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Solidaridad en Fuerteventura: la caja que se convierte en botes de leche y bolsas de fruta

La organización La caja de la pequeña Silvia combate el hambre de las familias más necesitadas del sur gracias a donativos, muchos de ellos de turistas

El equipo de voluntarios que conforman la ONG La caja de la pequeña Silvia. Foto: Carlos de Saá.
Eloy Vera 3 COMENTARIOS 17/12/2020 - 07:08

Karola Simoni, con 16 años, soñaba en la habitación de un hospital con recuperarse del cáncer y estudiar medicina. Su amiga Silvia, con 12, compartía enfermedad y sueños. Las dos deseaban ganar la batalla y convertirse en pediatras para poder curar a otros niños. Silvia no pudo vencer la enfermedad y murió. Muchos años más tarde, Karola se hizo médica y tiempo después decidió crear una ONG en el sur de Fuerteventura para ayudar a los niños de la zona.

La organización lleva el nombre de La caja de la pequeña Silvia. En tiempos de pandemia, Karola y un grupo de amigos alemanes han ayudado a muchas familias con niños a su cargo a combatir el hambre.

Karola Simoni llegó a Fuerteventura hace 22 años. Su pareja, Norbert, hace 15. Los dos son de Alemania, comparten la profesión de médicos, el lugar de trabajo, una consulta médica en Costa Calma, y el espíritu solidario.

Desde que abrieron las puertas de la consulta en el año 2004, siempre han tenido un gesto solidario con la población local. Norbert explica que, a pesar de ser una consulta turística en la que la mayoría de los pacientes son extranjeros, también tratan a la población local y niños de forma “más o menos” gratis: “A ellos les cobramos un dinero mínimo, solo para los medicamentos”.

Un día se les ocurrió poner una caja en la consulta para propinas a la que llamó El fondo de los niños pobres de Fuerteventura. La intención era que a aquella caja fueran a parar monedas que sirvieran para la compra de medicamentos y alimentos para los más necesitados de la zona. Era el año 2008.

Norbert y Karola cuentan que siempre se han preocupado por los niños de familias que no tenían dinero suficiente para costear sus gastos. Y la manera de hacerlo era intentando ayudarlas a través de donaciones económicas.

Desde que empezó la pandemia han atendido a más de 500 personas

El dinero que iban recolectando se traducía en pequeñas acciones solidarias que hacían más fácil la vida a los más pequeños del sur de Fuerteventura. Las monedas de la caja servían para comprarles los libros para el colegio o para ayudar a sufragar los gastos del viaje de fin de curso de algún niño con escasos recursos.

El dinero recaudado también se convertirá en sonrisas cuando el pequeño se subía al avión con el resto de los compañeros de clase. “Siempre hemos tenido en cuenta a las familias pobres con niños que vienen a la consulta y tienen estrecheces económicas. De vez en cuando, hemos hecho pequeñas donaciones para sus hijos desde la consulta”, cuenta Norbert.

Desde que se creó la caja solidaria, no han dejado de recibir donaciones. Karola explica cómo las propinas empezaron a crecer “lo que nos permitió hacer cosas más grandes como financiar el viaje de fin de curso a hijos de madres solteras, que no podían costearlo, o el pago de algún mes del alquiler de la vivienda”. Tampoco han dejado de recibir peticiones de ayuda. Antes de la pandemia ayudaban a unas cinco familias al mes.

Entre todos los donativos que han ido recibiendo durante todos estos años, Norbert recuerda especialmente uno. Un día él y su sobrino practicaban surf en la zona de la playa del Burro, en Corralejo. Un turista inglés empezó a tener problemas en el mar y Norbert le ayudó a llegar a la orilla.

“Entonces, él quiso hacerme una donación. Le dije que no podía porque, entre otras cosas, para los surferos es normal rescatar a alguien que tiene problemas cuando está en el mar. A continuación, me dijo que quería hacer una donación a Cruz Roja u otra organización. Le hablé de la consulta y de la caja por si quería hacer donaciones a los niños”, señala.

El turista no lo dudó y aceptó. Aquel donativo trajo algunas sonrisas a las familias de la zona. Karola destaca la implicación que han tenido con el proyecto los pacientes alemanes que acuden a su consulta. “Son gente mayor que pasa la temporada de invierno en Fuerteventura. Nos preguntan si pueden hacer algo por la población. Siempre les decimos que hagan donaciones para los niños”, explica.

Karola y Norbert llevan años ayudando a las familias pobres en su consulta

Llegó un día en el que Karola y Norbert quisieron dar un paso más allá y constituirse como organización. Encontraron a cuatro amigos de origen alemán que, desde el primer momento, quisieron involucrarse en la iniciativa. El ejército solidario lo conforman, además de Karola y Norbert, David Sarnow, Bianka Eigenbrodt, Monika Reinartz, y Anke Gruetzediek. En sus currículos figuran como médicos, comerciantes, libreros, propietarios de inmobiliarias y empleados de turoperadores.

El siguiente paso fue poner nombre a la ONG. Karola te nía claro que la iniciativa también tenía que ser un homenaje a aquella niña de 12 años que conoció en un hospital alemán mientras las dos luchaban contra el cáncer. La ONG se llamaría La caja de la pequeña Silvia. Los intentos y el papeleo comenzaron antes de la pandemia, pero la COVID-19 frenó en seco la idea. Entonces decidieron esperar a que se levantara el confinamiento, aunque se dieron cuenta de que, ahora más que nunca, la gente del sur de Fuerteventura necesitaba de su caja solidaria.

Sin recursos

El cierre de hoteles y negocios asociados al turismo ha dejado a decenas de familias en el sur sin recursos con los que poder poner cada día el caldero al fuego. Hasta la consulta de estos dos médicos empezaron a llegar madres que no tenían para comprar un bote de leche para su hijo.

Entonces, decidieron empezar a hacer compras de alimentos a aquellas familias que tocaran a su puerta. El requisito principal es que tuvieran niños a su cargo, estuvieran acogidos a un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE), sin ayudas o con una muy escasa que fuera insuficiente para llenar la nevera.

Desde que empezó la pandemia han realizado más de 250 compras, pero también han atendido a más de 500 personas a las que han repartido ropa, zapatos, comida o libros para que sus hijos pudieran empezar el curso escolar. Precisamente, una de las iniciativas de La caja de la pequeña Silvia es intentar que todos los niños tengan el material escolar necesario. Para ello, colaboran con colegios e institutos de la zona.

Los seis voluntarios son los encargados de acompañar a las familias al supermercado. Así, se les garantiza que realizan la compra. “Vamos con ellos al supermercado y con el dinero en la mano les pagamos la compra. El concepto no es dar dinero directo a la gente, sino algo real y, a la vez, estamos mucho más en contacto con ellos”, explica este médico.

La ONG colabora con colegios e institutos en la compra de material escolar

Ayudan a personas de Costa Calma, Morro Jable, Gran Tarajal... gracias a donativos de locales y de extranjeros. Karola cuenta cómo ha habido alemanes que “han sido pacientes nuestros y durante el confinamiento nos han llamado para preguntarnos si podían hacer donaciones para la gente de la Isla porque veían que la cosa iba a peor y en algunos sitios, especialmente en el sur, empezaba la pobreza”.

También ha habido casos de turistas alemanes, asiduos a Fuerteventura cada año, que por culpa de la COVID no han podido viajar a la Isla en esta ocasión. Sin poder coger el avión y viendo que este año se quedarán sin disfrutar del sol majorero, han decidido donar el dinero que tenían para el billete a esta iniciativa solidaria.

Anke Gruetzediek es una de las amigas de Karola que no pudo decir que no a la invitación para formar parte de La caja de la pequeña Silvia, creada en junio como organización. Esta mujer asegura que hasta la ONG acuden “personas que ya no pueden más. Entonces, nosotros les ayudamos con una compra para las próximas dos semanas para que tengan qué comer durante ese tiempo. Hay muchas que luego contactan con nosotros para darnos las gracias y decirnos que han conseguido empleo. Hay otras que regresan porque no han encontrado trabajo. Entonces, les ayudamos de nuevo”.

Anke asegura que no solo han tenido que comprar alimentos, también ha habido gente que “no tenía ni para comprar el uniforme del colegio. Incluso, nos ha llegado una persona que no podía comprarle unas gafas a su hijo, que llevaba un mes sin ellas”.

Desde la ONG también han puesto en marcha otra iniciativa: la de las familias de acogida. Se trata de que gente residente en el sur o, incluso en zonas como Alemania, entren en contacto con familias necesitadas de la Isla y les ayuden directamente en la compra de alimentos u otro tipo de necesidades básicas.

Durante todo este tiempo, Karola, Norbert y el resto de los voluntarios han escuchado muchas historias. Algunas muy duras en las que siempre aparecen palabras como desempleo, desahucio, retraso en las ayudas, el ingreso mínimo vital que no llega o preguntas como qué voy a dar de cenar a mis hijos. También momentos gratificantes y a la vez duros. “Hemos visto cuando vamos con familias a comprar que cogen un zumo y en el mismo supermercado se lo abren a su hijo para que se lo puedan tomar”, confiesa Norbert.

Comentarios

El trabajo que no hace la cruz roja, ni el cabildo lo han de hacer otros.
Que bueno... Me encanta...
Estos tambien son inmigrantes, pero no vienen a vivir a costa nuestra.

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