerteventura fue sede del Obispado 1424-1431, no logró escapar de las garras del pirata Xabán Arráez en 1593. Más tarde fue reconstruida, aunque en el ataque pirático “se perdieron tanto documentos como edificios de la primera capital de la Isla, con lo cual nos falta una parte importante de los documentos de los momentos inmediatos posteriores a la conquista”, lamenta.
En el templo aún se conservan materiales y restos de estructuras antiguas que pudieron reutilizarse en las reconstrucciones más recientes de la iglesia como arcos o ventanas. La experta aboga por una intervención arqueológica en el edificio. “Con un breve vistazo a la arquitectura de la propia iglesia, observamos elementos dignos de ser estudiados desde el punto de vista de la arqueología de la arquitectura”, sostiene.
De esta manera, explica, “se podrían reconstruir los momentos constructivos del edificio y ver qué elementos pudieran corresponder a las obras primigenias y a momentos posteriores”. Además, cree que este estudio puede estar apoyado con intervenciones arqueológicas bajo la cota de suelo que “podrían aportar una información de gran interés para el estudio de posibles construcciones ocultas bajo la iglesia o descartar aquí la ubicación de la primera ermita fundada por los europeos, además de entender la evolución histórica y constructiva de la iglesia”.
El recorrido finaliza y es hora de quitarse las botas de arqueólogo. Antes, Rosa llama la atención sobre los descubrimientos que están apareciendo en yacimientos aborígenes vinculados con el ámbito funerario con dataciones muy cercanas a la conquista como las halladas en El Cardón, “lo que nos indica que este espacio sirvió como reducto, al menos funerario, para una sociedad en la que los aspectos más arraigados de la cultura pervivieron durante algún tiempo”.
Rosa plantea una línea de trabajo que no sólo se limita a la búsqueda de las primeras construcciones europeas. La arqueóloga va más allá y apuesta por un estudio histórico más global en el que varias disciplinas se unan: arqueología de la arquitectura, excavaciones arqueológicas, prospecciones subacuáticas en zonas como el puerto de Pozo Negro, el análisis de los contextos funerarios más cercanos a la conquista y la reutilización de espacios, tal y como se puede ver en algunos yacimientos donde pervive la cerámica aborigen con la postconquista.
“Planteo una visión global para poder entender el momento en el que una población de fuera: la europea, llega a la Isla. Su presencia genera unos cambios religiosos, políticos, económicos y sociales”, apunta. El objetivo, continúa explicando, es “entender qué pasó con los aborígenes, cómo se pudo distribuir la nueva población en el territorio y si existieron lugares de convivencia y asimilación entre ambas culturas. Los restos arqueológicos, que se conservan, pueden aportar una información muy interesante y poner sobre la mesa nuevos interrogantes”.
“Es fundamental”, insiste, estudiar este periodo porque supuso un hito importante en Fuerteventura que cambió la forma de vida y las costumbres que venían sucediendo durante más de 1500 años. “Esa etapa también forma parte de la historia de Fuerteventura y se ha visto relegada a un segundo plano, pero no sólo aquí sino también en el resto del Archipiélago. No se puede obviar ese hecho histórico que supuso un cambio importantísimo en la Isla”, sostiene.
Comentarios
1 Fernando Mar, 14/11/2023 - 14:37
2 Anónimo Mar, 14/11/2023 - 18:43
3 Francisco Mié, 15/11/2023 - 08:43
4 Interesante Mié, 15/11/2023 - 12:25
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