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“Mi hija siempre ha sido valiente y ha tenido muy claro quién es”

Rocío Rial, madre de una niña trans de once años, da todo su apoyo a su hija y defiende que tenga los mismos derechos que cualquier otra mujer

Rocío Rial. Foto: Carlos de Saá.
Eloy Vera 2 COMENTARIOS 31/03/2021 - 09:11

“Cuando iba a buscarla a la guardería siempre estaba disfrazada de princesa. Le decía ‘qué guapo está mi príncipe’, pero ella me decía ‘mamá yo soy una princesa’”, recuerda Rocío Rial, madre de una niña trans de once años. Más tarde, la pequeña empezó a no querer vestirse con ropa masculina. Con siete años, fue a una fiesta del Día de Canarias en su colegio con el traje de majorera. Ese día su hija respiró tranquila. Rocío la cogió de la mano y, desde entonces, no se han soltado en la lucha para que tenga los mismos derechos que cualquier otra mujer.

La pequeña -su madre prefiere no hacer público su nombre- es una niña de once años que sueña con ser periodista de moda. Se entretiene haciendo entrevistas con una cámara, escribiendo y confeccionando patrones de moda con vestidos que luego ella misma cose. Su expediente en el colegio suma notables y sobresalientes. Este curso es la delegada de clase.

“Yo siempre la vi muy femenina. Cogía muñecas para jugar, pero a mí me daba igual con lo que jugara si ella era feliz. Cuando llegaba su cumpleaños rechazaba cualquier regalo que fuera de niño”, recuerda Rocío. Más tarde, empezó a no querer vestirse con vestimenta masculina. “Le molestaba mucho y se sentía mal con la ropa que yo le ponía. Cuando estaba a punto de cumplir cinco años, decidí llevarla a un psicólogo”, cuenta su madre.

La psicóloga empezó diciéndole que era muy pequeña aún, que mejor esperar, que tal vez influía que Rocío fuera madre soltera y la pequeña la tuviera como estereotipo… “Nadie está preparado para tener una niña o niño trans. Y a mí me sirvió la respuesta”, reconoce.

Para la niña, acudir a la psicóloga se convertía en una tortura. “No quería ir por nada del mundo. No le gustaba lo que le decían allí. Ella tenía muy claro quién era. Con siete años, la situación se puso insoportable. Mi hija no encajaba con el cuerpo. No era esa persona”.

Una víspera del Día de Canarias, la niña empezó a quejarse de que la ropa de campesino le quedaba estrecha, le molestaba y que así no podría asistir a la fiesta del colegio. “Yo sabía que le quedaba grande la ropa, pero decidí acompañarla a buscar otra. Eligió un traje de campesina. Le pregunté si estaba segura y me dijo que sí”, explica.

La niña sufría cada vez que tenía que viajar y enseñar su antiguo DNI

“Al día siguiente, me pidió que le hiciera un moño y con el vestido de campesina se plantó en el colegio”, recuerda Rocío. Un día después, volvió a vestirse de niña. Comenzó, entonces, el tránsito del sexo asignado al sexo sentido.

En el colegio, encontró aliados en el profesorado y en sus compañeros de aula. Tras comunicar la decisión al centro, activaron el protocolo para el acompañamiento del alumnado trans. En junio, terminó el curso con su nombre antiguo. El curso siguiente empezó con el nombre que ella eligió.

Mientras los partidos que gobiernan el país, PSOE y Unidas Podemos, no terminan de ponerse de acuerdo en el borrador de la ley trans, Rocío recuerda una anécdota. Con siete años,  la pequeña sacó un diez en un examen. Ella le prometió un regalo y al preguntarle qué quería, le dijo que unos pendientes.

“Lo tenía clarísimo”, asegura su madre. “Se puso su falda vaquera y su blusa y fue conmigo al centro comercial. Yo quería ir en el ascensor para que no nos viera la gente, pero me dijo ‘no mamá’ y cogió las escaleras mecánicas como si fuera una pasarela. Recuerdo que tenía miedo a que se burlaran de ella, pero ella iba con una sonrisa en la cara. Siempre fue muy valiente y eso me daba a mí más seguridad”, cuenta.

 “Para mí todo aquello era nuevo. Pedí ayuda al pediatra, para que me informara donde podía acudir, y me habló de Altihay y Chrysallis, la asociación de familiares de menores transexuales, y empecé a ir a charlas. Comencé a leer y a informarme y me dije a mí misma ‘lo que tengo que hacer es ayudarla y acompañarla’. La dejé fluir. Mi hija fluía de un día para otro”, reconoce.

El borrador de la nueva ley trans permitirá el cambio de sexo y DNI solo con una declaración expresa, sin prescripción  de informes médicos o psicológicos ni la necesidad de los dos años de hormonación que exigía la anterior ley de 2007.

Rocío no duda en que la medida propuesta supone “un avance porque mi hija tuvo dos años perdidos y de sufrimiento, de los siete a los nueve años, para conseguir el documento. Creo que eso se puede evitar”.

Rocío recuerda que lo peor para su hija era el momento en el que tenían que viajar. “Se moría de la vergüenza cuando tenía que presentarlo en cualquier lado: clases extraescolares, campamentos de verano... Lo pasó muy mal. Llegó, incluso, a borrar su otro nombre y a poner el suyo en el libro de familia”, cuenta.

“Cada vez que íbamos al médico, yo tocaba antes en la puerta de la consulta y le decía ‘ya estoy aquí’ para que lo supiera y la llamaran por su nombre sentido porque sufrió mucho en ese aspecto”, asegura Rocío con angustia.

Papeleo y psicólogos

Tras dos años de papeleo y consultas en la psicóloga y en la Unidad Trans de Gran Canaria, tuvo que ponerse frente a una jueza. En la sala estaban las dos solas. Tras media hora de conversación, la jueza no tuvo dudas de que era una niña. El informe era positivo. La pequeña tenía nueve años.

En estos años, Rocío ha escuchado cómo le preguntan qué hará cuando la pubertad de su hija se acerque y si tiene claro el tema de los bloqueadores hormonales. “Me he metido en foros y he leído las dos partes, pero yo lo que voy es a mirar por la felicidad de mi hija. No quiero que sufra ni se sienta rechazada. Eso antes que nada”. Y añade “mi hija es demasiado madura para su edad y tiene muy claro lo que va a hacer y yo muy claro que la voy a apoyar”. Reconoce que le asusta, no deja de ser un medicamento, pero “si tuviera alguna enfermedad también tendría que tomarse alguna medicación”, dice.

El texto preliminar de la ley pretende garantizar los tratamientos hormonales a los menores que lo soliciten. Será con el consentimiento de los padres hasta los 16 años y, a partir de esa edad, con su propia autorización. Rocío tiene claro que esta garantía evita mucho sufrimiento. “Nadie te obliga a hacerlo. Lo hace si ella quiere. Yo no voy a obligar  a mi hija a hacerlo, pero si ella quiere la voy a apoyar”, comenta.

Sabe que el colectivo trans está expuesto a la discriminación, también en el terreno laboral. “Mi miedo es que mi hija sea discriminada y no tenga los mismos derechos que yo y que no pueda acceder a las mismas oportunidades que el resto de las niñas de su edad”.

También contesta al sector del feminismo que ha cuestionado el apartado de la autodeterminación de sexo. “Mi hija no quiere quitarle los derechos a nadie. Es tan mujer como soy yo y debe tener los mismos derechos”, zanja.

Rocío asegura, rotunda, que dará libertad a su hija en todo aquello que ella desee. Ella caminará a su lado. “Si se quiere operar el día de mañana, que se opere y si no, no pasa nada. Va a seguir siendo una mujer. Mi hija no es una mujer por tener pene o vulva, sino porque se siente mujer y tanto como yo”, concluye.

Comentarios

Qué afortunada es su niña por ser tan valiente y tener una madre como usted.
Toda madre busca la felicidad de sus progenitores. Creo Rocío, que eres de esas madres que la felicidad de sus hijos está por encima de todo, No te importe nunca lo que puedan decir los demás, sigue luchando incansablemente porque se cumplan todos los deseos de tu hija, guíate por tus sentimientos, y respeta los de tu hija, al fin y al cabo la felicidad no sabe de sexo, ni de religión, ni de ideas, fluye según la persona, si estuviéramos educados en valores, no existiría tanto la discriminación. Enhorabuena por esa comprensión hacia tu hija.

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