El exilio dorado de Tito Mesa
La finca Meguéz de Tito Mesa en Casillas de Morales se ha convertido en un referente para el sector del aceite de oliva ecológico de Fuerteventura
La finca Meguéz de Tito Mesa Cabrera en Casillas de Morales (Antigua) es un referente para el sector olivarero ecológico de Fuerteventura. Un proyecto personal desarrollado en una extensión de 100.000 metros cuadrados con el 50 por ciento destinado a olivar ecológico y que ahora apuesta por fomentar con la ayuda de Armando Melián, vicepresidente de la Asociación de Olivareros de Fuerteventura (Olivafuer).
Tito Mesa recuerda los inicios del proyecto. “Era una ilusión que tenía desde siempre”. Inicialmente pensó en desarrollarlo en otra finca de la vecina isla de Lanzarote. Las trabas burocráticas con las que se topó le retornó a su “Fuerteventura querida” donde tras consultar los requisitos necesarios y contar con el beneplácito de la administración sacó adelante el olivar con 800 olivos inicialmente en la primera fase, hace ya una década.
Poco a poco fue engrandeciendo el olivar hasta alcanzar los 1.200 olivos de la actualidad, e incluso se planteó contar con su propia almazara, aunque finalmente no la necesitó al disponer de la del Cabildo de Fuerteventura para elaborar uno de los mejores aceites de oliva ecológicos y totalmente certificados.
Tras superar los problemas de los últimos años y con la ayuda de Armando Melián, Tito Mesa confía en superar este año los 35.000 kilos de aceituna, con un 10 o 12 por ciento de rendimiento. En su finca cuenta con hasta cuatro variedades de aceituna: arbequina, picual, hojiblanca y verdial, que es la de Fuerteventura.
Tras superar los problemas de los últimos años y con la ayuda de Armando Melián, Tito Mesa confía en superar este año los 35.000 kilos de aceituna
Para Tito Mesa, con 61 años de edad, el cuidado de su olivar es un trabajo más al que dedica muchas horas, pero con la vista puesta ya en el horizonte de la jubilación. “El cuidado del olivar lleva cariño, hablar con el olivo, verlo para que te hable y por eso hay que darle tiempo al tiempo”. “Afortunadamente el olivar es muy agradecido y todo el tiempo que inviertas te lo da en fruto”, añade Armando Melián, quien defiende la dedicación de Tito a su finca de la que asegura “está muy bien montada, con un buen caudal de riego que facilita las labores, aunque también requiere de una ardua tarea llevar a cabo todos los tratamientos ecológicos”.
Comenta la introducción de tratamientos novedosos contra las plagas y autorizados por la certificación ecológica, como es el caolín, un talco blanco que tiñe los olivos como si de escarcha se tratara y que confiere al olivar un manto de apariencia nevada que transporta al visitante a un paisaje inédito en la Isla recogido entre pinos y palmeras que protegen a los árboles del viento, además de embellecer el entorno.
Explica Tito que antaño la producción ecológica “costaba el doble que la tradicional y no se vendía el doble de lo convencional”, por el alto precio de los productos de tratamiento, por ello no eran muchos los que se decantaban por esta opción. “Yo quiero ser ecológico por convicción”, enfatiza este olivarero mientras explica los trámites necesarios para mantener la certificación ecológica. Por ello, la finca, según añade Armando, “no genera residuos, todo vuelve a revertir en el medio, tras la poda se composta o se destina a los animales”. Así se justifican también las tuneras plantadas “la mejor para el compost”.
La finca ecológica se nutre de abono natural, semillas de millo o cebada, que proporcionan el alimento a los árboles y animales que transitan, como perdices o conejos. Un concepto de finca “muy respetuosa con el medio”, comenta Armando Melián. Bajo los árboles, el picón permite mantener la humedad del suelo.
Pero lo más laborioso es la recogida, que precisa de mucha mano de obra, a pesar de que está semimecanizado el proceso, y es realmente lo que lo hace “costoso”. La ventaja es la diferente época de maduración de las distintas variedades que permiten escalonar la recogida. La arbequina es la variedad más valorada, la más premiada en Canarias porque es muy aromática y dulce. La picual es más amarga y picante. “La calidad de la producción es el medio”, enfatiza Armando.
El aceite de Tito Mesa ha podido salir de la Isla y visitar otras zonas del Archipiélago. Así, su producción ha podido consumirse en Tenerife, Gran Canaria y La Palma. Aunque también se ha distribuído en una tienda de Puerto del Rosario, en el Morro del Oso o el aeropuerto. Pero tras los dos años de parón obligado ahora tiene el reto de volver a poner en el mercado su oro líquido. Si bien, no concibe el proyecto emprendido con Meguéz como un negocio. “Esto no se amortiza en la vida. Era un hobby que se me ha ido un poco de las manos, pero no quiero ser el más rico del cementerio”.
Tito Mesa ha regresado a la agricultura después de asentar una empresa familiar en el mundo de la automoción, pero durante ese tiempo siempre contó con su mayor hobby. “A mis veintitantos años yo me dedicaba a la agricultura, a mí me ha gustado de siempre, pero por cosas de la vida me cambiaron el camino y con veinticinco años me enviaron al sector del automóvil. Ajos con coles”. Una empresa que sacó adelante en la vecina isla de Lanzarote. Y es que, tal y como comenta, “en cualquier proyecto que me pongan, si lo hago con gusto, no me va mal por mucha competencia que tenga enfrente y me fue muy bien, aunque sabía que ese sector para mí no iba a ser eterno y quería dedicarme a otras cosas, pero esta vez de capricho. Todo el mundo tiene que tener derecho a un plan B”.
La idea inicial de Tito era convertir su finca sostenible en visitable con un molino de los años 50 con el que extrae el agua, un antiguo molino de Chicago en pleno funcionamiento. Y que proporciona un riego automático al terreno. Pero nuevamente tropezó con problemas burocrático y la iniciativa agroturística se ha quedado en el tintero.
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