“El español canario es tan perfecto como el de Valladolid, Cuba o Colombia”
Dolores Corbella, académica de la lengua
Es catedrática de Filología Románica de la Universidad de La Laguna y desde el mes de abril ocupa el sillón de la ‘d’ minúscula en la Real Academia Española de la Lengua (RAE).
-Dijo el presidente de Canarias que, con su ingreso en la RAE, entraba el español de Canarias. ¿Lo siente usted así?
-Fue uno de los motivos por los que el pleno de la Real Academia me eligió. El español tiene carácter panhispánico y hacía más de ochenta años que no entraba una persona de las islas. Aunque estemos lejos, los medios de transporte facilitan que podamos estar presentes, y eso es bueno.
-En su discurso titulado ‘Un mar de palabras’, habló de la importancia del viaje de las palabras a través del mar. Esto recuerda a una peculiar definición de archipiélago que dice que es un conjunto de islas unidas por el mar que las separa.
-Es curioso, porque el mar no siempre separa. En este caso es todo lo contrario. Canarias ha servido de nexo de unión con América. Aunque ocupamos una geografía muy singular al lado de África, nuestra unión cultural es con América y se nota en nuestra forma de hablar.
-¿Se puede rastrear el origen de todas las palabras?
-A veces no es posible establecer la ruta, si es de ida o de venida, pero en otros muchos casos sí. Hemos estudiado la historia de las palabras y podemos decir de muchas de ellas si han ido o han vuelto. Hay dos casos muy evidentes: gofio, que es nuestra, y la usan en Cuba, Venezuela o Uruguay porque la llevaron los inmigrantes, o tabaiba, que se encuentra en Puerto Rico y República Dominicana, que es una palabra aborigen canaria y también se llevó allí. De otras sabemos que son indigenismos americanos. Hubo una época en que a los gemelos los llamaban morochos... por influencia de los isleños retornados de Venezuela.
-Unas palabras tienen éxito y otras no, pero es difícil prever cuáles son y las razones de que esto ocurra.
-Sí, algunas tienen éxito y otras, un uso efímero. Hemos descubierto palabras que se registraron solo a finales del XVI y principios del XVII, términos que se usaron en los ingenios azucareros y otros más recientes que se han adoptado hace unas pocas décadas. Se reconoce a un hablante de Tenerife si pide un barraquito, que es una palabra moderna, sabemos cuándo se creó y que se empleó primero en Santa Cruz; o reconoces a un hablante de Lanzarote porque usa con toda naturalidad rofe y rofero.
-¿Cuál es el estado de salud general del léxico canario?
-Como en todas las zonas del español, hay palabras que se van perdiendo, como el léxico de la ganadería, el marinero... y otras que se van incorporado como novedad. Es normal que en un mundo globalizado vayamos neutralizando parte de nuestras diferencias, pero no se perderán todas. Un canario, cuando habla, registra palabras que son muy identificadoras sin darse cuenta: “estoy privado”, a veces la usamos sin advertir su carácter exclusivo. O “me alongué a la ventana”, que es un arcaísmo común en el español medieval y que solo hemos conservado en Canarias y en algunas partes de América. Hay algunas que son muy nuestras y las seguiremos usando y las reivindicamos hasta sin advertirlo. A mí me cuesta decir autobús en la Península. Y hay palabras que será difícil cambiarlas por otras porque son referenciales e identifican nuestra biodiversidad y nuestra idiosincrasia.
“Hay canarismos que se seguirán usando, por el respaldo americano”
-Algunas de esas palabras las toma la población como símbolos de una identidad y a otras no se les da tanta importancia.
-No somos conscientes de que las usamos o de que han dejado de ser comunes. El ganado guanil es el ganado salvaje y no todos los canarios conocemos esa voz, pero sí decimos canelo en lugar de marrón o empleamos encarnado con más frecuencia que rojo. Hay canarismos que se seguirán usando, sobre todo porque tenemos el respaldo americano y, en cierto sentido, nos sentimos identificados.
-¿Qué papel cumplimos los medios de comunicación locales respecto al léxico canario?
-En los últimos años, en los medios, desde hace quince o veinte años, hay locutores canarios que hablan con su seseo, con el ustedes, y estos rasgos se perciben ya como algo habitual. Hay que normalizar una situación que es rica en sí misma, porque tenemos procedencias y acentos muy variados. No es reivindicarlo, sino entender y aceptar esa diversidad como algo evidente. El español canario es tan perfecto como el de Valladolid, Cuba o Colombia.
-No debió ser un camino fácil. Pepe Alemán decía recientemente en la Cadena SER que le ponían muchas dificultades para utilizar palabras canarias en sus artículos.
-Sí, pero si miramos sus artículos, él usaba esas palabras a pesar de esas dificultades. Si buscamos ejemplos en la prensa de ese uso canario, él es una de las personas que más lo ha reivindicado, simplemente normalizándolo en sus artículos.
-En los textos escritos, es común ver palabras del léxico canario entre comillas o en cursiva. No sé si es la forma más adecuada de incorporarlas a un texto.
-No. El diccionario es una obra siempre inacabada y no lo contiene todo. Otra cosa son los vulgarismos, pero no hablamos de eso, sino de palabras que nos identifican. No es lógico que pongas entre comillas gofio, jable o malpaís, a no ser que las emplees metalingüísticamente.
“No le toca ni a la Academia ni a nadie decirle al hablante cómo debe hablar”
-Quizá esas no, pero es más común verlo con desinquieto, jediondo u otras...
-Yo nunca he usado palabras malsonantes porque en casa no estábamos habituados, y escribir algunas para mí resulta difícil, pero desinquieto es un portuguesismo, y es una palabra totalmente habitual.
-Hay que trasladar la oralidad con naturalidad al lenguaje escrito...
-Eso ya depende con qué jeito lo hace el escritor o el periodista para trasladarlo.
-En los últimos años, escritores como Alexis Ravelo o Andrea Abreu y su libro ‘Panza de burro’, han tenido éxito fuera de Canarias utilizando un léxico muy canario.
-Y hay otra novela, ‘Leche condensada’, de Aida González Rossi. Reflejan la vida diaria y la realidad de los jóvenes. En Panza de burro, en el norte de Tenerife y la otra en El Médano. Es el habla de las generaciones más jóvenes. La usan y la reivindican, como reflejo de su fonetismo, gramática y léxico.
-Hay gente que se indigna por el uso de vosotros frente a ustedes, que lo toma como un signo de decadencia.
-Algunos jóvenes de Gran Canaria emplean el vosotros, según los últimos estudios. En la RAE se ofrecen los usos verbales del vosotros y el ustedes en cualquier verbo. Están los dos reconocidos y los podemos usar perfectamente. Yo nunca diría vosotros, a pesar de que mi padre era peninsular. Lo sentiría artificial en mi forma de hablar. Hablo de forma natural con mi léxico y mi ustedes en cualquier registro oral o escrito.
-¿Qué le parece la incorporación de anglicismos? ¿Es excesiva? A veces se utilizan palabras en inglés cuando existe una palabra que dice exactamente lo mismo en español.
-La Academia siempre da la posibilidad de usar el sinónimo correspondiente en español, pero no le toca ni a la Academia ni a nadie decirle al hablante cómo debe hablar, el proceso es al revés: los corpus nos muestran cómo se desenvuelve la lengua y el lingüista describe ese cambio. Una cosa es que siempre exista la palabra española y se recomiende su uso, pero los hablantes son los que deciden si adoptan o no el nuevo término. Antes entraron galicismos, ahora anglicismos y para nosotros, los canarios, nuestro léxico se enriqueció con la incorporación de numerosos portuguesismos en el siglo XVI. Hoy el inglés es una lengua que en tecnología se usa comúnmente y es normal ir tomando algunos préstamos de esta procedencia.
“Hay que seguir captando lectores y para eso hay que invertir en educación”
-Dijo en su discurso de ingreso que la lengua es un elemento democratizador, pero en España seguimos con guerras culturales, por ejemplo, con el catalán. ¿No sería bueno que todos conociéramos desde la escuela las lenguas oficiales y las modalidades del español para valorar esta riqueza cultural?
-Yo soy profesora de Filología Románica y mis alumnos leen poemas en catalán, textos en portugués, en gallego... Hablamos de la diversidad lingüística y cultural. Hay que partir de la enseñanza de las lenguas y de lo que representan como enriquecimiento y respeto a la diversidad.
-Pero si en el colegio, en algún momento de la etapa de educación obligatoria, no nos las enseñan, es difícil valorarlas.
-Dificilísimo, pero esto en la Universidad sí se hace, o se hacía. Aunque estudien francés o español, mis alumnos de Filología tienen una asignatura donde vemos las características de esos otros idiomas cooficiales, al menos los románicos. La lengua es un acervo cultural, detrás de una lengua hay una cultura y una literatura. No se puede entender la literatura medieval sin conocer la literatura catalana o las cantigas galaico-portuguesas. La literatura hispánica de aquella época no tendría nada que decir si no se tienen en cuenta esas otras dos tradiciones literarias. Y no solo en la antigüedad, yo, ahora en la Academia, hablo con Carme Riera y con filólogos gallegos. Ella escribe en catalán y generalmente se traduce a sí misma. Leer a Joan Margarit, por ejemplo, supone un enriquecimiento enorme.
-Hay muchos topónimos canarios que se escriben con ce o con zeta, cuando en Canarias no se pronuncia. ¿Habría que cambiar su grafía?
-Por ejemplo, Yaiza, ¿no? Es el arraigo, si se ha escrito con zeta, se sigue escribiendo con zeta. En la fonética y grafía españolas solo hay unos pequeños inconvenientes, como la zeta o la elle, pero si se ha escrito así y es tradicional, ¿por qué cambiarlo?, sobre todo porque no sabemos cómo se pronunciaba originariamente. Aunque yo tengo compañeros en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria que opinan lo contrario, que hay que trasladarlo todo y escribirlo con ese, pero sería un galimatías. En la Edad Media se escribía con cedilla. ¿La vamos a recuperar?
-¿Le preocupa el bajo nivel de lectura entre los jóvenes? De verdad, ¿leen tan poco?
-Es cuestión de educación y enseñanza. Quizás tenemos que adaptarnos a otra forma de enseñar la lengua y la literatura y atraer a los chicos, si no por el libro en papel tradicional, hay que apasionarlos de otra manera por la lectura. A los de otras generaciones nos gustaba el libro en papel, reconocíamos los libros por el tipo de encuadernación que tenían, por su tipografía... Las ferias del libro recientes han tenido éxitos de ventas. No sé hasta qué punto no están leyendo los jóvenes o si lo que pasa es que les interesan otros géneros. Quizá se lee menos en papel y más en formato digital. De todas formas, habrá que seguir captando lectores y para eso hay que invertir en educación.
-Y no todo debe ser por la lectura. Uno escucha hablar a un niño de la calle de Colombia y utiliza un léxico más rico que un universitario español.
-El empobrecimiento léxico no se debe solo a la falta de lectura. También es menos común sentarse alrededor de una mesa y conversar y hablar de un tema de actualidad o de nuestras tradiciones. No solo es leer, sino que se está perdiendo la comunicación directa, hablar en familia o con los amigos. Tengo una sobrina en bachiller y tiene una profesora magnífica que lee con ella. Yo tuve un profesor con el que hacíamos obras de teatro. Hay formas de atraer a los chicos. Resulta difícil, pero habrá que ir buscando y proponiendo nuevos acercamientos.
-¿Ha tenido presente en su carrera a María Moliner? Una mujer que escribió un diccionario ella sola. Parece una labor inabarcable.
-Es un diccionario que marcó una época. Hasta ese momento no se era consciente de que las mujeres podíamos ser lexicógrafas. En el diccionario de la Real Academia no apareció el femenino lexicógrafa hasta que María Moliner se convirtió en un referente. Hasta 1984 solo figuraba la entrada en masculino: lexicógrafo. Hizo una obra inmensa, en una época en que no tenía ayuda, compaginó su papel de madre de familia, su trabajo y su afición, la de componer un diccionario. Tuvo que ser dificilísimo.
-Hay que tener mucha disciplina y amor por las palabras.
-Ese es el oficio del lexicógrafo. Te enganchas sin darte cuenta. Yo misma, tengo que tener cuidado porque, por ese oficio, tiendo a fijarme en cómo hablan las personas de mi entorno, o leo con deformación lexicográfica un texto, buscando ejemplos para mi propio trabajo. La lexicografía atrapa. Cuando encuentras el origen de una palabra y puedes desentrañar su historia, te da la sensación de que por fin has dado un paso adelante, pero ello requiere esfuerzo y mucha constancia. Además de una técnica, también es una ciencia.
Comentarios
1 Majorero Sáb, 22/07/2023 - 14:39
2 fefa gonzález. Dom, 23/07/2023 - 10:38
3 Muyaya Lun, 24/07/2023 - 14:07
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