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“Hace 40 años pasamos de los tomateros al hotel de lujo”

Rosario González Suárez recuerda con cariño la revolución que supuso para las mujeres del campo trabajar en el hotel Tres Islas en los años 70. Por su parte, Rafaela Santos Montelongo formó parte de la histórica plantilla de trabajadores del Parador de Turismo.

Rosario González vecina de La Oliva que trabajó en el hotel Tres Islas en los años 70.Foto: Carlos de Saá.
Itzíar Fernández 5 COMENTARIOS 29/12/2020 - 08:09

La crisis económica sin precedentes que soporta Fuerteventura como consecuencia de la pandemia ha evidenciado la absoluta dependencia del turismo exterior, la fragilidad de este sector y la precariedad en el que ha derivado esta actividad para los trabajadores. Sin embargo, los vecinos mayores de la Isla recuerdan que no siempre fue así, y que los inicios del sector turístico trajeron bonanza, riqueza y diversificación de la economía.

Para las mujeres supuso libertad, independencia económica e incluso modernidad en una sociedad volcada casi en exclusiva en el sector primario, con largos períodos de sequía y miseria. “Hace casi 50 años, muchas personas del municipio pasamos de trabajar en los tomateros a un hotel de lujo en las Dunas de Corralejo”, relata Agustina del Rosario González Suárez, de 62 años.

Ella empezó como camarera de piso con 18 años y sólo trabajó siete por problemas de salud. El hotel fue inaugurado de forma oficial un 22 de abril de 1975, pero abrió sus puertas en diciembre de 1974. Propiedad de la sociedad alemana E.W.E y con un capital social de cerca de 600 millones de pesetas. Luego pasó a ser Iberotel y, más tarde, a integrarse en la cadena RIU.

El edificio, diseñado por el arquitecto Miguel Fisac Serna, era uno de los más modernos del país. Su fachada estaba cubierta por cemento blanco con texturas redondeadas, simulando el sistema dunar, que se conserva hasta la actualidad. El Hotel Tres Islas cuenta con 356 habitaciones, 280 dobles, 36 individuales y 20 suites, con capacidad para 750 camas. En aquel tiempo dio empleo a unas 350 familias majoreras y supuso una revolución teniendo en cuenta que la población de la localidad de Corralejo rondaba el centenar de habitantes, vinculados en su mayoría al sector pesquero.

“Fue una de las etapas más felices de mi vida, teníamos un transporte que nos llevaba y recogía en La Oliva y había tres  turnos en limpieza de habitaciones”, recuerda Rosario. “A mí me gustaba el último, de noche”. Allí trabajó también su hermana Felipa y fue donde surgió el amor con Pepito Oramas, con el que compartió media vida. “Mi marido falleció hace varios meses y también empezó de cocinero en el hotel en el mismo año, pero pidió una excedencia porque trabajaba en el cuarto frío, le daban fiebres reumáticas, y luego dejó el hotel para trabajar en el Ayuntamiento de La Oliva”.

“Mi padre no quería que fuéramos a trabajar al hotel porque venía mucha gente de fuera, turistas de Alemania y otros países, en aquel tiempo era desconocido el turismo y no le gustaba, pero entendió que era una labor honrada, bonita y le explicamos que toda la parroquia de La Oliva trabaja allí, que era una plantilla muy grande y ganábamos dinero”, detalla esta vecina, que se emociona estos días al regresar a las dunas y las inmediaciones del hotel, 40 años después.

“Sólo estuve siete años porque tuve un problema de corazón, me cansaba mucho y el médico me dio la invalidez, pero siempre recordaré mi despedida de las compañeras y todo el personal porque me encantaba el trabajo. Dejar de trabajar tan joven fue muy duro”, resalta Rosario.

Entre las anécdotas rememora que nombraron a un director chino, y el buen ambiente de trabajo, la variedad de puestos en el hotel: cocina, almacén, mantenimiento, camareras de piso y de bar, el personal para excursiones...

Se alojaron tras su inauguración personas famosas, del mundo de la cultura, las artes y la música. Una de las estancias más nombradas fue la de Julio Iglesias, el 6 de enero de 1985, para disfrutar de unos días de descanso en la Isla. Antes, en 1977, el hotel fue el escenario del descubrimiento del dúo Baccara, que daría la vuelta al mundo con Yes sir, I can boogie o Sorry, I’m a lady. En el Tres Islas las descubrieron unos productores alemanes de la discográfica RCA, que les pusieron el nombre y las lanzaron al estrellato.

“Era un hotel gigante de lujo, cinco estrellas, así que trabajar allí dentro era divertido y muy bueno para la época”, añade Rosario. Seguidamente, insiste en que fueron años en los que “se cuidaba al personal contratado, con un transporte hasta sus hogares en los horarios de entradas y salidas de los diferentes turnos”. También “formaban a los empleados con cursos de alemán, servicio de habitaciones, cocina o bar”, rememora.

Para las mujeres de la época ese incipiente sector turístico supuso toda una revolución por la libertad e independencia económica que suponía tener un trabajo o poder comprar un automóvil.


Rafaela Santos Montelongo, en la actualidad.

30 años en el Parador

“Recuerdo el año 1974, cuando vino personal del hotel a Tindaya a preguntar si las mujeres queríamos ir a trabajar al Tres Islas como camareras de piso, de bar y en diferentes puestos. Al principio no quería ir nadie por miedo y desconocimiento. Mi hermana Maruca, que en paz descanse, dio un paso adelante y dijo que sí; ella estaba cansada del campo, de atender las cabras, los almacenes de tomates, y era soltera, así que fue una de las más adelantadas de la época”, rememora Rafaela Santos Montelongo, de 80 años, que formó parte de la histórica plantilla de trabajadores del antiguo Parador de Turismo de Fuerteventura hasta su jubilación.

“En los años 40 y 50 se trabajaba en la tierra, cuando llovía plantábamos grano, garbanzos, lentejas en la falda de la montaña, cuidábamos las cabras y luego empezaron los tomateros, se trabajaba en los almacenes y en los años 70 mucha gente se fue a trabajar al turismo y hostelería”, detalla con una gran memoria esta vecina.

El Parador abrió sus puertas en 1969 y supuso “toda una novedad” porque los hoteles en la Isla se contaban con los dedos de una mano. “Sólo tenía 24 habitaciones y este alojamiento tan querido siempre estaba lleno, pero no de visitantes extranjeros sino con representantes de empresas turísticas, profesionales, clientes fijos y, después, recuerdo que se trabajaba con una agencia para alojar al personal de aviación, los pilotos y azafatas que descansaban en el Parador por su cercanía con el aeropuerto”, detalla.

Rafaela dice que nunca tuvo estrés, ni agobios: “se trabajaba con bastante comodidad, y se sacaba todo el trabajo adelante con entusiasmo y mucha dedicación”. Para toda la plantilla era un honor, y una suerte, trabajar dentro de este inmueble porque era un edificio precioso, cuidado, y se ganaba un salario alto.

“Había tres empresas en Fuerteventura en las que se pagaba bien y en la que toda la gente quería trabajar: el Hospital, el aeropuerto y el Parador”, subraya esta vecina. “En 1972, cuando empecé, ganaba 8.000 pesetas al mes, casi el doble que en otros hoteles de la Isla”, destaca. Esta vecina de Tindaya trabajó, en total, 33 años en el conocido Parador de Playa Blanca, hasta 2006. Fue testigo de su ocaso y del cambio de propiedad al Cabildo de Fuerteventura.

“Recuerdo siempre la suite principal, con la vistas a la playa, todo de madera, y los salones, donde se celebraban muchas bodas, eventos, cenas de navidad y comidas de empresa”, añade. “Desde que entraban los clientes sentían el cariño de toda la plantilla, y se marchaban muy contentos y agradecidos, se respiraba una profunda calma y una paz junto al mar”, revive esta trabajadora.

“Al principio yo no tenía coche y me quedaba a dormir allí porque nos ofrecían unas habitaciones para el personal que no tenía transporte”, asegura. Unos comienzos brillantes, en los que se contrató a 30 trabajadores, “porque preferían que sobrara personal”. “Éramos casi todos muy jóvenes, como una familia, y había mucho compañerismo, dos trabajadoras hacíamos juntas las habitaciones, reinaba un buen ambiente y el hotel se convirtió en nuestra segunda casa”, expresa emocionada.

Del lujo a los recortes

Rafaela detalla que el lujo se perdió al pasar a manos del Cabildo de Fuerteventura. “Con la empresa Paradores era lujoso, se preparaba una cocina exquisita y luego fueron recortando presupuesto, y con el paso de los años el establecimiento se deterioró mucho”, cuenta.

 A su juicio, se abandonó bastante por la falta de reformas, un mantenimiento cada vez más precario y, al tratarse de un edificio antiguo, los problemas en la caldera e instalaciones requerían muchos gastos, reparaciones y obras.

“Cuando me jubilé en el año 2006, ya llevaba casi una década en propiedad del Cabildo y el hotel iba cada vez peor, no se contrataba gente nueva cuando se jubilaba el personal, no se cubrían los puestos, se hacían contratos precarios y perdió mucho en calidad y servicio”, resalta la octogenaria. “A los trabajadores que habíamos empezado desde el principio, ver esta caída nos daba mucha pena, porque adorábamos el hotel y el trabajo”, sostiene.

El cierre definitivo del Parador llegó en marzo de 2013 con apenas quince trabajadores. Para ellos fue una tristeza inmensa porque los más veteranos llevaban veinte años en cocinas restaurante y limpieza. “No he vuelto, pero me da mucha alegría que lo hayan reformado, que esté tan bonito y que funcione, porque el lugar y el edificio son mágicos”, concluye Rafaela en su casa de Tindaya.

Los años no perdonan para ella y ha perdido bastante movilidad, pero recuerda con lucidez aquellos maravillosos años. “Gracias a aquel trabajó pude construir mi casa en Tindaya, formé mi familia y he tenido una vida muy feliz”, insiste esta trabajadora histórica del sector turístico majorero.

Comentarios

Felicito a este diario por este hermoso articulo reavivando la historia de esta isla, donde las empresas de aquellos años empoderaban sobremanera a los trabajadores y no la precariedad y falta de dignidad que vivimos actualmente.
Hemos ido para atrás como los cangrejos
Fui el último cliente y único... al día siguiente se cerró..había estado en la apertura .. un algo más de historia
Se ha ido para atrás por el servilismo de las personas que han estado al frente de las instituciones en la isla, no por sus habitantes, de otra parte no se han parado a analizar ese dejar el campo y el mar, que se realizo y que fue ocasional, pues rápidamente el personal foráneo invadió los puestos de trabajo y aquí si apareció el servilismo de los trabajadores, que hizo daño. De otra parte hubo algo que hubiese cambiado totalmente la situación y no se menciona, la oferta del titular del hotel TRES ISLAS, al comité de empresa, dé cederles la propiedad, una vez que el había recuperado con creces la inversión y había decidido regresar a su Alemania querida, siempre que lo siguieren trabajando ellos y no vendieran la misma. Los asesores se equivocaron al aconsejarles que no la recibieran. Hubiese sido una experiencia interesantísima, pero se prefería un sueldo, que se hubiese seguido recibiendo, poniendo un gerente, administrador, etc. pero dueños de la propiedad y de su trabajo. No se repetirá mas este caso.
Todo lo que pasa por cabildo o ayuntamientos va a pique. Ojalá algún día podamos vivir sin depender de las instituciones públicas.

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