“Cambiar algunas cosas con una foto te da energía para seguir con este oficio”
Samuel Aranda, fotógrafo, ganador del World Press Photo y colaborador de The New York Times
Fue Premio World Press Photo en 2011 por una imagen que tomó durante una larga estancia en Yemen. Ahora vive en París pero ha colaborado con The New York Times durante quince años documentando conflictos. Participó en el Encuentro Veintinueve Trece con un taller que se alargará durante el año y dará luz a una exposición colectiva. Llegó a Fuerteventura en 2004 para una cobertura de varias semanas y se quedó dos años fotografiando el fenómeno migratorio.
-Hace veinte años estuvo en Fuerteventura documentando las llegadas en patera. Hoy podría hacer unas fotos muy similares. Ha pasado mucho tiempo pero la situación es muy parecida. ¿Cómo es posible?
-Ha cambiado a peor. Cuando empezaron a condenar a los patrones de las pateras, empezaron a llegar sin patrón, porque antes venía el patrón de la embarcación, y apenas había naufragios. La primera reflexión es que después de 20 o 30 años de políticas migratorias, no a nivel español sino a nivel europeo, solo ha ido a peor, cada vez hay más fallecidos. Ahora está pasando con el Canal de la Mancha también, que es una frontera interna de Europa, y las políticas y las condiciones de las personas que llegan van a peor y hay más dinero invertido en seguridad.
-¿Lo que ocurre aquí ocurre en todas las fronteras de Europa?
-En todas las fronteras de Europa es similar. El perfil siempre es el mismo: más seguridad, más miedo sobre la población. Se han dado cuenta de que a nivel político le pueden sacar mucho rendimiento, desde que la gente tenga miedo hasta que necesiten políticas más represivas. Y hay mucho negocio también. Al final es un negocio.
-Se sigue tratando como una crisis algo que se repite continuamente, y se alega falta de medios cuando se sabe lo que va a ocurrir...
-Debería haber un debate muy profundo. Todo esto viene después de la Primera Guerra Mundial, de cuando se instalan los sistemas de pasaporte. Yo no he conocido a un solo inmigrante que quiera irse a vivir a otro país, incluso yo que soy inmigrante y soy hijo de inmigrantes, y lo haga de una forma permanente. El 99,9 por ciento de los inmigrantes se va a otro lugar buscando unas condiciones mejores para ayudar a desarrollar a sus familias. A muchos africanos les pasa que se quedan atrapados porque no tienen la posibilidad ni de coger un avión. La primera reflexión que me haría es esa. Justo ahora se va a cumplir el centenario de los sistemas de pasaportes internacionales. Llevamos miles de años como humanos moviéndonos por el mundo. ¿Ha servido de algo este sistema de pasaportes que tenemos tan asumido? ¿Por qué yo con mi pasaporte de color granate me puedo ir tres meses a hacer un proyecto al Congo sin ningún problema y un congolés se tiene que gastar miles de dólares y jugarse la vida en venir a Europa? No lo entiendo. Y no funciona, no aporta nada positivo a la sociedad. Yendo a casos más concretos, a Senegal ahora hay vuelos directos. Estoy segurísimo de que si tú abres, sin visado y sin nada, con un acuerdo bilateral, los inmigrantes vendrían seguramente a trabajar en la temporada de verano, cuando hay más trabajo y a la mínima que se vieran un poco colgados, que los alquileres son muy caros y que no hay trabajo en unos meses, se volverían a su casa un tiempo.
“Las condiciones de los que llegan van a peor y hay más dinero en seguridad”
-Es lo mismo que pasa ahora con la gente que viene de Colombia, de Venezuela o de cualquier país de Sudamérica que pueden venir sin jugase la vida y se quedan o no se quedan en función de cómo les va.
-Lo mismo que hemos hecho los españoles. Mi tío ha sido temporero en Bélgica y en Francia toda su vida y se iban a trabajar la temporada de la vendimia y luego se volvían al pueblo ¿Y qué problema hay? Ninguno. Es un tema de uso político del concepto del miedo.
-De hecho cada vez ponen más trabas a los reporteros gráficos para que hagan su trabajo. ¿Esto es algo generalizado, que ocurre en otros sitios o es una cosa que ha pasado más en España a raíz de la Ley mordaza?
-No sólo pasa con la inmigración. La fotografía también ha sufrido un proceso muy curioso de ser simplemente como una cosa artística y para una élite, como podían ser las fotos de la Segunda Guerra Mundial o de la Guerra civil española, de Robert Capa o Cartier Bresson, que era una cosa simplemente testimonial y que no podían cambiar el curso de nada, porque, aparte, tardaban semanas en publicarse... El gran cambio fue la guerra de Vietnam, cuando realmente empiezan a ver que pueden perder una guerra, pueden perder la opinión pública por fotografías y por lo que están haciendo. Y eso los políticos lo han asumido muy claramente. Cuantos más problemas haya para hacer un trabajo fotográfico o periodístico, más claro es que están escondiendo algo.
-¿Todavía se pueden cambiar algunas cosas con una foto?
-Sí. Lo he experimentado tres o cuatro veces en mi vida de una forma muy clara, y es lo que te da la energía para seguir adelante con este oficio.
-Y en esta actualidad de un exceso de imágenes, ¿no se corre el riesgo de que la gente sea más insensible y que no se sepa discriminar entre una foto que es relevante y miles de ellas que no tienen ninguna relevancia?
-Todo es muy cambiante, nada es definitivo. Empieza a haber muchos medios de comunicación que se están saliendo de Twitter (ahora denominada X). Me parece súper interesante. Hace cinco años Twitter poseía la información del mundo absoluta. Incluso mucha gente joven consumía su información más a través de las redes que de los medios de comunicación. Que haya medios de comunicación que se salgan de esta red me parece una reacción natural y positiva. Con la imagen es lo mismo. Llegan las redes sociales, todo el mundo es fotógrafo, todo el mundo pone fotos, empieza a haber muchos errores, empieza a suceder que los medios de comunicación incluso publican fotos que no son ciertas. Hay muchas más imágenes, pero cada vez está siendo más importante el autor de la imagen, quién firma esa fotografía, porque eso le da una validez realista a la imagen. En los conflictos y en los últimos grandes reportajes que he hecho, cada vez veo más medios de comunicación que envían a redactor y fotógrafo para tener su propia imagen y a lo mejor hace diez años lo cubrían las agencias. Y eso es una evolución positiva.
“Si hay problemas para hacer un trabajo fotográfico, es que esconden algo”
-En España tiene uno la sensación de que los medios, incluso los grandes medios, desprecian en cierto modo la información internacional, o no le prestan suficiente atención.
-Soy muy crítico con eso, pero no le pidamos a los políticos o a los jefes lo que no queremos hacer nosotros, no podemos esperar que nos lo solucionen por nosotros. No nos olvidemos que el periódico más leído y más vendido en España es el Marca. También tenemos el poder como sociedad de decidir lo que nos interesa. Sí que creo que tenemos una peculiaridad bastante diferente de otros países europeos. Yo ahora vivo en Francia y me doy cuenta de que allí la cultura es un tema de Estado, es lo más importante que hay, ya no sólo como ayuda sino como obsesión casi de formación en la educación de los jóvenes, y aquí hemos tenido 40 años de dictadura y eso no se ha resuelto. Se pasó página rápido, seguramente lo hicieron lo mejor que pudieron, pero no se ha resuelto. Aquí la educación, entendida en mayúsculas, se ha quedado en las élites y esas élites siguen siendo franquistas y eso hace que también se controle el tipo de información que se publica. Ha habido aventuras de medios de comunicación que lo han intentado hacer un poco diferente, como el diario Público, por ejemplo, y se han puesto todas las trabas para hundirlos.
-Entonces, ¿hay una especie de desinterés por parte del público en la información internacional?
-No creo que sea un desinterés, pero tampoco le puedes pedir a una persona que se compre un periódico un domingo o que invierta dinero en libros de fotografía cuando estamos en un país que la gente joven vive con 900 euros de salario y compartiendo piso. Es que va todo de la mano. Quizá no hemos luchado lo suficiente o hemos asimilado muchas cosas que no deberíamos asimilar, pero al mismo tiempo eso crea que la gente esté más preocupada por sobrevivir y por tirar adelante.
-El reportaje que hizo para ‘The New York Times’ sobre el hambre en España tuvo mucha repercusión y también tuvo muchas críticas porque aparentemente no sienta bien que sea un medio extranjero el que denuncie las vergüenzas del país.
-Sí, me llegaron un montón de críticas, de coacciones, de cuestionamiento, incluso con cosas tan básicas como por qué lo había hecho en blanco y negro. Escuché a políticos que decían que lo había hecho en blanco y negro porque yo era catalán y no amaba España, por ejemplo. Siempre que hago mis proyectos en África, en Asia, en Oriente, me gusta el blanco y negro como recurso visual, pero ¿si lo hago en España tiene que ser con mala intención? Me sorprendió porque ese reportaje se publicó en 2012, que ya era el momento máximo de la crisis, no era una cosa que nos estábamos inventando, todo el mundo lo había publicado.
-Damos por supuesto que todo se documenta hoy, pero no es así. Hay muchos sitios que están, digamos, abandonados para el periodismo internacional.
-Sí, aparte el tipo de consumo de noticias es muy puntual. De repente empieza una historia y nos machacan durante un mes con ese lugar y luego muy rápidamente desaparecen del mapa. Con el genocidio en Gaza cuesta encontrar información en los medios de lo que está pasando y se están cargando a más palestinos ahora que al principio de la guerra.
-¿No le genera frustración vivir un conflicto o una catástrofe desde dentro y ver que luego no se ve reflejado suficientemente en los medios occidentales?
-Tengo muy asumido eso. Si solo escuchase a lo que me dice el corazón, hace tiempo que hubiese dejado de publicar en medios de comunicación. Pero al final es una decisión de estar a medio camino de los dos sitios, de ser un poco antisistema y hacer exposiciones, mis proyectos personales, y al mismo tiempo utilizar los medios algunas veces para publicar las historias que quiero. Produce frustración, pero en verdad tampoco puedes cambiar los medios de comunicación al completo.
“Cada vez está siendo más importante el autor de la imagen”
-Cuando se va a una cobertura, ¿qué es más importante, la atención o la intención? Es decir, tener un objetivo claro de lo que se quiere o ir con los ojos abiertos y ver qué pasa...
-Yo soy mucho de perderme. En casi todas las coberturas que he hecho nunca he ido dos semanas, o muy pocas veces. A Fuerteventura llegué con un encargo para tres semanas o así y me quedé dos años a vivir. En Túnez también estuve viviendo dos años, y eso me gusta mucho porque te da la posibilidad de llegar al momento álgido de la información pero luego de repente te quedas para ver todo el proceso de transición, y en el caso de Túnez a mí me aportó muchísimo porque puedes ver la realidad. Es como una cebolla de la que vas quitando capas. Es una cuestión de tiempo y confianza. Una fórmula matemática. Y luego es que para mí la fotografía siempre ha sido una excusa. Yo en verdad, cuando voy a Túnez o cuando me voy a vivir a Yemen, lo que quiero es vivir allí, y tengo la suerte de que como hago fotografías, me puedo permitir irme un año allí. Pero yo realmente estoy en Yemen porque lo que quiero es saber cómo es la cultura de Yemen, que es un país precioso, lleno de cultura y es un viaje en el tiempo.
-Después de tantos años de trabajo, ¿la confianza en el ser humano va hacia arriba o hacia abajo?
-Hacia arriba siempre. No diré la frase que se ha dicho mucho ahora en Valencia, porque se está utilizando a nivel político, pero fíjate como de repente en Valencia lo que está pasando al final no ha ido a más por la gente. Y en la mayoría de sitios pasa así. En cualquier lugar de estos extremos de guerra ves lo peor del ser humano, pero también en las situaciones límites ves lo mejor.
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