El caso de Juan Tenería: realojado en el lugar más inaccesible para una persona con movilidad reducida
Fue desahuciado de un garaje en Arrecife. El Gobierno le reubicó en una casa en Caleta de Fuste que no cumple con las condiciones mínimas para vivir
“Aquí estoy, en el Everest”, dice con sorna Juan Tenería desde Fuerteventura. Se refiere a la ubicación donde se encuentra la vivienda que le facilitó Visocan, la empresa pública del Gobierno de Canarias.
Juan llegó el último sábado de noviembre a su nueva casa. Tuvo que abandonar el garaje en el que vivía en la calle Guardilama de Arrecife y no tenía una alternativa. Gracias a las gestiones de la Plataforma por una vivienda digna de Lanzarote y del grupo de Podemos en el Ayuntamiento de Arrecife, consiguió que el Gobierno le asignara una vivienda.
Sin embargo, como no había ni una sola casa disponible en Lanzarote, después de 22 años viviendo en esta Isla, se marchó a Fuerteventura, donde le ofrecían la casa.
Juan acababa de salir del hospital después de un mes ingresado. Había entrado con una ciática, que se le había complicado con una neumonía, porque siempre que tiene las defensas bajas, su salud se resiente. Hace años, perdió las dos piernas por un shock séptico.
En aquella ocasión, cuando salió, después de un año ingresado y varios meses en coma, lo único que pudo encontrar y pagar, con sus ingresos, fue un garaje acondicionado como vivienda, pero ahora las propietarias quieren vender todo el edificio, así que acabó teniendo que marcharse.
El problema es que no tenía adonde ir porque cobra 392 euros mensuales y no hay casas por ese precio en la Isla. La solución vino de la mano del Gobierno, que le facilitó esta nueva vivienda.
La casa está en Caleta de Fuste, en la urbanización Atalaya Park, pero tiene varios inconvenientes: se encuentra en las promociones de la montaña, lo que se llama la tercera fase, a unos dos kilómetros del centro de la localidad, que es donde está la tienda más cercana.
Juan tiene dos prótesis y puede caminar ayudado con muletas, aunque le cuesta esfuerzo. A veces va en silla de ruedas. Puede bajar él solo sin mayor problema con la silla, pero no puede subir. No solo por la cuesta sino también por la distancia.
Además, cuando llegó un sábado se encontró con que la casa no tenía ni agua ni luz. Desde el Gobierno de Canarias nadie ha comprobado las condiciones de la casa, que ha estado cerrada los últimos tres años. Estaba sucia y tampoco tiene nevera ni lavadora.
Dice que el presidente de la comunidad ya le ha conectado el agua pero que no ha podido conectar la luz porque la casa no tiene contador. En la empresa comercializadora le han dicho que consta que debería tener luz, pero no la hay. La casa pasó a manos del Gobierno, gracias a un convenio entre Visocan y La Caixa.
“Me dijeron que me iban a buscar una vivienda adecuada a mi situación, pero yo no puedo vivir aquí”, dice. Aunque se arreglaran las deficiencias, necesita la ayuda de alguien para subir y bajar desde la casa.
Dentro de lo malo, ha tenido algo de suerte. “Tengo unos vecinos que son una maravilla, de película”, dice.
Una de las vecinas se ha ofrecido a trasladarlo, otra le ha tirado un cable para que pueda enchufar al menos la televisión, el teléfono y dos lámparas, pero ni puede cocinar, ni hacer un café, así que tiene bajar desde por la mañana a Caleta de Fuste.
“Lo que no sé es cómo voy a subir, me pondré en la calzada a ver si alguien se apiada de mí”, asegura.
Comentarios
1 Eh? Jue, 05/12/2019 - 09:01
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