Historia de una estancia icónica frente al Atlántico
Cuando la arquitectura tradicional canaria se encuentra con la inmensidad del océano, nace un resort que ha redefinido la excelencia en Meloneras, convirtiéndose en el refugio predilecto para quienes buscan distinción y calma.
En la era de la inmediatez y el ruido digital, la elección de un destino vacacional se ha convertido en algo más que una simple reserva logística; es una búsqueda de refugio, de un espacio donde el tiempo parezca detenerse y donde el entorno no solo acompañe, sino que abrace al visitante.
Gran Canaria, conocida mundialmente como el "continente en miniatura", ofrece múltiples caras, desde sus cumbres boscosas hasta sus dunas doradas.
Sin embargo, cuando el viajero exigente comienza su investigación tecleando en su buscador términos como hotel Las Palmas de Gran Canaria, a menudo descubre que la verdadera esencia de la exclusividad y el descanso mayúsculo no se encuentra en el bullicio urbano de la capital, sino que se ha desplazado hacia el sur, hacia un enclave que brilla con luz propia: Meloneras.
Allí, actuando casi como un guardián del océano y dialogando de tú a tú con el histórico Faro de Maspalomas, se alza el Lopesan Costa Meloneras Resort & Spa. No es exagerado decir que este complejo ha marcado un antes y un después en la hostelería del archipiélago.
Su mera presencia impone un cambio de ritmo. Al cruzar sus puertas, el huésped deja atrás el mundo convencional para adentrarse en un palacio que rinde un sentido homenaje a la arquitectura colonial de las islas.
Una arquitectura con identidad propia
Lo primero que impacta al visitante no es la opulencia gratuita, sino la coherencia estética. El resort ha sido diseñado para evocar los grandes edificios históricos de Canarias.
Sus fachadas de tonos cálidos, sus balcones de madera tallada artesanalmente y sus techos de teja rojiza crean una atmósfera de autenticidad que es difícil de encontrar en las construcciones modernas.
El edificio principal, con sus torres y pórticos, recuerda a los paradores y casonas señoriales de antaño, transmitiendo una sensación de solidez y permanencia. En su interior, el diseño juega con la altura y la luz.
El lobby es un espacio monumental,bajo la cual el viajero se siente pequeño pero acogido, con una decoración que combina materiales nobles como el mármol, la piedra volcánica y maderas tropicales.
Cada rincón parece contar una historia, evitando la frialdad impersonal que a veces caracteriza a los grandes complejos vacacionales. Aquí, la majestuosidad se siente cálida, cercana y profundamente arraigada en la cultura local.
Un pulmón verde de 76.000 metros cuadrados
Si la arquitectura es el cuerpo del resort, sus jardines son el alma. El Lopesan Costa Meloneras posee uno de los jardines tropicales más impresionantes de Europa.
No se trata simplemente de zonas verdes decorativas, sino de un verdadero parque botánico de más de 76.000 metros cuadrados que envuelve las instalaciones. Pasear por sus senderos serpenteantes es una experiencia sensorial completa.
El equipo de paisajismo ha logrado crear un ecosistema donde conviven más de cien subespecies de palmeras traídas de distintos rincones del mundo, junto a dragos milenarios y flores exóticas que perfuman la brisa de la tarde.
El sonido del agua es una constante; pequeñas fuentes, cascadas ocultas y riachuelos artificiales acompañan el paseo, creando una barrera acústica natural que aísla al huésped del exterior.
Es posible encontrar rincones de lectura escondidos bajo la sombra de un framboyán o bancos solitarios frente a un estanque, ofreciendo privacidad incluso cuando el hotel está en su máxima ocupación.
El infinito azul: La piscina que se funde con el mar
Entre todas sus instalaciones, hay una que se ha ganado el estatus de icono fotográfico y emocional: la Infinity Pool. Esta piscina no es solo un lugar para bañarse; es una obra de ingeniería visual diseñada para crear un efecto óptico de continuidad absoluta.
Situada estratégicamente, su lámina de agua parece desbordarse directamente sobre el Océano Atlántico.
Nadar hacia el borde de esta piscina es una experiencia casi mística, especialmente durante la "hora dorada", cuando el sol comienza a descender sobre el horizonte marino y el cielo se tiñe de violetas y naranjas.
Desde este punto privilegiado, se puede observar la silueta del Faro de Maspalomas recortada contra el atardecer, una imagen que resume la esencia de unas vacaciones perfectas.
Pero esta no es la única opción acuática; el complejo cuenta con cuatro piscinas en total, incluyendo una majestuosa piscina lago y otras climatizadas, permitiendo que cada perfil de viajero encuentre su temperatura y ambiente ideal, ya sea para la natación deportiva o el relax contemplativo.
Habitaciones: El santuario privado
La experiencia continúa en la intimidad de las habitaciones. Diseñadas para ser refugios de calma, todas las estancias comparten una filosofía de amplitud y claridad. Los suelos de mármol fresco son un alivio tras un día de sol, y la paleta de colores —terrosos, ocres y blancos— refleja la geografía de la isla.
El mobiliario, de líneas elegantes y funcionales, prioriza el confort ergonómico. Las camas, vestidas con lencería de alta calidad, garantizan un descanso reparador, mientras que los baños, amplios y equipados con bañera y ducha separadas en muchas categorías, invitan al autocuidado.
Mención aparte merecen las terrazas privadas; ya sea con vistas a los jardines, a la piscina o al mar, estos espacios al aire libre se convierten en salones privados donde disfrutar de la suave brisa de los vientos alisios con total privacidad.
La ubicación definitiva: Meloneras
Finalmente, es imposible hablar de este hotel sin mencionar su ubicación estratégica. Situado en primera línea de mar, el resort tiene acceso directo al paseo marítimo de Meloneras, la zona más selecta de Gran Canaria.
A diferencia de otras áreas turísticas, aquí no hay estridencias. El paseo es ancho, limpio y elegante, flanqueado por boutiques de primeras marcas internacionales, joyerías y una oferta gastronómica de alto nivel.
A pocos minutos caminando hacia el este, el huésped se encuentra con la Reserva Natural Especial de las Dunas de Maspalomas, un paisaje desértico único en el mundo que cambia de forma con el viento. Hacia el oeste, el paseo continúa hacia calas tranquilas y campos de golf de campeonato.
Esta combinación de naturaleza salvaje y urbanismo sofisticado convierte la ubicación del Lopesan Costa Meloneras en un privilegio, ofreciendo lo mejor de dos mundos: la conexión con el entorno natural y la comodidad de tener servicios de excelencia a un paso. En definitiva, una estancia aquí no es solo turismo; es habitar, aunque sea por unos días, un espacio donde la belleza y la serenidad son la norma.














