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Alejandro Rodríguez: organero y organista

Con solo 29 años, ya es toda una referencia internacional en la restauración de órganos, con los que además es intérprete

Saúl García 0 COMENTARIOS 24/01/2025 - 07:03

Alejandro Rodríguez Rubio es organero y organista. Es graduado en Ciencias del Mar por la ULPGC y en Pedagogía por el Conservatorio Superior de Música de Canarias. Realizó los estudios profesionales en la especialidad de órgano en el Conservatorio Profesional de Música de Las Palmas de Gran Canaria y continúa estudiando bajo la tutela del profesor Volodymyr Kotenko. También empezó los estudios de Teología. Ahora está estudiando un Máster de Patrimonio. No hay muchos con su perfil, y menos aún con solo 29 años. En Canarias, ninguno. 

Es organero porque repara y restaura órganos (y armonios) y organista porque interpreta música con ellos. Empezó por el piano. No es fácil tener un órgano en casa, pero sí había uno en la Iglesia de Santiago de los Caballeros de Gáldar, su pueblo, que fue el primero que tocó. Y el primer armonio que arregló fue el de su parroquia, la de San Isidro, donde había uno dominado por la carcoma que iban a tirar a la basura. Se lo llevó a casa, lo desmontó, lo arregló, lo volvió a montar y lo donó de nuevo a la Iglesia. Tenía 14 años y, por supuesto, era autodidacta. “En resumen, organería no se estudia, porque aunque haya estudiado órgano, no te enseñan a restaurarlo”, dice. 

“Mi padre era fontanero  -explica- y yo siempre estaba metido en trabajo y, en cierta manera, he aprendido un poco de todo, fontanería, electricidad, madera, pieles... Un órgano, o un armonio, están formados de materiales muy diversos, y para repararlo y que suene bien, además de saber de música, hay que saber un poco de todo”. 

Aunque se empieza por el piano, el órgano es “completamente diferente”. “Igual que el armonio del órgano, que es otro instrumento -señala-, el piano, a fin de cuentas es un instrumento de cuerda percutida y el órgano es de viento, y la manera de tocarlos es muy diferente. En el piano tocas una tecla y el sonido se va apagando, en el órgano el sonido se mantiene y eso afecta mucho a la hora de tocar”. “Es mucho más complicado tocar bien el órgano que el piano”, concluye. También es cierto que cualquier persona que toque el piano, más o menos, puede tocar un órgano. “Otra cosa es que sea un virtuoso”, puntualiza.

Alejandro repara órganos en muchos lugares, de Canarias y del mundo, e intenta asociar las reparaciones a proyectos pedagógicos, que los escolares del lugar puedan ver e interesarse por el órgano o el armonio, y después alguno pueda tocarlo. Hay colegios o institutos con un programa pedagógico, los lleva a la iglesia “y eso hace que haya un cierto interés por el órgano”. Por ejemplo, restauró el de San Andrés en La Palma y dio clase a los escolares. “Siempre se queda alguno”, señala. También dice que hay varios compañeros de Lanzarote que estudian con él y que podrían tocar algunos órganos o armonios de los que hay en la Isla. No hacer falta ser organista titulado.

Hubo un tiempo en que cada semana tocaba el órgano de la Iglesia de Santiago de los Caballeros de Gáldar. Ahora diversifica más sus actuaciones. Toca en la catedral de Santa Ana y en la Basílica del Pino de Teror, sobre todo en las celebraciones más importantes, y en Santa María de Guía. Dice que no es necesario ser religioso, porque hay compañeros suyos que no lo son, pero que en su caso va unido.

“Siempre me gusta cuando inauguro un instrumento componer alguna pieza”

El repertorio del órgano abarca desde el siglo III hasta el siglo XXI. Con algunos órganos es complicado hacer un repertorio moderno porque el órgano es muy antiguo “y es complicado adaptarlo”. “Nosotros en Canarias tenemos órganos contemporáneos, del siglo XXI, que tienen fibra óptica y después tenemos órganos antiguos que ya tienen su repertorio particular de aquella época”, asegura.

Desde los 22 años también trabaja en el extranjero. Le empezaron a llamar de Portugal, Bélgica, Francia, Alemania o Estados Unidos. Le precede su perfil: “Normalmente un organero se especializa, está el carpintero, el que arregla los tubos de metal, pero en mi caso lo hago yo todo, por eso me llaman”, dice. En Canarias es el único de esas características. No hay nadie más que tenga ese perfil: no solo que lo repare todo, sino que sea organista. En España ya hay varios, pero no tan jóvenes.

“Tienes que estar muy pendiente de todo”, apunta. Las pieles se pudren si no se nutren cada cierto tiempo, y si se rompe la piel se sale el aire y el instrumento no va a sonar... La humedad es otro de los grandes enemigos, o directamente el agua por las goteras del techo. “La mayoría de los órganos que he restaurado se han mojado en algún momento”. Y otro enemigo habitual es el saqueo: como no funciona, la gente se lleva algunas piezas.

Los encargos suelen ser de varios meses y en los órganos grandes puede ser de más de un año, pero el papeleo, la burocracia, se extiende mucho antes de que se pueda empezar la reparación porque en ocasiones estos instrumentos están protegidos o son Bien de Interés Cultural. Cuando llega al lugar donde está el órgano, lo desmonta y se lo lleva a su taller o trabaja in situ, en la iglesia.

Alguno de los instrumentos restaurados por Alejandro Rodríguez. 

La mayor satisfacción, dice, es “arreglarlo cuando nadie pensaba que se podía arreglar porque muchos lo habían intentado antes”. “Ver cómo esa gente que no creía que eso se podía restaurar, lo vean restaurado”, resume. Eso le pasó en San Mateo y también en San Andrés, donde eran muy escépticos sobre las posibilidades de éxito. “El más complicado o más completo en Canarias fue el de San Mateo porque es un órgano neumático y las transmisiones son muy complicadas. Una transmisión mecánica es algo muy intuitivo, porque ves que se mueven las varillas y si falla algo, simplemente lo cambias, pero una transmisión neumática es muy complicada”.

Ha restaurado el armonio de San Roque en Tinajo y el órgano de San Bartolomé

También fue difícil porque lo hizo gratis y no había presupuesto para nada, tuvo que ir pidiendo dinero y tardó varios años, con el Covid en el medio, además. “No por eso se hizo de manera barata, sino que se hizo con los mejores materiales posibles”, puntualiza. El Ayuntamiento le reconoció públicamente el esfuerzo. Fuera de España ha reparado órganos más grandes, como uno que reparó en Nueva York de setenta registros y tres plantas, de unos quince metros, el triple de lo habitual.

Dice que, en un primer vistazo a un órgano, ya sabe, más o menos, cómo va sonar, y que hasta ahora no se le ha resistido ninguno: “Y creo que no me pase, porque ya me han tocado instrumentos que estaban muy mal”. Asegura que no puede decir cuál es el mejor órgano, el más destacado que ha restaurado, pero sí el que más le gusta: “Eso sí lo puedo decir, es el de Gáldar”.

En Fuerteventura

En Fuerteventura ha trabajado en Betancuria, Vega de Río Palmas y en Antigua, con los armonios que hay allí. Dice que en Fuerteventura hay aproximadamente unos diez armonios, y que tiene alguno escondido en alguna ermita, pero no hay ningún órgano. En Lanzarote hay un número similar, siete u ocho armonios y tres órganos: en San Ginés, en Teguise, que “se comenzó a restaurar pero todavía quedan detalles para que el órgano funcione”, y en San Bartolomé, y puede que haya alguno en una casa particular porque el de la Iglesia de Haría desapareció. “Mucha gente no sabe que el de San Ginés está ahí, empotrado en un costado cerca del altar; el de tubos está allí pero no funciona, hay que restaurarlo y el que funciona es un órgano electrónico”.

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