La “falacia” del turismo
Margalida Ramis es portavoz del grupo “Tot inclós”, en castellano “Todo incluido’, sobre los impactos negativos del turismo cuando se convierte en la principal actividad económica
“El modelo turístico balear es como una mina que agota los recursos y empobrece a la sociedad”. Así de contundente es Margalida Ramis, licenciada en Física y representante del Grupo Ornitológico Balear (GOB), una de las asociaciones ecologistas más antiguas del España. Esta activista se trasladó a la sede de la Federación Ben Magec-Ecologistas en Acción en Canarias para impartir un taller de cómo ‘desturistizar’ la economía insular y para presentar una publicación denominada “Tot Inclós”, todo incluido, en castellano.
La publicación se edita hace cuatro años. En sus inicios representaba a gente inquieta vinculada a la Coordinadora Libertaria de Mallorca, pero hoy supone un gran movimiento formado por profesores, ecologistas y académicos, expertos en temas turísticos, que reflexionan sobre los daños y consecuencias de esta actividad en las Islas Baleares, no solo desde el punto de vista del territorio y medio ambiente, sino también de su incidencia a nivel lingüístico, cultural, en los servicios públicos sanitarios o en la educación. Sin embargo, “el relato de que vivimos del turismo es realmente reciente”, advierte Margalida, quien afirma de forma contundente que “los datos demuestran que esto es una auténtica falacia”.
En septiembre de 2017 un grupo de personas convocó una manifestación para decir “basta ya” a la “turistificación” e “invasión” de las Islas, pues la saturación en alojamientos y espacios no había tenido precedentes hasta ese momento. La calidad de vida empeora cada día, aunque se aplaudan como un éxito las buenas temporadas turísticas. Las oportunidades de trabajo fuera de este sector no existen y dentro cada vez son más precarias. Así que la contestación de la población “fue masiva por la situación que se vive, cercana al colapso”. “El turismo como principal actividad económica empieza a crear desconfianza”, señala Ramis.
A las 400.000 plazas hoteleras existentes en Baleares, en los dos últimos años se contabilizaron, entre legales e ilegales otros 123.000 alojamientos turísticos en casas y pisos particulares. Esto ha traído consigo problemas de convivencia, de derecho a la vivienda, de desahucios en el alquiler. “Es una realidad que toca a la gente de a pie y por eso se está reaccionando”, afirma Margalida.
“La saturación no tiene límites”, indica Ramis, “porque el próximo verano incluso se pretende aumentar el número de aviones que llegan a Baleares en un 20 por ciento”
El hecho de vivir en una economía estrictamente turística ha hecho que todo ruede alrededor del sector y que no existan otras actividades alternativas dignas fuera del mundo del turismo, subraya Margalida Ramis. “Desde la universidad todo funciona a favor del turismo, pero lo más preocupante es que tanto instituciones como políticos no quieran saber nada de un escenario post-turístico, cuando solo por tener una economía más saludable, deberíamos tender a la diversificación”, apunta. “Sin embargo”, añade, “es al contrario, hemos perdido industrias del sector primario, artesanías y otras muchas líneas de trabajo que podrían favorecer a las Islas como es la autosuficiencia energética o agrícola. Hemos caído en manos del monocultivo intensivo turístico, sin puertas de salida, e imposible de controlar”.
“La saturación no tiene límites”, indica Ramis, “porque el próximo verano incluso se pretende aumentar el número de aviones que llegan a Baleares en un 20 por ciento, como ha anunciado Aena, una estructura semiprivatizada dirigida desde fuera y a la que no le importa la calidad de vida de nadie”. “Por eso, es importante que surja una política muy activa que repiense a las Islas al margen del turismo, sabiendo que este sector seguirá existiendo a corto plazo, pero reinvirtiendo el dinero en otros ámbitos con el objetivo de que subsistan a largo plazo por ellos mismos, sin necesidad de subvenciones, como es la ganadería de la Sierra de Tramontana, o múltiples fincas de agricultura”, recalca la activista.
“Yo tengo esperanza en la gente, no en las instituciones, ni en los políticos que han entrado nuevos, porque finalmente terminan aceptando las presiones del negocio turístico y desechando cualquier posibilidad de crear un ‘Plan B’ para nuestro futuro”, analiza Ramis. “Cada vez es más importante ese grupo de la sociedad, que quizás desde las consecuencias conflictivas que tiene el turismo sobre sus vidas reaccione y a partir de aquí, desde la base, se generen alternativas al turismo como monocultivo y se pida a las instituciones que respondan”, concluye.
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1 Desde Yaiza Jue, 26/04/2018 - 08:09
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