Violeta Chacón cuenta que, como ingeniera, está acostumbrada a resolverlo todo con manuales y pliegos: largos listados, directrices para alcanzar resultados, tareas que ejecutar y tachar. Puede que por eso su primera novela, Manual de Primavera, esté repleta, a su vez, de cuadernos, libretas y pequeñas instrucciones veladas dentro de la trama.

Persigue, según indica la autora, el objetivo inicial de “sencillamente enganchar, conseguir una historia que atrape, que haga que quien esté al otro lado se olvide de todo lo que pasa alrededor”; pero esconde, según reconoce también, una lectura más allá: “Yo no quiero dar directamente recomendaciones a quien lee, pero sí creo que se dan instrucciones camufladas. Después de cumplir la misión del libro, que es conseguir que el público pueda evadirse por un momento de la realidad, si el lector va cogiendo de la lectura esas ideas, que serán las que le llamen la atención y también serán, probablemente, las que necesite, el logro será doble”, señala.

Y es que la historia trenzada por Chacón es un relato de superación personal, pero también de apoyo entre personajes, muy diferentes pero que comparten la misma manera de enfrentarse al dolor: escribir diarios.

La protagonista de Manual de Primavera, una joven de 30 años, se encuentra en la tesitura de haber perdido su empleo y verse a sí misma en una vorágine destructiva, en una espiral emocional que la dirige hacia la depresión. En esta situación, aparece la oportunidad de trabajar en un oficio poco común: leer, ordenar y digitalizar los cientos de cuadernos de escritos personales que, a su muerte, dejó sin organizar una importante empresaria.

La tarea servirá a la protagonista, Sonia Gil, como punto de partida para encontrar una mentora, aunque ya fallecida, y comprender diferentes enseñanzas para su propio desarrollo personal.

“Sonia es la protagonista y es la voz del relato, porque la novela se construye desde el diario que ella inicia a modo de terapia, pero también aparece un segundo personaje protagonista, la tía Enriqueta, que falleció, pero está presente en todas las páginas de la novela: una mujer con mucha personalidad, fuerza, muy firme, pero sin ocultar sus oscuridades que se van desvelando a través de esos cuadernos. Creo importante el diálogo entre las dos edades de las dos mujeres: pese a que no son coetáneas y que no tienen que ver la una con la otra, viven lo mismo, con las salvedades del contexto social que vivió cada una desde su generación, y lo trabajan de la misma manera: escribiendo”, explica la autora.

“Necesitaba escribir de los escenarios que conozco: romper una barrera”

Para Violeta Chacón, la conexión entre los personajes es esencial para lograr dos objetivos: por un lado, reunir dos personalidades, a primera vista muy ajenas, en la comprensión de las dificultades comunes. Por otro lado, homenajear la fuerza, la firmeza de las mujeres de otra generación, que fueron capaces de avanzar en una época que las invisibilizó: “El personaje de Tía Enriqueta nace de muchas mujeres de mi propia familia y mujeres que incluso yo no conocí. También mujeres que me influyen, que no están en mi círculo familiar, pero me influyen. Yo me siento muy acompañada, siempre, por mis dos abuelas, señoras que no tuvieron estudios y que sacaron adelante muchos hijos con mucho trabajo, desde las creencias que les impusieron y siempre batallando. Me influyen en el día a día”, señala.

La novela, escrita durante 2021 y los primeros meses de este año, transcurre en Fuerteventura, si bien no se especifica en el relato salvo por la mención de algunas localidades y comercios de la Isla. Y aunque sin nombrar, Violeta Chacón asegura que la Maxorata está presente en toda la construcción de la obra: “Todo, todo en la novela es Fuerteventura. Necesitaba escribir de los escenarios que conozco y esto es romper una barrera para mí”, señala.

La autora, que escribe a diario desde 2004, fecha en que abrió un blog que aún mantiene con constancia tras 18 años, asegura que fueron Los designios torcidos de Domingo Fuentes la llama que le hizo ver que el entorno también es un espacio abierto a lo literario: “El libro, que leí en 2006, transcurría en La Oliva y eso me enseñó que no era necesario hablar de otra ciudad, o de otro país, para hacer literatura. Yo quería hablar de mi realidad y así fue el origen mismo de los personajes y de los escenarios de la trama: está El Roque, está el café 36, Puerto del Rosario, El Goloso, las librerías de Puerto”.

“Estoy segura de que publicaré un ‘Manual de Verano’. Ya no quiero parar”

La autora asegura que sus propios cuadernos son sus mentores y que recomienda a todas las personas, para enfrentar el dolor y para conocerse y reconocerse en los momentos más oscuros, leer y escribir. Por eso, de las primeras respuestas del público a su obra valora especialmente un elemento común: “Las primeras lectoras se reconocen en esos momentos de dolor de la protagonista. Me escriben para decirme: ‘Yo también he vivido todo esto, me reconozco en varios momentos de mi vida’. Son esas mazmorras que vivimos la mayor parte de las personas, y parece que las mujeres más porque nos obligamos a vivirlas a solas, a callarnos, sin tener consciencia de lo bueno que es buscar un apoyo. Espero que en el libro se reconozcan y se animen a encontrarse, unas a otras, para que no lo pasen solas y, tal vez, se animen a escribir: creo que no hay terapia más honesta y más efectiva que escribir”, señala.

Apenas unos días después de lanzar su libro a las librerías, Violeta Chacón tiene la certeza de que su obra es un ciclo que acaba de empezar: “Ahora estoy segura de que publicaré un Manual de Verano. Ya no quiero parar de escribir”, indica. “Mi idea es la semilla, que acaba de surgir en primavera, pero que ahora inicia el ciclo: verano, otoño, invierno. Igual que todo nace y muere, el día, la semana, el año y la vida. Quisiera que pudiéramos ver un año a través de esta persona y acompañarla en todo su ciclo”.

Por el momento, Manual de Primavera acaba de florecer. Le espera un largo viaje.