Sotavento, espectáculo contra viento y marea
La prueba del Campeonato del Mundo de Windsurf y Kiteboarding de Fuerteventura es, sin duda, la fiesta del verano en la Isla. Así fueron los orígenes de la mítica prueba
Aunque René Egli descubrió las “extraordinarias condiciones del viento en la playa de Sotavento”, según sus propias palabras, en 1984, puede decirse que la prueba del Campeonato del Mundo de Windsurf de Fuerteventura (desde hace unos años también de Kiteboarding) despegó a nivel internacional en el año 86, con la hazaña del francés Pascal Maka, que estableció un nuevo récord mundial de velocidad en windsurf (71,8 kilómetros por hora), colocando a la Isla en el top mundial de este deporte.
Egli es el impulsor e histórico organizador de la prueba majorera del Campeonato del Mundo de windsurf y kitesurf, considerado por su repercusión mediática el evento de promoción internacional más importante de las Islas Canarias. Según la directora de marketing de la sociedad René Egli SLU, en representación de la organización del campeonato, el pasado año las piezas y reportajes elaborados por el equipo de producción Christian Tillmanns visual communication’s llegaron a 144 millones de espectadores de televisión de todo el mundo.
“Que aparezca tan solo diez segundos la playa de Sotavento en el telediario de La Primera o en los informativos de la tarde de cualquier cadena nacional ya es algo impagable a nivel de promoción porque inmediatamente te dan ganas de estar ahí”, explica Annika, que indica que el equipo Christian Tillmanns lleva desde 1995 realizando este trabajo “y conoce perfectamente las imágenes que queremos exportar, no estrictamente deportivas, aunque las disciplinas sean espectaculares”. Además, las agencias de noticias internacionales, como Reuters, reenvían a sus suscriptores las imágenes, lo que hace posible la enorme difusión del evento.
Sin embargo, cuando René Egli se enamoró de Sotavento, las cosas eran muy diferentes. “No había Youtube, ni WhatsApp, así que no podía recurrir a enviar imágenes que hablaran por sí solas. René tuvo que llamar a las asociaciones deportivas “a ciegas” y convencerlas de las posibilidades de Fuerteventura, aún una desconocida en el mundo deportivo. “La gran suerte fue que se batiera un récord del mundo, gracias a las condiciones del viento”, asegura Annika, que nació dos años antes de esta anécdota.
Otra de las causas del éxito del encuentro es, sin duda, la presencia de las estrellas mundiales del deporte, que atraen a público aficionado, como el francés Antoine Albeau, ganador en la categoría Slalom; el antillano holandés Amado Vrieswijk o los actuales campeones del mundo, el venezolano Gollito Estredo y la joven holandesa Sarah-Quita Offringa, campeona de Freestyle, que llegó a la primera posición el pasado año en la prueba majorera, lo que, según dijo, la hizo “muy feliz”. “Participo en este campeonato desde 2006. Es increíble navegar en las Playas de Jandía”, declaró tras su hazaña.
La expectación del público es correspondida por los propios deportistas que “se pegan por venir”, según Annika. Sin embargo, no es tan fácil acceder a una de las plazas para las distintas modalidades. “En Slalom, el cupo es de 64, pero, por ejemplo en Freestyle solo hay 32, así que muchos competidores que no cuentan con resultados clasificatorios se arriesgan y se ponen en ‘lista de espera’ de todas formas”, indica la representante de la organización.
El impulsor del campeonato, René Egli, a su llegada a la Isla en 1984.
Al margen de todas estas excelencias, la prueba de la World Cup (Campeonato del mundo) cuenta con encantos particulares que la hacen única en el circuito internacional. Se trata del ambiente que se ha conseguido crear en estos años, algo en lo que tiene un papel preponderante la población local, que participa en las actividades de ocio y cultura que se programan en paralelo a las com- peticiones. “Hay una atractiva oferta en la carpa de día, con una gran selección gastronómica, actividades para niños, actuaciones en directo y, durante la noche, son legendarias las fiestas y conciertos en la carpa de noche del Campeonato Mundial, donde los competidores se unen al público para disfrutar de largas sesiones de fiesta y baile sobre la arena de la playa”, apunta Annika.
Quien conoció a fondo las primeras fiestas de la carpa es Nelson Rivero, apodado El Flaco en el mundo del surf y Tití en Gran Tarajal. “Dependiendo del ambiente me llaman de una forma u otra”, bromea. A sus 46 años, lleva ya una década sin acudir a las ahora multitudinarias fiestas de la carpa, pero recuerda “con nostalgia” las primeras ediciones “más discretas, donde compartías espacio con los competidores, con las estrellas del mundo que se mezclaban como uno más en el ambiente”, dice.
Junto a sus “inseparables” El Rapa y El Bigfoot, los tres surfistas de Gran Tarajal, bajaban “haciendo dedo” a Costa Calma, y, para la vuelta, “te buscabas la vida”. El trío estaba más que acostumbrado a estos lances, ya que su pasión por el surf le obligaba a trasladarse a La Pared donde aprendieron a coger olas “en los más variados medios de transporte”. “Sobre todo cuando, a raíz de un incidente con la tabla de un surfista en una guagua, se prohibió subir con ellas, por lo que se las dábamos a algún amigo con coche para que las llevara y nosotros llegábamos como podíamos”, recuerda.
Las fiestas de la carpa eran, a finales de los 80 y principios de los 90 “de no más de 300 personas”, con un código de vestimenta no escrito, “en el que todos íbamos guapos, en el caso de los chicos, el 98 por ciento con camisa hawaiana, bermudas y descalzos; y sin un solo incidente. “Nos subíamos a bailar a la barra sin problema, algo que hoy provocaría terminar detenido en el container de la Guardia Civil, cuando antes ni siquiera había necesidad de cuerpos de seguridad”, asegura.
Una de sus mejores experiencias se produjo la noche en la que conoció a Daida Ruano, 18 veces campeona del mundo de windsurfing sobre olas y la primera mujer en la historia del windsurfing profesional que tomó parte de una competición en el cuadro de eliminatorias masculino. “Ella no tendría más de 15 años. Aún no había sobresalido y me impresionó muchísimo verla allí, compitiendo de tú a tú, en un deporte que a principios de los 90 era eminentemente de hombres”.
Desde su punto de vista, aquel pequeño oasis que combinaba la mitomanía con el ambiente festivo, (para nosotros era la fiesta del verano”, dice Nelson), cambió de repente tras los sucesos de hace una década, cuando se produjeron varios heridos en un pelea, lo que llevó a incrementar las medidas de seguridad y control en el recinto. “El verano siguiente, bajamos con unos amigos que habían venido de la península. Nos pararon agentes con pasamontañas y armados, registraron exhaustivamente el coche, las tablas, a nosotros mismos. Fue desproporcionado”, indica Nelson, que perdió el interés por la fiesta. “Además, se ha masificado, está más enfocada al negocio, se ha encarecido y encima ya no cuenta con la presencia de las estrellas, a las que solo se ve en la inauguración”.
Competidores locales
Si hay un nombre isleño que brilló con luz propia durante varios lustros es el de Ricardo Lagembacher 'Richi', oriundo de Gran Tarajal y una estrella de finales de los 80 y los años 90, dos veces campeón de España en velocidad (1991 y 1996), título que conserva “porque aquel fue el último año que se celebró la prueba de velocidad, en la que yo competía” y proclamado tercero del mundo en 1994 en la prueba majorera.
Fue René Egli el artífice de su carrera deportiva, que lo llevó a la élite mundial, donde estuvo durante quince años en el top ten. “Empecé muy joven en la playa del pueblo, con 14 años; después iba mucho al Risco del Paso, en Sotavento, para aprender, ya que había vientos fuertes y una lámina de agua poco profunda. René me vio navegar desde su escuela y me animó a competir. Con 15 años, me financiaba yo mismo, trabajando en la fábrica de bloques de mi padre, y, después, recorrí los negocios de Gran Tarajal para conseguir patrocinadores, así que puede decirse que el pueblo de Gran Tarajal me ayudó a financiar mi carrera profesional”.
Los comerciantes le ayudaban “con mil pesetas, con lo que podían, los libreros, los supermercados”, recuerda agradecido Richi, que en 1991 se profesionalizó y se instaló en Tarifa (Cádiz), donde residió durante nueve años. Lagembacher reconoce que en la prueba del mundo en Sotavento se sentía protagonista. “Ya en la anterior cronológicamente, que es la de Francia, los competidores bromeaban: ‘vas a tu Isla’, me decían. Y era cierto que estaba en casa porque, casi siempre, algunas veces junto a Dunkerberck, (42 veces campeón del mundo) era yo quien marcaba el campo de regatas con la organización, una ventaja porque conocíamos los obstáculos, dónde estaban los bancos de arena, las mejores opciones para sortearlos, etcétera”.
Richi recuerda especialmente un proyecto “muy bonito”, realizado con la marca promocional turística Playas de Jandía, de Pájara. “El Ayuntamiento compró un furgón serigrafiado con la imagen de las playas y el logotipo y que yo paseé por toda Europa en las pruebas en las que competía”, cuenta.
Su carrera se truncó en el año 2000, tras sufrir una grave fractura de espalda que le impidió seguir con su pasión. “Era mi vida”, asegura este deportista que tuvo que cambiar las tablas por la natación y la rehabilitación. Su hijo, Ricardo junior, apunta maneras. Con solo diez años destaca en vóley, surf, peso y martillo y juega en la selección canaria de baloncesto, “pero no le atrae el windsurfing”, dice su orgulloso padre, quizá porque un Lagembacher ya dejó demasiado alto el listón en esta disciplina.
Otros nombres locales de la disciplina son el portuense Orlando Lavandera, que ha competido en el circuito internacional, José Manuel Sosa o Ernesto Reyes. También en los primeros años de la prueba llegó a competir por la cuota local León Sosa, actualmente capitán de barco, conocido en el gremio como El Autodidacta. Recuerda que ya siendo un niño y desde la obra del Playa Esmeralda, que construía su padre, “veía a René Egli en su Suzuki cargado con cuatro tablas”. Una imagen que llamaría su atención, ante lo desconocido que era aún ese deporte en los años 70.
Su afición, sin embargo, fue el buceo, hasta que, tiempo después, con poco más de veinte años y el campeonato en marcha, formó parte del equipo de seguridad del mismo en Salvamento Marítimo.“René me preguntó si conocía a alguien que le ayudara con la zodiac y me presté yo”, cuenta. Cuando se familiarizó con las maniobras de los deportistas quiso hacer lo mismo, así que aprendió por sus medios. “Empecé a practicar en la hora y media del descanso para comer. Fui padre muy joven y ya trabajaba, así que tenía que entrenar de noche. Recuerdo que tomaba la referencia visual de las luces del hotel Gorriones, pero a veces terminaba chocando, por la oscuridad, y en una ocasión me clavé la quilla”, recuerda.
Egli le prestó equipos y se inscribió en un campeonato de España que se celebró en Tarifa. León no ha vuelto a competir, dedicado a la actividad turística, y recuerda las famosas noches de la carpa, donde coincidió con los grandes del deporte, “los franceses Thierry Bielak, Pascal Maka o Natalie Simons” o la leyenda Björn Dunkemberck. El ambiente diurno y nocturno de la carpa es, hoy día, uno de los principales reclamos para el público.
En 1986, récord absoluto de velocidad de Pascal Maka.
Desde otra óptica, el doctor Rafael Bermejo echa la vista atrás en la cita deportiva de Costa Calma. Es residente en Fuerteventura desde hace treinta años y, casi desde su llegada, coordinador de los servicios de asistencia médica del Campeonato, por lo que fue reconocido en 2017 con una placa. El doctor asegura que “nunca hubo accidentes graves, lo que parece un milagro, sobre todo en la modalidad de velocidad”, dice. El suceso más preocupante que recuerda “aunque finalmente no fue tanto como pareció en un principio”, fue un traumatismo craneoencefálico, sufrido por uno de los competidores en la modalidad de velocidad.
El médico, hijo del que fuera el primer alcalde democrático de Las Palmas de Gran Canaria, Manuel Bermejo, llegó a la Isla en 1987 para integrarse en el mundo del turismo, debido a su dominio de idiomas y, “por afinidad ideológica con el movimiento de Asamblea Majorera”, se relacionó con el grupo de gobierno municipal de Pájara y acabó aceptando su invitación para hacerse cargo de la entonces rudimentaria infraestructura del Campeonato, “que se montaba en una tienda de la Legión de no más de 40 metros cuadrados. Después ya el Ayuntamiento adquirió una carpa, que es mucho más pequeña que la que hay ahora, pero que supuso todo un lujo”, recuerda.
Él atendía en una ambulancia “que tenía poco más que una camilla y una bala de oxígeno” y, al principio, “ni siquiera había suelo, se montaba en la arena”. Bermejo recuerda aquellas primeras ediciones con cariño. “Se respiraban aires de libertad, era todo bastante más familiar, los negocios de la zona ponían sus barras y no había control de entrada. A veces hasta se iba la luz porque se apagaba el grupo electrógeno, pero todo tenía un encanto que, en mi opinión, se ha perdido”, dice.
Lógicamente, a medida que el evento fue creciendo se hizo necesario aumentar la seguridad”, subraya Rafael, que dice que sus hijos veinteañeros han tomado el relevo de aquel primer público de la carpa. “Están estudiando en la península y cada verano, llegan con todos los amigos para disfrutar al máximo del campeonato”.
Las nuevas generaciones son ahora los protagonistas de esta cita internacional, que cada vez más se abre a nuevos públicos y constituye una de las mejores plataformas de promoción turística para la isla del viento.
La estrella más rutilante que ha pisado la arena de Sotavento es, sin duda, Björn Dunkerbeck (1969), de origen danés, afincado desde los tres años en Canarias, miembro de la PWA (Professional Windsurfers Association). Con 183 copas del mundo y 42 mundiales, es el deportista profesional con más títulos en windsurfing.
Hijo del propietario de una escuela de esta disciplina en el sur de Gran Canaria, Björn es un mito desde los 18 años, aunque nunca ha perdido su desenfado y cercanía con los seguidores del deporte acuático. Actualmente es propietario de la marca de tablas Proof y uno de los grandes promotores del windsurfing en el mundo con su proyecto The Search, con el que recorre el planeta buscando lugares adecuados para la práctica del windsurf.
Como ‘cazador’ de paraísos, Björn pone a Sotavento en lo más alto. “No lo llaman el Hawai europeo por nada”, asegura. Y anima a los amantes de este deporte que visitan la Isla a adentrarse en esta disciplina, “asequible a gente de cinco a setenta años”, acudiendo a alguna de las escuelas.
También es el impulsor del Dunkerbeck GPS Speed Challenge, cuyo objetivo es introducir a más windsurfistas en la disciplina de la velocidad a través de un evento pro-am (competición en la que forman equipo un profesional y uno o varios amateurs), abierto a todas las edades.
El deportista atiende a Diario de Fuerteventura desde Bonaire, territorio de ultramar de los Países Bajos, en el Caribe, donde viaja a menudo y acaba de montar una escuela. “Tiene unas condiciones de viento parecidas a Canarias”, dice. Dunki recuerda las ediciones que ha vivido de la prueba majorera de la World Cup, remarcando que ya conocía la zona “desde antes de que René instalara la escuela”. “De hecho, iba desde el año 1981, cuando todavía había una duna de 300 ó 400 metros en Isla Esmeralda. Era maravilloso”, rememora.
“Mi hermana Britt entró allí en competición en 1986 y, al año siguiente, lo hice yo, y ya volví todos los años”, dice. Cree que lo “ideal” de la prueba de Fuerteventura era “la combinación de las tres disciplinas: velocidad, por las condiciones naturales de la cancha, a lo que después se añadieron slalom y freestyle para darle vistosidad”.
Defiende la permanencia en las competiciones de la prueba de velocidad, que se ha eliminado en España. “Es fantástica y atrae a gente. Además, la playa sureña es magnífica para esta modalidad, de las mejores del mundo”, subraya quien fue dos veces campeón de Europa de speed y aún compite en esta disciplina.
Precisamente, se prepara para intentar batir el récord de velocidad en el desafío High Speed Windsurfing de Luderitz (Namibia) en diciembre. El récord está actualmente en 98,8 kilómetros. Aunque asegura que será “muy difícil”, el deportista ya quedó sexto en la general de esta modalidad en los recientes de Francia, donde hubo 1.200 participantes. “Mi motivación es ahora la velocidad. Las olas ya pasaron para mí y estar al nivel en slalom es complicado a partir de los treinta”, dice.
La fama internacional le llegó con solo 18 años. Son recordadas sus apariciones en la carpa de Costa Calma, donde Dunki era un mito. Sin embargo el deportista vivió las casi dos décadas que constituyeron la época dorada de su carrera con humildad. “Canarias era mi casa, conocía perfectamente las pistas de El Médano, Pozo Izquierdo y Sotavento, conocía los vientos y eso me daba una pequeña ventaja, pero, de todas formas, siempre sentía un orgullo especial cuando ganaba en mi tierra”, recuerda.
Será siempre un icono del Campeonato, que ha visto crecer desde sus orígenes. Participó en la primera edición “cuando ni siquiera había carpa fija. Se montaba por la mañana y se desmontaba por la tarde. Después, cuando empezó la competición PWA, ya se instalaba una permanente en la misma laguna, encima del agua”, recuerda.
Este incombustible deportista ha encontrado sucesor en su hijo Liam, de 15 años, actual campeón juvenil en Pozo Izquierdo y que, a su corta edad, ya acumula cinco años compitiendo. Un pupilo que empieza a comprender la suerte que tiene por contar con la referencia de su padre. “Con diez años ‘lo sabía todo’, ahora parece que ha descubierto que hay quien puede aconsejarle y me escucha algo más”, bromea.
Comentarios
1 Majorero maduro. Mié, 17/07/2019 - 10:49
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