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Los secretos de las batallas de El Cuchillete y Tamasite salen a la luz

Un estudio arqueológico y un rastreo en archivos aclara el origen de los corsarios y el número de fallecidos y halla los restos de una granada inglesa de la batalla de Tuineje

El equipo de la empresa de arqueología Arenisca inició el proyecto en busca de los huesos de los corsarios en 2018. Fotos: Cedidas y Carlos de Saá.
Eloy Vera 0 COMENTARIOS 02/12/2019 - 07:20

En 2018, un equipo de la empresa de arqueología Arenisca inició un proyecto, en busca de los huesos de los corsarios que habían participado en las batallas de El Cuchillete y Tamasite, en Tuineje, y otros elementos con los que continuar elaborando el relato épico de 1740. Comenzaron con una página en blanco y pocas expectativas. Sin embargo, el trabajo de campo y la búsqueda en archivos han ido aportando nuevos datos, como los fallecidos en la contienda, el origen de los navegantes, la autoría del cuadro de la iglesia de San Miguel, donde se representan las batallas e, incluso, un fragmento de cristal que todo apunta a que pertenece a un trozo de granada del bando inglés.

Derque Castellano es uno de los arqueólogos que, junto a Rosa López, Tarek Suleimán y el antropólogo forense Samuel Cockerill patearon durante meses las montañas de Tuineje y rebuscaron entre libros y archivos en busca de respuestas a las incógnitas que aún guarda esta batalla, que el pasado octubre celebró su 279 aniversario.

Los trabajos, financiados por el Gobierno de Canarias, a raíz de una vieja demanda de la Asociación Más Ruines que Caín, supusieron, en palabras del arqueólogo, “un reto”. Comenzaron a trabajar con escasa bibliografía: la publicación de dos cartas de Sánchez Umpiérrez, teniente coronel de la Isla en esos momentos; información testifical de doce vecinos de diferentes pueblos que participaron en la batalla de El Cuchillete, el 13 de octubre; la publicación Ataques ingleses contra Fuerteventura, 1740, de Antonio de Béthencourt Massieu, un referente para los investigadores interesados en la batalla majorera y algunas notas publicadas en prensa.

Sin embargo, la primera sorpresa no tardó en aparecer. A manos de los arqueólogos llegó el libro Ataques británicos contra las Islas Canarias en el siglo XVIII. La visión británica, una publicación de 2016 de Carlos Hernández Bento. El historiador canario apunta en este trabajo nuevos datos sobre las batallas de Tuineje y, por primera vez, sitúa a los corsarios que arribaron a Fuerteventura en el otro lado del Atlántico. “Siempre se había creído que eran británicos, pero, gracias a este libro, ahora sabemos que procedían de las colonias americanas”, explica Castellano.

Hernández Bento recoge en su investigación datos publicados en la prensa inglesa en 1741 y se hace eco de la obra de Howard Chapin, un escritor que en 1926 publicó un libro basado en los diarios de bitácora de los barcos que participaron en la guerra del Rey Jorge o del Asiento, una contienda en la que se enfrentaron las flotas y tropas del Reino de Gran Bretaña con las del Imperio español en el área del Caribe.

Siempre se había creído que los corsarios eran británicos, pero ahora se sabe que procedían de las colonias americanas. “No eran piratas anárquicos” sino exmilitares de la “élite de la marina inglesa”

En la obra, Howard Chapin expone el nombre de los capitanes y algunos marineros que arribaron en Fuerteventura, el nombre de los navíos, su procedencia y quiénes fueron sus dueños. Una información de interés hasta ahora oculta para los investigadores que se han interesado en este episodio de la historia majorera.

Derque Castellano explica que, gracias a Chapin, “hemos podido saber que los corsarios que asaltaron el pago de Tuineje procedían de las colonias americanas”. La imaginación nos puede llevar a la serie cinematográfica del Caribe, pero “eran exmilitares con un fuerte sentimiento de honor y lealtad a sus jefes, alistados en el ejército con 12 o 14 años y que con 20 o 25 ya eran considerados verdaderos veteranos”. Los corsarios de El Cuchillete y Tamasite, continúa explicando, “no eran piratas anárquicos, sino la élite de la marina inglesa”.

La investigación también ha podido poner nombre a las dos embarcaciones que llegaron a Gran Tarajal. El Vernón será el que arribe en la mañana del 13 de octubre de 1740 a la Isla para, horas después, enfrentarse a los majoreros en la batalla de El Cuchillete.  Por su parte, el St Andrew lo hará el 24 de noviembre con una tripulación que no tardará en hacer la guerra a los majoreros en la zona de Tamasite.

De El Vernón también sabemos, por las crónicas de la época, que su capitán se llamaba Willis, que debió de ser un sloop o balandra de 14 cañones y con capacidad para 75 personas, aunque su tripulación en el momento de llegar a tierras majoreras era de 57.

El St. Andrew, por su parte, trajo hasta Fuerteventura a los corsarios que lucharon contra los majoreros en la ladera norte de Tamasite. Se trataba de un navío construido en los astilleros de Jamaica y que ya aparece registrado como barco del corso el 11 de junio de 1740 en Newport. Sus dueños eran Sueton Grant y John Gidley, miembros de una acaudalada familia noble de origen escocés.

Las bajas

La investigación continuó en los archivos parroquiales de Pájara, Betancuria y el Militar de Santa Cruz de Tenerife. En la isla de El Teide, buscaron los nombres de los 20 rehenes que habían resultado prisioneros en la batalla de El Cuchillete, pero no consiguieron dar con ellos.

Mejor suerte tuvieron rastreando los viejos libros de las iglesias de Pájara y Betancuria. La búsqueda de los caídos en batalla en las partidas de defunciones permitió, explica Castellano, “contrastar algunos de los nombres que aportaba Cullen del Castillo en un artículo de los años 40 e incluir otro en la lista de bajas. Hoy sabemos, por ejemplo, que una de las víctimas murió tres días después de la batalla de El Cuchillete”. Además, “hemos puesto nombre a algunos de los combatientes que fallecieron en la batalla y que permanecían inéditos, entre ellos dos de la batalla de Tamasite”, explica.

El nuevo recuento cifra en una treintena el número de ingleses muertos y en cinco los majoreros que fallecieron en la batalla de El Cuchillete. En la de Tamasite, murieron 55 ingleses y cinco majoreros, mientras que 15 lugareños resultaron heridos.

A juicio de este investigador, también se cree que tuvo que ser relevante el papel que jugaron los moros esclavos que, por esa época, vivían en Fuerteventura. Aunque la mayoría permanecen aún hoy en el anonimato, “sabemos que participaron porque existía una gran población de cautivos que seguro lucharon, fueron heridos y murieron sin ser nombrados en las crónicas por considerarlos insignificantes”, apunta el arqueólogo. Sí se habla en los textos de Salvador El cautivo, Juan Diego Nicolás, esclavo del presbítero don Juan Antonio y el esclavo del beneficiado don Sebastián Trujillo.

El cuadro de la iglesia

Uno de los resultados más interesantes de la investigación fue poder poner fecha y autor a las pinturas del retablo de San Miguel de la iglesia de Tuineje en las que se representan las batallas de El Cuchillete y Tamasite. Jiménez Sánchez. Un artículo de 1952 en el periódico La Falange, las databa en 1880. Por su parte, el investigador Santiago Cazorla las situaba un siglo antes, allá por 1780, haciéndolas coincidir con la fecha en la que el pintor Juan Bautista Bolaños estuvo haciendo unos trabajos en la iglesia. Derque Castellano explica que para los investigadores “resultaba fundamental saber quién era el autor y en qué fecha se pintó, porque, si fue 30 o 50 años después de la batalla, tendríamos mucha información que podría ser importante”.

De nuevo, la suerte les puso en el camino un mapa de 1780 que representa a la isla de Fuerteventura, de Juan Bautista Bolaños, de cuyo pincel salieron también lienzos de temática religiosa y púlpitos para las ermitas de Tefía y Tetir.

Las montañas que pintaba Bolaños en el mapa se parecían mucho a las del sotabanco del retablo de la iglesia de Tuineje; también las casitas y los arenados del mapa eran muy semejantes a los de la tablilla del retablo. Las similitudes entre una y otra obra y tener a Bolaños por esas fechas dorando el retablo de la iglesia de Tuineje “permite creer, con total certeza, que fue él quien pintó las tablillas hacia 1780, 40 años después de la batalla”. Se trata de “una pintura naif, con unos trazos muy sueltos y muy diferente a lo que había hecho hasta entonces en Fuerteventura”, explica Castellano.

En los cuadros aparecen escenas de la batalla, armas, los camellos que actuaron de barricada y algunos datos sobre la vestimenta. Hasta ahora, se pensaba que los hombres con casaca azul eran milicianos majoreros, pero la nueva investigación atribuye este ropaje a los corsarios. Estos vestían casaca azul, calzón rojo y polainas blancas. El de la casaca roja que aparece en el cuadro lo han ido identificando como el capitán de Marina. “Creemos que él vio ropaje y armas que le trajo la gente del pueblo. Todo eso le tuvo que entusiasmar y lo plasmó en el cuadro”, apunta Castellano.

Durante todo este tiempo, los arqueólogos no desistieron de los objetivos iniciales del proyecto: dar con el paradero de los huesos de los corsarios y la localización exacta de los lugares del fragor de la batalla. Con la ayuda de un detector de metales, intentaron dar con restos de proyectiles de plomos, fragmentos de espadas o sables, armas, botones de las casacas inglesas o de granadas de mano, pero la búsqueda no dio resultados.

Tampoco encontraron los huesos de los cuerpos durante el trabajo de campo. Una de las hipótesis es que pudieran haber sido cremados para “evitar enfermedades y otros problemas relacionados con la putrefacción”. También existe la posibilidad de que fueran enterrados después de llevarlos lejos del pueblo o, incluso, tirados al mar, pues “teniendo presente el conflicto católico y protestante, siendo considerados herejes y un verdadero problema de salubridad pública, pudieron deshacerse de ellos por el bien colectivo”.

Sin embargo, la gran sorpresa llegó el último día de trabajo y poco antes de recoger los bártulos. Ese día, el equipo de arqueólogos inspeccionaba la zona de Llano Florido. Fue entonces cuando Derque decidió alejarse un poco del grupo. La suerte hizo que se topara con un fragmento de vidrio verde oscuro con tonalidades amarillentas en las aristas más finas y traslúcidas. El arqueólogo recuerda el momento, ilusionado: “Me llamó la atención, lo cogí y vi que no era un trozo de cristal más”.

El estudio preliminar les llevó a identificarlo con un trozo de granada del bando inglés. Más tarde, contactaron con profesores de la Universidad de Alicante, que desarrollan estudios relacionados con estos materiales, y la respuesta fue favorable a las interpretaciones del equipo de Arenisca. Los arqueólogos se lo toman con prudencia y esperan poder volver a trabajar en la zona, en busca de nuevos restos de esa granada. “En futuros trabajos, se puede acotar, de forma más concreta, esa zona y seguro que pueden aparecer más fragmentos de esa granada”, sentencia el investigador.

La investigación también sirvió para definir los lugares concretos de la contienda. El relato de los testigos de El Cuchillete sirvió a los arqueólogos para ubicar la “montañeta redonda” de la que hablan. El fragmento de granada sirve para acotar en Llano Florido la zona para futuras campañas. Los arqueólogos están deseando volver al campo para seguir desentrañando las incógnitas de la batalla más importante de la historia de Fuerteventura. De momento, los resultados se han presentado en las XVIII Jornadas de Estudios sobre Fuerteventura y Lanzarote y se ha rodado un documental sobre la batalla y los trabajos arqueológicos por la productora Pastorcillo Films.

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