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El yacimiento que abre las puertas al contacto entre majos y europeos

Las dataciones de Pozo Negro arrojan fechas que corresponderían a los siglos XV y XVI

Eloy Vera 0 COMENTARIOS 23/06/2025 - 07:21

El poblado de las Casas de Pozo Negro fue habitado por los majos, los antiguos pobladores de Fuerteventura. Tras la conquista, recibió nuevos inquilinos.  Las chozas se abrieron para dar techo a los europeos que arribaron a comienzos del siglo XV dispuestos a empezar una nueva vida en este lugar del Atlántico. Sus muros fueron testigo de los primeros momentos de contacto entre majos y europeos hasta que fue deshabitado y entró en el listado de zonas de la Fuerteventura vacía. Siglos más tarde, las palas de los arqueólogos han descubierto un yacimiento que servirá para escribir nuevos capítulos de la historia de la Isla.

En octubre de 2023 un grupo de arqueólogos, bajo la dirección de Rosa López y con experiencia en yacimientos aborígenes de Fuerteventura y medievales andaluces, empezó a excavar en el yacimiento Casas de Pozo Negro, un conjunto de estructuras que ha sobrevivido al paso de los siglos y sobre las que planeaba la posibilidad de que fueran los almacenes y la capilla que Jean de Bethencourt construyó tras arribar a la Isla a comienzos del siglo XV.

Los arqueólogos jugaban a su favor con la posibilidad de excavar en uno de los lugares más importantes desde el punto de vista histórico y arqueológico de Fuerteventura: Pozo Negro, uno de los primeros lugares donde se asentaron los europeos tras su llegada a la Isla. Siglos atrás, los majos eligieron algunos de sus valles para levantar poblados como el de La Atalayita y otros más cercanos a la costa.

En 1426 el cartógrafo veneciano Giacomo Giroldi nombra ya el lugar como Pozo Negro en el primer mapa que da nombres topográficos a lugares de la costa de la Isla. Las cartografías de Bianco en 1436 y Fernandes en 1527 vuelven a mencionar este enclave, que en el pasado llegó a ser uno de los puertos más importantes de Fuerteventura.

En el XVI se utilizó como punto de llegada de las expediciones que partían a Berbería con la misión de rescatar a los canarios cautivos en África o para traer esclavos. Un siglo más tarde, fue uno de los lugares más importantes de la Isla para la exportación de grano y ganado y para la entrada de víveres, una actividad que perdurará hasta el siglo XIX.

Los escritos de la época también nos hablan de la presencia de miembros de la comunidad judeoconversa residiendo en la zona. Documentos del Tribunal de la Inquisición de Gran Canaria aluden a la investigación que el Santo Oficio hizo acerca de los judeoconversos que vivían en Canarias desde 1490. Algunos de ellos en Fuerteventura. En concreto, en Pozo Negro.

Si quitamos la cerradura y abrimos una puerta al pasado, nos encontramos al sevillano Juan Hernández Crespo y a su familia viviendo en Pozo Negro. Eran judeoconversos sobre los que se conservan varias denuncias. Unas por parte de sus criados y otras por parte de sus vecinos. En ellas se acusa, entre otras cosas, de celebrar el Yom Kipur, la fiesta del judaísmo.

Echamos el fechillo a la puerta y regresamos al siglo XXI. Es 2023 y un grupo de arqueólogos excava en las Casas de Pozo Negro, un yacimiento de unos 11.000 metros cuadrados recogido desde hace décadas en la Carta de Arqueología de la Isla.

El día que Rosa López empezó a excavar tenía anotado en su cuaderno de objetivos poder datar la cronología de las estructuras y materiales que aún se conservan en superficie; la extensión que podía tener el yacimiento y la estratigrafía.

Nuestro objetivo, explica la arqueóloga, “era saber si había posibilidades de conseguir una buena secuencia estratigráfica donde se pudiera observar la evolución del asentamiento a lo largo del tiempo o, por el contrario, se trataba de restos muy deteriorados y en superficie”. En definitiva, señala, “conocer características espaciales y temporales y ver si se trataba de un yacimiento aborigen, de etapa posterior a la conquista o de restos del periodo aborigen, pero reutilizados posteriormente”.

Cuando los arqueólogos llegaron al lugar, se encontraron con restos de cinco estructuras, algunas con muros haciendo esquina, lo que daba pie a pensar que fueron espacios más grandes. Otras construcciones tenían forma longitudinal y otras circular.

Pieza de cerámica medieval junto a cuentas aborígenes.

Han identificado cerámica medieval de talleres andaluces o valencianos

“Nos llamó la atención estas estructuras porque las que se localizan en los yacimientos aborígenes son circulares, polilovulares u ovaladas. Ahora, veíamos potentes muros que hacían esquina, perpendiculares. Estas formas nos estaban hablando de que pertenecían a otro periodo histórico, pero no sabíamos si se trataba de un momento más antiguo, cercano a la conquista, o de una época más reciente”, explica Rosa López.

En superficie se encontraron con gran cantidad de cerámica. Algunos fragmentos eran de época aborigen, pero la mayoría era importada a torno y vidriada. La cerámica reciente tradicional, aquella que debió salir de las manos de las alfareras de la Isla, era escasa. También restos de malacofauna: burgados, lapas, mejillones y posibles concheros con gran acumulación de mariscos.

El primer trabajo consistió en retirar la vegetación que durante siglos había ido ocultando los restos arqueológicos. El Ayuntamiento de Antigua colaboró en la limpieza. Según iba desapareciendo la maleza, empezaban a aflorar nuevas estructuras. Se delimitó un área de trabajo de 700 metros cuadrados en la que se hicieron cuatro sondeos en los lugares con mayor potencial arqueológico.

En uno de ellos se pudo localizar, en una misma estructura, tres etapas constructivas de distintos momentos. Una de periodo aborigen y las otras dos de etapa europea. Tras la conquista, el espacio fue reutilizado y ya en el siglo XVI se volvió a transformar.

Las dataciones realizadas son de 1410 y llegan hasta 1520. La construcción fue usada en época aborigen y más tarde desde, al menos, 1410 hasta principios del siglo XVI. Por tanto, explica la arqueóloga, “se trata de construcciones muy tempranas, de momentos cercanos a la conquista europea”.

En otro sondeo se pudo documentar un espacio constructivo completo con sus muros y entradas y un potente nivel de ceniza que va a estudiar la doctora en Antracología Paloma Vidal. Los otros dos sondeos dieron menos resultados. En uno se pudo documentar una tanquilla construida en momentos más recientes. “Se trata de la única alteración que se puede ver en el yacimiento”, aclara Rosa. El otro sondeo arrojó mucho material, pero no aparecieron estructuras.

“El material encontrado durante la campaña de excavación es muy interesante”, señala la arqueóloga que prepara una tesis doctoral sobre los yacimientos medievales en Fuerteventura. Sin embargo, lo más destacable sería, apunta, “la aparición de un espacio constructivo con una cronología muy cercana a la conquista, 1410. Las personas que vivieron ahí estuvieron en contacto con las primeras expediciones que llegaron a Fuerteventura encabezadas por Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle”.

El estudio de estas arquitecturas ha permitido documentar estructuras medievales de planta cuadrada con un sistema constructivo medieval, donde se aprecia el uso de una piedra distinta a la que se empleaba en las construcciones aborígenes  y la utilización de mortero de cal, una técnica también medieval que se aplicaba en las edificaciones andaluzas.

Según avanzaba la excavación, fueron apareciendo nuevos materiales cerámicos. De la tierra surgieron fragmentos de cerámica aborigen, pero, sobre todo, restos de piezas que podrían haber salido de talleres andaluces o, tal vez, valencianos. Apareció cerámica a torno, vidriados melados con manganeso y restos de loza blanca y verde manganeso. El análisis de los fragmentos descubre piezas de uso doméstico que en otro tiempo realizaron la función de platos, escudillas, jarras y cuencos.

También aparecieron metales, un alfiler y una moneda. A la espera de estudios más detallados, parece, a simple vista, que se trata de un ceitil portugués de Alfonso V. “No se leen las leyendas de ambas caras y el estado de conservación es muy deficiente”, aclara Rosa, pero “sí se aprecia en el anverso el castillo de tres torres y en el reverso lo que podría ser el escudo. Debido a su conservación, no se observan las cinco quinas cantonadas por castillos y rodeando al escudo cuatro cruces, aunque sí parece conservarse dos de ellas”.

Es, aclara la arqueóloga, “el único monarca de la dinastía lusa que utiliza estas cruces y, de confirmarse la existencia de ellas estaríamos ante una moneda acuñada por Alfonso V entre 1446 y 1449”.

Moneda de posible factura portuguesa. 

Bethencourt

En los años 50 del pasado siglo, los hermanos Serra Ráfols llevaron a cabo prospecciones arqueológicas que permitieron localizar la fuente de Rico Roque, asociando el topónimo con el que aparece en las fuentes de la conquista de Fuerteventura y donde parece ser que Jean de Bethencourt construyó una fortaleza.

Le Canarien, la crónica de la conquista de Canarias, nos dice que, “a una legua de Rico Roque, en el llamado puerto de los Jardines se hallaban los víveres de Monseñor de Béthencour, y quemaron una capilla que había allí, y se apoderaron de ciertos efectos, a saber de mucho hierro y cañones, y rompieron los cofres y los toneles y cogieron y destruyeron todo cuánto estaba allí”.

El lugar fue testigo de la interacción entre aborígenes y europeos

A finales de los años 90, un equipo de arqueólogos, liderado por el catedrático en Prehistoria de la Universidad de la Laguna, Antonio Tejera Gaspar, prospectó la zona de las Casas de Pozo Negro. En aquel momento, las identificó con los almacenes de Jean de Bethencourt.

“Con esos antecedentes excavamos, pero dejándonos guiar por lo que nos marcan los vestigios arqueológicos”, aclara la especialista. Las excavaciones  han sido muy escasas y el equipo de especialistas no se atreve a decir si son o no los restos de los almacenes y la capilla.

“Podemos decir que estamos en un momento muy temprano a la conquista, principios del siglo XV y XVI, pero por lo excavado y los restos materiales encontrados, no podemos decir si la funcionalidad era la de almacén. Podría ser, pero no hemos excavado tanto ni tenemos dataciones como para poder confirmar esa teoría”, sostiene la arqueóloga.

Y zanja el tema asegurando que “lo más importante, más allá de si estamos en los almacenes de Bethencourt o de una estructura asociada a la actividad del puerto, es que este lugar fue testigo de los primeros momentos de interacción entre la población aborigen y europea”.

Pozo con escalera de gran valor patrimonial cercano al yacimiento.

Pozo con escalera

Cerca del yacimiento se conservan tres pozos, uno de ellos con escalera y con piedra negra volcánica. Es muy antiguo y hay quienes han atribuido el topónimo Pozo Negro al propio pozo. Los arqueólogos llevan tiempo interesados en él. Para unos es de factura romana; otros creen que es medieval y hay quienes piensan que podría ser de etapa aborigen.

Rosa cree que sería “muy interesante hacer una limpieza y vaciado del pozo y un estudio arquitectónico que permitiera aclarar si es medieval, anterior o aborigen”.

La investigadora asegura que el valle de Pozo Negro habría que estudiarlo tanto a nivel terrestre como subacuático. Una campaña subacuática, por parte de la empresa Tibicena, localizó en 2016 piezas de cerámica y pipas de fumar en la bahía de Pozo Negro. En su opinión, “se debería hacer un estudio en toda la zona de Pozo Negro desde distintas disciplinas, tanto desde la arqueología como desde la arqueología de la arquitectura”.

Se ha encontrado una moneda, que podría ser un ceitil portugués de Alfonso V

Los arqueólogos de Pozo Negro han estado en contacto con el equipo que trabaja en el yacimiento de San Marcial del Rubicón, el primer asentamiento europeo en las Islas, donde trabajan un grupo de expertos bajo la dirección de Esther Chávez, María Antonia Perera, María del Cristo González Marrero y Miguel Ángel Hervás.

La excavación de las Casas de Pozo Negro ha contado con la financiación de la Dirección General de Cultura y Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias. Su director, Miguel Ángel Clavijo, asegura que se trata de uno de los yacimientos “más interesantes del Archipiélago” y uno de los proyectos en los que la Dirección General “está más ilusionada porque se abre una grandísima oportunidad. Este trabajo puede desvelar uno de los momentos que más información puede aportar para el conocimiento del pasado de Fuerteventura”.

“La bahía de Pozo Negro es nuestro Rubicón en Fuerteventura. Las cronologías han aportado unas fechas muy precisas, que corresponden a todo el periodo betancuriano. Posiblemente, estemos ante lo que va a ser el primer enclave histórico después de la conquista”, ha explicado Clavijo. El pequeño sondeo que se ha hecho, continúa explicando, “nos está dando la pista de lo que puede ser una grandísima excavación y una zona arqueológicamente muy fértil”. Está prevista una segunda excavación en Pozo Negro. El Cabildo majorero y el Ayuntamiento de Antigua trabajan ya en su protección. Rosa insiste en que es un yacimiento “importante para estudiar”. “Con la llegada de los europeos se produjo una serie de cambios en la sociedad y en la cultura isleña. Las Casas de Pozo Negro son un punto donde podemos ver cómo trascendieron esos cambios a nivel social y cultural. Su estudio nos permitirá saber qué ocurrió cuando interaccionaron estas dos culturas”.

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