MEDIO AMBIENTE

Las especies invasoras amenazan los ecosistemas naturales de Fuerteventura

Los expertos critican el escaso control de las administraciones para evitar su expansión e incluso aluden a la responsabilidad de Cabildo y ayuntamientos en muchas de estas introducciones

Árbol de seda en Vigán.
César-Javier Palacios 13 COMENTARIOS 18/06/2019 - 07:05

Fuerteventura sabe mucho de especies invasoras. Ratas y ratones llegaron en barcos y todavía en época aborigen acabaron con un ratón autóctono, el Malpaisomysinsularis. Los gatos y nosotros mismos, los humanos, extinguimos dos especies de pequeñas pardelas del jable y del malpaís. Las cabras, los conejos y el hacha aniquilaron numerosas especies de plantas autóctonas. Tampoco había de forma natural en la Isla perdices ni erizos. Se introdujeron. Las ardillas, ya se sabe, vinieron como mascotas del Sáhara, se escaparon de las jaulas y ahora las hay a millones.

Mucho más desastroso resulta este problema en Gran Canaria, donde la suelta deliberada de la culebra real de California consume cada año cientos de miles de euros del erario en un intento desesperado (y de momento estéril) de evitar su expansión desde la aparición de los primeros ejemplares, hace ahora 15 años. Y eso que desde 2007 han sido capturadas más de 6.000 de estas tremendas culebras, con hasta dos metros de longitud, especializadas en comerse todo bicho viviente, lagartos gigantes incluidos.

En 1884, la viajera inglesa Olivia Stone llegó a Puerto Cabras y se sorprendió al ver una planta que crecía por todas partes y era prácticamente lo único verde en la ciudad. Se trataba del tabaco moro o palero. Hasta 1869, le explicaron entonces, era una especie absolutamente desconocida en la Isla. “De repente, apareció por todas partes”, recuerda en su libro de viajes. Había llegado como planta ornamental de Sudamérica, mezclada con las semillas de tabaco que se traían a las plantaciones tabaqueras de Canarias. Ahora es un arbusto tóxico que crece por toda Fuerteventura (y Canarias), tanto junto al mar como en los altos de Jandía. No se lo comen ni las cabras.

Otro árbol extraño, cada día más frecuente en el campo majorero, es el árbol de seda, propio de los ambientes más resecos del desierto del Sáhara. Llegó a la Isla traído por legionarios para adornar algunos jardines. Durante décadas, tan solo había una pequeña población en Giniginámar y otra en el campo de tiro de Pájara. Sin embargo, en los últimos años se ha empezado a extender a toda velocidad y ha llegado a Los Alares por el norte y a Morro Jable por el sur. El Cabildo de Fuerteventura lleva varios años estudiando la posibilidad de poner en marcha un proyecto de erradicación presupuestado en muchos cientos de miles de euros. De momento no se aprueba y la planta sigue en su imparable avance.

Según señala el Ministerio para la Transición Ecológica, las especies exóticas invasoras “son una de las principales causas de pérdida de biodiversidad en el mundo”. Recién llegadas por la mano del ser humano, ponen en peligro la diversidad biológica nativa, ya sea por su comportamiento invasor o por el riesgo de contaminación genética. Las locales, al no haber evolucionado en contacto con las nuevas, no pueden competir con ellas, por lo que son desplazadas o, en el peor de los casos, se extinguen. El catálogo oficial español recoge un total de 186 especies invasoras peligrosas, a las que se suman 48 consideradas como “preocupantes para las Islas Canarias”.

El aviso del picudo rojo

En el caso de Canarias, un territorio aislado y enormemente biodiverso, su aparición puede provocar un auténtico cataclismo. Como cuando se introdujeron en Fuerteventura palmeras datileras de Túnez y Egipto que estaban infectadas con el picudo rojo. Ese escarabajo estuvo a punto de acabar con las palmeras canarias de toda Canarias, el único lugar en el mundo con palmerales naturales de esta emblemática especie endémica.


Uña de gato en Puerto del Rosario.

La propia Administración es la principal culpable, pues en lugar de poner en marcha programas de control y erradicación, algunas instituciones promueven directamente su expansión incontrolada, ajenas al daño provocado

Su erradicación costó diez años y nueve millones de euros. Y no se aprendió la lección. De hecho, mientras se hacía este formidable esfuerzo para erradicar la plaga en la Isla, el Ayuntamiento de Puerto del Rosario promovió plantaciones en las zonas verdes de la capital con la tapizante uña de gato, una de las especies más temidas en el catálogo oficial de especies invasoras. Cuidadas con mimo, cuentan incluso con riego por goteo, al igual que las ubicadas en el aeropuerto. Según la normativa nacional, deberían ser arrancadas e incineradas cuanto antes para evitar su dispersión. Es lo que hacen en otras comunidades autónomas como Andalucía o Galicia, donde todos los años se gastan varios millones de euros en tratar de controlarlas.

“Todas estas especies, más o menos recién llegadas a la Isla por nuestra mano, no enriquecen los ecosistemas, sino todo lo contrario, los empobrecen enormemente”, advierte Victoria Eugenia Martín Osorio, profesora del Departamento de Botánica, Ecología y Fisiología Vegetal de la Universidad de La Laguna y una experta en plantas invasoras. En su opinión, el mayor problema somos nosotros. “No le damos importancia porque consideramos la aparición de nuevas especies como algo positivo, vengan de donde vengan. Es un problema de percepción, pero sobre todo de educación, de falta de educación”.

La propia Administración es la principal culpable, pues en lugar de poner en marcha programas de control y erradicación, algunas instituciones promueven directamente su expansión incontrolada, ajenas al daño provocado. “Existe un gran desconocimiento entre lo nativo y lo exótico, no somos conscientes del desastre que supone su aparición”, se lamenta la profesora Martín Osorio. En algunos casos, señala esta investigadora, las plantas invasoras “se escapan” de los jardines, por lo que su propagación se toma como una extensión gratuita de nuestras macetas, un toque de color, verde o floral, que se malinterpreta como enriquecimiento del campo, cuando es justo lo contrario.

Especies exóticas

El biólogo Stephan Scholz, director del Jardín Botánico de Fuerteventura, resalta que no todas las especies recién llegadas son malas por sí mismas. Distingue, como lo hace la legislación nacional, entre especies exóticas invasoras, que dañan gravemente los ecosistemas, y las potencialmente invasoras, para las que habría que extremar las precauciones. Scholz, de mentalidad pragmática, también cree que, ante especies ya definitivamente instaladas en la Isla, como el tabaco moro o la ardilla moruna, cualquier intento de erradicación está condenado al fracaso. Pide centrase en las más agresivas.


Ardilla.

“Todas estas especies, más o menos recién llegadas a la Isla por nuestra mano, no enriquecen los ecosistemas, sino que los empobrecen”, advierte Victoria Eugenia Martín Osorio, profesora de la Universidad de La Laguna

Por ello, al igual que Martín Osorio, propone la constitución de una red de alerta temprana, capaz de detectar y erradicar a los nuevos invasores al poco de aparecer, cuando todavía sus números son pequeños y su eliminación es algo sencillo. Una red dirigida por especialistas y basada en investigaciones científicas, con actuaciones planificadas, bien dotadas económicamente, que den prioridad a los espacios naturales protegidos frente a las zonas urbanas.

Las especies de Australia son las que más agresivamente prosperan en Fuerteventura. Han encontrado un hábitat semejante al desértico de las Antípodas. De allí viene la conocida como acacia majorera o cyclops, que nada tiene que ver con Fuerteventura pues sus bosques naturales están en el sur australiano y en lugares tan exóticos como la Isla Canguro. Fue introducida y reproducida a gran escala en el vivero del Cabildo Insular en Pozo Negro para ser distribuida como forraje, cortavientos y con fines ornamentales. Incluso se hicieron plantaciones con ella en Betancuria hace varias décadas.

Pero su daño ecológico no es nada comparado con el de otra prima australiana, la acacia hoja de sauce o salicina. Supera a la cyclops en abundancia como especie cultivada en zonas rurales de toda la Isla y se ha asilvestrado en muchos lugares, invadiendo barrancos donde desplaza al tarajal. Incluso sobrevive a su tala, pues es capaz de brotar de las raíces.

Otros matorrales australianos del género Atriplex se están extendiendo rápidamente por la Isla. El más peligroso de todos ellos es el semilunaris. Apareció hace 15 años junto a una gasolinera de Morro Jable, y desde entonces se ha extendido sin control por Gran Tarajal, Antigua, Tuineje, Casillas del Ángel o Puerto del Rosario; incluso ha llegado a Corralejo. “Ha sido una colonización muy rápida”, reconoce asombrado Stephan Scholz. Las cabras no se la comen. Y perjudica enormemente a los agricultores, pues deben esperar a que crezca para arrancarla antes de plantar cereales o legumbres, ya que de otra manera no deja prosperar a los cultivos.

Otra planta australiana lleva como mínimo 35 años invadiendo Fuerteventura. Es el pinillo de Mairena o Maireana, una especie de salado que se ha hecho habitual en aceras, arcenes y solares de Puerto del Rosario. Parece ser que sus semillas llegaron mezcladas accidentalmente con plantas forrajeras traídas del norte de África y de Oriente Medio, nuevamente por mano poco cuidadosa de la granja experimental de Pozo Negro. “Son especies que vienen para quedarse”, se lamenta Scholz. “Algunas acaban de llegar y puede que no prosperen, otras fueron introducidas hace décadas y ya se han hecho habituales, pero también hay algunas que llevan mucho tiempo y no sabemos en realidad cómo lo lograron, si fue algo accidental o natural”.

Frente a quienes piensan que muchas de las especies invasoras han llegado a Fuerteventura a través de la importación de arenas del Sáhara para su uso en la construcción, los botánicos lo descartan. Una de las pocas especies vegetales invasoras que sí han viajado como polizón en estas arenas africanas es la uvilla de mar sahariana. A golpe de pala y cemento, en los últimos veinte años se ha ido extendiendo por la costa capitalina de la mano de trabajos de urbanización o canalización, pero incluso ha aparecido en zonas de interior como Tindaya. Curiosamente, esta especie ya estaba de forma natural en la Punta de Jandía, aunque apenas había un puñado de ejemplares. Las nuevas poblaciones arribadas artificialmente en barcos areneros tan solo habrían adelantado el trabajo que las corrientes marinas hacen de forma mucho más lenta y casual. Una prueba más de lo cambiante que es la naturaleza a lo largo del tiempo. Pero también de cómo estamos acelerando alocadamente estos procesos.

Comentarios

La semilla del árbol de la seda, tenía entendido que la trajo un vecino de Giniginamar que estuvo por el Sahel africano, no recuerdo en qué país en concreto. La pareja de ardillas, me dijeron por los tiempos en que aparecieron los primeros ejemplares, por la zona de Gran Tarajal, la soltó, no se le escaparon, el hombre que la trajo del África Occidental Español de antaño.
A lo que en el artículo se denomina "tabaco moro" o "palero", en Fuerteventura, al menos por el sur y en el campo, siempre se le ha llamado "mimo", como en Gran Canaria "calentones"... Efectivamente, a sus hojas no se las come ni siquiera las cabras, ¡ que ya es decir!, debido a las substancias tóxicas que contiene, y que es su gran defensa frente a sus posibles "comedores": ni siquiera otros vegetales de zonas áridas, como los espinos, aulagas... con todas sus espinas, se defienden tan bien, ni de lejos. Sólo y únicamente, las cigarras africanas, durante sus incursiones en Fuerteventura, se atrevían a comerse las hojas, dejando las ramas peladas, peladas...Lo que no sé o no recuerdo, es si sobrevivían a tales "banquetes". Lo que no es venenoso de los mimos, es el poquito jugo dulzón que se puede obtener de sus flores, en forma de cornetines alargados y de color amarillo: los chiquillos majoreros de antaño los sorbíamos con placer...
Los mimos, por muy "extraños" o "foráneos" que fueran a la vegetación autóctona de Ftv, a partir de su llegada fueron muy útiles para los majoreros. Sus palos los utilizábamos para un montón de cosas: para los "puntales" de los burros en los que se iban amarrando las plantas ed tomatero según iban creciendo; para hacer socos, para los mismos tomateros o cualquier otra cosa; para formar gallineros o "cercas" de protección de algún arbolillo, huerto, patios ... con el fin de protegerlos frente a las cabras... Como "tilla" para los techos de las casas, o techar gallanías (Gañanías); como leña - bien seca, porque si aún no lo esta, desprende una gran cantidad de humo - para guisar o asar la comida... que no usábamos gas, y el petróleo, cocinillas, no era barato...o nosotros éramos demasiado pobres...y los mimos eran mucho, mucho más abundantes que ahora, aparte de que la mata vivía durante bastantes años, y se la podía cortar y cortar, que siempre brotaba (Brota) fácilmente. Ahora, nadie quiere a los mimos, ni los necesita, pero antes los quisimos muchos, y los necesitamos mucho... Y ellos estaban siempre, sin pedirnos nada: ni ser sembrados, ni cuidados, ni riegos ...
Pero las variedades vegetales, por muy autóctonas que sean, no debe permitirse que se propaguen de manera incontrolada, y menos aún, proteger INVASIONES, como está pasando con algunas, la del tarajal, por ejemplo, aunque sea arbusto tan propio de Fuerteventura y resto de Canarias. Desde tiempos antiguos y hasta casi recientemente, fue planta muy útil, por su madera, que aunque no de buena calidad, era de la poca de que se podía disponer propia de la isla. Hasta tal punto era así, que ya desde los comienzos de la existencia del primer y único ayuntamiento de Fuerteventura, el de Betancuria, o "Cabildo" de Fuerteventura, se publican actas- Ss XVI-XVII- con el propósito de proteger a los tarajales... Eso nos da idea de la consideración en que se les tenía, de la necesidad que había de los mismos. En estos tiempos que vivimos, sobre todo a partir de los años setenta, la construcción de charcas secas, tanto por parte de el Cabildo como de particulares, así como el abandono generalizado del cultivo de gavias, ha favorecido extraordinariamente la propagación de Tarajales en esos espacios: determinadas charcas han acabado colonizadas casi totalmente por esas plantas, que son de las más excluyentes de cualquier otras. Tampoco se salvan gavias y otros lugares donde pueda correr o acumular agua, sobre todo de lluvia. Los tarajales, además de "ahogar" a otras plantas, hierbas, con sus ramas densas, tupidas, las "mata" sobre todo con su casi constante "lluvia" de salmuera, sobre todo durante la noche y el amanecer. Esas "salmueras", densas, pegajosas, son sales que expelen esos arbustos, procedentes de las aguas salobres de que viven, y cuya eliminación les sobrevivir y no morir, como les ocurre a otros vegetales que carecen de esas capacidad. Por eso prospera en las tierras, salinas o no, majoreras. Por eso, y por sus poderosas raíces, capaces de buscar la humedad a gran profundidad y largas distancias. Así, se puede imaginar el inmenso espacio de tierras (Con sus sales) y las cantidades de agua (Y sus sales) , subterráneas, que puede "manejar" cualquier tarajal. Todo un proceso que permite a cualquiera de esos arbustos, "manejar" y cantidades enormes de sales, que tiene que desechar, "sudándolas" por su multitud de hojitas. El resultado de esa "lluvia" supersalada y años tras año, es la formación de auténticos lechos salinos en los que es prácticamente imposible que nazca y sobreviva cualquier otro vegetal que el mismo tarajal. Además, cuando llueve, las aguas de lluvia que empapan esos espesos y extensos saladares y forman escorrentías sobre ellos, acaban siendo casi auténticas "salmueras", que también se infiltran para salinizar los mantos freáticos. Por todo ello, y respetando "autoctonismos", tradiciones, historia ( ¡ la gran cantidad de topónimos relacionados con "tarajal" que hay en Fuerteventura y resto de Canarias!), debe de ponerse coto a la propagación del mismo, que tanto daño hace a los campos, a las tierras y aguas, donde lo más que sobran son las sales, la salinidad. Ya sé que a los ecologistas ultras, los que no respetan opiniones distintas a las suyas, este comentario les parecerá aberrante, pero todo es bueno en su justa medida, sin idolatrar, sin exagerar, sin el todo vale y dale.
<p>Cito al artículo: "Recién llegadas por la mano del ser humano, ponen en peligro la diversidad biológica nativa, ya sea por su comportamiento invasor o por el riesgo de contaminación genética" <br /> <p>Pero no hay ni un solo estudio científico publicado que demuestre que esta hipótesis sea cierta en Fuerteventura para especies como la Albizia julibrissin, Carpobrotis edulis, o Nicotiana glauca. También hay que destacar la poca imparcialidad científica de estar siempre intentar probar que algo es malo, sin siquiera cuestionarse que pueda tener efectos positivos sobre la ecología. Ya hay estudios que demuestran la existencia de un sesgo contextual en el campo de las invasiones biológicas a causa del lenguaje xenófobo que se usa. Tampoco ayuda la falta de consenso en la definición de especie invasora, especie nativa, etc. Con este panorama es aun mas importante que los ecologistas apliquen el método científico a sus hipótesis. <br /> <p>Según Daniel Simberloff en su libro "invasive species", una especie invasiva es una especie que se encuentra de forma natural fuera de su hábitat. Pero según la UE, especie invasora es una especie que no pertenece al lugar (no es nativa) y está causando SERIOS daños ecológicos o económicos. Citando el apartado 1 del reglamento europeo nº1143/2014: "La aparición de especies exóticas, ya se trate de animales, plantas, hongos o microorganismos, en nuevos lugares no siempre supone un motivo de preocupación. Sin embargo, un considerable grupo de especies exóticas pueden volverse invasoras y tener graves efectos adversos para la biodiversidad y los servicios asociados de los ecosistemas, así como otras repercusiones sociales y económicas, que deben prevenirse. Unas 12 000 especies presentes en el medio ambiente de la Unión y de otros países europeos son exóticas, de las que se calcula que aproximadamente entre el 10 y el 15 % son invasoras." (Para Victoria Eugenia Martín Osorio, este 10-15% se convierte en 100%). Son definiciones muy dispares, pero muchos ecologistas en Canarias, incluso catedráticos de universidad, andan muy confundidos y creen que porque una especie no es nativa y está naturalizada significa que es una plaga que hay que erradicar. Esto sin estudiar sus daños o posibles beneficios (sí, posibles beneficios, como por ejemplo incrementando la estabilidad en las redes de polinización en las islas Galápagos). En Canarias, especie exótica naturalizada es lo mismo que especie invasora que hay que erradicar. Así, sin mas miramientos y gastandose millones de euros en acciones casi siempre INÚTILES y que contaminan el medio con un uso indebido de fitosanitarios. <br /> <p>¿Y que es eso de "contaminación genética"? ¿Quien define un genoma como puro, y mas cuando ni siquiera se han secuenciado los genomas de las especies en cuestión? ¿Se traduce esta "contaminación genética" en un cambio fenológico que afecte al funcionamiento del ecosistema o que cause pérdidas económicas? Les recuerdo que la ecología no es conservación del paisaje, lo cual es un ideal subjetivo. Pretender eliminar toda mutación genética para conservar su idea de belleza en el paisaje no solo es una labor cuestionable para un científico, sino una temeridad desde el punto de vista ecológico, máxime cuando las plantas nativas DEBEN mutar sus genomas para adaptarse al nuevo clima que le hemos impuesto. <br /> <p>La ecología hay que estudiarla antes de intervenir en ella, y conservar el paisaje no es lo mismo que ecología. La falta de seriedad actual es absolutamente lamentable y yo incluso lo llamaría xenofobia ecológica, sobretodo sabiendo que su financiacion ha venido de un gobierno autonómico nacionalista empecinado en la idea de la raza. <br /> <p>PS: Al que dice que el tarajal (tamarix spp.) saliniza los suelos, le sugiero que revise las prácticas de regadío que hay en las islas, la salinidad del agua de riego, y los cambios climatológicos; no vaya a ser que la salinidad viniese antes que el tarajal.<br />
Al de Falta ciencia: gracias por sugerirme que revise las prácticas de regadío que hay en la isla. No soy científico, no tengo los conocimientos científicos que usted manifiesta; sólo y humildemente, tengo la experiencia directa de más de sesenta años tratando y laborando con riegos y regadíos, como con tarajales, de los que en su momento hasta planté unos cuantos. Sobre estos últimos y sus problemas, así como de "calidades" de aguas, sólo digo que he visto terrenos antes de haber tarajales y después de que los mismos hubieran nacido y formado manchones. Y sí, ha habido aumento de salinidad antes y después de los tamarix, con unos tipos de riegos - y abonos- y otros, pero mientras que estos últimos no se pueden evitar, aunque sí mejorar, para cultivar en Fuerteventura , porque de secano no se da prácticamente nada, la siembra y propagación de tarajales, sí es totalmente innecesaria y perfectamente evitable. Los cambios climatológicos, por supuesto que cuentan mucho en el tema.
Hola soy el vecino de ginginamar a quien los majoreros acusan de meter el árbol y la semilla de la ceda en el barrio. Quiero decir que estoy cansado de que me acusen de ello cuando yo lo que introduje fue el gotelet en la isla. Alfredo el torpedo me dijo que manué "el cuca" de la mano de la "canariona Mari"( introductor de la cucaracha alemana) sabe de buena tinta que la semilla y la abutarda la trajeron metido en el culo Kiko el moro que después se dedicó a meter huevos culeros los martes y los jueves de 9 A10
Que yo no fui el i traductor de la semilla de la ceda que ese fue "el cuca"
Sres.: el cambio es climático, no climatológico.
Pues tiene razón Andrés Tiscamanita: gracias por la aclaración, además hecha con toda corrección y respeto, como debe ser.
por precisión es mejor decir cambios climatológicos, ya que "cambio climático" e incluso "cambios climáticos" son terminos que se confunden demasiado con el fenómeno del cambio climático antropogénico. Para nada es incorrecto decir "cambios climatológicos", al igual que no es incorrecto decir currículum cronológico en vez de currículum crónico. No podemos prescribir el lenguaje en torno a lo que nos resulta familiar. y no todos somos Sres
11 al 9: veamos: climatológico es lo relativo a la climatología ( estudio del clima). Lo que está cambiando es el clima, no su estudio ( que también). En cuanto a lo de Sres, es que yo me dirigía a varios individuos de genero (no sé si sexo) masculino.
"Climatológico" no significa estudio del clima. Eso es como decir que cronoógico es el estudio del tiempo, por lo que "currículum cronológico" significaría currículum de estudio del tiempo. A ver si pensamos un poco antes de decir las cosas.

Añadir nuevo comentario