El popular actor onubense, famoso por sus personajes en series televisivas, llega a Fuerteventura en el papel del agrio y universal señor Scrooge, en una versión escénica de ‘Cuento de Navidad’, de Dickens
Mariano Peña: “Provocar una carcajada con la mirada es tan difícil como interpretar a un enfermo terminal”
El popular actor onubense, famoso por sus personajes en series televisivas, llega a Fuerteventura en el papel del agrio y universal señor Scrooge, en una versión escénica de ‘Cuento de Navidad’, de Dickens
Ha sido la voz del maestro Kame Sennin en Dragon Ball y la del señor Wilson en Daniel, el travieso. Ha interpretado al mismísimo Dios sobre las tablas del teatro, encabezó el reparto del musical Priscilla, reina del desierto y ha participado en más de veinte largometrajes, entre ellos Reinas, de Manuel Gómez Pereira, El séptimo día, de Carlos Saura, No lo llames amor… llámalo X, de Oriol Capel y Héctor, de Gracia Querejeta.
Este actor onubense atiende al nombre, por cierto, de Mariano Peña y siente cariño por su personaje de Mauricio Colmenero de la serie televisiva Aída. Pero, por favor, nunca le llamen Mauricio. En su casa guarda un premio de la Unión de Actores y un Ondas y ahora desembarca en Fuerteventura para protagonizar el clásico de Dickens Cuento de Navidad, en una versión escénica dirigida por el canario Mingo Ruano, inspirada en la readaptación de Luis O’Malley, que se representará el 22 de diciembre en el Palacio de Formación y Congresos de Puerto del Rosario.
-Si me permite, vamos a empezar por una especie de investigación arqueológica en su biografía. ¿Cuál fue la semilla primigenia de su pasión por la interpretación?
-Todo empezó de niño. En mi pueblo no había ni teatro ni cine. Recuerdo, eso sí, las lecturas de algunas piezas de teatro infantil. Pero de pronto fui a ver una función de fin de curso de un internado de unos primos míos y aquello me fascinó. Recuerdo aquel patio de butacas, ese telón que subía, la caja escénica que se iluminaba y que empezaban a pasar y a contarte cosas… Me sorprendió tanto que le dije a mi padre que me quería quedar en el internado para vivir en aquella caja. En el fondo, y aunque la gente no lo crea, Mariano Peña es un gran tímido, como la mayoría de los actores. La interpretación me ha permitido vivir vidas, situaciones y personajes que la vida no me ofrecía. Y esto me motivó para dedicarme a la interpretación.
-¿Y esas vidas ajenas que uno vive a través de la interpretación se quedan habitando dentro del actor de alguna manera?
-Bueno, en esta obra que nos atañe son como fantasmas. Claro que sí, porque les pones a todos mucho trabajo y mucho estudio y cariño y se quedan ahí de alguna forma. Son como tus hijos. Evidentemente, no te afectan en tus circunstancias ni en tu vida, pero están ahí presentes.
-Usted ha sido hasta el mismísimo Dios sobre el escenario. Pero, ¿con qué papel sueña?
-Se me está pasando el arroz, y aspiré, con veinte años, a hacer algún papel de galán, pero la vida te va diciendo que vas por otro lado (se ríe). Pero, mira, siempre, siempre me fascinó el personaje de Cyrano de Bergerac.
-Su trayectoria se ha visto reconocida, entre otros aspectos, con un Ondas y un Premio de la Unión de Actores. Se suele decir, no obstante, que la comedia no cuenta con el mismo reconocimiento que el drama. ¿Qué opina usted?
-Pues que, evidentemente, es así. Sólo tienes que ver el número de galardonados por comedia y los que lo son por drama, por enfermitos, por enfermos terminales… Con todo mi respeto, que todo hay que hacerlo, pero tan difícil es hacer de enfermo terminal como que salga un actor y con tan solo una mirada te provoque una carcajada. Eso es muy difícil y no todo el mundo sabe hacerlo.
-Además, con la realidad social que tenemos, la sonrisa debería estar valorada a precio de oro, ¿no cree?
-Sí, sí está valorada, pero no para recompensarte.
-¿Qué echa en falta en la escena española? ¿Qué parte removería de sus cimientos?
-Es como todo. Yo considero que se han hecho grandes maravillas y grandes desastres. El arte es muy subjetivo, porque lo que para uno puede ser una maravilla otro puede detestarlo o parecerle mediocre. Y esto ocurre a nivel actoral, pictórico o, yo qué sé, arquitectónico. Lo que sí percibo, ya que lo estoy sufriendo porque tengo muchas ganas de hacer teatro, es que faltan textos. Es cierto, lo sé, que a estas alturas ya está casi todo contado. De acuerdo. Y que el cine y las multipantallas mataron a la estrella del teatro. Vale. Y que no es lo mismo ver cómo los ovnis nos atacan y se destruyen edificios que contemplar a un actor con una calavera en la mano. Pero, amigo, el directo es el directo, diciendo ese “ser o no ser”, aunque parezca arcaico.
-Ahora llega a Canarias y a Fuerteventura con su papel del señor Scrooge de Cuento de Navidad. ¿Cómo se ha preparado?
-Pues no me he preparado. Vamos a ver… Te aclaro. No quise ver nada, porque es verdad que estamos ante un personaje universal y una historia universal. Todo el mundo sabe quién era Judas, Hamlet o Don Quijote, pero todos tenemos una idea de ellos. Son clásicos. Y lo mismo ocurre con Scrooge y yo quería hacer mi Scrooge, con mi energía, con mi cuerpo y con mi persona y no quería que nada me influyera. Me he dejado llevar por mi intuición y por mi estudio e interiorización del personaje. Y, por supuesto, si te pones a revisar la vida, está llena de esas personas, llenas de cicatrices, enfadadas con la vida y negativas. Además me puse en las manos de ese gran artista canario que es Mingo Ruano y, como diría aquel, la nave va.
-¿Y qué aporta precisamente esta versión que dirige Mingo Ruano?
-Pues ahora que todos somos influencers y que compartimos fotos de todos los monumentos cuando visitamos una ciudad para que la gente sepa lo bien que nos lo pasamos y lo estupendos que somos, la obra sirve para mirar al interior y ver que podemos cambiar, que nunca es tarde y que lo que importa es el prisma con el que miras las cosas. Además, no se trata de una función típica con muñequitos, sino que es una función de texto, por eso aconsejo que vayan a verla niños a partir de cinco o seis años, pero no va a salir ni Pluto ni el Pato Donald. Es otra cosa. Es una función infantil, pero una función de peso.
-¿Y cómo ha funcionado esa mezcla canaria y onubense? ¿Maridó bien?
-Pues sí, porque tenemos mucho de árabe en el fondo. El andaluz quizás sea más temperamental, más terremoto, aparentemente, y el canario es más tranquilo. El canario tiene más arraigada, para mi gusto, esa filosofía de ponerle al mal tiempo buena a cara. Pero la filosofía, el interior, es el mismo.
-Pero tenga cuidado, porque en cada canario o canaria puede habitar un volcán interno...
-Pues yo, de momento, he visto pocas erupciones.
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