TRIBUNALES

La Audiencia juzga un abuso sexual con penetración a menor y un delito de lesiones que tuvieron lugar en Fuerteventura

Piden 11 y cinco años de prisión respectivamente para los acusados

Diario de Fuerteventura 5 COMENTARIOS 08/09/2023 - 13:12

El próximo martes, 12 de septiembre, la Sección Segunda de la Audiencia Provincial juzgará un delito continuado de abuso sexual con penetración a menor de 16 años a cuyo autor la Fiscalía pide 11 años de prisión y una indemnización de 5.000 euros para la víctima. Además, también tendrá lugar el juicio por un delito de lesiones agravadas para el que piden cinco años de prisión y más de 3.500 euros de indemnización. Ambos delitos tuvieron lugar en Fuerteventura.

En primer lugar tendrá lugar el juicio por un presunto delito continuado de abuso sexual con penetración a menor de 16 años. En concreto, el acusado, mayor de edad y sin antecedentes penales, mantuvo una relación sentimental con la víctima, nacida en enero de 2004, durante varios meses en los años 2017 y 2018.

Durante el transcurso de la misma, el procesado mantuvo relaciones sexuales con la víctima, “siendo consciente de que ella únicamente tenía 13 años”, relata el escrito de acusación al que ha tenido acceso Diario de Fuerteventura. Unas acciones que el acusado realizó “con la clara intención de someter y dominar a su pareja”, añade el documento.

Los hechos constituyen, según el Ministerio Fiscal, un delito continuado de abuso sexual con penetración a menor de 16 años, por lo que solicita 11 años de prisión. Además, 10 años de libertad vigilada tras cumplir la pena de cárcel y la prohibición de comunicarse o acercarse a menos de 500 metros de la víctima durante 20 años. En cuanto a la responsabilidad civil, se solicita una indemnización de 5.000 euros.

Lesiones

A continuación tendrá lugar el juicio por un delito de lesiones agravadas. En concreto, F.M.P., mayor de edad y sin antecedentes penales, sobre las 03.00 horas del 14 de mayo de 2022 se encontraba parado en el interior de un vehículo en la rotonda situada a la altura del número uno de la avenida Juan Carlos I, en La Oliva. En ese momento, el perjudicado se dirigió hacia él para preguntarle si necesitaban ayuda, ya que había visto que junto a él se encontraba su anterior pareja sentimental, quien estaba en compañía de la actual pareja del acusado.

Según relata el escrito de acusación, el procesado, “guiado del ánimo de menoscabar la integridad física del perjudicado, tras increparle, le agarró con fuerza y lo tiró al suelo, momento en el que le propinó patadas y puñetazos en la boca y por todo el cuerpo” lo que le causó “lesiones”. La víctima, finalmente, se pudo incorporar y huyó del lugar en su vehículo.

Como consecuencia de la agresión, el perjudicado perdió tres dientes incisivos, sufrió una “inflamación en toda la hemicara derecha”, se le inflamaron el ojo derecho y la nariz así como sufrió una herida en la comisura de la boca y dolor mandibular. La víctima requirió un tratamiento quirúrgico consistente en cinco puntos de sutura en el “ángulo bocal izquierdo” además de la cirugía reparadora de los “incisivos rotos”, que tardaron en curar 15 días.

Estos hechos, según la Fiscalía, constituyen un delito de lesiones agravadas, por lo que solicita para el acusado un total de cinco años de prisión y una indemnización de 525 euros, a razón de 35 euros por cada día de pérdida de calidad de vida básica, es decir, el tiempo que tardó en curar la cirugía. Por otro lado, se solicita la cantidad de 3.000 euros por “las secuelas de la pérdida de tres piezas dentales” así como indemnizarle el coste del tratamiento reparador o sustitutivo de las piezas dentales perdidas.

Comentarios

“Lola la de todos”, o Lola la de nadie”, o, simplemente, “La loca de los taros”. UNO- Principios del siglo XX, aproximadamente. Esta noticia me ha hecho recordar una vieja historia o “cuento”, como llamaban antaño los relatos populares sobre asuntos o sucesos que alguna vez habían ocurrido, en el pueblo o en cualquier otra parte de la isla, y que se iban transmitiendo de boca en boca, y en muchas ocasiones, de generación en generación, con los añadidos y “adornos” que aportaba cada “transmisor”. Nunca o raramente por escrito, puesto que la inmensa mayoría de la gente era analfabeta, si bien llegué a conocer a una señora “que sabía de letras,” y pasaba a libretas lo que se llamaba popularmente “coplas”, casi siempre en tono burlón y compuestas a partir de sucesos o hechos que habían ocurrido a alguien. Siempre había alguien que supiera leer para una audiencia. En esa época, sin luz eléctrica, ni radio ni tv… las familias y vecinos, solíamos reunirnos al atardecer y por la noche, a hablar, contar historias, cuentos, de cosas, “diantes”… Así supe de la “lus de Mafasca”… y de Lola de Nadie, o de todos, o la loca… esta parece fue más real que la primera…
“Lola la de todos”, o Lola la de nadie”, o, simplemente, “La loca de los taros”. II- Tuve la suerte o desgracia, de haber nacido y criarme en uno de los lugares más apartados de Fuerteventura, en tiempos en que la isla era “el culo del mundo”, cúmulo de escaseces, pobreza, emigración masiva de los pocos habitantes que vivían en ella; unos, familias enteras, se iban para siempre, y otros, solo por temporadas… Aún recuerdo la tristeza que me producía ver partir a casi todos mis vecinos, con sus hijos, mis amigos… Dejando tras de ellos sus casas vacías y cerradas, sumándose a otras que ya lo estaban… Atrás podían dejar sus gatos, sus perros … abandonados y muriéndose de hambre… Algunas matas de geranios y otras plantas de adornos, en los patios o puertas de las casas, que se iban secando y marchitando, hasta secarse, como lamento y llanto por las amnos que las plantaron y cuidaban. En gran parte de los núcleos majoreros, siempre pequeños, recuerdo que la mayoría de las casas estaban vacías, cerradas, porque quienes las construyeron y habitaron, un día, habían tenido que irse de la isla: a Gran Canaria, Tenerife… Yo visitaba estos lugares, sobre todo al atardecer y anochecer; particularmente en días de vientos, que silbaran y aullaran, entre muros y paredes; pasando entrando por puertas, ventanas, postigos… abiertos… Porque todo eso me llenaba de nostalgia, tristeza, me hacía pensar, recordar, soñar, respirar la soledad y el abandono… Y yo era casi adolescente, y adolescente… SOLITARIO.A, siempre, siempre… mucho más amante de las sombras que de la luz…
“Lola la de todos”, o Lola la de nadie”, o, simplemente, “La loca de los taros”. III- El “cuento” o “historia” de Lola la loca, la de todos, la de nadie, la loca de los taros… lo supe por primera vez en una de esas reuniones tertulias de familia y vecinos; una tarde noche, en el patio de mi casa. Con todos sentados, como era habitual, en poyos, esteras, y los viejos, en sillas, bancos o banquetas … Nadie de los contadores de la historia había conocido a Lola, mientras algunos aseguraban que sus padres, de niños o jóvenes, sí la habían visto… vieja, desarrapada, desgreñada, hazmerreir de los mayores, como “coco”, “mujer del saco”, de los chiquillos, que le lanzaban piedras y otras perrerías. Todos coincidían en que Lola había nacido en un lugar remoto del oeste de la isla, no muy lejos de la Mar del Norte; sin vecinos en muchos kilómetros alrededor de su casa. Nació en una choza, hija de un matrimonio desgraciado, por la brutalidad y primitivismo del padre, que además tomaba (bebía alcohol), y por las “pocas luces” de una madre enclenque y enferma; de enfermedad y de las palizas salvajes que recibía de parte de “su hombre”. Y muy probablemente, también por el hambre, grande y permanente que siempre reinaba entre y alrededor de la familia, incluyendo a la niña. La madre, después de recibir las palizas, si no quedaba tan baldada que no podía andar, salía huyendo de su marido, y desaparecía por una noche o por días. Buscaba refugio en alguna cueva, al soco de una sorriba o de un árbol … Se alimentaba con la leche de las muchas cabras que entonces andaban por la zona, como por el resto de Fuerteventura. Y había quienes decían que también de gofio que previamente ella misma había escondido para tales apuros … Así, por años y años, muchas veces, hasta que un día, la mujer se fue para no volver jamás. Nunca más apareció, nunca más la vieron, ni por su “hogar” ni por ningún otro lugar de la isla. Hubo rumores de que se tiró al mar; de que se lanzó a un pozo; de que murió de hambre o se suicidó, y las bandadas de guirres y cuervos, numerosas en esos tiempos, habían dado cuenta de sus carnes y huesos, tan maltratados, tan molidos a golpes… La niña.hija, Lola, quedó con el monstruo, a merced de él.
“Lola la de todos”, o Lola la de nadie”, o, simplemente, “La loca de los taros”. CUATRO. Con cinco o seis años, la chiquilla ya no volvió a ver a su madre, cuya desaparición, además de por las hipótesis sobre que dijimos ya, la gente añadía la de que pudo morir de una última paliza… y haber terminado devorada por el monstruo de su verdugo, harto de vino, hambre y sobrado de barbarie… La opinión que tenían de él quienes sabían de su existencia así como de los que se relacionaban con él, muy pocos y poco, de su misma catadura, admitía sin muchas reservas ese final. Parece que nadie, ni autoridades ni familiares se ocuparon de investigar qué había sido de la mujer. Las primeras por falta de medios, lejanía, dejadez… Y los segundos, porque, decían, habían emigrado todos, y no se comunicaban - ¿cómo, si ninguno sabía leer ni escribir, ni llegaba correo al lugar de los padres de Lola?- con la mujer. La chiquilla perdió a la madre, y comenzó su calvario, reemplazando a su madre como blanco de los golpes y … de otras “descargas” o “descargues” del monstruo; siendo usada y ultrajada por él; solo, o incluso con algún que otro de su calaña que fuera o pasara por la zona, de pesca, marisqueo, buscando ganados… Siempre que aportaran botellas de vino, ron o coñac, al … El monstruo, también se las apañaba para hacerse con qué comprar; bebida sobre todo, además de tabaco de cachimba, unos pocos y pobres alimentos : pescaba y recogía marisco, que luego secaba; hacía queso, de sus cabras y de las muchas ajenas que vagaban por la comarca; mataba animales propios y de otros dueños, y también los salaba: carne seca y tocinetas (res entera salada) … La sal era muy abundante por los charcos de la costa. Todo, sobre su burro, lo llevaba a vender por los pueblos. En los mismos y por el camino, aprovechaba el viaje para pasar buenos y largos ratos, y días, y noches, tomando y tomando, jugando y jugando – y jugandose las tres perras que le sobraban - a la baraja… En ocasiones, el burro volvía, llegaba solo a casa, antes que la gualtrapa de su amo, que se quedaba atrás, como una cuba y durmiendo la mona.
Pues si no interesa... no molesto más...Y perdonen.

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