Tefía vive de los recuerdos
Los residentes lamentan el deterioro que presentan las instalaciones públicas y el patrimonio histórico. En los años 50 Tefía alcanzó 600 habitantes pero en la actualidad residen unos 300
Tefía, a 200 metros de altitud sobre el nivel del mar y unos 20 kilómetros de Puerto del Rosario, es uno de los pueblos más conocidos de Fuerteventura por su historia al acoger el primer aeropuerto de la Isla en los años 40. Sus moradores hablan de una actividad agrícola y ganadera floreciente, y una muestra son sus viviendas con arquitectura tradicional, su molina y molino para moler el gofio, y donde destacó su afición por el folclore en sus fiestas populares. En los años 50 Tefía alcanzó 600 habitantes pero en la actualidad residen unos 300.
Los residentes lamentan el deterioro que presentan las instalaciones públicas y el patrimonio histórico. Además exigen a las autoridades que instalen de una vez varios semáforos para reducir la velocidad de los vehículos que circulan por la carretera principal que cruza el pueblo, “ya que son cada día más frecuentes los accidentes y el atropello de perros y gatos”. Isabel, que reside junto a esta vía, lamenta la muerte del gato de su vecino que fue arrollado por un todoterreno, que circuló como un rayo delante de su casa, el pasado 24 de marzo. “Nadie respeta las señales de 50 en esta travesía” manifiesta.
A su vez, el vecino Antonio Borrero Sosa se crió en esta localidad e insiste en el estado ruinoso de las infraestructuras y la falta de interés de las autoridades por dar esplendor a pueblos históricos como el de Tefía, que se asienta entre las montañas de Facay y La Fortaleza, en cuyas cuevas se asentaron los aborígenes, según cuenta la tradición.
“No se han preocupado de conectar el museo con su patrimonio histórico: el molino, la molina y la ermita incluyendo el albergue y las viviendas antiguas configurando un casco histórico, mediante senderos empedrados e iluminados para fomentar la actividad económica de la localidad e incluso organizar visitas guiadas para los turistas”, explica Antonio. El Ecomuseo de La Alcogida era un sueño para revitalizar este pueblo pero su actividad ha sido muy limitada, e incluso ha ido a menos, “ya sin animales y pocos artesanos”, explica Antonio.
Otra vecina, Felisa, demanda una red de alumbrado público en todo el pueblo, soterrar el cableado, ya que instalaron unas farolas solares en la calle principal pero en el resto del pueblo las otras permanecen rotas o apagadas. “El asfaltado no se renueva, ni se construyen aceras nuevas, y las actuales están llenas de socavones. Además, son los propios vecinos los que realizan la limpieza y el mantenimiento de las palmeras, jardines y alrededores de sus viviendas y del parque infantil”, comentan Felisa y Antonio.
Reclaman la esperada modernización del servicio de abastecimiento de agua, ante los numerosos cortes este año y las infraestructuras obsoletas. “Las mangueras están al aire libre y tenemos muchos problemas porque carecemos de un depósito, el agua llega a una parte de la localidad desde La Matilla y a otra desde Casillas del Ángel, a pesar del crecimiento que experimenta el pueblo”, cuentan.
Estado de las aceras de Tefía.
Los muros de piedra de la localidad se han desplomado en diferentes tramos, y se construyó una cancha en el barranco que no se utiliza. “En ese barranco corríamos en bicicleta y se caminaba para atravesar el pueblo pero lo vaciaron para poner una cancha de piedra que los niños no pueden usar”, repasa Antonio. También propone la apertura del molino de gofio convertido en un museo. Para ello, habría que adecentar todo su entorno, así como crear paneles informativos y una ruta para conocer las tradiciones de la localidad. En la actualidad casi no quedan cultivos de papas, verduras, legumbres, árboles frutales y la ganadería casi ha desaparecido.
A pie de carretera quedan restos de la montaña de mejillones del famoso bar que regentó en la segunda mitad del siglo XX el conocido vecino Manuel Cabrera Silvera. Habitantes de toda la Isla pasaban por Tefía para degustar sus mariscos que se encargaba de recoger desde Jandía hasta El Cotillo. Tefía también ha sido tierra de músicos, alumbró grandes folcloristas en la familia de Bernardo Monserrat Cabrera y se formaron conocidas parrandas como Facay, Luis Márquez y La Alcogida. “Llegamos a tener sede de la Escuela Insular de Música en los buenos tiempos, y recuerdo una infancia con una gran actividad cultural”, comenta Borrero Sosa, de 31 años.
Un molino sin aspas
En cuanto al patrimonio histórico, el molino de Tefía sigue en pie pero dos de sus aspas han desaparecido, y “nadie lo repara”. Los molinos de viento son un elemento característico del paisaje majorero. Los primeros datan del siglo XVII, todos son BIC, y han sido fuente de energía de las regiones áridas y desérticas. Los majoreros los utilizaron para la extracción de agua y la molienda de granos tostados y la elaboración del gofio. Aunque existen aproximadamente mil distribuidos por toda la Isla, entre ellos destacan los de La Oliva, Tefía y Antigua que conforman la ‘Ruta de los Molinos’. Los vecinos lamentan que no se abran para enseñar y exhibir su espacio interior, y proponen un concurso para que se puedan explotar como museo o un comercio.
De prisión a albergue
El albergue de Tefía alberga una historia muy triste y desconocida para los visitantes. En el año 1954, en pleno régimen franquista, se modifica la conocida Ley de Vagos y Maleantes, para incluir como figura delictiva la homosexualidad. Aquellas personas que reconocían –o a los que les reconocían– esta orientación sexual eran tachados de invertidos y –en Canarias– llevados a un campo de concentración que se improvisó en Tefía, lo que actualmente conocemos como el Albergue de Tefía y que oficialmente llamaron Colonia Agrícola Penitenciaria de Tefía. Unas 90 personas fueron confinadas en este campo de concentración -que permaneció en funcionamiento entre los años 1954 y 1966- donde sufrieron vejaciones propias de este tipo de lugares que dirigió un exsacerdote castrense. Allí fueron trasladados presos comunes, algunos políticos y, sobre todo, muchos homosexuales, que permanecieron de uno a tres años.
Estado del terrero de lucha de Tefía.
Urge una reforma en la ermita, el terrero y el centro cultural
En la parte alta de Tefía se halla la ermita de San Agustín que está catalogada como Bien de Interés Cultural (BIC), data del siglo XVIII y fue una de las primeras que se construyó en esa etapa en todos los pueblos de la Isla. Al lado, las paredes y gradas del terrero de lucha descubierto se caen a pedazos, el parque para mayores está oxidado y el centro cultural permanece cerrado. La vecina que reside junto al teleclub y la ermita, Isabel Cabrera Oramas, demanda la reforma de la iglesia y su mantenimiento. “La techumbre tiene agujeros, hay goteras, humedad y la puerta lateral de madera está muy deteriorada, al igual que la entrada y la farola exterior no se enciende”, explica.
También propone la reparación y reactivación del centro cultural que cuenta con una biblioteca interior. “Las ventanas de madera están abiertas, y se moja el interior, donde hay libros y mobiliario”, detalla Cabrera. Es una lástima, añade, porque “se podían aprovechar las instalaciones para organizar talleres, cursos y clases particulares para los escolares pero todo está en desuso, y de seguir así el centro cultural quedará totalmente inservible”, recuerda Isabel.
“El pueblo cuenta con unas instalaciones públicas, y cada vez más familias viven en Tefía y demandan un programa de actividades pero hay una dejación municipal y un desinterés para reactivar este pueblo que está totalmente olvidado”, critica la vecina. “Las promesas electorales de poner un techo al terrero cayeron en el olvido y ahora vemos como sus paredes, gradas, y campo están deteriorados, y en él es imposible crear un club juvenil y promocionar el deporte vernáculo entre los pequeños”, exponen.
Antonio Borrero Sosa pide que se constituya una ruta del patrimonio arquitectónico.
Visitar La Alcogida era adentrarse en la forma de vida de los campesinos majoreros hasta hace unas décadas. Cuando se inauguró hace casi dos décadas contaba con una decena de artesanos de calado, alfarería, tejido, latón, piedra, madera e incluso se elaboraba pan. Había camellos y burros que ya han desaparecido. Casas de piedra, albeadas con cal y techadas a dos aguas, de torta (mezcla de agua, tierra y paja) que es lo que origina que en invierno con la lluvias las paredes obtengan ese aspecto añejo.
En total hay siete viviendas de diferentes tipologías arquitectónicas. Desde construcciones más complejas propias de las familias más adineradas a modestas edificaciones que recuerdan el pasado humilde del campesino majorero. Las viviendas, habitadas hasta la década de los setenta del pasado siglo, fueron restauradas por el Cabildo insular en la década de los noventa.
En la actualidad, acogen un espacio museístico en el que se puede conocer los valores etnográficos de la cultura majorera pero muchas se hallan cerradas. Cada una de las casas conserva el nombre de sus antiguos propietarios, la casa de señor Jacinto, la de seña Herminia, don Teodosio Ramos, Los Herrera y Los Cabrera, familias que, en algunos casos habitaron la zona hasta los años setenta y están decoradas con útiles del campo y mobiliario antiguo.
El Ecomuseo conserva el nombre que los habitantes de Tefía daban a esta zona ya que todo el terreno se encontraba canalizado para recoger el agua de lluvia que corría por los tableros próximos. Además, las eras, tahonas, muladares, pajeros, gañanías y hornos de pan nos acercan los sentidos a épocas pasadas. Salomé García Acosta es una de las pocas artesanas que quedan y modela en directo las piezas de barro tradicional. Su deseo es que el centro recupere el esplendor de sus primeros años, y se organicen más actividades para dinamizar este hermoso poblado.
Comentarios
1 Antonio Olmedo ... Vie, 13/04/2018 - 08:45
2 Majorero Vie, 13/04/2018 - 22:13
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