Apasofuerte: la solidaridad con base en el universo Facebook
Son las once y veinte de la mañana y el timbre de la casa de Vanesa García da dos timbrazos. Al otro lado de la puerta se encuentra Isabel Armas con varias bolsas de comida. Esta joven es una de las personas que colabora con Apasofuerte, un grupo solidario con sede en Facebook y coordinado por la propia Vanesa con el objetivo de ayudar a las madres solteras y familias en situación de exclusión social. La filosofía del grupo es que ningún niño de la Isla se quede sin comer.
Vanesa García es desde hace un año la encargada de coordinar el reparto de alimentos en Apasofuerte. Se creó hace cuatro años y, en la actualidad, cuenta con 698 miembros. Esta grancanaria, que reside en Fuerteventura desde hace ocho años, conoce el grupo desde las dos barreras. Llegó a él pidiendo ayuda para poder sacar adelante a sus dos hijos. Miriam Martínez, la anterior administradora, le ayudó “muchísimo” y Vanesa le prometió a ella y a sí misma que cuando la situación mejorara empezaría a ayudar.
El hogar de Vanesa empezó a respirar hace algo más de un año. Ella y su pareja encontraron trabajo y esta mujer no dudó en cumplir con lo prometido. “Si yo lo pasé mal, ahora tenía que ayudar”, asegura mientras insiste en que “hay muchas madres en mi misma situación y que por vergüenza no piden. Yo en ese momento saqué la vergüenza y pedí”.
Vanesa se ha convertido en la administradora del grupo. Hasta ella llegan peticiones de alimentos, material de higiene o ropa. Los traslada al grupo y a partir de ahí se crea una cadena de solidaridad que culmina con bolsas de ayuda llegando hasta el domicilio de Vanesa, en Puerto del Rosario. Poco después, las madres acuden a recoger la ayuda y regresan a sus casas con lo suficiente para poder afrontar el papel de cabeza de familia algunos días más.
Apasofuerte tiene ahora mismo bajo su cuidado a siete hogares familiares. Lo forman madres solteras o separadas con dos, tres o cuatro hijos a su cargo. Pero son dos de estas familias las que más preocupan a Vanesa al estar en situación de exclusión social. “A una de ellas tuve que ayudarle a pagar un mes de alquiler. Yo solo puedo darles alimentación”, explica. La mujer insiste en que “todo esto es competencia de los Servicios Sociales” y reclama “tener una conversación con alguien de la asistencia social para explicarle la situación que atraviesa esta persona”.
Apasofuerte tiene ahora mismo bajo su cuidado a siete hogares familiares. Lo forman madres solteras o separadas con dos, tres o cuatro hijos a su cargo
Las madres que acuden a Apasofuerte se quejan de que las ayudas de los Servicios Sociales llegan tarde. Vanesa denuncia cómo estas van a pedir ayuda urgente a los ayuntamientos y les dan cita para dos o tres meses después. Según Vanesa, “muchas tienen miedo de ir a los Servicios Sociales, por temor a perder los hijos” e insiste en que “sería muy frustrante para nosotros que perdieran sus hijos alguna de las que hemos ayudado en este tiempo”.
Los niños no pueden esperar y Vanesa tampoco. Por ello, cuando las mujeres llegan a su casa con mirada de socorro, esta les llena una bolsa de comida con lo que tiene en su domicilio. “A veces vienen con sus hijos. Algunas han llorado contando su situación. Les doy de lo que tengo en mi casa para que no se vayan sin nada y luego les pido los papeles y solicito ayuda al grupo”, explica.
Freno a la picaresca
Para evitar la picaresca, Vanesa explica el control que lleva a cabo entre las solicitantes de ayuda. “Les pido papeles para saber si trabajan o no, el libro de familia y el Documento Nacional de Identidad. Cada tres meses solicito de nuevo la documentación para saber si ha cambiado la situación en esa familia”, señala. Vanesa ha interrumpido varias veces la conversación para ayudar a Isabel a subir las bolsas.
Tras terminar el trabajo es Isabel, de 24 años de edad, la que toma la palabra para comentar su experiencia en el grupo. Llegó a él a través de su tía Rocío, otro de los pilares del grupo. Isabel pone a disposición de Apasofuerte su juventud y el tiempo libre que tiene tras quedar en paro. Su colaboración se centra en recoger las bolsas de ayuda en distintos lugares de la isla y traerlos a casa de Vanesa, convertida en cuartel base.
También idea sus propias campañas solidarias entre sus colegas. Los reúne y los anima a participar con pequeños donativos. “Igual que ponemos dinero para un asadero, se hace para esto que hace falta”, les comenta con cierto tono autoritario.
En torno a Apasofuerte se ha ido tejiendo una red de solidaridad. Vanesa siente la necesidad de darles las gracias y empieza a dar nombres, “familia Santana y amistades, Milagros, Pili, Romaney Armas, Francisco Rodríguez de Frutas y Hortalizas Mafasca, una mami que dona de forma anónima y Miriam, la anterior administradora”. Entre todos, intentan hacer más fácil la vida a algunas familias de la Isla. La cara A de esta historia es que en el último año y medio tres madres han conseguido trabajo y ahora colaboran con el grupo. La B es que ninguna institución de la isla se ha interesado hasta el momento en conocer la labor de Apasofuerte.
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