En los años cuarenta del siglo XX un comandante de la Guardia Civil presentó un megaproyecto industrial con energías renovables, potabilización y diversificación económica
El ‘Plan Chamorro’, la quimera que quiso revolucionar Fuerteventura y Lanzarote
En los años cuarenta del siglo XX un comandante de la Guardia Civil presentó un megaproyecto industrial con energías renovables, potabilización y diversificación económica
Primer tercio del siglo XXI. El mundo avanza lentamente hacia la descarbonización para enfrentar un cambio climático cada vez más acelerado. Fuerteventura y Lanzarote, muy dependientes del petróleo que viene de fuera, aumentan poco a poco su cuota de energía renovable, mientras sondean tímidas tentativas para diversificar unas fuentes de ingresos centradas en el turismo.
Mediados de los años 40 del siglo XX. España sufría una durísima posguerra en la que Fuerteventura y Lanzarote vieron aún más debilitada su frágil y anticuada economía de supervivencia. Sin grandes recursos internos que explotar, la emigración y la pobreza se generalizaban en estas ínsulas cuando un comandante de la Guardia Civil comenzó a publicar en la prensa regional de Canarias una serie de artículos sobre pioneras tecnologías con las que revolucionar el desolador panorama de los territorios más orientales del Archipiélago.
El autor de los textos, Manuel Chamorro, hablaba de utilizar las condiciones naturales de ambas islas para explotar las aún muy experimentales energías geotérmicas y eólicas con el objetivo principal de potabilizar agua de mar, otra tecnología también muy pionera para ese momento. El cambio planteado no solo se basaba en las energías renovables y en el uso civil, agrícola e industrial del agua potabilizada, sino que también proponía un plan de riegos extraordinario para implementar masivamente nuevos cultivos, al tiempo que se desarrollaban otras industrias como la textil o la cementera.
Sus ideas tuvieron una amplia repercusión mediática y social, de manera que hasta el propio Franco lo revisó en su visita a Lanzarote, y Chamorro consiguió un puesto en el palacio del Pardo de Madrid para seguir con sus investigaciones. No obstante, nada de su revolucionaria propuesta llegó a fraguar en los siguientes años y su plan ha quedado como capítulo sorprendente aunque poco conocido de nuestra historia tecnológica.
Portada de la publicación del ‘Plan Chamorro’.
Sed y milagros
Para entender la repercusión del Plan Chamorro hay que situarse en la mentalidad de unas islas marcadas ancestralmente por la falta extrema de agua. Como poblaciones propias de zonas desérticas, las sociedades de Fuerteventura y Lanzarote habían desarrollado una laboriosa cultura del agua destinada a aprovechar al máximo las escasas lluvias con sistemas arquitectónicos y agrícolas altamente ingeniosos, aunque de resultados limitados y muy trabajosos de realizar. Así, las cíclicas sequías provocaban terribles consecuencias sociales y mermaban cualquier horizonte de prosperidad. Hasta bien avanzado la segunda mitad del siglo XX, ambos territorios dependían del agua que llegaba en buques aljibe de otras islas.
Se planteaba usar el calor de Timanfaya y el viento reinante para crear energía
En ese entorno tan árido y duro, cualquier promesa de mejora era siempre recibida con ansias e ilusión. El propio Alfonso XIII hizo la primera visita real a Lanzarote para inaugurar las llamadas Maretas del Estado de Arrecife. Pero junto a maretas, aljibes o alcogidas, por las islas más orientales de Canarias también se colaron aventuras tecnológicas muy variopintas; algunas eran demasiados pioneras para su época y otras tenían más de picaresca que de ciencia. En los años 20 del siglo XX, por ejemplo, la prensa local dedicó mucha atención el abate Bouly un “eminente hidróscopo” [sic] que supuestamente tenía la capacidad de localizar aguas subterráneas; y en los años 50 fue el abogado Francisco Pons Cano quien prometió la redención con las propiedades radioactivas y los metales preciosos que albergaban las lavas de Timanfaya.
En el otro lado de la balanza, sin embargo, la primera potabilizadora para uso civil de Europa, impulsada por los hermanos Díaz Rijo en los años sesenta en Lanzarote, nació principalmente gracias a la iniciativa privada, porque las instituciones públicas pensaron que era un proyecto demasiado arriesgado.
Esquema básico de la “Producción y regulación de la energía eléctrica” propuesto en el Plan Chamorro, con una central de distribución que distribuía lo recibido desde aerogeneradores, la turbina de la parte geotérmica y la central térmica.
Geotérmica y eólica
Después de publicar varios artículos en la prensa canaria en 1948, la propuesta de Chamorro se concretó en 1951 en un extenso documento de más de 250 páginas que hoy en día se puede consultar en Memoria Digital de Lanzarote (www.memoriadelanzarote.com).
El documento se titula Plan de riegos e industrialización de las islas de Lanzarote y Fuerteventura, aunque se conoció más por el nombre de Plan Chamorro, en honor al apellido del autor, Manuel Chamorro. La propuesta se estructuraba en tres partes. En la primera se realizaba una descripción de la historia y los recursos de ambas islas, mientras la segunda incluía un análisis geoeconómico de Canarias, para finalizar con la tercera y más ambiciosa de las partes, donde se detallaban sus pioneras ideas: energías renovables y limpias, desalinización de agua de mar, nuevos cultivos, nuevas industrias.
Manuel Chamorro hablaba de Fuerteventura como la “isla agrícola”
La fórmula del éxito consistía en combinar el uso del calor de las Montañas del Fuego con la energía eólica y una pequeña central térmica para potabilizar agua masivamente, y así extender regadíos y nuevas tecnologías agrícolas, al tiempo que se apostaba por otras industrias.
Se hablaba de Lanzarote como la “isla industrial”, mientras Fuerteventura era la “isla agrícola”. La energía iba a partir principalmente de Lanzarote, que entonces tenía en torno a 30.000 habitantes, mientras los extensos terrenos de la Maxorata (con 14.240 habitantes según el censo oficial de 1950) servirían para sustentar la expansión agraria industrial.
Realizando fórmulas, citando estudios, exponiendo ejemplos de otros países o aportando fotografías, Manuel Chamorro especulaba con el origen del calor de las Montañas del Fuego y su posible utilización. Aún así, el autor concluía que “el enigma sigue siéndolo y es necesario, por lo tanto, investigar más a fondo antes de pronunciarse definitivamente”.
En cambio, con la energía eólica no había dudas, por las condiciones “excepcionales” del viento en ambas islas y “sus menores costes”. Ante las variantes del flujo eólico, Chamorro proponía que “cuando nos sobre energía eléctrica podremos elevar agua por medio de unas bombas hasta una altura, por ejemplo, allá por Haría, en el Risco de Famara, donde se construiría un embalse”, para luego dejar caer el agua sobre “unas turbinas situadas 400 metros más abajo, al pie del acantilado, y seguiríamos teniendo el fluido que necesitásemos”.
Teniendo una gran cantidad de energía, Chamorro apostaba por explotar el océano, “la mayor mina del mundo”, y desalinizar cerca de 1.000 toneladas de agua al año. Esa agua sería luego “bombeada hasta depósitos colocados a diferentes alturas y conducida por canalizaciones apropiadas” para distribuirse “como un verdadero río o un sistema fluvial, por la superficie de las dos islas”. Esa fuente de agua no solo garantizaba los cultivos tradicionales de ambas islas, sino multitud de nuevas plantas y variantes más rentables.
Con agua y energía de sobra, otro paso en la diversificación y modernización económica de Fuerteventura y Lanzarote consistía en explotar las grandes reservas de piedra caliza de ambas islas y el propio sistema de desalinización para obtener otros productos químicos: “magnesio, bromo, sosa, sosa cáustica y derivados”. El plan proponía también nuevas industrias, especialmente la textil y la fabricación de cemento. Gracias a la “energía propia y barata” y el agua desalinizada, Chamorro veía “factible el establecimiento de una industria textil a base de primeras materias naturales vegetales, especialmente algodón”. Dado el gran crecimiento que iban a vivir ambas islas, la industria cementera adaptada a los recursos geológicos de ambas islas vendrían muy bien para cubrir la propia demanda interna que se iba a experimentar en la construcción.
En la parte demográfica, la cifras también eran grandiosas. Se calculaba que el proyecto “representa el trabajo y el pan para más de 850.000 personas”, cuando en ese momento ambas islas casi no llegaban ni a 45.000 residentes. Por eso se hablaba de un “plan de inmigración metódico y ordenado” y de la “creación de, por lo menos, tres ciudades capaces de albergar 50.000 habitantes...”.
Noticia sobre el “Plan Chamorro” recogida en 1949 en el periódico Falange, el único matutino de la provincia de Las Palmas en ese momento.
Con el agua de mar desalinizada se querían llenar ambas islas de regadíos
Sabemos que Chamorro tuvo oficina en el palacio del Pardo hasta los años sesenta, porque así lo recordaba Manuel Díaz Rijo, padre de la primera potabilizadora europea, que daba clases en Madrid por esa época, pero su rastro desaparece de la prensa regional y nacional. Y no conocemos estudio alguno sobre su figura y sus investigaciones posteriores.
El paso del tiempo ha deparado tanto luces como sombras para su proyecto en Fuerteventura y Lanzarote. Las investigaciones posteriores y la tecnología actual siguen sin ver rentable la explotación del calor de Timanfaya o, por lo menos, no tan rentable como para enturbiar un paisaje de altísimo valor turístico y natural. Sin embargo, la desalinización se ha convertido en un tecnología clave para el mundo y fue pionera en Canarias gracias a Díaz Rijo. También el tiempo ha demostrado que su apuesta por la eólica era acertada. Y la diversificación económica de Canarias sigue siendo un demanda clara hoy en día.
Chamorro acertó en algunos pronósticos y en otros fue muy ambicioso. Su plan apostaba por una interconexión energética entre Fuerteventura y Lanzarote que ya lleva décadas funcionando, aunque también insinuaba la creación de un tren submarino para conectar ambas islas bajo el mar (con una parada en Isla de Lobos) que está lejos de ser realidad. En tiempos de augurios y quimeras sobre el impacto de la inteligencia artificial en nuestra vida, está bien recordar que los sueños tecnológicos futuristas llevan mucho tiempo entre nosotros.
Comentarios
1 Matheus Dom, 18/08/2024 - 08:41
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