Su último libro, ‘La ceguera del cangrejo’, describe una trama alrededor de César Manrique y del urbanismo relacionado con la política y la corrupción, un ejemplo de ficción que aborda la realidad social
“Es brutal que con tan poco dinero se haga tanto en la Feria del Libro de Fuerteventura”
Su último libro, ‘La ceguera del cangrejo’, describe una trama alrededor de César Manrique y del urbanismo relacionado con la política y la corrupción, un ejemplo de ficción que aborda la realidad social
-El antropólogo francés René Verneau ya dejó escrito en su obra Cinco años de estancia en las Islas Canarias que en Lanzarote todo se esconde. Esa sensación y el hecho de que todo esté cerca se repiten en la novela. Con estos elementos, Lanzarote parece un lugar ideal para la novela negra.
-En la novela negra se habla de que los escenarios son los grandes centros urbanos, donde hay muchos ambientes distintos. Eso puede suceder, pero yo pienso que un espacio muy limitado me sirve mejor para trabajar. Es más manejable, más fácilmente descriptible, se dan todas las cosas que se pueden dar en una comunidad grande pero más concentrada. Pasa en toda Canarias, pero en Lanzarote es muy curioso porque físicamente las cosas bellas están en el subsuelo. Hay huertos que parecen un erial y son un huerto, está la casa del Taro, donde César ve esa belleza del subsuelo. Esa dimensión física me resultaba perfecta para hablar de cómo las estructuras de poder se esconden bajo los velos del discurso público, lo que Marx llamaba ideología. Me venían muy bien esos dos leit motiv, que funcionan en casi toda Canarias y en cualquier sociedad parecida, en una comunidad pequeña devastada por el desarrollismo.
-Va siendo hora de que las Islas se reflejen en la literatura, alejadas del mito de las Afortunadas. El libro más famoso de los últimos años sobre Lanzarote es de Michel Houellebecq...
-En eso no soy novedoso. Nuestra tradición literaria recoge infinidad de autores que hablan de la sociedad, como el propio Arozarena. En los últimos años, llegan al gran público textos que hablan de Canarias como sociedad más allá del modelo turístico. Lo de Houllebecq es una rayada, como casi todo lo suyo. Ciertas incursiones en el noir me resultan molestas, escritas por autores o autoras nórdicas que ponen la Isla solo como escenario. Parece más respetuosa Picadura mortal, una novela de Lourdes Ortiz, que fue una de las primeras autoras de novela negra con personajes femeninos, ambientada en La Palma, donde no había estado nunca, pero que usó como excusa el secuestro de Eufemiano Fuentes. Es más interesante que, por ejemplo, Mari Jungstedt, que ambienta en Canarias una comunidad cerrada de nórdicos. Para eso ambienta en tu pueblo.
-¿Es excelente la salud de la novela negra en Canarias? ¿Por encima de otros géneros?
-La novela negra en Canarias nos ha otorgado visibilidad. Los autores pudimos permitirnos publicar en editoriales de fuera y eso nos dio credibilidad, pese a que aquí tenemos buenas editoriales pero no tenían esa capacidad de promoción y edición. Hay autores como Antonio Lozano, José Luis Correa o Carlos Álvarez, que es uno de los primeros que hicieron noir en Canarias, con capacidad para publicar en Alfaguara y eso nos proporcionó visibilidad y nos sirvió para decir que aquí hay canarios escribiendo. Llegamos en un momento en que los autores de la periferia comenzaban a hacerse un hueco, y los canarios eramos ultraperiféricos, con otros modos y otra manera de ver el mundo. Eso no quiere decir que sean mejores que otros excelentes novelistas, como Santiago Gil o Cecilia Domínguez Luis. De cara a la popularización de los autores canarios ha venido muy bien. Sí es un buen momento y están saliendo autores canarios que pueden ser interesantes.
“En la Isla hay un filón que no se ha explotado y no es actual. Se trata de la entrada de la Legión en los ochenta y lo que supone para esa sociedad la llegada de una fuerza colonial de ocupación”
-Es una generación que utiliza la riqueza del español hablado en Canarias, que entiende que no hay nada más universal que lo local y que puede tener como referencia tanto la Península como América. Parece que se han despojado de las ataduras de lo que llaman el español neutro...
-Es una cuestión que tenía que ver con el centralismo de la posguera. Autores tan importantes como Agustín Espinosa, Pedro García Cabrera o Juan Manuel Trujillo, aunque utilizaban el ustedes, escribían con el vosotros. Yo nací en los setenta y los autores que leí de pibito habían leído a Juan Rulfo, como Víctor Ramírez o Emilio González Déniz, y tuve la suerte de coincidir con Dolores Campos Herrero, que escribía en canario, pero tenía una visión cosmopolita del mundo. Cuando yo empecé a trabajar era más normal escribir en canario y con la novela negra tenía la excusa perfecta para incorporar esas voces, esos giros... Se habla poco del cosmopolitismo de Canarias, donde ha habido mucha gente que ha dejado huella y eso me permite trabajar con personajes de muchos lados. Se dice en Lanzarote “te vas a ir para las chacaritas”, que es el cementerio de Buenos Aires.
-El tema de fondo en la novela es el modelo turístico, el desarrollismo o la delincuencia de cuello blanco. Utiliza la metáfora de la ceguera de la sociedad y acabamos de pasar unas elecciones en las que no parece que se hayan abierto los ojos del todo.
-Hay un experimento muy simpático que hago siempre que puedo en los bares, si se compara lo que dice el periódico con lo que lee la gente. La gente sabe lo que pasa pero no se dice públicamente. Ahí juegan los mecanismos del poder. Yo entiendo que un medio depende de sus anunciantes, lo entiendo. Mi ventaja es que yo soy un verso libre y puedo decir lo que me dé la gana y gozo de la ventaja de que los poderosos no me van a leer. Me leerán sus abogados, pero ellos no. Ataco temas de actualidad, pero me gusta ir a la raíz del tema, lo que lo hace universal, mas allá de la coordenada espacio temporal, que se hable de lo inherente al sistema, ese mal estructural de la connivencia de la política con las vinculaciones socioeconómicas. El desarrollismo lo había tratado de manera muy tangencial y César era ideal para tratar ese asunto porque sus últimos años están marcados por eso y la defensa de su legado también.
-Un mal estructural en el que, como se ve en la novela, las nuevas generaciones parecen diferentes, pero al final no lo son tanto.
-Tienen el pecado original. El capitalismo sin acumulación de capitales no puede existir y ese capital con el que nacen las nuevas generaciones viene marcado por un pecado original, algo que me produce lástima. Hay personajes en la novela que en realidad no quieren perpetuar esa cadena, pero es que es un virus.
-¿Cómo cree que encaja la figura de César Manrique en el arte contemporáneo en España. Si es que encaja.
-Yo pensaba que era solo César, pero he visto la obra de Fernando Zóbel y ese museo maravilloso en Cuenca. Son artistas que saben utilizar al poder para llevar adelante su trabajo. En el caso de Zóbel, tenía un alcalde que era un cacho de carne con ojos, pero que sabía que si daba espacio al artista podía hacer algo interesante. Durante el franquismo tampoco había un erial, Camilo José Cela editaba la revista Papeles de Son Armadans y estaba el Premio Formentor o Gil de Biedma. El poder sabía que tenía que dejar trabajar porque el país necesitaba progresar culturalmente de cara a la élite. No es el mismo caso que César porque César da con Ramírez Cerdá, que en realidad es progresista y, aprovechando cómo se hacían las cosas en aquella época, supieron hacer un proyecto interesantísimo. A mí me interesaba César como ese tipo que en medio de esa España se ponía esa ropa y tenía esas actitudes, con todo el morro del mundo. Era alguien a quien se le permitía porque como artista era interesante. Cambia de estilo y de temáticas, pero cuando quiere vuelve y va hacia adelante y hacia atrás, y eso yo lo admiro mucho. Aparte, se sabía manejar muy bien con el poder. Es interesante que se viene de Nueva York y aquí se maneja con el poder, pero continuó manteniendo su independencia y eso es difícil. Yo ahora tengo cierta popularidad y te tienes que rozar con el poder, quieras o no, y es difícil mantenerte incólume. Él se codeaba con poderosos, pero cada sábado se iba en el jeep a ver las obras y hablaba con los obreros, con los campesinos de tú a tú... Eso contribuye a la construcción de un mito y el mito en el fondo siempre es una manera estética de ver la verdad.
“Para ‘calar’ a una persona, cuando me siento con ella observo cómo trata al camarero. Ahí sé qué tipo de persona es, por muy amable que esté siendo conmigo”
-Acaba de dar el pregón de la Feria del Libro en Fuerteventura. ¿Cómo valora esa Feria y el ciclo de charlas ‘El escritor y tú’?
-He participado en el ciclo y en la Feria en muchas ocasiones y he montado actividades con Javi Zerpa y Beatriz Alonso. Es una feria a la que estoy muy vinculado. Me parece brutal que con tan poco dinero se haga tanto, con un equipo humano que cumple más allá de las exigencias del deber. Es una feria muy bien preparada que se organiza desde diciembre. Hay ciudades grandes en Canarias que improvisan la feria sobre la marcha y manejando dinerales. En Fuerteventura consiguen traer a escritores populares con enjundia y hacen un programa muy interesante. Dan contenidos enriquecedores y ocurre en una capital pequeña. No me gusta alabar a los políticos, pero han tenido un consejero de Cultura, Juan Jiménez, que es muy culto. Le he visto presentar a cuatro escritores y citar sus obras de memoria y se las había leído. El equipo de Elsa Quesada y Eloy Vera siempre intenta llevar buenos contenidos y ha logrado tener un público muy interesante.
-Ahora que ha ampliado el foco hacia Lanzarote desde Las Palmas de Gran Canaria, ¿para cuándo una novela ambientada en Fuerteventura?
-Hay un filón que no se ha explotado y no es actual, que es cuando entra la Legión y lo que supone para esa sociedad. Llega una fuerza colonial de ocupación sin nada que ocupar y la ponen en el lugar de confinamiento clásico, y muchos se vuelven locos. Aquello es un desastre.
-Asegura que le costó mucho que la gente pasara de pensar que el camarero de Cuasquías escribía a pensar que había un escritor que trabajaba de camarero en el Cuasquías, pero ¿cuánto le debe el escritor al camarero?
-Muchísimo. Le debe al camarero, al tipo que limpiaba pozos negros, al pibe que estudió en Escaleritas, al drogata adolescente... Un escritor no se hace solo con sus libros, sino con su experiencia vital y la mía fue rica y variada, comí mucha calle, mucha noche, mucha violencia, y eso me ayudó a formarme como persona. Como escritor tienes lo que tienes como persona y, si te dedicas a la ficción realista, todo eso te ayuda. Y es verdad que los camareros no son sordos y te oyen. Me sirvió para enterarme de cosas, para observar a seres humanos, conocer tipos. Para calar a una persona, cuando me siento con ella observo cómo trata al camarero. Ahí sé qué tipo de persona es, por muy amable que esté siendo conmigo.
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