La talla, del siglo XVII, fue sustraída en 1981 de la ermita de San Diego, en Betancuria. Décadas después de aquel suceso, fue localizada en una galería de arte de Tenerife
El misterio de San Diego de Alcalá se resuelve 42 años después de su robo
La talla, del siglo XVII, fue sustraída en 1981 de la ermita de San Diego, en Betancuria. Décadas después de aquel suceso, fue localizada en una galería de arte de Tenerife
La tranquilidad de Betancuria saltaba por los aires en noviembre de 1981 después de que los vecinos del pueblo se percataran de que la imagen de San Diego de Alcalá, el conocido como el Santo del Agua, había desaparecido de la cueva en la que estaba colocado en la ermita de San Diego. El robo alentó todo tipo de rumores, contradicciones y acaparó titulares en la prensa de la época, mientras la Guardia Civil y la Policía Nacional intentaban, sin éxito, dar con el paradero. Nada más se supo hasta que, hace unos años, un coleccionista la identificó en un libro sobre los fondos de una galería de arte de Tenerife. Tras más de 40 años desaparecida, la talla regresará a Betancuria.
El martes 24 de noviembre de 1981 el periódico El Eco de Canarias llevaba a sus páginas el robo de la talla. El periodista Juan F. Báez Bolaños contaba cómo los vecinos de la villa de Betancuria, desde la mañana del domingo, se hallaban “indignados ante la desaparición de la imagen de San Diego de Alcalá, por la que sienten una gran devoción a la que ellos llaman el Santo del Agua” y añadía que “para los indignados fieles es un misterio la desaparición de dicha talla”.
El domingo antes, los vecinos habían acudido a la ermita para celebrar la festividad de San Diego de Alcalá. Ese año se había retrasado unos días la celebración pues el santoral es el 13 de noviembre. La alarma entre los vecinos no tardó en saltar al ver que la imagen había desaparecido del pequeño retablo ubicado en la cuevita que se encuentra en el interior de la ermita y donde, según la tradición, rezaba el monje durante el tiempo que estuvo de guardián del convento franciscano de San Buenaventura en el siglo XV.
El eco de Canarias explicaba en sus páginas cómo los vecinos “armaron gran revuelo, pasándose de la sorpresa inicial a un clima de fuerte indignación, tras percatarse los asistentes que el Santito no estaba”.
Durante días, el diario siguió informando del tema. Entrevistaron al párroco que había estado a cargo de la parroquia de Betancuria hasta octubre, José Francisco Espinosa Betancor; a la mujer que tenía la llave de la ermita, que aseguraba que era ella quien abría la puerta a los turistas cuando querían visitar el templo y añadía que si iba un cura ella, directamente, le entregaba la llave; a Amparo Torres, la alcaldesa en aquel entonces de Betancuria, que contaba al periodista que ella había esperado a que llegase la festividad de San Diego de Alcalá para que los vecinos, al darse cuenta de la desaparición, “protestasen y con ello obligar al señor cura a moverse, que denunciase la desaparición de la talla”.
El periódico también mostraba su sorpresa por la tardanza en denunciar el robo: “Lo más extraño en este caso, es el tiempo que han dejado pasar sin que se haya denunciado el mismo. Esto es lo que más confunde a los devotos del Santo del Agua que se preguntan el porqué de tanto misterio”. Además, el periodista apuntaba cómo el templo no presentaba ninguna puerta ni ventana rota por lo que lanzaba la hipótesis de que “la persona que se llevó la talla pudo acceder libremente al interior de la ermita”.
El sacerdote majorero José Lavandera también fue entrevistado en aquel momento. En la entrevista contaba cómo el 23 de agosto acudió a rezar a la ermita y se percató de que la talla ya no estaba en ella. En un principio, pensó que se la podían haber llevado a la parroquia de Betancuria. Volvió en otras ocasiones a la ermita, pero el santo seguía sin aparecer. Fue entonces cuando comunicó la desaparición a la alcaldesa.
“Denuncié la desaparición, pero todo quedó en la denuncia. No se supo quién se la pudo llevar. La imagen estaba en disposición de llevarse porque la puerta la vi muchas veces abierta. Menos mal que no se llevaron el pequeño retablo”, cuenta Lavandera, en la actualidad delegado de Patrimonio Histórico de la Diócesis de Canarias, 42 años después del robo.
La familia del coleccionista de arte Antonio P. Martín procede de Betancuria, aunque él reside en Gran Canaria. Él también tuvo conocimiento de la desaparición de la imagen poco después de producirse. En una entrevista con Diario de Fuerteventura termina de reconstruir la historia de la talla hasta llegar al Museo Diocesano de Las Palmas, donde se encuentra en estos momentos.
Antonio P. Martín la vio en el inventario de una galería y la adquirió
“La pieza fue robada en 1981 por una persona que casualmente había invitado yo a Betancuria”, explica nada más empezar la entrevista. “Invité a una pareja a quedarse en una de las propiedades que tenía mi familia en Betancuria”, cuenta. A finales de 1983, la pareja se separó y fue cuando “me llamó la mujer para decirme que el marido era el que se había llevado esa pieza. Yo había tenido mis sospechas porque él tenía una colección de figuras religiosas”.
Hace unos años, cayó en manos de Antonio un libro editado por el Cabildo de Tenerife sobre la colección de una galería de arte de Tenerife. Su sorpresa fue mayúscula al comprobar que la talla de San Diego aparecía en el inventario.
“Intenté recuperarla varias veces, pero no fue posible”, cuenta. Sin embargo, siguió con su empeño hasta que, a través de un intermediario, pudo adquirirla junto a tres piezas más de arte que custodiaba la galería.
En febrero de 2021 se materializó la compra. Lo siguiente fue llamar a José Lavandera para decirle que había recuperado la imagen. “No quería dinero. Era una donación porque tenía esa espinita. El robo había sido por parte de una persona que yo había invitado a la Isla”, explica.
Meses después, se firmó el documento de donación con la Diócesis. La única condición que puso el coleccionista es que la imagen volviera a Fuerteventura y, en concreto, a Betancuria.
Al fondo, cueva donde estaba la imagen, en la ermita de San Diego en Betancuria. Foto: Carlos de Saá.
La talla, considerada “muy valiosa” por los expertos, volverá a Fuerteventura
La imagen representa a San Diego de Alcalá en actitud orante y ataviado con el hábito y el cordón franciscano. Cuando fue localizada, se encontraba en mal estado de conservación por lo que tuvo que ser restaurada por la especialista en restauración Amparo Caballero. En estos momentos, se encuentra en estudio por parte de la catedrática de Historia del Arte de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, María de los Reyes Hernández Socorro, quien asegura que es una talla del siglo XVII “muy valiosa”.
José Lavandera explica que la idea es que “la imagen retorne a Fuerteventura. Esa idea la tengo desde el principio. Ahora, está en depósito guardada en el Museo Diocesano de Las Palmas. Estamos intentando hacer una urna con las medidas de seguridad necesarias para que pueda ser trasladada a Fuerteventura. No pudo ser para el día de San Diego que era mi deseo, pero tan pronto se termine se irá para Fuerteventura”. Allí, la esperan los vecinos desde hace 42 años.
Vecinos de la Isla recuerdan haber visto en sus ermitas obras o haber oído hablar de ellas sin que se sepa cuál ha sido su paradero. En la memoria oral abundan historias de tallas, cuadros y piezas de orfebrería desaparecidas. Algunas de ellas fueron a parar al Museo Diocesano de Las Palmas hasta que, en los años ochenta, consiguieron traerse de nuevo a la Isla para ser expuestas en el Museo de Arte Sacro de Betancuria. Otras salieron de la Isla y jamás se supo de su paradero.
Los conservadores de arte María Jesús Morante y Lorenzo Castañeyra firmaron un trabajo en las primeras Jornadas de Historia de Fuerteventura y Lanzarote sobre la pintura religiosa en la Isla majorera. En él dedicaron un apartado a enumerar algunos de los cuadros desaparecidos. Los autores mencionan un artículo de ‘La Provincia’ en el que se citaba dos grandes cuadros con representaciones de la vida del santo de la ermita de San Isidro en Triquivijate. Los cuadros estuvieron hasta el año 1980. También hacen alusión a las referencias orales de vecinos del Valle de Santa Inés que recuerdan la existencia de un cuadro perteneciente a la serie que se guarda en la ermita y que representa a Adán y Eva.
En la sacristía de Tetir también hubo un cuadro en el que se representaba a la virgen de Candelaria. Su pista se perdió después de que se derrumbara el techo de la sacristía. Los vecinos de Tefía recuerdan un cuadro de gran formato con la imagen de una virgen. El lienzo se llevó a restaurar en la década de los setenta del pasado siglo y nunca más se supo de él. En 2007 también desapareció un exvoto del siglo XVIII de la ermita de San Pedro de Alcántara, en Ampuyenta, sin que haya aparecido hasta el momento.
Comentarios
1 Anónimo Lun, 18/12/2023 - 13:45
2 Yo Lun, 18/12/2023 - 14:43
3 Higo Mar, 19/12/2023 - 21:26
4 Maxo Mié, 20/12/2023 - 18:16
5 Parece Jue, 21/12/2023 - 02:03
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