Los pacientes majoreros exigen soluciones tras el 30-N
Reducir las listas de espera, dotar al Hospital de especialistas médicos, un centro comarcal de urgencias en el Sur, el búnker de radioterapia, la unidad de hemodinámica o el geriátrico, entre las principales reivindicaciones
Los pacientes majoreros empiezan a dejar de serlo. La última y masiva manifestación convocada por los colectivos sanitarios sacó a la calle a 6.000 personas el pasado 30 de noviembre, reclamando servicios y respuestas ante la falta de especialistas e infraestructuras.
Esta ‘marea’ ciudadana, en la que se integran pacientes que luchan cada día ‘contra los elementos’ o los familiares de quienes perdieron la batalla, da fuerzas a las asociaciones para exigir que la Isla cuente con una sanidad propia del siglo XXI.
La movilización ciudadana parece, hasta la fecha, la única lucha para dar solución a las numerosas carencias sanitarias que sufre la Isla. El pasado 30 de noviembre, la población majorera quiso dar una lección a los gestores del área de salud, representantes públicos de Fuerteventura y a toda Canarias para visibilizar un déficit que, lejos de resolverse, aumenta día a día. Unas 6.000 personas salieron a la calle en Puerto del Rosario gritando “sanidad digna ya” y su voz llegó hasta el Parlamento de Canarias.
Las protestas ciudadanas por el estado de la sanidad empiezan a ser tónica habitual en los últimos años en la Isla. Desde las primeras reivindicaciones de 2016, enfocadas en las partidas necesarias para la puesta en marcha del búnker de radioterapia o nuevas instalaciones, que quedaron sin terminar, a la proclama para que se nombren especialistas (cardiólogo, neumólogo, oftalmólogo, oncólogo o reumatólogo...) o acabar con las largas listas de espera, la necesidad de un centro comarcal de urgencias para la zona sur de la Isla, la creación de la unidad de hemodinámica en el Hospital General Virgen de la Peña, sin olvidar la petición de un geriátrico en Fuerteventura, impulsada por el conocido médico, Arístides Hernández Morán.
A pesar del apoyo masivo de los mayores residentes en la Isla, el centro “sigue en proyecto”. Don Arístides (Tenerife, 1926), como se conoce popularmente a este reputado dermatólogo, llegó a Fuerteventura, como médico militar, el 8 de septiembre de 1953 y no ha parado de trabajar hasta la fecha.
Este querido doctor, que ha contribuido a la creación del tejido sanitario insular, ha confesado que no le gustaría morir “sin conseguir esta última batalla, el hospital geriátrico de Fuerteventura, porque las personas mayores se lo merecen, están abandonadas y desasistidas”.
Junto un grupo de veteranos de la sociedad majorera, Arístides Hernández impulsó una plataforma ciudadana que recogió 24.000 firmas para el geriátrico que, sin embargo, “sigue siendo un sueño”.
Pero las carencias en el ámbito sanitario son muchas y de todo tipo. El caso de Marisol Cabrera es especialmente sangrante. Marisol perdió a su hijo, Antonio Jorge, con 22 años, por un agresivo cáncer de huesos. El chico fue luchador, un conocido corredor de maratones en la Isla y “un héroe que nos dejó en silencio el 29 de diciembre del pasado año”.
Su madre lo acompañó en un peregrinaje que duró dos años, recibiendo tratamientos en centros hospitalarios de Tenerife y de Sevilla y, ahora, lucha por que se agilice el sistema. “Se dan unas dietas de miseria y con retraso, aunque las ayudas son imprescindibles para sobrevivir fuera de la Isla”, dice.
El desembolso económico para las familias que tienen que viajar es elevado y “resulta primordial para los pacientes que los expedientes de traslado se resuelvan con más rapidez, para evitar tanto sufrimiento”, se lamenta.
El doctor Arístides Hernández, en la manifestación. Foto: Fuselli.
Marisol califica de “vergonzoso” el funcionamiento y la gestión del sistema en Fuerteventura: “Tienes que mendigar unas dietas que te corresponden por ley y un traslado que necesitas con urgencia. No se dan cuenta de que se trata de la vida de las personas”, insiste.
A pesar de estas críticas, Marisol Cabrera no estuvo sola en el camino y menciona la “dedicación” de los dos especialistas, oncólogo y hematólogo, que pusieron “toda su profesionalidad” al servicio de Antonio, “luchando hasta el final con diagnósticos y tratamientos”.
También valora “el trabajo y las muestras de cariño” de la asociación Fuerteventura Contra el Cáncer y de la psicóloga del colectivo: “Los hospitales proporcionan psicólogos a los pacientes, aunque mi hijo no quiso. Sin embargo, para los acompañantes no hay nada, y Beatriz fue una gran ayuda para mí”, recuerda.
Otro testimonio que ilustra las carencias que denuncia la sociedad majorera es el de Francisca Aparicio. Esta mujer de 60 años de edad tuvo que plantarse literalmente en la unidad de radiología del hospital majorero para exigir una mamografía, tras seis meses de espera y detectarse un bulto en una exploración.
Le dijo a los sanitarios que no se movería de la unidad hasta que le dieran cita. “Cuando me hicieron las pruebas, los especialistas se quedaron impactados con el tumor y me mandaron a Gran Canaria de urgencia. No olvidaré aquella primera consulta de cirugía, con tanta gente que no se podía estar en la sala”, recuerda, aún emocionada.
Reconoce, eso sí, que la profesionalidad y la atención médica fueron intachables en ambas islas. Han pasado seis años desde entonces y, por suerte, tras someterse a una operación, se encuentra bien. Sin embargo, “en su momento lo pintaron muy crudo, por las dimensiones del tumor y la dejadez”, dice.
Francisca explica que al duro tratamiento hay que añadir “los viajes, los cambios de hora para la radioterapia y las noches fuera de casa, con la familia en vilo”. Sostiene que “falla el sistema” y siente que “nadie piensa en los pacientes, ni en su dolor”.
“Son tantos los casos, que sólo digo que hay que luchar, manifestarse y reclamar una sanidad digna para toda Fuerteventura. Es lo justo, es nuestro derecho. Pido mejores gestores, unos representantes políticos más preparados y más sensibilizados con los problemas reales”, manifiesta Marisol.
Otro majorero que batalla en las consultas hospitalarias es José Ramón Morales. “Me indigna que nos tengan de isla en isla y de un hospital a otro, sin importarles el dolor, los incómodos traslados y el sufrimiento que padecemos”, apunta este paciente oncológico.
“El sueño de cualquier majorero es poder recibir un tratamiento de radioterapia en la Isla y contar con una unidad de oncología con varios profesionales en el Hospital General. Para mí, aquí todo fueron penurias”, asegura Morales.
Cuenta que sufre cancelaciones de citas “que espero con impaciencia, como las de rehabilitación”, porque el personal está reunido, de baja o de vacaciones. “Nunca sé quién me atenderá porque cada vez hay menos médicos y no se reponen las plazas por jubilación”, lamenta Morales.
Cadena humana
La Asociación de Discapacidad, Enfermedades Raras e Integración Social (Aderis) ha anunciado la convocatoria de una cadena humana, este 14 de diciembre, a las 16.00 horas, frente al Cabildo Insular, “por la dignidad de las personas dependientes y para exigir que se active un plan integral para las enfermedades raras en Canarias”.
“En el anterior mandato, directamente nos tomaron el pelo. El entonces gerente del hospital, Jesús Flórez, nos garantizó la llegada de un médico internista dedicado a los pacientes de enfermedades raras, pero, tras el cambio de gobierno, la actual gerente dice no tener noticia alguna de este programa. En definitiva, que no se hizo nada”, resume la presidenta de Aderis, María del Carmen Hernández, que, como la mayoría de los usuarios reconoce que la Isla “cuenta con grandes profesionales, a pesar de que el sistema sanitario majorero sea precario y deficiente”.
Según la presidenta de Aderis, resulta “sorprendente y desesperante” que, tres años después de la histórica manifestación Por una Sanidad digna, que congregó a 15.000 personas indignadas, “haya que volver a las calles porque todo sigue igual o peor, sin ningún avance ni mejora sanitaria en estos años”.
María del Carmen Hernández resume la situación sanitaria de la Maxorata que se puso de manifiesto el 30-N: “Resaltamos los buenos profesionales existentes en la Isla, pero denunciamos la mala gestión sanitaria, los contratos de especialistas en precario, el negocio de la salud y que se juegue con lo más valioso que tienen las personas, que es la vida”.
“A los desatinos económicos y físicos que esta situación produce, se unen los emocionales, por los habituales traslados de enfermos y familiares, ya sea para intervenciones sencillas o complejas, por no hablar de la sobrecarga que los pacientes de las islas periféricas representamos para los servicios sanitarios de las capitalinas”, argumenta.
Aun reconociendo esto, María del Carmen recalca que la población majorera “tiene que tener los mismos derechos que los habitantes de islas hermanas. Pagamos nuestros impuestos y queremos dejar de ser ciudadanos de segunda”, expresa, sentenciando: “Los políticos que gobiernan no nos representan”.
Entre las batallas más recientes de Aderis está la pelea por un servicio de valoración de la dependencia. “Que entre en servicio es urgente. No podemos tolerar penurias como la sufrida por el vecino Lucas Vargas y su familia y las que vendrán detrás”, indica Hernández.
Lucas sufre encefalitis autoinmune con síndrome norse, una de las llamadas enfermedades raras, que le obliga a moverse en silla de ruedas y le impide hablar y apenas moverse y está en espera de valoración, por la falta de técnicos en el servicio en la Isla, que destina el Servicio Canario de Salud. Hernández estima que son ya “demasiadas promesas incumplidas”.
Para Aderis, la lucha no acaba tras la manifestación del 30-N. “Todo lo contrario, aporta la fuerza y energía a los colectivos para estudiar los problemas, escuchar a los pacientes y luchar para lograr inversiones para el nombramiento de especialistas, la finalización de las obras, equipar a los centros de salud de los pueblos o dotar de un servicio de ambulancias y equipos sanitarios básicos, que salvan vidas, en la zona sur de la Isla”.
Del valor de estas dotaciones sabe mucho la familia de Tania Arocha, que participó en la manifestación de noviembre, llevando la misma reivindicación que en la marcha de 2016. Tania falleció esperando por una ambulancia en Morro Jable.
Su familia considera que la sanidad “puede mejorar en el sur si los políticos y gestores pusieran más empeño. Con que los profesionales se trasladen y pasen consulta en Morro Jable, con más servicios sanitarios, vehículos e infraestructura, los vecinos del sur evitarían tener que viajar 200 kilómetros hasta el hospital de Puerto del Rosario ante una emergencia”, subrayan.
La consejera de Sanidad del Gobierno de Canarias, Teresa Cruz, que visitó hace unas semanas Fuerteventura, donde se reunió con responsables sanitarios y representantes de las asociaciones, advirtió de que no prometería “lo que no puede dar”, pero mantuvo que estudiará todas y cada una de las demandas de las asociaciones sanitarias.
Su primer compromiso fue con el búnker de radioterapia, anunciando una partida de 2.400.000 euros para su puesta en marcha. Teresa Cruz considera necesario, asimismo, dotar al Hospital Virgen de la Peña con una unidad de hemodinámica y se comprometió a cumplir con el plan sociosanitario de Canarias para crear un servicio integral de geriatría en el recinto del hospital: “No vamos a abandonar a nuestros mayores”, sentenció.
Tras las reuniones, la consejera se llevó bajo el brazo “muchos deberes” y un paquete de peticiones de medidas urgentes para los próximos cuatro años en Fuerteventura.
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