Con su vino llamado Aires de Tefía, Almudena Monserrat de León demuestra que el futuro de la viticultura majorera pasa por adaptarse a los recursos de la Isla y del suelo donde se asienta la vid
Fomentar la cultura del vino desde la bodega más pequeña de Canarias
Con su vino llamado Aires de Tefía, Almudena Monserrat de León demuestra que el futuro de la viticultura majorera pasa por adaptarse a los recursos de la Isla y del suelo donde se asienta la vid
Almudena Monserrat de León ha recuperado la herencia vitivinícola en los terrenos propiedad de su abuelo en Tefía. Con la producción de un vino que presenta bajo el nombre de Aires de Tefía, demuestra que el futuro de la viticultura pasa por adaptarse a los recursos de la Isla y del propio suelo donde se asienta la vid. Comenzó con el proyecto de recuperar el tablero familiar como hobby en el que se asentaban unas higueras y un par de parras.
Lo que empezó siendo una afición se ha convertido en un proyecto agrícola experimental con el que fomentar la cultura del vino de Fuerteventura y de paso recordar a los que optan por emprender iniciativas agrarias que todo se fundamenta en la teoría del “ensayo-error” trasladando las enseñanzas y conocimientos adquiridos a través de la formación y los consejos del resto de socios de la Asociación de Viticultores Majuelo o simplemente de los veteranos del terreno.
Almudena trabaja con diferentes modelos de viticultura: en gavia, fuera de gavia y en májara -una especie de zanja- donde se asientan las parras más antiguas sobre un terreno de laja blanca. Empezó hace cuatro años y para este proceso llevó varas de vid desde su otra finca de Tefía, también del legado familiar, muy parecidas a las que ya se asentaban sobre el tablero en el que cultiva distintas variedades de uva, principalmente autóctona, a través de un modelo de producción alternando estos métodos vitícolas. “Para abrirse camino, la parra tiene que romper la laja y aprovechar la cal, con numerosas propiedades. De hecho, en Fuerteventura éramos exportadores antaño”, explica la viticultora sobre este tipo de producción en zanja. También quiso probar con parras procedentes de otros suelos, como las de Juan Guerra en Valle de Santa Inés, de la variedad hoja de moral, la tinta autóctona.
Los métodos de cultivo de Almudena Monserrat de León han sido seleccionados no sólo para aprovechar las características del suelo de Tefía, sino también con el objetivo de disfrutar de una cosecha temprana. Dice que, como docente, los mejores meses para la vendimia son los de verano, cuando puede dedicar cuerpo y alma a elaborar los caldos. Tras unos meses de fermentación de la uva seleccionada, la primera cata se realiza coincidiendo con las fiestas de San Andrés en Las Parcelas, a principios de diciembre. “Ahí, en la finca de mi padre, mi madre hace su tradicional puchero y se prueban los primeros caldos de la temporada”.
La reutilización de desechos es otro de sus principios para su producción ecológica. Abonar las vides con compost orgánico es fundamental. El problema de la escasez de agua se subsana ubicando las parras en terrenos que sean capaces de retener el agua, como ya se realiza en otras islas con el rofe, como en la vecina Lanzarote, la laja blanca “que tanto gusta a la parra”, señala Almudena. No en vano, este material calizo es un excelente conservador de la humedad. También la distribución en gavias a los pies de la montaña de La Fortaleza favorece el crecimiento de la planta. “La lluvia arrastra arena de barranco, arena negra que mezclada con la caliza del suelo y sumado al enriquecimiento de la materia orgánica con la que abonamos, permite que la vid cuente con los nutrientes necesarios para un óptimo desarrollo”.
Retener el agua
Aunque opta por el cultivo de parras de secano es necesario un mínimo de riego si la metereología no ayuda, como es el caso de las recientes semanas. Curiosamente, durante las últimas lluvias, el reguero que dejó la corriente, en colaboración con la orografía del terreno, provocó que se anegasen unas gavias más que otras. El resultado es visible: las parras que recibieron más agua mezclada con la tierra negra arrastrada muestran un desarrollo mejor, explica la viticultora. Aun así, durante estos años y tras varias pruebas dice decantarse más por los resultados de la producción en zanja. Es por ello que las tardes libres y fines de semana abre nuevas májaras, como así se denomina en Tenerife a la hilera de parras en un viñedo, a lomos de su tractor para continuar aumentando el número de vides en Tefía.
“La misma parra en Tefía, Lajares, Las Playitas o Tetir nunca dará la misma uva”
También habla de las diferentes notas gustativas que pueden extraerse de la fruta extraída de una misma vid cultivadas en distintos suelos. “La misma parra plantada en Tefía como la de Aires de Tefía, en Lajares donde se asienta la bodega Conatvs y de suelo arenoso, en Las Playitas con un terreno de arena negra como la de unos jóvenes productores viticultores, o en Tetir con tierra de gavia nunca dará la misma uva porque la fruta absorbe los nutrientes de esos suelos y son todos diferentes”.
Almudena se formó desde joven en el sector de la viticultura. Su abuelo, que por aquel entonces solo cultivaba en Tefía para consumir las uvas, incentivó su interés por el cultivo y elaboración del vino aprovechando su estancia en Tenerife donde realizaba sus estudios de Magisterio. “Me dijo: ‘cómo estás ahí en Tenerife estudiando, infórmate bien de cómo se hace el vino y tráete de allá todo lo necesario para la elaboración’. Y me traje los utensilios y a un amigo cuya familia ya elaboraba vino”, comenta esta amante de la agricultura. Ese fue el germen de la herencia vitivinícola. Dice que es “un hobby y una manera de hacer ejercicio”.
Sin embargo, conforme relata su experiencia con la parra no puede ocultar su atracción y el brillo de los ojos delata una pasión que va más allá del interés por las labores del campo. “La viticultura me llama la atención”. Asegura que le encanta contemplar el proceso de desarrollo de la vid: “Esa parra que ahora está pelá y parece que no sirve para nada, una vez que la podas y empiezas a verla brotar y te da un ramillete verde y después la uva, que comes o usas para el vino. Se trata de un ciclo que me parece increíble. Es algo que debe gustarte y también porque me da la posibilidad de contemplar algo verde en Fuerteventura. Y qué mejor que la parra para que se adapte a un tablero en Tefía”.
Otro de sus objetivos es recuperar las higueras asentadas en la zona. Apuesta también por la plantación de pitaya que junto a los granados con los que cuenta o los próximos olivos espera contribuir a incrementar la práctica de la agricultura ecológica por la que se decanta. Explica, al respecto, que alternar los árboles entre las parras permite el control de plagas dado que las plantas arbóreas son las primeras en albergar los parásitos y dan la señal de alerta para tratar el resto de los cultivos.
Trabas
De otro lado, la viticultora comenta la dificultad para conseguir la autorización del Gobierno de Canarias al objeto de conseguir la autorización para la comercialización de la producción a las pequeñas bodegas, dado que las exigencias y requisitos son los mismos que para grandes productores. Aunque, no cuenta la producción necesaria para poner en el mercado sus caldos, Almudena reconoce que son muchos los bodegueros que podrían abrirse un hueco con la proyección de sus elaboraciones made in Fuerteventura que contribuyan a promocionar, como ella misma hace, la cultura del vino local.
Aboga por un vino joven de baja graduación y por las variedades de uva locales
Su sueño sería que se le reconociera como “la bodega más pequeña de Canarias”. En un rincón de la vivienda rural en Tefía, Almudena instaló todo lo necesario para la elaboración de sus caldos. Una prensa que ahora se encuentra a resguardo esperando la próxima cosecha y dos depósitos de acero, para su rosado y blanco, componen todo lo necesario para la producción que ahora reposan a la espera de un nuevo embotellado. Dice que prefiere las cubas de este material a las tradicionales barricas de madera para los vinos jóvenes, mientras que las orgánicas se pueden emplear mejor para la maduración de vinos de guarda o de mayor graduación alcohólica, como licores.
Esta vendimia se ha decantado por la elaboración de vino rosado frente al tinto, han sido concretamente 80 litros de rosado elaborado con hoja de moral y listán prieto, y otros 60 de blanco en un coupage de malvasía volcánica y listán blanco, pero de la variedad originaria de Fuerteventura, procedente de la zona donde ya cultivaban sus abuelos.
Aboga por la elaboración de un vino joven de poca graduación alcohólica y por las variedades de uva locales: hoja de moral, listán prieto para los tintos y rosados, mientras que los blancos proceden de una selección de malvasía volcánica y listán blanco. Aires de Tefia es el nombre genérico de sus vinos, Brisa para un blanco suave, en el que destaca la malvasía volcánica, pero que nada tiene que envidiar a los caldos lanzaroteños, y Siroco para un tinto con aromas y sabor muy local.
Son unos caldos que no se comercializan. Su proyecto es practicar la viticultura como fórmula experimental para encontrar métodos de cultivo para la mejora de la producción local de vino y ofrecer catas a particulares y a los propios clientes que alquilan su vivienda rural, asentada en el mismo tablero donde pueden contemplarse las parras de las que más tarde podrán degustar su fruto. Muchos de estos turistas son atraídos por los recursos ornitológicos de la zona. No en vano, en la zona de la montaña de La Fortaleza predominan numerosas aves como el guirre, explica.
Acompaña sus cada vez más reconocidas y solicitadas catas con un maridaje de productos gastronómicos de la zona, como los quesos de Bernardo Peña y el pan de Miguel Diego, que elabora en exclusiva el fin de semana en su horno de leña.
Almudena Monserrat de León comenta las ventajas de pertenecer a la Asociación de Viticultores Majuelo: el intercambio de información para mejorar la producción y la posibilidad de compartir experiencias vinícolas que contribuyen a la mejora de la vid local y al fomento de la cultura del vino dentro y fuera de las fronteras de Fuerteventura. El vino majorero es un producto que comienza a abrirse camino más allá de reconocidas bodegas como Conatvs, una de las más premiadas y de mayor proyección fuera de la Isla. Con eventos como el XV Certamen de La Ampuyenta Andrés Valerón se ha demostrado que las producciones majoreras están pisando fuerte en el panorama vitivinícola.
En el certamen de celebrado el pasado mes de noviembre se congregaron una veintena de productores locales. En la categoría de blancos resultaron premiados Bodega Gavia San Miguel de Leonardo Ramírez (primer puesto) y Bodega Conatvs de Pedro Antonio Martín (segundo). En rosados se llevaron el reconocimiento del jurado, en primer lugar Bodega Gavia El Sordo de Miguel Cabrera y en segundo Bodega Almácigo de Gustavo Guerra. Los tintos más valorados fueron, con el primer premio, el de Conatvs, y con el segundo, el de Bodega Bounty de Marco y Alina.
Fuerteventura tan solo cuenta con una veintena de productores vinícolas, si bien el futuro del sector es prometedor después de que una nueva bodega bajo el nombre de Bodegas La Hubara se sume a las tres que ya la pasada campaña comercializaran sus vinos en el mercado, dos de ellas dentro de la denominación de origen Islas Canarias: Conatvs y Gavias El Sordo. Al frente de la tercera, Gavia San Miguel, que elabora el vino Jasiel, se encuentra Leonardo Ramírez, presidente de la Asociación de Viticultores Majuelo. Este colectivo cuenta con 130 socios, la mayoría con una limitada producción de vino para consumo propio y uva de mesa. Las variedades predominantes en los áridos suelos majoreros son la malvasía volcánica, listán blanco y burra blanca, una variedad propia de la Isla, para la elaboración de los caldos blancos, principalmente.
Comentarios
1 Libertad Lun, 26/02/2024 - 18:11
2 Anónimo Lun, 26/02/2024 - 19:19
3 Anónimo Mar, 27/02/2024 - 07:49
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