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Apañadas: un tesoro cultural con un futuro complicado

El reciente título de Bien de Interés Cultural reconoce el profundo legado de esta tradición ganadera, pero no garantiza una pervivencia que afronta grandes desafíos

Mario Ferrer 2 COMENTARIOS 15/06/2024 - 09:00

La definición esencial de apañada es la de acción colectiva destinada a encerrar en una gambuesa al ganado guanil. Sin embargo, no se trata de un simple ejercicio ganadero, sino que encierra múltiples facetas y valores. Para empezar, pocos hábitos culturales de Canarias pueden presumir de tener cerca de dos milenios de tradición detrás.

Cuando los conquistadores llegaron a Fuerteventura les sorprendió la cantidad de ganado que encontraron. Decenas de miles de cabezas marcaban profundamente la forma de vivir de sus primeros habitantes y hasta la propia organización territorial de la isla. Tanto era así que aunque antiguamente se creía que la famosa “pared” de Jandía dividía políticamente la isla entre sus dos jefes, Guise y Ayose, hoy se piensa que más bien servía para marcar el límite de los pastos reservados para momentos de escasez. La llegada de los europeos no mermó la cantidad, de manera que Leonardo Torriani, en sus crónicas sobre Canarias de finales del siglo XVI, cifraba en “más de 70.000 cabezas de ganado salvaje” las que tenía Fuerteventura.

Aunque hasta hace unas décadas también se apañaban otros animales como burros o camellos, la cabra es el animal por excelencia de Fuerteventura. Cuando el ser humano domesticó a la cabra hace unos 10.000 años consiguió hacerse con una herramienta de supervivencia extraordinariamente versátil y útil. Los primeros pobladores trajeron cabras a las islas, convirtiéndolas en una pieza primordial para su supervivencia, especialmente en ínsulas como Fuerteventura.

Imágenes de la apañada en Cofete. Foto: Nicolás Melián.

La gran adaptabilidad de esta especie le permitió mantenerse a pesar de la aridez circundante, siendo capaz de sobrevivir a grandes periodos de sequías alimentándose de plantas muy variadas. Por si fuera poco, la cabra aportaba multitud de recursos. Además de carne, leche y sus derivados, la piel servía para elaborar las vestimentas y los zurrones, que se usaban a modo de mochila. De los nervios y los tendones sacaban hilos de costuras, de los cuernos escamadores para escamar peces y con los huesos se hacían punzones.

“La apañada es el sistema por el cual los ganaderos, desde tiempos inmemoriales, ejercen el control sobre el ganado de costa”. Así definen esta actividad Allende Gutiérrez y Edgar Freivalds, los autores La cabra de costa de Fuerteventura. Una aproximación desde la etnografía, el libro que más ha estudiado esta práctica desde la antropología.

Las tierras no aptas para la labranza de Fuerteventura, que se conocían genéricamente como “costa” aunque no estuvieran cerca del mar, se usaban para soltar cabras y otros animales. Ante la escasez de recursos para alimentar al ganado doméstico, la suelta era una estrategia de supervivencia sin necesidad de intervención humana, aunque sí conllevaba dos importantes tareas comunales. Por un lado, controlar que las cabezas guaniles no entraran en las zonas de cultivo y, por otro, realizar las apañadas cada cierto tiempo, cuya función principal es marcar el ganado de costa, especialmente los nuevos baifos, aunque también tiene otros objetivos. En las gambuesas se aprovecha para revisar el estado del ganado, capar machos cabríos o proveerse de carne. Hoy en día también sirve para incorporar cabezas al ganado estabulado. Las cabras guaniles suelen vivir más años y dar más leche.

Foto: Nicolás Melián.

Es importante destacar el carácter colectivo de la apañada. Un alto número de personas y perros deben tejer una suerte de gran red que vaya empujando al ganado guanil hacia la gambuesa. Ese trabajo se complica especialmente en zonas escarpadas como barrancos o montañas, como sucede en la emblemática apañada de Cofete.

Cultura y supervivencia

Tras siglos de práctica, las apañadas han dejado una huella muy amplia en bienes materiales e inmateriales. Empezando por los primeros, tenemos toda la “arquitectura asociada”, es decir, las largas paredes de piedra seca y, sobre todo, las gambuesas, muchas de las cuales provienen de los majos o maxies, como se denomina a los primeros pobladores de Fuerteventura.

Las gambuesas son estructuras de piedra seca de muros altos y forma circular u ovalada. Sin olvidarnos de la función esencial del perro y del sombrero (ayuda a atajar y espantar al ganado), las apañadas también conllevan herramientas propias, destacando la lata o garrote característico de los pastores.

Foto: Nicolás Melián.

La falta de relevo generacional complica mucho el futuro de las apañadas

Respecto a los bienes inmateriales, que es la categoría donde se va a incluir a las apañadas, hay que tener en cuenta que la celebración de esta actividad conlleva la puesta en marcha de un amplio catálogo de conocimientos y saberes que ha ido pasando de generación en generación. Por ejemplo, tradicionalmente las cabras llevaban unas marcas específicas en las orejas para poder identificarlas. Las marcas son únicas y habitualmente se heredaban, de padres a hijos.

Otro aspecto inmaterial que sobresale en este ámbito es la figura del comisionado. Se trata de una figura de autoridad elegida dentro de la comunidad y debe, entre otras cosas, coordinar todo lo relacionado con el ganado de costa y mediar ante posibles conflictos entre los ganaderos.

El mundo de la cabra también lleva asociado un lenguaje propio, solo falta recordar la extraordinaria cantidad de términos usados para definir los colores de estos animales. Además, las apañadas tienen una función social muy relevante. En la gambuesa se reúnen hombres y mujeres, mayores y jóvenes, para saludarse, comer, contarse historias, etc. Uno de los aspectos más relevantes del mundo de las apañadas es su carácter colectivo. Es una manifestación de trabajo comunal, donde priman los valores del grupo y que sirve para cohesionar la comunidad.

El nombramiento de Bien de Interés Cultural viene a dar nuevo aire a las apañadas en un momento complicado. El gran problema es la falta de relevo generacional. Los cambios sociológicos de las últimas décadas han llevado a los jóvenes a modos de vida diferentes. Las apañadas, además, requieren un esfuerzo físico importante. Además, las tierras comunales han ido desapareciendo, mientras han aumentado los robos sobre el ganado guanil y las agresiones de perros sueltos.

Los pastores, que también se quejan de los ataques de los cuervos, deben afrontar los cambios ante una mentalidad animalista creciente. Por si fuera poco, ecologistas y naturalistas critican el efecto de desertización que provoca el ganado guanil y especialmente los daños a la flora autóctona. Como en tantas otras ocasiones, la tradición deberá adaptarse para sobrevivir, pero está en juego una joya antropológica ancestral.

Comentarios

A ver para cuando dejan de abusar de animales.
Ecologistas en acción, una traducción de más de dos milenios ahora vuelven a venderte el muñeco son un peligro pá'la flora autóctona. Coño pues vete recogiendo los conguitos que van dejando a su paso por la costa. Sabes señores ecologistas cuanto rebosijo ver como las constructoras van recogiendo la flora pá'montar apartamentos y hoteles con sus correspondientes campos d golf

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