SECTOR PRIMARIO

Una tradición milenaria en riesgo de extinción

La ganadería de costa se enfrenta a la incertidumbre ante la falta de relevo generacional y de ayudas

Gambuesa del Valle de la Cueva. Fotos: Manolo de la Hoz.
María José Lahora 5 COMENTARIOS 13/06/2019 - 06:23

Ganaderos del mancomún de Antigua se reúnen en torno a la gambuesa del Valle de la Cueva en una soleada mañana para alimentar al ganado de costa. Mientras el ganado come y bebe comprueban que las crías están todas marcadas y perfectamente reconocibles. Calculan que en torno a un millar de ejemplares se dispersan por la zona. Los comisionados del norte y del sur, Tomás Acosta y Nicolás Herrera, comparten opiniones y dudas sobre el futuro de esta tradición junto con el resto de ganaderos, a la sombra de un improvisado toldo donde descansa Nicolás mientras observa las cabras ir y venir por el barranco con impresionantes vistas a la ensenada de Toneles.

La cabaña de ganado de costa de Antigua reúne cerca de 4.000 cabezas. Más de 80 ganaderos se acogen al Mancomún Norte y Sur, siendo el más importante de Fuerteventura. Tomás Acosta lleva desde 1977 como comisionado. Más de 40 años a sus espaldas de responsabilidad para mantener a un sector del que ya vivían sus bisabuelos. Señala el alto coste que representa mantener al ganado y el escaso interés por ofrecer un relevo generacional. Todo ello sin ayudas de la Unión Europea, según añade Nicolás, que ha sido comisionado en dos ocasiones y que ahora espera que se formalice el traspaso de poderes al ganadero Pedro Mosegue. La falta de control por parte del Gobierno autónomo sobre la cabaña caprina de costa incentivó la picaresca de algunos ganaderos y motivó el cese de las subvenciones a este sector que se sustenta en una tradición secular que debería estar protegida como parte del patrimonio de la historia de Fuerteventura.

Tradiciones como las apañadas, donde se marca al ganado no identificado y sirven para “ahijar” a las crías con sus madres, se vienen celebrando desde hace siglos. Explican los ganaderos que ahora se enfrentan también a la normativa europea que establece que tienen que emplearse otros mecanismos de identificación en el ganado “más modernos”. “Dejaríamos de saber a primera vista qué animal pertenece a cada ganadero”, se lamentan los ganaderos en relación a que ya no podrían marcar a las cabras con el habitual corte en las orejas.

La cabaña de ganado de costa de Antigua reúne cerca de 4.000 cabezas. Más de 80 ganaderos se acogen al Mancomún Norte y Sur, siendo el más importante de Fuerteventura

Nicolás recuerda sus orígenes como ganadero en unos años en los que su familia no tenía ni para zapatos. “El estudio que me dieron a mí fue cuidar dos o tres cabras, descalcito porque en ese tiempo los zapateros trabajaban poco -ríe- y conforme fui cogiendo conocimiento se me metió el bicho”. La situación dista mucho de cuando él comenzó, con sus pies descalzos, entre las cabras. “Día tras días el futuro del ganado de costa se está perdiendo porque hasta ahora tan sólo se ha ido manteniendo. No tenemos dinero para mantener esta tradición con el gran valor que tiene y que sólo permanece en Fuerteventura”, comenta con resignación Nicolás.

La falta de subvenciones y protección para amparar la tradición, junto con la ausencia de relevo generacional está dando al traste con un sector que requiere de gran esfuerzo y no sólo económico. “Para alimentar al ganado se precisa a más de una persona y mínimo a dos porque son muchas cabras. Es mucho trabajo. Al final, supone mucho esfuerzo para ellos y el ganado se alimenta mal”, explican los entendidos.

Las administraciones les insisten en la necesidad de mantener la tradición pero a cambio reclaman alguna ayuda. Recuerdan los años en los que el ganado de costa recibía subvención: “Los ganaderos metimos la pata”, señala Nicolás, al referirse a la forma en que contabilizaban más animales de los que tenían para recibir mayores ayudas, hasta que la trama se destapó. “La culpa de perder las subvenciones la tenemos al cien por cien los ganaderos, pero también debe responsabilizarse a la Consejería, a mi entender, porque lo primero que tenía que haber hecho es comprobar la veracidad de los datos”.

Tradiciones como las apañadas, donde se marca al ganado no identificado y sirve para “ahijar” a las crías con sus madres, se vienen celebrando desde hace siglos

Los comisionados tienen que atender todas las demandas del sector y “los años no ayudan”, comentan Tomás y Nicolás, quienes aconsejan a Pedro que se arme de “paciencia” en su nuevo cargo. Otros ganaderos se quejan de la falta de compañerismo, sobre todo “cuando hablamos de dinero”. La inversión en mantener el vallado de las zonas mancomunadas es otro de las grandes costes económicos del sector. Tan sólo el que atiende Tomás cuenta con 22 kilómetros.

La labor de los comisionados ha sido premiada por el Gobierno autonómico con la Medalla de Oro de Canarias. Nicolás bromea y dice que gracias a ese premio casi no ha tenido que “tocar” la “poca” pensión que le da la Seguridad Social.

Las restricciones europeas en torno a la identificación de los animales es otro de los temas que mantienen en vilo a los ganaderos. “No quieren que marquemos a las cabras con la marca tradicional de toda la vida”, explican. “Nosotros sabemos de lejos a quién pertenece cada animal por la marca pero si ponen lo que ellos quieren, ese chip en el menudillo, cómo sé yo de quién es el ejemplar. Vamos a luchar por los usos y costumbres en Fuerteventura”, señala contundente Tomás. También porque las ayudas que envían para el sector las perciba directamente el ganadero “y no se queden por el camino”, añade. Las ayudas comunitarias al sector caprino dejaron de percibirse en 2014. “Al ganadero se le debería pagar nada más por que se mantenga la tradición”, señala con contundencia Nicolás.

Sin relevo

Nicolás Herrera, veterano ganadero y un referente para el sector que le ha valido junto a Tomás Acosta recibir la Medalla de Oro del Gobierno de Canarias, comenta cómo su hijo, ahora con más de 50 años, le dijo en su momento: “Papá, a cualquier sitio que tú me mandes, te respeto, y yo no te digo que no. Ahora, andar con cabras no me mandes porque entonces te digo redondamente que no”. Es un ejemplo de la situación ante la que se encuentra el sector ganadero, que “cada vez se está poniendo más oscuro y nosotros cada vez estamos más viejos”, señalan.

“Los jóvenes conforme crecen se dan cuenta de la situación y se quitan de enmedio”, comenta con resignación el resto de ganaderos: “Cuando son pequeños se vuelven locos con la cabras, pero cuando son mayores no quieren saber nada”, explican.

Y hablando de juventud llega a la gambuesa el joven emprendedor Luis Mesa, gerente de la vecina finca Verde Aurora, un ejemplo del relevo generacional en el sector agrario y la apuesta por aprovechar el tirón turístico de la Isla para reconvertir el sector primario en un recurso más en Fuerteventura. Así, no es de extrañar que proponga que esa sea la fórmula para mantener esta tradición milenaria, el último reducto de la ganadería de costa en el Archipiélago.

Comentarios

Por muy bonitas, folclóricas, típicas, y hasta históricas, que puedan ser o considerarse las tradiciones, costumbres o formas de vivir de cualquier pueblo, no justifica que las mismas deban de mantenerse a toda costa. A COSTA DE SUBVENCIONES, por ejemplo, que como estos ganaderos, con una sinceridad que les honra, reconocen que las que su gremio recibía en otro momento, se prestaba a fraude, engaño, en perjuicio de los contribuyentes, debido a la avaricia humana así como a la mala/descuidada o "interesada" gestión, tan frecuentes y comunes, de los administradores políticos. En definitiva, pura artificialidad, teatro, "negocios"... caros y de poca o ninguna autenticidad, lo que realmente importa en este caso: mantener la tradición.
CRUEL Y ABERRANTE, la tarea de "marcar" a los animales. En tiempos pasados, sin duda, no existía otra manera de plasmar la propiedad del ganadero sobre los cuerpos de los animales; pero ahora existen otras que son infinitamente menos sanguinarias y más humanas: ¿por qué no utilizarlas? Y no es tan fácil, ni mucho menos, que alguien realmente pueda conocer "de lejos" la marca que porta una res en sus orejas, pues las mismas son muchas, con diferencias mínimas entre algunas de ellas. Por otra parte, ¿cuál es la real y verdadera necesidad de reconocerlas " de lejos", si lo que importa es hacerlo cuando se tiene al animal "en las manos": bien en las apañadas, en los corrales, cuando se vende/compra, etc? Finalmente, lo que se puede ver en "las marcas", de cerca ya simple vista, es la crueldad que representa "plasmarlas" en el cuerpo de las infelices reses, a cuchillo y con sangre fría del perpetrador: algunas especialmente, dejan las orejas de los animales convertidas en verdaderas "tiras", además de con algún "abujero", "teberite"...Podemos imaginar el espantoso dolor que padecerán las víctimas, durante la "operación", así como en los días siguientes, en que, además pueden aparecer infecciones... y las inevitables torturas infligidas por moscas y otros parásitos...
Los ganados "sueltos" o "de soltura", principalmente "de costa", de Fuerteventura, históricamente fueron tentación - y necesidad- para los navegantes, especialmente piratas extranjeros (Y en ocasiones, no tan piratas ni tan extranjeros...), que pasaban por mares y costas canarios. Jandía fue la zona más castigada por estos pirateos. Eran tiempos en que los navíos se movían a vela, que los sujetaba a lentas singladuras, o incluso, a paradas por calmas, y , además, tampoco disponían de medios adecuados para conservar los alimentos, la necesidad de avituallarse era infinitamente más perentoria que ahora. Unos ejemplos: En febrero de 1595, el inglés Walter Raleigh, uno de los enemigos mayores que haya tenido España, estuvo haciendo de las suyas por Tenerife y otras islas, recalando finalmente por Fuerteventura, por juzgarla una de las más indefensas, y desembarcó en paraje ignorado de la misma donde hizo aguada y APAÑÓ Y ROBÓ EL GANADO suficiente para abastecer a su flota... Otro caso ejemplo, también protagonizado por ingleses, pero muchos años después, tuvo lugar en 1853. Al capitán Alexander (o Abraham)Hughes y a sus hombres, del navío "Fanny", faltos de vituallas, no se les ocurrió otra cosa que que desembarcar por Pozo Negro, para dedicarse a cazar y robar cabras, a pesar de que fuerzas locales trataron de impedírselo. Afortunadamente, para los majoreros, no para los británicos, en ese momento había paz entre Inglaterra y España, y el navío venía en plan pacífico,a comerciar con barrilla, y fueron retenidos y procesados. Salió fiador de los mismos, la Casa de Barry y Compañía, que tenía casa y almacén en Puerto (De Cabras), "que valdrán mil pesos", para que les fuera permitido abandonar la isla majorera antes de dictar sentencia. Como testigos en el proceso, figuraron Don Juan de Dios Monteros, alcalde constitucional, y don Miguel Méndez, vecinos de Fuerteventura; como traductor, don Diego Miller, "visconsul", inglés o escocés... "Y éste dijo que a nombre de dicho capitán otorga que que y después de haver salido de Poso Negro (sic) donde fue a cargar de barrilla , a causa de haverse rompido a la goleta en los mares la botabara y no haver puerto más cómodo donde componerla que el dicho de Poso Negro, se dirijió a él con su buque por segunda ves... En cuyos días que permaneció en aquél , con motivo de escaseárseles los víveres tomaron de las costas ocho cabras, incluso un macho, juzgando ser salbajes y sin dueño, de lo que resultó mandarle buscar con soldados el señor governador de esta dicha ysla. " En definitiva, acusaba a los gobernantes y pedía "daños y perjuicios" contra los mismos... Más testigos, en el juicio: Presbítero Antonio Carrión, don Cristóbal Molina y don Miguel Méndez, vecinos de Fuerteventura.
Me parece bien que acabe esta "tradición". Es la única esperanza que tenemos para que el campo se recupere y devolver la isla a su aspecto verdaderamente tradicional.
Dinero perdido en subvenciones a costa de un bien privado, para encima luego pedir dinero para revertir los daños ocasionados por las cabras en los ecosistemas. No tiene lógica alguna y quién piense que si es que le sobra el dinero.

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